Partida Rol por web

El Advenimiento Corrupto

2. Los de ahí arriba - Escena de Juego.

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20/10/2013, 07:53
Elohim

Al contrario de lo previsto, no fue complicado encontrar a la guardia de Richard. Ayalgue yacía en otro sótano oscuro, de aspecto parecido al que acababan de abandonar. La dirección no estaba muy lejos, por lo que pudo volver con el cuerpo, aunque sin despertarlo, a un lugar seguro con quizá el tiempo suficiente para llegar a salvar a Marie. Si acaso la suerte estaba de su lado, podrían salvar a los seis guardias, frustrando el plan de venganza de hacerles decidir la muerte de un compañero. 

Pero... tal tarea fue imposible.

Allí estaba. Ante ellos. Una fiel sierva de los enemigos del señor. Aquella mujer inconsciente de sus acciones pretendía reirse de la inquisición, intentaba que sus actos valieran para algo más que para apartar de su lado a uno de sus guardias. Quizá pensara que con eso ascendería en la "jerarquía" de Venganza, quizá símplemente estuviera loca y no dominara sus actos. 

Dios sabe cuales eran sus verdaderas razones para haberse buscado unos enemigos tan... implacables.

No... no iba a salir con vida de allí. Es posible que si sus crímenes hubieran sido otros la mano del señor hubiera detenido su furia justiciera, pero teniendo a su lado el cuerpo muerto de Marie, animado con artes nigrománticas para enfrentarla a aquellos que había jurado proteger, su destino estaba lacrado.

-Ego...

A pesar de que había esquivado una primera oleada de ataques de los inquisidores con una telportación repentina y había levantado un escudo mágico entre ella y su muerte, eso no iba a salvarla. Si pensaba que aquellos inútiles trucos de mago de calle iban a ser capaz de detener la furia de la inquisición es que no se "había informado" muy bien contra quién luchaba. Venganza tendría que escoger mejor a sus súbditos. O quizá fuera todo a propósito, y sólo era parte del juego al que había instado a "jugar" a sus enemigos.

Pero pensar en todos los hilos, tramas y subtramas que podían estar pasando tras ellos era algo del futuro o del pasado cercano, no del presente. 

Las alas del Santo se extendieron en un movimiento brusco, que levantó su capa y creó un torbellino de polvo en el suelo de la mugrienta habitación. Los pies de Elohim ya no pisaban el suelo, y al igual que su compañera, se estaba elevando. Sus manos, por contra no se estiraban, sino que contraían sus músculos cerrando una presa perfecta en torno a Piadosa, si hubiera hecho un poco más de presión, quizá hubiera terminado haciéndose sangre a él mismo.

-...te...

Cerró los ojos mientras calibraba su objetivo. No iba siquiera a acercarse, sentiría la piedad de su arma desde lejos, penetrando en su carne igual que en la de el mismísimo cristo, concediéndole un honor que sin duda no merecía. El brazo derecho de Elohim se elevaba, cogiendo inercia para el lanzamiento. La punta de piadosa brillaba tenue a la débil luz que reinaba en la habitación, augurando aquella última luz que se ve en la vida, justo antes de morir. Piadosa sería, sin duda, lo último que vería aquella invocadora... bruja... malnacida.

El hombro ya otorgaba su máxima apertura, y sus músculos restallaron como un látigo, dejando volar a su legislador.

-...absolvo.

- Tiradas (1)
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20/10/2013, 20:06
Marie Necromántica

La chalada no-muerta cayó ante la matriz de Juliette, pero sólo para, indefensa y desde el suelo, no se sabía si inconsciente o muerta, sufrir un remate a manos de un Legislador con forma de lanza que surcó el aire hasta enquistarse en el cráneo de la no-muerta. No sangró, pero sí que vio su cráneo abierto en dos ante el peso de la lanza, que quedó allí clavada como si fuese una roca maciza. Después de eso, Wendy estaba del todo sí-muerta.

Marie por su lado pareció sobrevivir a los embites de Derek y Kael, que no pudieron sino dañarla, especialmente el segundo con un golpe cargado de sentimientos. Su armadura pareció inútil frente al Némesis. Pese a todo, siguió moviéndose, avanzando sin pausa. Se abalanzó a por Kael, a quien tenía más cerca por la naturaleza de su ataque y su arma, y descargó contra él un par de garras que parecían cuchillas. Su mirada, inhumana, abrió las fauces de forma brutal, revelando sangre coagulada en el interior.

Sin embargo, un movimiento torpe por su parte la hizo tropezar con una tabla medio suelta del suelo y sus zarpas rasgaron las ropas de Kael sin llegar a tocarle siquiera la piel. La respuesta no se hizo esperar, y un golpe de vara la levantó la mandíbula antes de caer al suelo, sólo para recibir el impacto de una Espada Bastarda sobre la frente, una lanza en las costillas y una explosión interna que dispersó un charco granate en el suelo, reventando la cavidad torácica desde el interior. Absolutamente eliminado, el cadáver cayó al suelo para no moverse nunca más.

Marie estaba muerta. Muy muerta. Concretamente, muerta dos veces.

Investigaron la sala, pero sólo vieron un casero libro de pócimas, brebajes y calderos para realizar prácticas aunando las necesidades de la Brujería y el Vodoun. Unos cuantos componentes materiales, un pentagrama en el suelo con velas negras, a todas luces donde se había levantado Marie como No-Muerta, un poco de azufre a su alrededor, y una cara sonriente grabada con sangre en la pared. Debajo, Johnny, también escrito con sangre.

Probablemente, la sangre de Marie.

Recogieron la sala y fueron a ver cómo evolucionaban los vivos y dar la mala noticia a Gilbe.

- Tiradas (2)
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20/10/2013, 20:27
- Narrador -

Eichmann, el dueño del hotel, respondió a Richard de una forma bastante abstracta. Se tiró unos dos minutos explicándole pormenores de Arquitectura, Decoración, Calidad, Mano de Obra y vete a saber cuantas cosas relacionadas con Tasación o Ciencia. Naturalmente, Richard entendió de la misa la mitad, como el resto de los Inquisidores allí presentes. El dueño, que no se sentía en la de darle explicaciones a él sino a sus superiores, y que sólo quería de recadero, optó por la vieja estrategia de rizar el rizo y liar la conversación, explicándole lo que pedía de modo que no lo entendiese. Y si decía algo al respecto, su respuesta era sencilla. "Póngame entonces con quien sí lo sepa y no me haga perder el tiempo. La carta no va dirigida a su nombre por algo". Y cada mochuelo a su olivo y cada campesino a sus olivos.

Así pues, tras una breve discusión a las afueras del hotel sobre qué hacer, abogaron por ir a informar a La Catedral. Tardaron rato en llegar, dejando que del hotel se encargasen las fuerzas locales. Beatrix Babineaux fue con ellos a preguntar qué requería la Inquisición de los servicios gubernamentales propios de Du'Lucart.

Informaron sin mayores problemas, descansaron, y pusieron rumbo de vuelta al hotel, puestos a descansar hasta que volviesen sus compañeros. Beatrix finalmente se dispuso con El Concilio a ayudar en la batida de la ciudad para atender a la Inquisición en su búsqueda, y siguió gestionando el área de salud encargada de atender a los heridos. El hospital se llenó de traumatismos, quemaduras y cortes múltiples en cuestión de muy poco tiempo. Por suerte, bastó con derivar el excedente de personas a otros centros sanitarios menos frecuentados, adaptados temporalmente.

Un hospital de campaña improvisado se levantó al pie del hotel para atender a los más graves. Aún había gente sacando piedras cuando los Inquisidores pusieron pies en el edificio y se interaron la habitación de Gilbe, la única individual sin contar la de Juliette, durmiendo en las mismas habitaciones Kael y Richard, Derek y Eriol, y Elohim y Ace. Hablaron durante un rato hasta que, finalmente, sus compañeros irrumpieron en la estancia.

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20/10/2013, 20:47
- Narrador -

Elohim, Juliette, Kael y Derek entran en la habitación de Gilbe. Habían podido ver en el exterior un improvisado puesto de campaña para atender a los heridos, y es que el desalojamiento del derrumbe de las termas todavía duraba, como todavía seguían sacando heridos y, cada vez más, muertos, ya fuese por asfixia, desangramiento, aplastamiento, o combustión. Desde luego, Venganza se había lucido en su macabro espectáculo de circo sin compasión.

Aquella noche los rubios dormirían juntos, para no perder la costumbre. Los de habla oriental harían lo mismo, como por su parte aquellos con cierto dominio del Némesis. Juliette, la única mujer, lo haría sola, como el Ciego. Aunque siendo ciego, tampoco pasaba nada si dormía con una mujer, y menos conociéndola ya hace diez años.

