Partida Rol por web

Una casualidad le libró al convaleciente setita de otro enfrentamiento. Casi recibía un impulso de ir a defender el templo, pero era demasiado tarde, conocía sus limites y ahora además sus heridas. Se fijaba buscando al caudillo de la comitiva, aun más si se tratara de alguna figura de especial relevancia. El improvisado refugio que se elaboraba para el proximo encuentro fue quizás lo que fuera a salvarle las próximas noches, hasta que llegara él, hasta que pudiera ejectuar venganza y justicia. Escuchar los gritos, el fuego, les estaban quitando todo, cual seria su motivo, cual ha sido el destino de Anum, eran demasiadas preguntas y le pertubaba no conocer ninguna. Pero ahi estaba el vástago olvidado y encogido, protegido por las sombras y sin nada a lo que aferrarse, nada con suficiente entereza. Seria muy aburrido permanecer siempre contemplativo y discreto, por lo que su sangre procuró que acudiera  alguno de los soldados que entraron en el templo, en busca de sacarle las respuestas de la forma más adecuada. Esperó el tiempo suficiente como para que la batalla que se produjera hiciera de telón que tapara las sospechas de la retirada de aquel soldado.

 En cierta medida tu sangre bulle en tu interior, o al menos ciertos sentimientos: la frustración, la rabia, el odio sin control. Luchas por controlar a la bestia que ahora te impele a la vez a apartarte del fuego y a liberar tu rabia en un brutal frenesí. Te apartas lo suficiente para poder contemplar la destrucción por las llamas del templo que considerabas tu hogar y esperas a que haya cierto caos para invocar la presencia de uno de los soldados. Éste acude, algo confuso y luego lo manipulas para conseguir lo que quieres de él: información. Por desgracia para ti, parece ser "el último mono", cosa que no debe distar mucho de ser cierto. Sólo sabe que se dice que el faraón ha muerto misteriosamente y que su hijo el príncipe Dyer ha dispuesto una especie de ajuste de cuentas con la ciudad, o al menos con algunos de sus ciudadanos. Los más oscuros de ellos. Les han advertido de que esperaran sorpresas, que incendiaran el edificio antes de nada y que apuntaran con sus lanzas al corazón... Está claro que, o bien el nuevo faraón o uno de sus consejeros sabe qué es un vástago y sus debilidades. 1.000 años de guerra no podían pasar desapercibidas.

El comienzo del reinado de Dyet resulta en un periodo extraño y nuevo para Egipto: la regencia. Tras 47 años ininterrumpidos de ferreo gobierno osiríaco, Dyer parece haber dejado instrucciones para reconocer como legítimo heredero a su hijo más joven, Dyet, lo que en la práctica deja el poder en manos de Merytneith, su esposa también profundamente osiríaca. Pero la época oscura (o luminosa, dependiendo de quién opine) no prosigue para ti. Para tu alegría, Anum regresa de su exilio auto-impuesto con una mirada tan intensa que asusta sólo mirarlo. Su decisión está tomada desde hace años y cuando llega te hace saber que Merytneith proseguirá a la cabeza del país sólo si cumple con su parte. Y su parte incluye restaurar los cultos apartados y nombrar a un setita como tutor del futuro faraón Dyet. Y ese tutor vas a ser tú.

Tras la larga época refugiado bajo el manto de su señor Set, sintió la presencia de una sangre familiar que amaba con locura. Al presentarse Anum no pudo más que caer a sus pies con emoción, aunque en su rostro no se marcara sentmiento alguno. Estaba decidido, en su inmensa seriedad, era capaz de contener todo el amor que le profesaba en una expresión de respeto. Si de por sí podía alegrarse de su retorno, las noticias que le otorgaba sería un motivo aun mayor. La resurrección del culto tras una injustificada destrucción y la posición suficiente para poder cobrarse su venganza. Habían pasado tantos años... en los que seguia esperando la llegada de aquel ser de sus visiones, el que traería la furia de Set a Menfis. ¿Podría ser el mismo Anum? Tendría que reflexionar sobre ello. Se levantó para abrazar a su pródigo sire. Con ese gesto de alguna forma se sintió más inhumano que nunca, el paso de los años iba forjando los esbozos de los delirios y deseos de Set.

 Tu sire ha regresado, qué gran acontecimiento. Pero no ha regresado con las manos vacías, sino con una sensación tal de respaldo que da la impresión de que jamás podrá volver a ser derribado. Con esa sensación, eres convertido en nada menos que tutor de Dyet, el que será nuevo faraón de Egipto. De repente te ves envuelto en las tramas cortesanas de los mortales de palacio (familia real, nobles, funcionarios y sacerdotes), que tratan de mil maneras de hacerse con tu favor para que, en correspondencia, cries al chiquillo a su conveniencia. Los hay de todos los tipos: hombres que desean colocar a sus hijos al frente de un nomos(1), u hombres que desean comerciar con palacio, sacerdotes que desean la glorificación de su dios o la condena de otro, u hombres que desean tal o cual expedición militar para mayor gloria de tal o cual dios (o ciudad, o familia...).

