Partida Rol por web

Keloa asiente como respuesta al interés de su hermano O'Shar. Recoge las rústicas jabalinas hechas por él mismo y se asegura de llevar su cuchillo Kryll al alcance de la mano, sujeto con la cintura de la extraña prenda de ropa prestada por la mujer del cabello de sol.

Observa con curiosidad el extraño comportamiento del grupo cuando la mujer pequeña habla. ¿Porqué aquel macho parecía tan sumiso ante ella? Todo. Todo en aquel grupo de gente rara, era raro. Aunque llevara puestas sus ropas, definitivamente nunca sería parte de aquel mundo.

Al caminar, escucha atenta a cualquier sonido que delate la presencia de algún animal lo suficientemente peludo para poder cubrir sus pies con su piel. Y a poder ser, el resto del cuerpo.

La lancera no es tan optimista como Udokal y sí se muestra inquita ante la idea de la repentina desaparición de los lobos. La última vez que cesó la actividad de algún animal, acabaron en un buen problema. No baja la guardia en cualquier momento, ni tan siquiera para intentar prestar atención a la conversación de los demás.

Al final volvéis a reemprender la marcha. Sabéis que no estáis muy lejos de vuestro destino, 4 o 5 días dependiendo del tiempo. De momento al menos no llueve ni nieva, si bien las nubes siguen bien presentes allí arriba, amenazando con descargar en cualquier momento.

Parte de la nieve se ha derretido, pero no toda, lo que hace que el suelo este especialmente frío (Keloa), lo cierto es que sin vuestros abrigos no duraríais mucho antes de morir congelados (calcular una temperatura próxima a los -5ºC)

Las dos primeras horas transcurren sin incidentes, con los dos enormes Oshar siguiendo el ritmo de los caballos sin problemas, incluso Keloa descalza como va y apenas recién recuperada de sus terribles heridas

Pero en los ultimo tramo de la mañana, algo ha ido cambiando en el bosque... poco a poco los sonidos característicos en el han ido desapareciendo, hasta un punto en el que ahora, parece haberse sumido en un profundo silencio, solo alterado por las pisadas de vuestras monturas, el andar de los Oshar y vuestras respiraciones

Alegre se detuvo, con todos sus sentidos alerta. Podía ver el vaho de su respiración condensarse frente a su cara y, lo que más le llamó la atención, también podía oír el sonido de su respiración. Eso no le gustaba nada. Había notado que el bosque se había tornado silencioso, a medida que avanzaban. El silencio absoluto que reinaba ahora, no era una buena señal. Pensó en los lobos y su imprevista desaparición, que él había atribuido a la natural cautela de las bestias. Pero había otras posibles razones, lo suficientemente pesimistas para ser consideradas seriamente por alguien cómo él.

—Estad alerta —dijo, mientras observaba a uno y otro lado, forzando la vista—. El bosque está demasiado silencioso. Aquí hay cosas mucho peores que lobos y no quiero que nos llevemos una sorpresa.

Fue en ese momento que se percató de que la giganta estaba descalza sobre la nieve.

—¿Qué haces así, mujer? —le dijo, aunque sabía que ella no le entendería—. ¿Te quieres morir?

Se bajó de la yegua y le hizo un gesto a la mujer O’shar, indicándole que la montara.

—Cuando nos detengamos te haré unas sandalias con trozos de corteza y algo de soga.

Sacudió la cabeza con una mueca de indignación.

—Estos bárbaros están locos. Pero, ¿qué digo? Viven entre los Piles Verdes, claro que están locos.

Continuó caminando a la cabeza del grupo, llevando a la yegua de la brida.

Udokal caminó junto a los caballos siguiendo su ritmo, al igual que Keloa que se movía junto a él a pesar de estar descalza. Mientras avanzaban el bosque se volvía más y más silencioso, hasta que solo se escuchaban sus pisadas y las de los caballos.

Este silencio sepulcral de nuevo. No me gusta.

Le recordaba al episodio que habían vivido días atrás y que los había obligado a salir corriendo para salvar sus vidas. Cuando el pequeño humano que abría la marcha se detuvo, Udokal echó un vistazo alrededor. Parecía que no era el único que se había dado cuenta del silencio reinante, no hacía falta entender lo que el hombre decía para saber lo que quería comunicarles con su actitud.
Udokal cogió su hacha y se mantuvo alerta mientras Voki se acercó a Keloa. Parecía estar protestando porque iba descalza, aunque la imagen de aquel pequeño hombre riñendo a su compañera le hizo sonreír, parecía que pretendía que Keloa montara en su caballo y la reacción de la O'Shar no tardaría en llegar.
En el fondo no podía negar que el explorador tenía razón, Keloa no podía seguir andando todo el día, sus pies acabarían seriamente dañados. Pero no dijo nada y dejó que su compañera decidiera por si misma que hacer mientras seguía avanzando con cautela atento a cualquier peligro que pudiera acercarse.

Desde sus casi dos metros de altura, Keloa mira con desconfianza al pequeño humano que parece estar siempre molesto. Sí, el mismo que le clavó una flecha en la espalda al conocerse por error (o eso espera). Incrédula, mira al pequeño Voki y a la yegua alternativamente.

¿En serio quiere que me suba ahí?

Piensa para sí misma, aunque su cara sigue mostrando la misma expresión fría y distante de siempre. Tras mirar a Udokal, y luego a sus pies enrojecidos por el trayecto que llevaba recorrido a pie, decide que quizá sería mejor no entorpecer la marcha de los demás... Aunque también podría matar a la yegua y hacerse unas buenas botas con su piel.