Sea como fuere, cuando entraron los cuatro primeros ven a los demás en un estado bastante esperanzador. O al menos, esperanzador en relación a antes. Ya bien vestidos, aseados, estaban heridos con mayor o menor gravedad, pero estables, conscientes, orientados y enteros. El mejor de ellos, Eriol, seguido por Ace, Gilbe, y finalmente, Richard, que se había llevado por razones obvias la peor parte. Kael tenía un roto en las ropas recién adquirido, fruto de su búsqueda de los Guardias. A Cedric, ahora se sumaban Gael y Adalbert, estando el segundo bastante peor que el primero.

Ni rastro de las chicas, aunque bien sabían los que habían ido a por ellas que Vin, Ágatha y Ayalgue evolucionaban favorablemente, despertando poco a poco y bajo observación directa en el hospital de El Consorcio. Mañana al amanecer partirían todos. Todos, salvo una persona. El grupo tragó saliva y miró a Gilbe.

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21/10/2013, 09:37
Kael

Kael se acercó a Gilbe, cabizbajo y con un nudo en la gargante. Mostraba en su rostro un gran pesar, como si no fuera capaz de decir lo que tenía que decir, pero era su deber, lo notaba así.

-Gilbe -dijo dirigiéndose hacia el ciego- tengo que dar un comunicado lamentable -indicó al ciego que se sentara donde pudiera y él hizo lo mismo a su lado- Yo... bueno... no conseguí salvar a Marie -se llevó las manos a la cara y cogió aire- déjame que te cuente qué pasó.

Carraspeó un poco y empezó a narrar lo sucedido.

-Llegamos al sótano que nos indicó Cédric y estaba completamente vacío, nos quedamos un poco sorprendidos y Cédric empezó a decir algo sobre que no era un mentiroso o no se qué, pero entonces apareció un tipo, bueno, la ilusión de un tipo loco, con el pelo negro y blanco, justo después de que volviéramos a ver a Venganza como hace diez años -cogió aire un momento- el caso es que empezó a decirnos que había secuestrado a los seis guardias y que si íbamos o intentábamos salvar más de uno cada uno, todos morirían, nos dio las direcciones y, para mostrarnos lo que pasaría si nos pasábamos de listos, con un simple gesto mató al templario que venía con nosotros. Así pues, tuvimos que tomar una decisión. Yo tenía que salvar a Ágatha, que estaba aquí por mi culpa, y ellos tenían sus promesas hechas a los demás y... bueno- apretó los dientes ligeramente- creo que fue Elohim el que dijo que cuando salváramos cada uno a uno, fuéramos a por Marie.

Se miró las manos bastante desecho- Yo fui a por Ágatha, que estaba en el lugar indicado sin guardias, ni ilusiones ni nada, así que la dejé con alguien y me fui directamente a por Marie. Allí me encontré con todos... pero con alguien más. Había una loca que empezó a insultarnos y estaba rodeada de cachibaches como los que tenía el profesor de Ocultismo -respiró hondo antes de continuar- y con un gesto nos mostró a Marie, muerta -paró un instante con un nudo en la garganta- y... la levantó, como un ser no-muerto -tenía los ojos ligeramente empañados en lágrimas pensando que habría pasado si Marie hubiera sido Ágatha- Juls y Elohim destrozaron con facilidad a esa mujer y yo -otra vez paró- yo ataqué a Marie para intentar darla un descanso eterno. Entre yo y Derek intentamos librarla de esa maldición, pero tuvieron que ayudarnos la pareja de Santos con ella.

En ese momento recordó que, tras haber terminado con la joven guardia, Kael que no era nada practicante, se arrodilló a su lado, la hizo la señal de la cruz en la frente y rezó durante un rato por el alma de la joven, al igual que por la suya propia, pues cada vez pensaba más que estaba maldito.

Las lágrimas salían de los ojos de Kael sin parar, frustrado por fallar de nuevo a su compañero ciego, frustrado por no ser lo suficientemente bueno como para protegerlos, así que, por último, alzó la mirada y miró a Gilbe.

-Te juro por Dios, por mi Alma y por todo lo que más quiero que no volveré a dejarte atrás, ni a ti ni nada que te importe -la voz era fuerte y firme- aunque me cueste la vida, aunque me cueste lo que más quiero en este mundo, lo dejaré de lado si tengo que volver a elegir. Ya te he fallado dos veces, no habrá una tercera nunca más.

Y así Kael se quedó sentado donde estaba, repasando mil y una veces todo lo que había hecho y si podría haber cambiado algo para evitarlo, y sabía que sí. Si Ágatha hubiera sido la sacrificada Marie estaría viva.

Pero solo pensar en eso se incrementaba el vacía que normalmente habitaba en su interior.

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21/10/2013, 13:14
Gilbe Klimb

Cuando el resto de sus amigos volvieron al hotel lo primero que hizo Gilbe fue expandir su mente todo lo que pudo. Primero fueron unos pocos metros. Y no encontró lo que buscaba. Se extrañó, ¿se habría quedado fuera? Se esforzó un poco más, su mente captó cada ser en más de 20 metros a la redonda, y no estaba allí. Captaba a cada uno de sus amigos, a cada uno de los guardias que habían desaparecido. Pero Marie no estaba allí. 

Súbitamente Gilbe se dio cuenta de la atmósfera. Estaba tensa. Kael se sentó a su lado. A Gilbe se le hizo un nudo en el estómago, una angustia le llenó su pecho y con un gran esfuerzo amplió su mente más de 100 metros. Llenó su mente de niños, adultos, jóvenes y viejos... Ladrones, pobres, guardias, amantes. Gente que dormía, cenaba, lloraba, reía... Varios miles de personas... Pero ella no estaba allí. Era imposible que se estuviera ocultando. No de él. No tan bien.

Una idea prendió en su mente, y le secó la boca. Kael habló... Y se le secó el alma.

Marie estaba... ¿Muerta? No, eso no era posible. Él la había llamado, él se lo había pedido. Era su amiga, la persona más cercana que jamás tendría, casi una hermana... ¿Era acaso posible que el destino fuera tan cruel? ¿Podía la realidad ensañarse con alguien tanto? Había luchado muy duro para llegar hasta donde estaba, aguantado mucho más de lo que la mayoría podría aguantar... ¿Ese era su premio? No, no podía ser. Casi lanzando un gruñido hizo un último intento, si estaba allí iba a encontrarla, si estaba herida, moribunda, si quedaba un soplo de vida en ella, la encontraría. Alcanzó más de 200 metros, pero nada. Podía seguir allí, pero algo en sus entrañas le decía que no, que estaba muerta.

La rabia empezó a llenar su cuerpo y su mente, el relato de Kael simplemente le hacía enfurecerse más y más. ¿Habían elegido a quién salvar? ¿Ese puto ángel de mierda, ese hipócrita, había elegido dejar morir a Marie? La respiración de Gilbe estaba muy agitada, el ciego casi estaba sufriendo una crisis de ansiedad... Secuestros, Venganza, brujería... ¿Qué coño era todo esto? ¿Cómo había podido meter a la dulce Marie en esto? ¿Cómo podía haberla abandonado en vez de ir a ayudarle?

[...] y con un gesto nos mostró a Marie, muerta; y... la levantó, como un ser no-muerto [...]

Gilbe no pudo aguantar más, sus ojos se llenaron de lágrimas. Su cara serena. Su cuerpo tenso. Su mente hirviendo.

Recordó en un instante tantas noches con ella, donde le contaba cómo había nacido en Americh, en la calle. Aumentaron su confianza, hasta el punto en el que ella le contó como desde pequeña su belleza le había jugado malas pasadas. La secuestraron siendo apenas un bebé, tratada como una esclava había sido violada siendo apenas una niña, tuvo que huir. Vivió como mendiga hasta que la Inquisición la captó debido a su poder para ver lo sobrenatural. Su vida no había sido fácil, pero de nuevo el destino no te compensaba por lo sufrido, encarnizaba el dolor, se cebaba. Había muerto sóla, seguro que asustada, y después la habían convertido en poco más que un zombie.

Fueron cinco personas, tenían que salvar a seis. La dejaron morir, así de fácil. Podía haber sido cualquiera. Había muerto ella. Ruindad, egoísmo, crueldad. ¿Qué importaba el motivo? Estaba muerta. Marie Kennan, un ángel. Uno de verdad. Sin alas, pero Dios sabe que era un ángel. 

El juramento de Kael apenas llegó a su conciencia. El ciego se levantó, lanzando un grito que salió de lo más profundo de su alma lanzo la silla contra una de las paredes. Sin mediar palabra se dirigió a una de las ventanas, no iba a quedarse con ellos ni un segundo. O alguno terminaría apuñalado. ¿Donde estaba ella? ¿Dónde estaba su cuerpo?