Y sea como sea, un sorprendido niño de 8 años te mira receloso esas primeras noches, su mente abierta y dispuesta a ser moldeada a TU conveniencia.

Maravillado sin duda ante tal cambio de aires. Un hermoso lugar aquel ruidoso palacio. Un lugar muy delicado para los vástagos, pues allí nacía la manipulación del baluarte de los mortales. Un baluarte que inspiraba tanto respeto como la mirada de aquel pequeño niño. Apenas podía comprender el sacerdote cómo se formaba ese aura que arropaba a tal frágil criatura con el manto del poder. Su cometido seria ahora educarlo, transmitirle sus conocimientos. Pero ahora la discrección y la sutileza eran importantes, la mayoria de los conocimientos del setita no eran adecuados. Por el momento le enseñaría aquellas historias divinas que forman nuestras creencias, esa era una buena forma de ganarse su cariño y su fascinación, al tiempo que conseguía ir colocando a cada deidad en el lugar que le convenía. Los valores tambien eran importantes y un buen líder tenía que comprender que se ha de buscar una causa. Egipto era grande, pero su gloria podía aumentar si se extendía por todo el mundo. Disfrutaba al sentir la emoción que el muchacho expresaba la esucchar las historias, su mente crecerá y será creativa, llena de pájaros, oscuros y atemorizantes, acechando con paciencia a que les llegue la hora de comer.

Una visita inesperada del sacerdote que sin duda seria en cierto modo agradable cambiaría el curso de una noche tranquila. Alabado sea Set hermano. Esperó paciente una respuesta cuando mostró sus respetos a la imponente figura de su dios. Observó con nostalgia los rincones del templo. En sus ojos se reflejaba el brillo, reflejo de las llamas que unos años abrasaron el lugar. Aguardé con paciencia este momento. La gloria de Set... su sangre, llegarán pronto. Me ha ocupado mucho tiempo preparar su llegada, años arrasados por las llamas de los delirios osiriacos. Se tomó algún tiempo reflexionando para centrar su mirada en el nuevo sacerdote. Ha llegado el momento de forjar nuestra venganza, impidamos que el hermano de nuestro Oscuro Señor siga imponiendo su justicia. Su puño se cerró con fuerza mientras su mirada se desviaba hacia la oscuridad de la sala. ¿Por quién deseas empezar hermano? Una diabólica sonrisa se dibujó en su rostro mientras sus ojos se preocupaban en escudriñar el alma de Tch´moar.

-Setesh es poderoso.- reza ante las figuras del dios del desierto. -Setesh gobierna al fin, hermano. Demasiado tiempo hemos soportado la limitada visión Osiríaca, ciertamente. Propongo aprovechar nuestro dominio para asestar un duro golpe en sus filas, evitar que vuelvan a levantar la cabeza. Propongo pagar el fuego con fuego, diezmar a sus sacerdotes y ejecutar a sus seguidores. Propongo un baño de sangre durante su próxima festividad que envíe un mensaje claro a quien se plantee rendirle culto.- expone Tch'moar, dejando bastante claro el desprecio que siente ante la doctrina de Osiris.

Tras unos segundos de reflexión, en los que buscaba como de cosumbre las argumentaciones adecuadas, su frivolidad se acentuaa al tiempo que desaparecía el ánimo con el que articuló sus primeras palabras. Sin duda esa será su más acertada sentencia... en cierto modo esas palabras divagaban de sus pensamientos, aumentando el tono con el que continuaba. Sin embargo, aun es pronto, ese aviso aletaría a los responsables de tales actos, para los cuales deseo otro fin... más cruel e irónico. Una sonrisa se disimulaba en su rostro, pero la seriedad volvía con rapidez. Para ello necesitaré tu ayuda, no he participado en esta guerra y tan sólo conozco sus nombres... espero que conozcas de ellos lo suficiente para atraerlos a su debilidad... sino tendremos mucho trabajo por hacer o simplemente... improvisar. Mientras su retorcida mente disfrutaba imaginanado y elaborando supuestos, se percató de que al convresación necesitaba aun ciertos estímulos. Así me aseguraré sus bendiciones... Deseo evitar cualqueir posibilidad que rompa los esfuerzos del culto para llegar hasta el faraón. Los gestos de su cara mostraban cirta confusión, era obvio que otros pensamientos perturbaban su interior, un nuevo cargo, un regreso que esperaba con todo su corazón y una sugerencia que mostraba un nuevo mundo para el antaño sacerdote.

-Conocéis mejor que yo las fuerzas de los seguidores de Set, un ataque a gran escala puede esperar si os parece demasiado pronto. Mi estancia con los Osiríacos no me enseñó ningún punto débil en particular, aunque sí del sacerdote Kemet, pues tenía un vínculo con su vida mortal, su esposa. Si sigue viva, podemos utilizarla para llegar a él, no me cabe duda.- su expresión es fría, pero sus ojos reflejan cierta satisfacción ante la idea de utilizar a la mujer para manipular o destruir al débil vástago. -Por otra parte, puedo disponer de un asesino bastante eficiente, aunque relativamente incontrolable, que haga algún trabajo sucio sin que nadie pueda relacionarlo con nosotros.