Partida Rol por web

—¿Has oído? —le preguntó Alegre a la mujer dormida, mientras la ataba con la soga—. Ella me deja. —le echo una mirada de reojo a la Dama Alhyon—. Os agradezco infinitamente que me permitáis salvar vuestro bien nacido culo, milady. Es un gran honor para mí. Favor que me hacéis —meneó la cabeza, escupió a un costado y terminó de atar el nudo, sobre la espalda de la enorme guerrera—. ¿A mí qué me cuentas, mujer? Es la yegua del sacerdote la que tendrá que aguantarte, no yo.

Tranquila, Aeryn. Yo no llevaré armadura, y además le he quitado una de las tiendas de sus alforjas. El caballo de Hanne irá bien así, con una Alhyon acorazada. Todo lo bien que nuestras bestias pueden, dadas las circunstancias...

El jinete terminó de guardar su armadura en las alforjas de Brisa y llamó con un gesto a Hanne.

Sacerdotisa, estos caballos son un poco más grandes que el tuyo. Te ayudaré a montarte. Pero primero acércate... Pon tu mano sobre el hocico del caballo... Para que Brisa te vaya conociendo, para que te coja confianza...

Aeryn le dirigió una mirada cargada de odio al explorador pero, apretando dientes y puños, hizo un gran esfuerzo para no replicar. Dándole la espalda se dirigó al sacerdote.

- Montemos ya de una vez. Yo iré delante. -El tono duro y autoritario no admitía réplica alguna.- Ya hemos perdido demasiado tiempo y nuestro querido explorador quizás se nos desmaye de miedo si seguimos aquí por más tiempo.

Sin esperar contestación por parte de ninguno de los presentes, Aeryn se montó en el caballo de Hanne esperando que Phey se acomodara detrás de ella.

La sacerdotisa mira el enorme caballo del guerrero sagrado con cierto temor. A pesar de que su relación con Phey no había sido muy buena durante todo el viaje, se dejo ayudar por este por subirse en la imponente montura. La montura de guerra se mostró de lo mas tranquila, tal vez el aura de Hareth ayudaba en cierto modo.
Mientas el largo cuerpo de la guerrera yacía inconsciente con las piernas y brazos colgando a cada lado de la montura.

Muy distinto fue la respuesta de Deah a la intromisión de Voki, cargado ya con enorme cuerpo del Bárbaro, al subirse también el explorador la montura de Aeryn le lanzó una larga mirada tras lo cual le enseño su perfecta dentadura en lo que parecía una amenaza en toda regla.

En cuanto a Aeryn, lo cierto es que después de haber montado toda tu vida caballos como Deah, subirse aquello, era como subirse a una mula. Detrás tuyo el Guerrero Sagrado se intentaba agarrar de la forma mas caballerosamente posible a tu cintura. El hecho de que se hubiera quitado la armadura hacia que vuestro contacto fuese algo mas suave y no se escuchase continuamente el roce de acero contra acero.

Aeryn era lo suficientemente alta como para que incluso sentada a Phey le costase ver por encima del hombro de esta. Si bien, con toda su melena rubia rozando el rostro de Phey y el aroma a flores que despedía esta (lo cual resultaba practicamente imposible de entender, después de tantos días durmiendo a a la intemperie sin un buen baño... claro que en comparación con el resto, olía a rosas)para Phey seguro que resultaría un cabalgata bastante inolvidable.

El río no resulto difícil de vadear, tras localizar una zona donde este no cubría mas de un metro. Lo que sí estaba el agua era condenadamente fría. La cabeza de los dos O´shar quedaron sumergidas en el agua durante el corto tiempo que duró atravesarlo.

Dos horas mas tarde, avanzabais lentamente internandoos aun mas en el salvaje y peligroso Norte.

El avance se hacia realmente lento, y no solo por lo cargados que iban vuestras monturas. La nieve, que cada vez cubría mas, hacia que vuestros caballos se moviesen inseguros, estaba claro que ese día no ibais a avanzar demasiado.

Por si fuera poco, aullidos de lobos habían empezado a resonar a vuestro alrededor, y por el número de estos estaba claro que eran muchos... tal vez una manada entera.

En esto, tras casi seis horas de marcha. Udokal comenzó a despertar. Te habían colocado como si fueses un saco, encima de una de aquellos animales de largas patas, con las manos y pies atados con sogas..

Había dormido tan profundamente como la última vez que lo había hecho en su aldea, o quizá mejor, pero desde aquello habían pasado muchos días y muchas cosas que le habían privado de la capacidad para dormir decentemente. Cuando comenzó a despertarse le invadió una extraña sensación que hizo que olvidara repentinamente lo dulce que había sido su descanso. Todo su cuerpo parecía balancearse extrañamente. Abrió los ojos de inmediato y vio el suelo moverse a un ritmo acompasado demasiado cerca de su cara, pero él no se estaba moviendo, o al menos no era consciente de ello. Se encontraba boca abajo y pensó que caía repentinamente. Intentó poner las manos por delante para frenar el golpe pero estas no se movieron, al igual que sus pies, se dio cuenta de que estaba atado. Afortunadamente la distancia con el suelo no se redujo.