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22/10/2013, 14:08
Richard Wivernfall

Ya estaban de vuelta en el hotel y se habían desecho de Beatrix. Parecía husmear demasiado en los asuntos de la iglesia. No tendría por qué haberlos acompañado hasta la catedral pero así lo hizo por voluntad propia. Por fortuna ahora estaban solos para descansar y habían  cumplido con el encargo de comunicar a la Catedral, la reclamación del gerente. Con ello la autoridad sobre venganza siguió como Richard había sugerido.

Se sentía mal por estar descansando en un lugar tan lujoso mientras a los pies del edificio el hospital de campaña atendía a numerosos heridos. No tenía suficientes conocimientos de medicina y en su estado no podía ayudar ni física ni espiritualmente. Reposó en la estancia, abrigado por las ropas que le habían cedido, asomándose repetidamente a mirar a través del cristal de la ventana, mirando a través de su propio reflejo hacia la calle, tratando de no dejar ver una angustia evidente. Fue cuando pudo ver llegar al resto del grupo y se apresuró a avisar a Eriol, Kael y en último lugar, a Gilbe. Estaban en su cuarto privado, notablemente más amplio que el del resto y charlaron sobre cómo esperaban que les hubiese ido al resto.

-¡Gilbe! ¡Ya vuelven! Parecen estar bien, pero no he podido ver a todos los guardias. Tal vez estén descansando. Me muero de ganas por saber qué sucedió…-

Pasaron unos minutos eternos hasta que el manillar de la puerta de madera giró y desplazó la obra de arte tallada y barnizada que hacía la función de entrada. A continuación, sus amigos pasaron en un estado satisfactorio, dadas las circunstancias. Inquisidores y guardias. No mostraban heridas pero… faltaban todas las mujeres, a excepción de Juliette. Algo iba mal. Un nudo se empezó a formar en las gargantas de los que aún no habían visto a su escolta personal.

Cuando Kael comenzó a informar, Richard escuchó hasta el final. No podía decir nada hasta que Kael terminase ya que percibía la dificultad con la que él estaba dando la noticia. Si le cortaba, tal vez no fuese capaz de continuar. La culpa que denotaban sus ojos y sus palabras era imposible de ocultar. A Kael lo habían llamado monstruo en numerosas ocasiones y había aprendido a ignorar esos comentarios, pero estas desgracias eran las que él mismo se planteara si lo era. Richard lo sabía. Lo conocía y que pensara así de si mismo le preocupaba. Era un miedo que ninguna palabra, ni de su propio mejor amigo, le calmaría.

Pero el que más trastornado estaba en estos momentos era Gilbe. Lloró, gritó y se reveló ante la idea de la muerte de Marie. Algo inevitable que tarde o temprano abarcaría a más personas. Guardias o inquisidores, no había diferencia. Su vida se basaba en jugar con la muerte, involucrando a los que permanezcan cerca y todos sabemos que nadie puede ganarle en su propio juego. Un rostro más para la historia de desgracias de Caedus.

-¡Espera!- Suplicó Richard al ciego cuando se lanzó por la ventana. Fue inútil. Él quería estar solo y aunque no podía hacer nada Richard quería apoyarle. Era mejor dejarle ir. -¿Y el resto? ¿Dónde está Ayalgue? Decidme que habéis averiguado algo sobre esa mujer. Hay algo que va a por nosotros y no es un simple demonio hecho de “venganza”, creedme. No sé cómo, pero lo sé. Han jugado con nosotros desde que salimos de Caedus, tal vez incluso de antes. Kael… habéis actuado bien. No te culpes más, debíamos haber ido con vosotros. Podría haber sido mucho peor.-

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22/10/2013, 20:26
Derek Volarn

- Podríamos haber muerto todos. – Dije profunda y visiblemente deprimido, con ojos cristalinos que delataban lo que con esfuerzo escondía. – Podría haber usado sus dos copias aunando fuerzas y atacando a los grupos divididos, podría haber cogido a los cinco que hemos vuelto al sótano solos y habernos matado, podría habernos cogido por separado al ir a por los guardias, muchas cosas que podría y no ha hecho. – Hasta esa noche no fui consciente del verdadero horror de Venganza pues para mí solo había sido rumores, poco más que eso. – Pero ha decidido jugar, y no con nosotros, con los nuestros. – Pensé en Cedric. - ¿Quién será el siguiente?

Me acerque a la ventana, mirando al nocturno cielo y esta vez sumiéndome en mis más profundos pensamientos, olvidando la gente de mi alrededor y arrastrado por la pena y el recuerdo.

Estaba cuando el cadáver de Mari se levanto y para atacarnos, le había atacado segundo, pero ya por la compasión de que su alma no quedara atrapada a un cuerpo putrefacto por toda la eternidad y volviera con Dios.  

La reacción de Gilbe no me sorprendió, Dios sabe como hubiéramos reaccionado cualquiera ante la pérdida de nuestro guardia. ¿Hubiéramos arremetido contra alguien? ¿Nos hubiéramos culpado por no estar ahí? ¿Hubiéramos llorado?

- Dios, si esto es una prueba, es muy dura. – Le hable al cielo, pero no escondí mis palabras al resto. – Los culpables somos nosotros. – Los mire a todos dejando la ventana a mi espalda. – Todos y cada uno de nosotros. ¿A caso nuestros guardias son soldados prescindibles? ¿Peones en un tablero de ajedrez? Sin duda nuestros superiores lo ven así, por eso nosotros conocemos los planes, el motivo, el objetivo. Nosotros decidimos sin su consentimiento y ellos solo están aquí para ayudarnos, servirnos y protegernos. Y nosotros, también lo vemos así. Podemos ocultarlo tras amistades, tras rivalidades, tras romances, pero los vemos prescindibles, por eso imitamos a nuestros superiores dejándoles al margen. ¿Por qué no estaban a nuestro lado en los baños? – Di unos pasos hacia adelante. – ¿Por qué no estarán con nosotros mañana en el vuelo? Personalmente mañana iré al lado de mi guardia en el zepelín. ¡No pienso perder a otro de los nuestros sin hacer nada por evitarlo! – Concluí con voz firme.

Aquel pensamiento tan rebelde a lo que estaba acostumbrado al grupo de mi, rebelde contra las ordenes. No era una crisis de fe una desobediencia hacia los rangos superiores, tan solo eran las palabras de una persona preocupada por los suyos, con temor de no poder protegerlos. La reacción de un chico empático desbordado por el torrente de dolor y emociones fuertes. 

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23/10/2013, 14:29
Juliette Bourgeois

 

Tras haber acabado con aquella lacra para la humanidad, Juliette no pudo más que romper a llorar... Habían hecho lo que habían podido, y sin embargo, no había sido suficiente. Caminó empapada en llanto hacia donde tendrían que encontrarse con sus compañeros, y cuando llegó intentó relajarse.... no era cuestión de entrar bañada en lágrimas, para contarles como había transcurrido todo. Enjugó su llanto en un pañuelo, respiró hondo y entró a la sala... no podía mirar a Gilbe a la cara, definitivamente no podía.

 

 

Kael contó la historia con pelos y señales, y a más avanzaba más se notaba la rabia de Gilbe... hasta que cuando el pelirrojo terminó de narrar, Gilbe estalló en gritos y lágrimas, completamente comprensible. Era como su hermana, si le hubiera pasado algo a Charlotte, Juliette habría muerto con ella. Pero Gilbe solo se fue... reventó una silla contra la pared, y salió por la ventana dejándolos con la palabra en la boca.

Lo...- Un nudo se alojó en su garganta -. Lo siento, Gilbe .- Susurró sin posibilidad alguna de que el ciego lo oyese, no se atrevía a decirlo en voz alta... porque de nada serviría pedir perdón. Y volvió a llorar, lágrimas de culpa y de desconsuelo, si sentía las cosas como debería sentirlas Gilbe entendía perfectamente su reacción... pero si no hubiera sido Marie hubiera sido otro, y otro lo hubiera llorado, o tal vez no.

Se tapó la cara con las manos, se apoyó en una pared cercana y cayó al suelo resbalando por ésta... el cansancio había desaparecido, pero no la culpa y la desazón por la muerte de alguien. ¿Se podría haber evitado? Podrían haber desafiado aún más a Venganza? Quizá deberían haberlo hecho, y haber muerto en el intento por salvar a Marie, pero eso solo habría hecho infelices a más personas. Lo viera por donde lo viera, y por mucha culpa que sintiera por haber dejado morir a la Guardia de Gilbe, habían hecho bien... pero eso no la hacía sentir mejor.

Y siguió llorando...

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23/10/2013, 17:55
Elohim

Elohim caminó con paso lento pero seguro hasta situarse al lado de su lanza, que permanecía clavada en el cráneo de la hechicera. No tenía gesto ninguno en su cara, tan sólo un semblante serio y seco. En realidad, la muerte nunca hay que celebrarla, acabar con otro ser humano, por mucho que este haya sido corrompido por las fuerzas del abismo nunca es motivo de alegría. Puedes celebrar que estás vivo, por el contrario, pero nunca el hecho de haber matado para estarlo.