Planteándose en serio esa posibilidad durante unos segundos, finalmente la desestima, pensando que quizá no le sentaría bien al ya de por sí malhumorado Voki.

Finalmente, asiente con la cabeza y se sube a la yegua, intentando imitar los movimientos que había visto hacer a los demás.

Tenemos que encontrar ropa y botas. Pronto.

Comenta en su idioma natal hacia Udokal. Aunque no lo pareciera, el estar subida a una bestia que podría echarse a correr en cualquier momento, provocaba cierta inseguridad en la pelirroja.

Hasta la propia Aeryn se había dado cuenta que todo había quedado demasiado silencioso, pero no llegaba a comprender hasta qué punto eso podía llegar a ser peligroso, lo único que tenía en mente era llegar cuanto antes al asentamiento minero.

Sonrió para sí al ver a Voki frente a la mujer de pelo rojo intentando hacerse entender, ofrecía una estampa de lo más curioso y simpática, y no pudo evitar enarcar una ceja al ver como la mujer montaba en el caballo junto a Phey... aquella imagen sí que era sorprendente, aunque se estaba despertando en ella un sentimiento de pena hacia el pobre caballo.

Miró al explorador que encabezaba al grupo, su zancada no podía compararse con la de los Oshar ni con la de los caballos, ralentizando de esta forma la marcha. Impulsada más por las prisas que por otra cosa, se tragó su orgullo y se acercó a Voki.

- Si quieres puedes montar en Deah.

Mientras conversabais sobre Keloa, Voki, y sobre la mejor forma de avanzar, un terrible rugido irrumpió en el silencioso paisaje, haciendo que el caballo de la sacerdotisa se encabritasen lanzándola a esta al suelo.

Los caballos de Aeryn y el Guerrero Sagrado, si bien no lanzaron a sus jinetes, si se mostraron bastante nerviosos.

Poco a poco, la sacerdotisa se levanto del suelo, algo magullada.

El rugido parecía venir del Norte, justo en la dirección en la que avanzabais... segundos despues, otro rugido le siguió, si bien este parecía estar a vuestras espaldas.

Keloa debía estar con los pies destrozados para aceptar finalmente subirse en el caballo, pero llevaba horas caminando descalza, así que no podía ser para menos. En otras circunstancias le habría hecho gracia ver a su compañera montada sobre el caballo pero la situación era tan crítica que no se le pasó por la mente hacerlo. Además no quería hacerla sentirse más incómoda de lo que seguramente ya estaba. Siguió avanzando junto al grupo manteniendo el ritmo, aunque este había bajado considerablemente desde que Voki había decidido cederle su puesto a Keloa.

-Cuando lleguemos a las minas podremos conseguir algo, o quizá nos crucemos con algún animal que podamos cazar.

Eran dos remotas posibilidades, la primera porque no tenían nada de valor que intercambiar para conseguirle ropa y botas a Keloa, aunque mientras llegaban quizá se les podía ocurrir algo. Y la segunda porque si ya era difícil cazar algo en circunstancias normales, lo sería más todavía con aquellas jabalinas improvisadas. Pero debía mantener la esperanza de que de una manera u otra lo conseguirían.

Mejor eso que nada... Y luego está este maldito silencio, no debe de haber ningún animal en mucha distancia.

Mientras pensaba y observaba a Aeryn hablando algo con Voki un par de rugidos rompieron el silencio que les acompañaba. Corrió a auxiliar a la sacerdotisa, aunque esta ya se había levantado cuando la alcanzó. Sabía lo que eran esos rugidos y no le gustaban nada. Con cara de preocupación le hizo un gesto a Hanne para que no se moviera. Los tenían rodeados y parecía que no tenían muchas opciones.

-¡¡Graunts!!

Gritó mirando a Keloa, aunque estaba seguro que ella ya se había percatado. Empuñó su hacha con fuerza y se mantuvo delante de la sacerdotisa a modo de protección intercambiando miradas hacia las direcciones de donde provenían los gruñidos. Un graunt era un enemigo temible, pero dos quizá fueran más de lo que podían manejar. Esperó a ver la reacción del resto de sus compañeros que permanecían montados en sus caballos.

Los últimos minutos de Phey antes de los rugidos fueron muy embarazosos. Estaba montando cuerpo con cuerpo junto a una mujer a la que había visto desnuda. El frío actuó como un poderoso aliado mitigando el color en unas mejillas que de otro modo se habrían puesto rojas.

Despertó del compromiso en el que le había metido Voki cuando Hanne cayó al suelo.

¡Sacerdotisa! ¿Estáis bien? Voki, coge las riendas del caballo de Hanne antes de que se vaya corriendo...

Phey no tenía ni idea de qué hacer. No sabía a qué pertenecían esos rugidos, y tampoco sabía cómo de lejos estaban. Podrían ocultarse, pero las direcciones opuestas le hacían pensar en una técnica de caza en la que ellos eran la presa. Podrían salir huyendo a caballo, si no fuera por los malditos Oshar.

¿Tendremos que enfrentarlos? Aeryn, por favor, dile a esta giganta que se baje de mi caballo. No puedo pelear así.

Cita:

¿Una cosa así?

XD

Cita:

A Voki no hace falta que lo animen a correr. :D

Master, ¿Qué tenemos alrededor? ¿En qué terreno estamos?