¿Pero que demonios pasa?

Al girar la cabeza vio las patas del caballo moviéndose cerca y al otro lado, girando la cabeza hacia arriba, las piernas del pequeño hombre que le había disparado a Keloa. ¿Acaso le habían engañado y había sido todo un truco para atraparlos?

-SOLTADMEEE!!! ¿SE PUEDE SABER QUE PRETENDÉIS HACER? BAJADME DE AQUÍ AHORA MISMO!!!

Avanzaban demasiado despacio, o por lo menos eso le parecía a Aeryn. Entre el peso que cargaban, la nieve que se acumulaba con rapidez y ahora el aullido de los lobos, ese tramo de camino se estaba convirtiendo en una pesadilla. Tenían que encontrar pronto un refugio.

Iba preocupada intentando evitar que el caballo que montaba metiera la pata donde no debía cuando el grito del Oshar reclamó su atención. Espoleó a su montura para ponerse a la par que Deah tratando de recordar el nombre que le había dicho aquel bárbaro... ¿Uronel? ¿Udonal? Ah sí... creo que Udokal...

- Tranquilo Udokal, escucha... -Vocalizó despacio las palabras para que el hombre pudiera entenderla, confiando en haber acertado con el nombre.- Necesitábamos marchar de donde estábamos y hemos tenido que ataros a los caballos para que no os cayerais mientras dormíais. Pero espera que ahora mismo te desatamos.

Volviendo a utilizar la lengua común esta vez se dirigió al explorador sin demasiada ceremonia.

- Voki, desátalo ya.

¿Qué ocurre, Aeryn? ¿Porqué grita?

El gigante vociferando era igual de intimidante que cuando estaba en pie y con sus pieles bañadas por la sangre de los orcos.

No debería de ser muy sensato desatarlo en ese estado alterado-alzó la vista para ver a izquierda y derecha-¿Lo habéis escuchado otra vez? Me refiero a los aullidos... Nuestros caballos caminarán igual de despacio independientemente de cómo vayan los jinetes, pero si nos paramos aquí un segundo para desatar a Udokal y que se monte, estaremos dando la señal a esa manada de lobos salvajes para que nos ataquen...

Mantenerlo atado no era lo más piadoso, pero había que pensar en la seguridad del grupo a largo plazo. Los lobos, como si de una batalla se tratara, les acosarían hasta que estuviesen quietos.

...¿o se trata de los aullidos de los lobos de los orcos, Voki?

Udokal observó a la mujer de hierro acercarse y dirigirse a él. En su estado de alteración tan solo fue capaz de entender su nombre pese a los esfuerzos de la mujer por hablar despacio. Fueron más sus palabras serenas y sus gestos los que lo tranquilizaron. Pasara lo que pasara quería que lo desataran y lo bajaran del caballo, no le gustaba viajar así.

-Bajadme de aquí, puedo caminar.

Al parecer habían tenido que atarlos para poder transportarlos en sus caballos sin que se cayeran. No podía reprocharles de tener prisa por alejarse de los pieles verdes, él y Keloa llevaban haciéndolo días. Pero de nuevo volvía a escuchar los aullidos de los lobos, aunque no sabría decir si eran mas perseguidores o simples lobos de los bosques. En todo caso era mejor estar preparado. Ahora se sentía con fuerzas renovadas gracias a los cuidados de la mujer hechicera.
El hombre de hierro que viajaba con la mujer parecía dudar y discutía con la mujer. Udokal no pensaba quedarse así mucho tiempo.

-Os seré mas útil desatado, no tendréis que cargar conmigo y si hay peligro puedo luchar.

Alegre levantó la mirada, escuchando atentamente los aullidos y negó con la cabeza a la pregunta de Phey.

—Esa es una manada de lobos salvajes. Si han cogido nuestro rastro, no hay manera de que podamos adelantarles. Debemos seguir al mismo ritmo, para no facilitarles que nos rodeen. Ver correr a los caballos sólo los para incitará a atacar y no nos servirá para escapar de ellos. Es sólo cuestión de tiempo que estén sobre nosotros.

Bajó de la yegua de un salto, desenvainó un cuchillo y se acercó al O’shar.

—Dile que lo voy a desatar y le voy a dar su hacha —le pidió a Aeryn—, pero que no se le ocurra causarnos problemas.

Cortó uno de los nudos y dejó que el gigante se deshiciera de las ataduras.

Miró alrededor, intentando captar algo que se moviese sobre el manto blanco que los rodeaba.