Arrancó a Piadosa de la conjuradora y cerró los ojos de la mujer... bueno, uno sólo, pues la herida de su lanza había atravesado completamente uno de ellos. Tras esto, entonó un pequeño rezo en voz baja por su alma. Un alma corrupta, sí, pero un alma humana. Quizá en el más allá el altísimo perdonara sus errores, y la devolviera al camino justo. En la tierra, sus enviados habían hecho lo que estaba escrito. Purgarla. Era ya cosa del señor ocuparse de ella.

En cambio, Marie merecería algo más que un simple rezo. Su alma no estaba manchada y había muerto, realmente, para salvar la vida a sus compañeros guardias. Había sido un sacrificio, quizá ella misma lo hubiera decidido así de habersele dado la la opción de decidir. El único problema es que no fue ella la que decidió, y eso lo hacía todo mucho más duro. De todas formas, era un alma inocente viajando con el señor mucho antes de lo que hubiera sido deseable. Por ello Elohim rezaría varias noches por ella antes de acostarse. Por ello se detuvo, arrodillado, junto a Kael cuando él mismo guardó silencio y rezó a su lado. Por eso mismo, aunque la pérdida no tendría el mismo valor para él que para Gilbe, el santo también la recordaría.

Por eso, se había ganado un puesto directo en el reino de Dios.

Mientras volvían, Elohim arropó con sus brazos a Juliette. Su amiga estaba rota por dentro, incapaz de asumir la muerte de una compañera cercana. Era perfectamente comprensible, así que el ángel le dio todo el apoyo que podía, quizá el orgullo hiciera que no necesitara un hombro sobre el que llorar, o incluso que el de Elohim no fuera precísamente el que ella quería, pero en ausencia del as de espadas, el de Elohim era sensiblemente parecido.

Una vez de nuevo reunidos, Kael decidió ser el trasmisor de la noticia. Sus palabras fueron claras y concisas, y culpó menos al ángel de lo que Elohim se esperaba. Sin embargo, por sus palabras sabía que Gilbe sí que le guardaría rencor. Él no había tomado la decisión de condenar a Marie, tan sólo había sido el último en decidir a quien de todos salvaba, y entre la guardia de Richard y la de Gilbe, había decidido salvar a la del pequeño dragón. No en vano, él había estado a punto de morir, y a Gilbe le acababa de salvar la vida en las termas. Tan sólo un poco de equilibrio, por justicia.

El ciego no lo vería así. Pero no pasaba nada, casi prefería que cargara contra él que se enfadara con Kael, o con el mundo en general. Si tenía que cargar con parte de las culpas lo asumiría, siempre que, y eso era complicado, todo aquello no afectara en la resolución de Gilbe a cooperar con él en su trabajo. Eran inquisidores, y por encima de las circunstancias personales tenían una misión que cumplir. Por mucho que les pesara y les doliera, la muerte era una compañera cercana en la inquisición.

Pensó en tratar de calmar al ciego, pero desechó esa idea de la cabeza. Aunque su intención era buena, seguro que le sentaba todavía peor. Todavía recordaba aquel episodio cuando eran pequeños, que un intento de abrazo fue interpretado casi como una amenaza, o una compasión falsa. No pasaría de nuevo, apoyaría a Gilbe, le daría ánimos, pero desde lejos. De hecho... había algo dentro de Elohim que era capaz de hacer esto. Hace tiempo era una pequeña gota de tinta en un lago, una vela en un bosque oscuro... ahora, después de tanto tiempo, la intensidad de esa vela había crecido exponencialmente.

-Ayalgue está bien. Yo mismo me encargué de ir a salvarla. No pude despertarla del trance en el que parecía encontrarse, pero no corría peligro. Tratar de salvar a los otros era prioritario, perder un tiempo valioso tratando de despertarla quizá hubiera hecho que Marie se convirtiera en algo peor...

Tras él habló Derek, visíblemente afectado por lo sucedido. Con seguridad el chico sentía miedo, intranquilidad, confusión. Pero no se daba cuenta de que todo era una partida de ajedrez. Absolutamente todo, quisieran jugar, o no quisieran jugar. Y los peones... también eran ellos.

-Derek, ya escuchaste a Derek, los separaron por medio de brujería. Daba igual que estuvieran con nosotros que estuvieran en la habitación de al lado, ellos no se separaron porque quisieron, al igual que nosotros no salimos medio muertos de las termas porque quisiéramos. Y peones... Derek, ¿estás seguro de que conoces todo lo que esta misión significa? No digo que yo lo conozca... en absoluto, tan sólo digo que sabemos lo que necesitamos saber, desde el punto de vista de nuestros superiores. Somos inquisidores noveles, recién salidos de la escuela. No nos van a confiar secretos importantes, y estoy seguro que tanto Evangeline como Maestro saben mucho más de lo que pueden contarnos.

Dejó un segundo de silencio.

-Somos soldados, cada cual sabe lo que tiene que saber. No digo que esté de acuerdo con ello, pero así funcionamos. ¿No es ese además nuestro trabajo?¿Por qué nunca mostramos nuestros dones sobrenaturales? Cada cual tiene que saber, lo que tiene que saber. Punto. - tomó aire, mientras una lligera mueca indescifrable surgía en su faz-Saber más de lo que necesitas es peligroso. De hecho, al no contar los planes a los soldados, les protegemos. ¿Qué pasaría si son capturados e interrogados? Nosotros podríamos soportarlo, ¿pero ellos? La información es un bien muy valioso Derek, por eso no se puede trivializar.

Quizá no estaba del todo conforme con el discurso que había soltado, pues la igualdad era un punto muy importante en la fe cristiana. Pero tenía que decirlo, y eso le habían enseñado. No podía permitir que se cuestionaran los valores de la inquisición, y menos por uno de ellos. Eran una orden militar, la disciplina tenía que ser importante. Aunque se notó que, a mitad de discurso dudó, pensando en dar la razón a su compañero. 

-No digo que mañana no partamos con nuestros guardias, ojo. Como miembros de la misma orden que somos, como soldados del señor, tenemos que protegernos, y ante estos ataques hacia nosotros tenemos que ser mucho más cautos. Tan sólo te pido, Derek, que reflexiones las cosas antes de hablar. Ante un ser como Venganza todas las precauciones son pocas y sabemos tan poco de sus procederes e intenciones verdaderas que casi cualquiera de nuestros movimientos podría ser tan peligroso para nosotros, como para ellos.

Imagina que hubieran estado con nosotros en los baños, en la misma habitación, en el mismo lugar. Venganza podría haberlos matado quizá más fácilmente. No hay decisión acertada en este juego, no hasta que sepamos dónde están las piezas de nuestro contrario, y cómo se mueven.

El hijo de puta nos lleva ventaja.

Tras decir esto, se separó del grupo hasta donde estaba July. Se sentó junto a ella y trató de cogerle una mano. El contacto con otro ser humano siempre ayuda a aliviar las penas, y de nuevo, insisto, el contacto con Elohim tenía algo de sanador del alma.

-Hemos hecho lo que hemos podido. Y lo hemos hecho bien. Juliette. Santa Juliette. Convéncete de ello. No somos los culpables de la muerte de Marie, Venganza lo es.

Venganza lo es.

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23/10/2013, 19:49
- Narrador -

13 de Julio del Año 999, Du'Lucart, Lucrecio.

Finalmente, amanece en Du'Lucart. El personal del hotel, a petición expresa de Eriol Lahey, se encargó de despertar a los Inquisidores a temprana hora. Recogieron sus cosas y se desplegaron en cuatro grupos de dos, cada uno con una finalidad. La noche anterior había quien no había salido de la habitación salvo para ir al aseo, quien había vuelto a las termas para ayudar con su limpieza y el hospital de campaña, y quien simplemente, como Gilbe, había desaparecido sin dejar rastro para vivir en soledad las emociones provocadas a raíz de todo aquello.

Sin embargo, con los rayos del sol, Ace y Juliette fueron a por los guardias que todavía descansaban, ya conscientes, en observación bajo el ojo clínico de Beatrix Babineaux, Médico de El Concilio. Derek y Eriol fueron a dar un último parte a La Catedral. Kael y Richard fueron a echar un vistazo al puerto aéreo y controlaron la zona para asegurarse de que todo iba bien. Elohim fue a buscar a Gilbe y echaron un último vistazo a las dependencias de Wendy y Jhonny, encontrando que ya se habían encargado de establecer allí un escenario del crimen. Lucius Lavigne parecía dolido, pero más en el orgullo que otra cosa. Seguía vivo, y Venganza sólo lo había dejado fuera de servicio. Tal como dijo en su primer momento, había reclamado el derecho a investigarlo por llegar primero... la primera vez, aprovechando que los Inquisidores no podían hacerse cargo y debían partir a Arkángel en pos de otra serie de abrumadoras tareas.

Así pues, ante ellos, todos juntos y en el Puerto Aéreo otra vez, volaba Engelrazzer, uno de los dos zepelines que ahora sobrevolaban la Línea del Ángel. El ingente artefacto comenzaba a perder altura. Sus hélices reducían la velocidad y el alargado globo soportado por metal se desinflaba lentamente. Era una visión gloriosa, beige, marrón, negra y blanca, con el nombre escrito en el lateral.

Lo que no era tan glorioso era la protocolización de el ascenso Ahí Arriba. Estaban en cola, con nobles por delante y burgueses por detrás, esperando a que aquello aterrizase del todo para poder subir y ver, al fin, como era su interior.

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24/10/2013, 18:26
Eriol Lahey

Eriol aceptó  aliviado el sobre que el dueño de la posada les ofrecía. Por supuesto lo que había ahí no era nada menos que una denuncia y petición de resarcimiento a la inquisición, pero el hombre parecía tranquilo. Aquella tranquilidad que solo un hombre tan centrado en lo burocrático y el valor del dinero podría tener. Podía no ser un buen hombre, como sus compañeros pensaban, pero para el joven artista marcial aquello lo hacía más de fiar, si cabe. El hombre solo quería su dinero, y la mejor manera de hacerlo era tratar bien a la inquisición, para que su petición no se "traspapelara".

Así que no, no estaba de acuerdo con el desagrado que sus compañeros sentían por el hombre. Práctico y frío no significa malvado o perverso. Él mismo se encargó de llevar el sobre a la Catedral, acompañado por el resto de sus compañeros, vestido únicamente con aquellos pantalones de tan fino y caro tejido y un vendaje en el tórax. El paseo le vino bien, estaba mortalmente cansado, sí, pero caminar descalzo por la ciudad le obligaba a pensar en donde pondría el pie durante el siguiente paso, y en las sensaciones de la planta contra el suelo, no en lo cansado que estaba, o en que podrían estar haciendo el resto de sus compañeros.

Una vez de vuelta en el hotel, fueron a la habitación de Gilbe a esperar al resto. No les hicieron esperar demasiado. Tampoco tardaron mucho en darle la mala noticia a su compañero. Marie no volvería. Por un lado estaba el alivio que Eriol sintió al saber que Vin y el resto estaban bien, pero la pena, la rabia y la impotencia de Gilbe les alcanzó a todos. No había vaso medio lleno en el que concentrarse, por lo que a Gilbe respectaba, el vaso tenía un agujero en el fondo y nunca jamás se llenaría.

Eriol estuvo allí sentado en el suelo durante un par de minutos, escuchando a sus compañeros. Quería ir tras Gilbe, pero también quería saber más. Escuchó los argumentos de Derek y de Elohim, pero no le parecieron relevantes. ¿Qué más le daba a Gilbe como se fueran a tratar los Guardias de ahora en adelante? Marie ya no estaba. Además no los habíamos traído para protegerlos, sino todo lo contrario. Miró a Elohim a los ojos, y vio como quería ir tras el ciego, pero no lo hacía, sabedor de que su presencia solo empeoraría las cosas. Bien, Eriol no sabía si a Gilbe le iba a gustar que fuera tras él pero lo haría.

Si quería estar solo, ya podía aguantarse las ganas porque no le iba a dejar. Ya tendría tiempo de sobras para estar solo en el futuro. Aquel no era el momento.

- Si me disculpáis, voy a ir con Gilbe.

Eriol se levantó, aún cansado, y tras sacudirse el polvo del pantalón partió tras su amigo.

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25/10/2013, 13:06
Gilbe Klimb

Gilbe había abierto la puerta de su rabia lanzando la silla contra la pared, pero no estaba ni cerca de sentirse satisfecho. Tenía rabia de sobras para todos, de buena gana le hubiera destrozado la perfecta cara de Elohim... Seguro que por su Santa cabeza sólo se le cruzaban "puros pensamientos" de compadecimiento y piedad, y ninguno de culpa o remordimiento. Sentía cómo le ardía el estómago, cómo sus ojos mojados traslucían su rabia, mientras que sus puños se apretaban, dispuestos y solícitos.

Pero el ciego era un Inquisidor y ellos eran sus compañeros. No pudo apagar su ira, no consiguió que amainara, pero logró domarla y la desvió fuera de la habitación, donde no pudiera alcanzar al resto de los Inquisidores.

No sabía qué ropas llevaba, no había tenido tiempo de examinarlas, pero en cuanto atravesó el marco de la ventana sintió una ráfaga de aire que acarició su piel, erizándole el cabello... El frío, la humedad: era de noche, el oscuro momento en el que todos los hombres eran más o menos ciegos. Respiró hondo y volvió a soltar un grito de rabia. Un grito, una protesta. A Dios, a la Iglesia, a la ciudad en la que estaban. Hubiera deseado que con su grito hubiera desaparecido todo, tener el poder de acabar con tanta crueldad... Pero terminó, y él seguía allí, Marie seguía muerta, y todo era igual.

Calló de rodillas y soltó unas lágrimas, podría haberse quedado toda la noche ahí, agazapado, desgarrado... Pero eso no era justo, pues él no era el que moría... Él se quedaba sólo, pero estaba vivo... Marie sin embargo estaba en algún lugar, más sola que él, y el ciego no podría volverle a la vida, pero sí podía velarle en la muerte. Así que se levantó, y se fue en busca del lugar donde creía que habían rescatado a los guardias... El lugar en el que había dejado morir a Marie. 

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Buscó por la ciudad hasta que localizó un grupo de personas bajo tierra que estaban despiertos, algunos montaban guardia, otros examinaban el lugar. Seguramente había encontrado el lugar. El paseo por la ciudad le había calmado los ánimos, seguía sintiéndose traicionado, seguía sintiéndose odiado por Dios, pero su enfado se había relajado con la noche...

Se acercó a los guardias que custodiaban la entrada, amagaron impedirle el paso pero él les dijo:

- Mi nombre es Gilbe Klimb, soy Inquisidor y voy a entrar. Apartaros de mi camino.

El Ciego escuchó cómo sus armaduras se quedaban quitas un instante, pero tras mirarse entre sí y afirmar con la cabeza, se hicieron a un lado, dejando pasar al joven e intimidante inquisidor.

Aunque ya no había vida en el cuerpo de Marie podía sentir perfectamente donde se encontraba, era algo casi místico, una premonición. Se acercaba al lugar casi inconscientemente, eligiendo las intersecciones correctas, avanzando con convicción pasando de largo a los guardias que se encontraba.

Finalmente llegó a la estancia donde ella reposaba. Habían dejado a Marie allí, junto al cadaver de otra mujer, seguramente como prueba o esperando a que fuera examinado. En la estancia había dos hombres más, parecían templarios. Gilbe estaba de pie, quieto, con sus ojos muertos puestos en el cuerpo de Marie... No tuvo que decir nada, aunque eran rivales en el fondo eran iguales, entendieron la situación y se marcharon.

El ciego seguía ahí quieto, sin saber que en la puerta todavía había alguien que observaba. 

Se acercó al cuerpo, cada paso la presión en su estómago se acrecentaba. Su respiración cada vez más agitada. Finalmente llegó, sus ojos eran una fuente de lágrimas, que resbalaban por su cara hasta tocar el cuerpo de su amiga. Se agachó, y sin pensarlo dos veces, sin importarle la sangre que seguro que cubría su cuerpo, le alzó el torso y la abrazó.

El cuerpo empezaba a estar frío, pero Gilbe no reparó en ello. Sólo podía abrazar con todas sus fuerzas el cuerpo de su mejor amiga, de su única familia. Lloró, sollozó, e incluso gimió maldiciendo la suerte de Marie. La cubrió de besos, rezando a ese Dios que tanto mal les había causado por que aunque fuese en la muerte fuera misericordioso, porque le diera ese lugar en el cielo que tanto se merecía.

Pasó varios minutos rezando, cuando terminó Eriol carraspeó su garganta, y se acercó. No dijo nada, traía en sus manos unos retales de tela y un cubo con agua. Le puso uno de ellos en la mano a Gilbe, y entre los dos limpiaron su cuerpo. Mientras tanto, mientras adecentaban el cuerpo de Marie, hablaron.

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Estuvieron un largo rato hablando, finalmente Gilbe le dijo a Eriol que quería llevar a Marie a la catedral, y Eriol habló con los templarios para que no pusieran problemas. El ciego, mientras tanto, cargó con su amiga en brazos, cogiéndole con ternura, incluso con sus heridas era innegable que se trataba de una persona de una belleza inigualable.

En la catedral Gilbe pidió que enterraran a su amiga en algún nicho vacío, y se comprometió a pagar muchas monedas de oro por ello. Había pensado pedir de vuelta el precio de su billete para costearlo, intentaría incluso que esculpieran un ángel con su rostro si alcanzaba el dinero. Ya tendría tiempo de agradecerle al emperador su generosidad.