—Vamos a movernos por el terreno más despejado posible. Lejos de las arboledas. Quiero verlos venir. Estad atentos. —volvió a subirse a la yegua—. Si estuviera sólo, me subiría a un árbol, alejaría a los lobos con flechas y fin del asunto, pero con vosotros... —se encogió de hombros y puso al paso a la cabalgadura—. Vamos a tener que pelear.

Cuando la mujer de hierro se dirigió a Voki este bajó inmediatamente del caballo. Al verlo acercarse con el cuchillo en la mano estuvo a punto de romper las cuerdas y defenderse, pero no tenía motivos para desconfiar de la mujer, le había salvado la vida y hasta ahora había cumplido su palabra. Sintió un gran alivio al verse de nuevo de pie en el suelo. Vio a Keloa en la misma posición que estaba él hasta hacía un momento y aunque comprendía que era necesario sabía que cuando la lancera se despertara reaccionaría igual de mal que él. Cabeceó asintiendo, para dar a entender a sus acompañantes que comprendía la situación.
Cogió su hacha y la agarró fuertemente alegrándose de volver a tener su peso entre sus manos.

-Estoy listo. Seguiré a pie, puedo mantener vuestro ritmo en este terreno. Dijo a Aeryn.

Se colocó a la par del caballo que guiaba la sacerdotisa, a la altura de Keloa, no pensaba alejarse de ella.

La sacerdotisa intento sonreir a Udokal, el cual marchaba a su lado sin quitarle la vista a su compañera inconsciente. Con unos gestos algo torpes le indico a Udokal que su compañera estaba bien, pero que necesitaba descanso... que no la despertara.

Mientras los aullidos de los lobos continuaban a vuestro alrededor, aunque por los sonidos, no parecía que se hubiesen acercado mas, sino mas bien mantenían la distancia.

Durante el resto del día Voki continua guiando el grupo, buscando zonas despejadas, lejos de los grandes abetos y hayas. Esta claro que Udokal se ha recuperado totalmente, pues consigue mantenerse a la altura de los caballos sin sintomas de tener fatiga.

Y aunque los lobos no se han acercado mas, el día de hoy no habeis avanzado mucho, entre tanta carga, la nieve y encima buscando terreno despejado, y la noche ya se os echa encima...

Udokal caminó el resto del tiempo junto al caballo sin perder en ningún momento el ritmo. Se sentía lleno de energía como hacía tiempo que no estaba. No le preocupaba mucho el rumbo que el grupo había tomado, fuera cual fuera a él parecía servirle. La única preocupación que tenía ahora mismo era que Keloa volviera de nuevo a despertar.
Los aullidos de los lobos parecían seguirlos, aunque no creía que fueran a atacarlos, eran un grupo bastante numeroso como para que se arriesgaran. Estuvo tentado a introducirse en el bosque y enfrentarse a ellos, sus pieles servirían para preparar algo que abrigara a Keloa, aunque ahora iba bien abrigada gracias a las mantas con las que la habían cubierto. Había sido una pena que por las prisas no hubieran podido detenerse a coger las lanzas de los pieles verdes y la piel del lobo que había matado. Estaban en deuda con aquellos extraños y no tenían ninguna forma de pagarles lo que había hecho por ellos. Udokal se acercó hasta el caballo donde montaba Aeryn.

-Mujer. No recordaba que le hubiera dicho su nombre. Nos habéis salvado la vida y debemos compensaros por ello. Como veis no tenemos nada más que nuestras manos. Alzó ambos brazos sujetando el hacha. Si hay algo que podamos hacer por vosotros estaremos honrados de hacerlo.

Udokal no tenía otra cosa que ofrecer, pero debía honrar la valentía de aquellos hombres y mujeres al salvarles la vida, era lo correcto.

Phey desmontó de detrás de las espaldas de la Alhyon y miró al gigante con recelo. ¿Hasta qué punto el salvaje se refrenaría? ¿Cuánto tardaría en sucumbir a sus instintos, matar a Voki y a él, y violar a Hanne y Aeryn? El Oshar no se había educado en las tierras civilizadas, y Phey dudaba prejuiciosamente si aquel desconocido sería capaz de comportarse. Pero ya no estaba en una ciudad, sino en tierras indómitas. Aquí el que estaba fuera de lugar era el Hijo de Ihvist.

Ahora estamos en una zona demasiado despejada-protestó-. No hay matorral ni árboles que nos protejan del frío viento. Nos vamos a helar.

Phey, como en los días anteriores, fue hacia su caballo para quitar la tienda de campaña de las alforjas. En esta ocasión eran dos las tiendas, más una tercera llevada por Deah.

Hemos compartido las monturas, ¿también compartiremos las tiendas?

Haciendo los mismos emparejamientos, Phey dormiría con Aeryn. Al venirle esa idea a la mente, se puso colorado y apartó la vista.