Sólo quería que Marie reposara en un lugar digno de su corazón, un lugar que compensara el cómo había muerto... Pues el ciego, en el fondo, temía que al haber resucitado con malas artes eso pudiera impedirle el acceso al cielo, y en su concepción popular de la religión creyó que reposar en la catedral podría valer a su favor... Un pensamiento extraño, pues Gilbe era un gran crítico de la opulencia de esos edificios.

Gilbe pensaba quedarse allí velando el cuerpo todo lo que quedaba de noche... La habían colocado en un féretro abierto en mitad de una de las capillas que había en una de las naves. Gilbe le dijo a Eriol:

- Eriol, gracias por todo, pero deberías de descansar un poco. No creo que me mueva de aquí... ¿Podrás coger lo que quede de mis pertenencias contigo?

En verdad el ciego no sabía si estaría allí por la mañana. Si eso era lo que la Inquisición tenía reservado para ellos... ¿Cómo podía desearlo para sí? Dudaba profundamente, la muerte de Marie había sido un duro golpe, la Fe del ciego estaba verdaderamente quebrada.

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25/10/2013, 18:46
Richard Wivernfall

Un día más en la vida de los inquisidores comenzó. Los rayos dorados del sol se filtraban por la ventana del hotel para acostarse sobre una cama vacía y deshecha en la que sorprendentemente ya no estaba Richard. Ese día fue una de esas pocas veces en las que iba a ser puntual por la mañana, gracias a que Kael había pasado la noche con él y había actuado como despertador. Un pequeño gesto que no recibía por su parte desde hace tiempo en Caedus y, pese a la simpleza de este, echaba de menos. Las heridas del día anterior habían sanado a una gran velocidad, aunque no definitivamente, gracias a las habilidades de Eriol pero el dolor y el cansancio permanecían. En menor medida, sin embargo Richard al menos volvía a parecer un ser vivo.

Se encontraba ya aseado. Aún le escocía la piel de los pequeños cortes por haberse afeitado con la destreza de un barbero dejando una piel suave como la de un niño y el pelo seguía húmedo, goteando sobre las lamas de madera del suelo esporádicamente. El hotel tenía buenos materiales y podía notar el calor de la madera en la planta de sus pies. Su ropa consistía  únicamente en una toalla blanca del algodón más suave enrollada a su cintura y se mantenía de pie frente a la ventana. Cinco minutos atrás Kael le había arrebatado en las duchas ese único trapo que tenía para tapar sus vergüenzas al grito de “¡Donde nunca luce el sol!” a la par que señalaba a su trasero. Juegos de niños grandes. Juegos que solo disfrutaban entre ellos cuando Kael se sentía más desinhibido. Divertirse con tonterías así era cosa de Richard, la forma más humilde de olvidar, aunque fuese por escasos segundos, las tristezas y las preocupaciones sin fin que les rondaban. No más pensar “¿Dónde está Gilbe?; Las heridas me duelen; Pobre Marie.” La mente necesitaba relajarse.

Para ello Richard meditaba usando la brisa que se colaba por los ventanales de madera oscura para salpicarle la cara como canalizador de su energía interna. Medito el tiempo que se pudo permitir. Oró por los muertos. Por sus padres. Por Marie. Por todos aquellos que ya no estaban. Pero alguien más se coló en su meditación por esta vez. Alguien o algo que jamás se había adentrado en esa parcela privada de él mismo y desde hace menos de 24 horas parecía ser lo más presente en su vida.

R A I J A R D

**********

-Hay que ir preparándose. Quedamos en encargarnos de comprobar el aeródromo.-

No pudo más que agradecer la hospitalidad del hotel por las ropas que les había facilitado a todo el grupo. Con ese gesto les habían ahorrado un tiempo de valor incalculable que no tendrían que perder mirando comercios o solicitándolo a la catedral de Du´Lucart. Deslizó los brazos a través de la camisa larga de lino blanco. Refrescante para la estación y a la vez elegante. Los pantalones eran de color crema, todo en tonos muy neutros y la única nota de color la pusieron las botas de caña alta de cuero negro que se calzó. Para terminar se colocó con un movimiento un manto con capucha, largo hasta casi el suelo del mismo tono negro que las botas que había solicitado tanto para él como para Kael, Derek y Gilbe, dondequiera que estuviese. Les ayudaría a pasar desapercibidos. Sobre el escritorio yacía la cruz de sangre de la inquisición e hizo un amago de colgársela al cuello como de costumbre, hasta que se detuvo dejándola frente a su colgante propio de madera. Dudó un segundo y terminó por deslizarla en uno de los bolsillos con delicadeza. Para finalizar extendió la manta de estiletes sobre la mesa y se aseguró de que mantenían el filo que debían. Había perdido casi la mitad de ellos ya y “tan solo” le quedaban una docena.

-¡Listo!- Concluyó satisfecho y le dio un par de golpes en la espalda a Kael al confirmar que él también estaba listo. –Caray, que guapo estás. A ver si vas a ligar con alguna Lucariana antes de que lleguemos a Arkángel.-

Hicieron la ronda cual vigilantes de seguridad de paisano. Encapuchados y discretos comprobando la zona y reuniendo algo de información. Tras lo sucedido el día anterior la ciudad era un hervidero de rumores y en un sitio tan alborotado como el puerto y con colas tan largas y tediosas a la gente le gustaba soltar chismes. Solo trivialidades. Aunque hay quien dice que “entre col y col sacas una lechuga”.

-Un barco flotante. Ahora sí que lo he visto todo.- Era fascinante. Un artefacto de semejante tamaño, colosal, que flotaba por el aire como una pluma. –Debe ser genial sentir el aire a semejante altura.-

Un tiempo después llegaron el resto y el grupo con toda la naturalidad posible se disgregó en dos grupos camuflándose desde ese mismo momento la Luna como simples mercenarios regalando un pase en primera clase a algunos de los guardias, como habían planeado tiempo atrás. Aunque a distancia, se veían mutuamente sin problema. El Sol brillaba antes de lo esperado y como era de esperar, atraía la atención como la luz a los mosquitos. 

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26/10/2013, 15:58
Kael

Kael no pasó buena noche, cosa que con el hecho de compartir habitación hizo que se sintiera como en su primer año del monasterio, hacía ya tiempo atrás- una vida- pensaba en ese momento. Estaba casi tan destrozado por lo de Marie como si hubiera sido Ágatha, ¿quiénes eran ellos para decidir la vida de alguien que estaba allí por petición de otro? Esa era la pregunta que le había reconcomido todo el tiempo que había estado despierto.

Ni siquiera se había cambiado de ropa ni nada, solo se había tumbado en la cama con Tormento cerca por si acaso. Llevaban menos de un día en esa ciudad y habían sufrido dos ataques como aquel que dice, y ya tenían una baja, sin siquiera haber llegado a su objetivo. Mal comienzo.

Despertó a Richard e intentó cambiar su línea de pensamiento, pues su hermano estaba también convaleciente y lo mejor era que no siguiera las líneas de pensamiento del pelirrojo, pues cada día eran más "peligrosas".

Sacó algo de ropa de su viaje para cambiarse. Una muda sencilla y ropa que cualquiera llevaría, pero se cubrió con esa capa que le había tendido Richard para taparse. Se puso sus botas y se ató a Tormento al cinturón, intentando que no sobresaliera demasiado bajo su capa.

-Claro que estoy guapo -dijo con un tono jocoso- cuando tengo una capucha que me tapa las cicatrices -sonrió y cogió un par de cintas, con una se hizo una coleta y la otra se la puso en la frente para sujetarse el flequillo y que no saliera ningún mechón de su pelo fuera de la capucha. Ya se hablaría de un pelirrojo con cicatrices por lo de los baños y, además, por lo del Puerto Misrech, por lo que tenía que intentar pasar más desapercibido- a este paso necesitaré una máscara -dijo esbozando media sonrisa, pero sin decir nada sobre lo de las Lucarianas.

Con toda la discreción que podían fueron al aeródromo, donde estuvieron observando todo lo que podían ver a su alrededor, intentando evitar otro asalto sorpresa, aunque con la muestra de capacidades para aparecer de la nada de sus rivales le parecía un poco absurdo- No bajes la guardia ante los otros rivales que ya se han presentado, como los Templarios o Piratas -y eso le llevó a una ocurrencia absurda, pero a tener en cuenta.

-Ey, Dragón -dijo refiriéndose a Richard por un mote como otro cualquiera, si eran mercenarios "Richard" no sería muy imponente- ¿Hay piratas que asalten naves de esas? -dijo señalando uno de los barcos voladores.

Cuando llegaron el resto de compañeros, Kael se dirigió a la pareja conformada por Juliette y Ace- chicos, coger este billete de primera para uno de vuestros guardias y darme uno normal -se le había olvidado hacerlo la noche anterior- así cuando lleguemos podremos pasar mejor desapercibidos y no levantar tanta sospecha al llegar a Arkángel -intentó hacerlo todo con el mayor disimulo posible.

Y ahora tocaba lo pero. Esperar.

Buscó con la mirada a Gilbe para ver donde estaría, pero no podía verlo. Se sentía horriblemente mal por lo que le ocurría al ciego. Parecía estar maldito- como tú -dijo una voz en su cabeza y tuvo que volver a centrarse en observar que había para no seguir con esos pensamientos.

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26/10/2013, 18:06
Juliette Bourgeois

El consuelo de Elohim le vino bien, su compañero tenía un toque pacificador y eso se notaba... tarde o temprano su desconsolado llanto paró. No, no estaba llorando falsamente como había hecho otras muchas veces, esa vez era de verdad... sentía, y mucho, la muerte de Marie, y el cómo podía sentirse Gilbe con todo aquello.

- Puede que no sea nuestra culpa, pero no pudimos hacer nada... la impotencia puede llegar a doler, tanto o más, que el fracaso.- Dijo la chica mientras recogía sus piernas y las abrazaba con su brazos, apoyando su frente en las rodillas -. No puedo entender porqué juega así con nosotros. Si quiere matarnos, que lo intente... pero que no use a nuestros compañeros, como simples marionetas de las que deshacerse para herirnos.

Tras aquello se levantó como pudo y, casi arrastrando las piernas, se dirigió a sus aposentos. Estaba cansada - extenuada más bien -, pero no físicamente, sino mentalmente. Demasiadas emociones en un mismo día, y sobretodo demasiado esfuerzo mental... no había sufrido tanto aquel agotamiento desde la prueba del desierto, y allí, casi muere. 

Se acostó aunque sin dormir, no podía pegar ojo. Solo podía ver a sus compañeros heridos, a Ace volando por los aires, a Marie no-muerta, a Gilbe destrozado, y a Venganza... sobretodo a Venganza. Dos ataques en un mismo día, dos intentos de desgraciarlos en un par de horas. Parecía estarse aplicando, cumpliría su promesa pasase lo que pasase.

En un punto de aquella noche que se le hizo eterna se quedó dormida, para despertarse con el tiempo justo para asearse y vestirse como mejor pudiera. Había perdido un baúl de ropa en las Termas... pero nada realmente importante. El resto de sus pertenencias estaban allí, sanas y salvas... así que, como siempre, dedicó unos instantes a encontrar el modelito adecuado para aquella ocasión. Un sobrio vestido gris oscuro, más común de lo que normalmente vestiría Juliette. El negro no le sentaba nada bien, y a falta del negro para el luto... decidió vestir un color oscuro. Se peinó de un modo bastante sencillo, lucía pelo liso, solo domado por dos pequeñas trenzas laterales, que impedía que el cabello le tapara el rostro.

Cuando terminó de arreglarse, por muy raro que pareciera, aún le quedaba tiempo, y se dirigió a un pequeño saliente a la orilla del río a rezar, como había hecho casi toda la noche... pero de un modo más "oficial". Necesitaba desahogarse y ahí permaneció hasta que lo creyó oportuno.

 

 

Había quedado en encontrarse con Ace para comprobar el estado de los guardias, y así lo hicieron. Todos mejoraban favorablemente... y más les valía pues en poco tiempo tendrían que estar en el aeródromo, despegando rumbo a Arkángel. Abrazó a Gael... se sentía también culpable por no haberle puesto como prioridad, pero una promesa era una promesa, y seguro que él lo entendería. Le hizo una pequeña reverencia a Adalbert cuando se encontraron con Ace y esperó pacientemente la hora de partir a embarcar.

Se encontraron con el resto de sus compañeros en el aeródromo, y Kael se acercó a Juliette y Ace, que iban acompañados de sus respectivos guardias.

Chicos, coger este billete de primera para uno de vuestros guardias y darme uno normal - Se notaba que se había quedado bastante intranquilo tras el ataque del día anterior... más que por pasar desapercibido, Juliette pensaba que era por no perder de vista a Ágatha - así cuando lleguemos podremos pasar mejor desapercibidos y no levantar tanta sospecha al llegar a Arkángel.

 

- Decidid cual de vosotros viene con nosotros .- Se dirigió a ambos guardias -. Podéis estar tranquilos, nos protegeremos mutuamente, y estaremos todo el tiempo posible que podamos juntos, ¿De acuerdo?.- Sonrió con esa sonrisa inocente, que intentaba hacer ver que todo iría bien.

Y después... una larga cola de espera.

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27/10/2013, 04:05
Eriol Lahey

Eriol maldijo una y mil veces su propia actitud la noche anterior cuando le pidió al dueño del local que les despertara. Ya entonces sabía lo mucho que le iba a costar levantarse y lo importante que era que lo hiciera. Pero no era lo mismo saberlo que sufrirlo, y aunque logró no morder al pobre botones que le despertaba, se sintió la persona más desgraciada del mundo.

Claro que luego recordó lo que había pasado la noche anterior, y por qué había descansado mucho, muchísimo menos de lo que había pensado que descansaría cuando hablaron con el dueño del hotel. Marie, y Gilbe. Y de pronto aquella mañana le pareció lo último de lo que debiera preocuparse.

Derek estaba también despertando, y Eriol se preguntó durante un brevísimo instante cómo debía actuar. ¿Qué sería lo mejor para Gilbe y el resto de sus compañeros? ¿Darles espacio? ¿Calma? ¿Luto? ¿O todo lo contrario? Alegría para compensar la pena, energía para compensar el cansancio. El siguiente instante corrió hacia el cuarto de baño, musitando algo sobre ser el primero en lavarse. Una vez estuvo dentro cerró rápidamente, para volver a abrir la puerta solo unos instantes después, el tiempo justo y necesario para lanzar los pantalones que había "adquirido" la noche anterior a la cabeza de Derek y volver a cerrar. "¡Despierta!", le gritó.

Su decisión estaba clara, pues, había optado por darles alegría a sus compañeros. En cuanto salió de la bañera acabó de preparar su maleta - lo poco que la había deshecho la noche anterior - y se vistió con uno de sus mejores trajes, pues creyó que el vuelo en zeppelín iba a requerir una cierta etiqueta.

Cuando Derek hubo completado su parte, Eriol le detuvo un instante, antes de abandonar su habitación.

- Oye, se que lo que pasó ayer es duro. - le puso una mano en el hombro - Pero creo que lo último que necesitan nuestros compañeros y nosotros mismos, es hundirnos en un círculo de tristeza. Si nosotros nos mostramos alegres y felices, quizá podamos contagiárselo a ellos y después, cuando ellos se sientan felices, a lo mejor nos lo contagian a nosotros y logremos superar esto. Lo que quiero decir es... ¿Podemos tratar de evitar las caras largas? Por Gilbe.

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27/10/2013, 04:39
Eriol Lahey

Cuando salió de su habitación, Eriol buscó mentalmente a los otros miembros de la comitiva, a los que no pudo ver la noche anterior. Una sonrisa se dibujó en sus labios cuando los encontró a todos, con la triste salvedad de Marie. Buscó también a Gilbe,  sin éxito, y supuso que aún seguía donde lo dejó la noche anterior.

Fue a hablar con Vin la primera, quería saber cómo estaba, oír de sus labios qué había ocurrido, asegurarse otra vez de que estaba bien. Era extraño, desde el principio Eriol había tratado a todos sus compañeros por igual, guardias o Inquisidores, esos rangos tenían poco sentido en el día a día, en una conversación durante una cabalgata, en las horas de compañía durante las guardias, en las risas que seguían a un chiste, en la alegría de compartir una comida todos juntos, hablando de cualquier cosa. Era cierto que no todos se caían bien entre ellos, el caso más notorio era el de Cedric, que parecía haberse propuesto enemistarse con todos menos con Vin, y obviamente había compartido mucho más tiempo con Vin que con el resto de guardias, ya que ella le estaba educando en la idiosincrasia y el politiqueo de Arcángel. Eriol había creído que todos eran iguales para él, pero se sorprendió al encontrar que se sentía extremadamente responsable por el bienestar de Vin.

Lo que dijo la noche anterior seguía siendo cierto en su cabeza: Los guardias estaban allí para protegerles a ellos, no al revés. Pero el corazón le decía otra cosa, que aquellos camaradas no eran sacrificables, ni siquiera Cedric, y que Vin no estaría allí si no fuera por él. Si él hubiera sido lo bastante educado en etiqueta, Vin no habría sido necesaria, cualquier otro estaría allí. Por supuesto este otro estaría expuesto a los mismos peligros que ella, pero aquello le hacía a él culpable de su presencia. Y no había lógica que convenciera a su corazón de lo contrario.

Una vez acabó de hablar con Vin, le tendió el codo para que ella pudiera cogerlo y andar agarrada a él, si así lo quería, y se reunieron con los otros.

Un rato después estaban bajo aquel mastodonte, aquel globo gigante y achatado que les llevaría a Arkángel y que hacía sombra al espectáculo del amanecer. Eriol lo había visto antes, en su anterior visita a la ciudad con Satin, aunque no se subieran. Y se había subido a uno cuando era pequeño, aunque no recordaba absolutamente nada, así que la experiencia sería tan nueva para él como para el resto.

- Vamos, apresurémonos a hacer cola antes de que se triplique. Que si no nos tocará ir a Arkángel colgados de Elohim.

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27/10/2013, 09:57
Ace Velvet

Si Ace logro conciliar el sueño con facilidad aquella noche fue por el cansancio extremo. Pocas veces en su vida se había visto obligado a llevar a su cuerpo a esos extremos. Sin embargo, el sueño no evitó que ciertas inquietudes lo asaltasen. Les daba vueltas a sus sueños, aparentemente inconexos y sin sentido. Se culpaba por no haber estado en condiciones de partir junto a sus compañeros, quizá si alguien más les hubiese acompañado Marie hubiere podido ser salvada. Y ese sentimiento de ¿miedo? Venganza había estado muy cerca de matarlos, y había jugado con las personas que les importaban para hacerles daño. Era un ser, sin duda, despiadado y maquiavélico.

Despertó temprano, junto a sus compañeros. Se dio un baño rápido antes de asearse en el que observó su cuerpo con detenimiento. Las heridas seguían ahí, pero ya eran cicatrices poco llamativas. Si algo agradecía Ace eran los dones de sanación de sus compañeros.

Con las ropas que les habían proporcionado y el ángel de plata colgando de su cuello, Ace se dispuso a realizar sus oraciones matutinas. El brillo sobrenatural de su ángel era como el faro que debía seguir en una violenta tormenta. Una luz cálida que le recordaba quién era y a qué se debía. Rezó por Marie y por las víctimas de la desfachatez de Venganza. Almas inocentes que habían quedado atrapadas en los escombros de las termas, que ya no podrían regresar a su hogar a reunirse con sus familias. Al menos, ahora, estarían con el Altísimo. Sí, él los cuidaría bien.

Escondió el ángel bajo su camisa y se sentó en el alféizar de la ventana de su habitación. Observaba la ciudad de Du’Lucart con la esperanza de que aquel velo de magia que cubría la metrópolis algún día se desvanecería. Aquello no estaba bien, no era lo correcto. Había muchas injusticias en aquel mundo que debían ser corregidas, pero ellos eran enviados a Arkángel a hacer de recaderos y a hablar con nobles. Ace se cruzó de brazos, frustrado, y esperó a tener algo importante que hacer.

Se reunió con Juliette, a la que saludó con una escueta sonrisa y unas pocas palabras amables.

“¿Cómo te encuentras?”

No se sentía con ganas de repartir amor por el mundo. En ese momento habría tomado sus espadas y se habría ido a tomarse la justicia por su mano. Pero… ¿por dónde empezar?

Fueron a ver a los guardias eclesiásticos. Por suerte, excepto la baja de Marie, los guardias parecían encontrarse en un estado aceptable. Cuando se encontró con Adalbert posó una mano sobre su hombro y le miró a los ojos.

- Lo siento, compañero. Habría ido yo mismo a rescatarte pero…

No sabía qué más decir, aquello no era lo que se le daba mejor. Esperaba que, simplemente, el avispado guardia entendiese sus sentimientos y no le guardase rencor.

Llegó el momento de dirigirse al Puerto Aéreo. La majestuosa y colosal máquina que allí los esperaba era, sin duda, una de las cosas más maravillosas que Ace había podido ver en toda su vida. Todavía le fascinaba el hecho de que meros humanos sin dones ni brujería pudiesen surcar los cielos. Se pusieron todos juntos en cola, y al Inquisidor novel le asaltó alguna duda.

No estaba seguro de si podría cargar con sus espadas. En vista de que pudiese parecer excesivo que lo viesen con tres armas, tendió una a Juliette y otra a Eriol, que no usaban armas en absoluto y tendían a no llevar ninguna.

- ¿Podéis cargar cada uno con una espada? Temo que piensen que es excesivo para una sola persona.

Obviamente les había tendido aquellas que estaban atadas a su mente por matrices. En caso de necesidad podría recuperarlas fácilmente.

Poco más tarde se les acercó Kael, tenía intención de que intercambiasen billetes. Bien, así sería más discreto. Aunque Ace respetaba las palabras de Juliette al respecto, le gustaría que fuese Adalbert quien fuese con ellos. Pero eso era favoritismo y no sabía si estaba bien manifestarlo.

Simplemente calló y mantuvo su seria expresión de impasibilidad. Ya parecía el Ace de siempre.

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27/10/2013, 13:24
Derek Volarn

“Ellos están para protegernos, no al contrario…” “Todos somos piezas de ajedrez, juegas quieras o no…” El inmóvil cuerpo de Derek reposaba sobre la cama mientras su mente trabajaba sin cesar. El sueño le había vencido de manera rápida por el agotamiento que sentía en su cuerpo, pero no por ello descansaba su pensamiento. Sentía que Elohim, que Eriol se equivocaban, sus guardias y sus compañeros inquisidores, todos eran sus hermanos, por pertenecer a la misma orden, por ser hijos del Señor, por haber compartido tantos años en un monasterio juntos. ¿Es que no se daban cuenta? Como iban a hacerlo, Elohim se escondía tras una máscara de imperturbable, “Como puede ser un siervo del señor si parece no sentir dolor, solo dice sentirlo”. Eriol en cambio, el chico sentía afecto por todos sus compañeros por igual ¿Cómo es que no entendía su postura? Derek no podía dejar de preocuparse por los guardias, ellos eran hermanos, ¿Es que por no compartir sangre se podían olvidar de todo lo vivido juntos? Derek quería a las personas que iban con él igual que hubiese querido a un hermano sanguíneo, a pesar de las preferencias o de las diferencias, incluso al pollo que tan incomodo le hacía sentir.

***

Se equivocaban, estaba seguro de ello, yo no podía pensar en una partida de ajedrez, los guardias eran mi familia, como ellos, por eso teníamos que protegernos, los unos a los otros, sus vidas no eran prescindibles, no era una opción, yo no era nuestros superiores. Aunque he de reconocer que me excedí, me deje llevar por la negatividad y por el dolor y eso pudo hacer daño a mis hermanos. Les debía una disculpa, estaba claro… descansado todo se veía más nítido.

Me incorpore en la cama, pesado, mi cuerpo aun sufría las consecuencias, pero estas parecían lejanas, distantes. A pesar del las heridas, sentía que el cansancio ya era algo de tiempos pasados, un recuerdo, nada extremo que evitara llevar a cabo mi día, aunque eso si, hoy no iba a entrenar, la primera vez en años que me saltaba un entrenamiento matutino… ni el día después de la prueba del desierto lo hice.

“¡Despierta!”

Sentí unos pantalones impactar en mi cabeza. En una situación normal habría salido corriendo y habría tirado la puerta abajo si hubiera sido necesario, para “vengarme” por tal afrenta, pero en esa ocasión me deje caer de espaldas a la cama.

Quite los pantalones de mi cara, mirando al techo de la habitación. “Señor, que difícil tiene que ser su día a día, siempre con una sonrisa para todos.”  Pero aquel gesto había contagiado algo en mi espíritu, algo que se mostró en mi rostro. ¿Fue aquello una sonrisa?

Hice las mismas tareas que Eriol pero en orden inverso, como acaparaba el baño, prepare mis cosas y después me asee. Me dispuse a ir a la catedral con mi compañero pero entonces me paro, poniendo su mano en mi hombro y me hablo. Suspire, pues tenía razón.

- Fui un idiota. ¿Verdad?  – El asintió. – No es que piense distinto sobre la obligación para nuestros guardias, pero debí mostrar un poco más de tacto, aquello fue impropio de mí. – Me tome un par de segundos, durante los cuales mire hacia otro lado y cuando volví a enfrentar su mirada, estaba sonriendo. – Esta bien, tienes razón, hay que ahogar las penas en alegrías, no en mas penas. – Respire hondo un par de veces. – Una carrera hasta la catedral. –Antes de darle tiempo a reaccionar salí corriendo. – Sucio templario el último. – Me permití el lujo de reír un poco.

Llegados al lugar y entregados los informes pertinentes, pude disfrutar del tiempo que habíamos ganado con la carrera, gastándolo en algo que ayer no hice. Me fui a una capilla apartada del edificio y recé, con un llanto calmado y sincero, pero escondido de ojos ajenos. No fue por dolor o desesperación, fue por la pena de las almas perdidas y por su salvación.