Partida Rol por web

El camino hacia el local donde Dimka trabaja es un paseo de algo más de veinte minutos. Podéis atajar caminando por el parque en el que esta mañana os habéis encontrado, ahorrándoos así un par de calles, pero la diferencia no es mucha.

El invierno aún no ha terminado, y a estas horas ya se está acercando el anochecer. El sol ya no puede verse, tapado por los edificios, pero sí se puede apreciar el tono rojizo del cielo. Apenas hay un par de nubes, lo cual es una suerte para la mayoría, pero supone un descenso en los ingresos de William.

Cuando llegáis al lugar el portero ya está en su posición, en la puerta, terminando de comprobar el cambio y las entradas. Tiene un cigarro en la mano, lo cual significa con toda seguridad que el jefe aún no ha llegado. 

Cuando el hombre os ve acercaros una sonrisa se dibuja en su rostro, y deja durante un momento lo que tiene entre manos para acercarse a vosotros.

-Buenas noches, princesa.- Saluda como es costumbre, abrazándola con fuerza sin contarse un pelo por la presencia de Will.- ¿Te has hecho algo en el pelo, verdad? - Pregunta luego, apartándose un poco. - Estás increíble. - Afirma sin perder la sonrisa, para luego dirigirse a Will y realizar un pequeño saludo con la cabeza.

Guardé el juego de llaves de William en mi bolso, al menos de momento pensé que sería mejor llevarlo encima, sólo por si acaso. Salimos de casa y comenzamos a andar en dirección al bar, en realidad no tenía ninguna gana de ir pero no me quedaba otra, así que era mejor tomarselo con paciencia.

El camino hasta el local fue rápido, aún hacía fresco por la noche y, al menos a mí, el paseo me sentó estupendamente. Al acercarnos a la puerta vi a Hunter que ya estaba trabajando y me saludó como de constumbre. -Hola Hunter, cielo. Sabes que no me hago nada en el pelo, no seas pelota.- Ese intercambio de palabras era ya como una tradición. -¿Recuerdas a mi amigo William? - le devolví el abrazo con una sonrisa, ese hombre era un amor a pesar de su imagen.- ¿Qué haces aquí? ¿No se suponía que abría yo porque tú no podías venir? A lo mejor me he equivocado de día, pero no creo.

- Eh, William, ¿qué pasa? - Responde el hombre con tono tranquilo y voz grave, tendiéndole la mano y apretándosela con firmeza. Después os mira a ambos durante un instante, evaluando qué decir y qué no, antes de volver a hablar.

- Ya lo sé, Dim, pero he tenido un par de problemas en casa, y voy a necesitar la pasta. Pero no es nada grave, no te preocupes. - Aclara despacio, mirando al suelo. Verle así, tan corpulento y casi avergonzado, podría resultar hasta cómico. Sin embargo es evidente que para él se trata de algo serio.

- El jefe aún tardará un buen rato en venir. Si queréis podéis entrar y tomároslo con calma. - Dice al final, recuperando un tono más distendido.

No me gustó ver a Hunter tan afectado, todo lo que tenía de grande lo tenía tambíén de bueno, al fin y al cabo el no tenía la culpa de dar miedo y ese era en cierto modo su trabajo. El portero era bastante más grande que yo, apenas le llegaba al hombro, enlacé mis brazos en torno a su cintura y apreté un poco.

-Tranquilo cielo, no tienes que darme explicaciones, ya lo sabes. Es solo que hoy he tenido un día de mierda y me habría venido bien quedarme en casa, pero ya estoy aquí, así que no tiene importancia. Si en otro momento necesitas algo o quieres charlar, no te cortes, no tienes más que pedirlo, ¿vale?- le dí una palmadita de ánimo en el brazo.

Me giré para mirar a Will, cada vez que lo hacía sopesaba si tenía mala cara o algo, pero parecía estar perfectamente bien.- Entremos y así voy preparando los limones.
 

Hunter me tiende la mano mientras me saluda y le devuelvo el apretón de manos.

- Hola Hunter, ¿cómo estás? - Se le nota en la cara que algo no va bien del todo, pero yo no tengo tanta confianza con el como para preguntarle nada de eso. Parece que no está siendo un buen día para nadie. 

Cuando pienso esas palabras, de repente, me acuerdo de James. Con todo lo que me ha pasado se me había olvidado la conversación que tuvimos en la cafetería. Mientras Dimka y Hunter abren el bar creo que voy a llamarle.

- Chicos, en lo que abrís el bar voy a llamar a James. Estuve con él esta mañana y tampoco parecía tener un buen día.

Saco el teléfono del bolsillo y busco su número en la agenda. Le doy a la llamada y espero la respuesta, lo mismo le apetece venirse a tomar algo y charlar un rato.

El hombre escucha la respuesta de Dimka atento, poniendo una mano en su brazo, y cuando ella termina sus palabras son de disculpa.

- Vaya, lo siento. No me acordé de avisarte. Pero ya buscaremos cómo compensártelo. - Dice formando una pequeña sonrisa inocente, totalmente antinatural en su cara de tipo duro. Entonces comienza a hacerse a un lado, dejándoos paso, listo para volver a su trabajo, y asiente ante las palabras de Will. - Sin problemas, tío, entra cuando quieras. - Le dice con tono amable, regresando a su puesto.

Cuando te acercas a la entrada puedes ver que las luces abajo ya están encendidas. La puerta es de metal, con unas escaleras que se dirigen hacia abajo. Durante los quince peldaños que llegan hasta la planta de la discoteca a la izquierda sólo hay una pared ligeramente rugosa, más fruto de la mala elección de un gotelé ya desgastado que de una intención clara, mientras que a la derecha una barandilla de seguridad asegura que nadie se caiga por ese lado.

El local, visto vacío de gente, parece bastante amplio. Las paredes son oscuras, con algunos dibujos que se nota que tienen ya más de quince años, y al fondo hay cuatro mesas con algunas sillas. En el lado opuesto a las escaleras una gran barra lo recorre entero. O todavía no ha llegado nadie más que Hunter, o están en el almacén.

Cuando llamas a tu amigo él tarda varios tonos en contestar. Al hacerlo su voz suena ligeramente somnolienta, como si acabase de despertarse.

- Hola, Will. - Dice al otro lado de la línea. - Perdona, quería llamarte para pedirte disculpas por dejarte tirado esta mañana.

Espero pacientemente varios tonos hasta que james responde al teléfono. Me da la impresión de que le acabo de despertar, pero ya no tiene remedio.

-Hola James, lo siento si te he despertado. No te preocupes por lo de antes, ¿que tal todo?. Estoy en el bar de Dimka, he tenido un día duro y voy a tomar algo aquí. ¿Te apetece venir y charlamos un rato?.

Bajé las escaleras, me dirigí a la barra y guardé la cazadora y el bolso en un hueco bajo la barra, normalmente lo dejaba en el almacén pero hoy lo quería tener a mano, por si acaso. Después de guardar mis cosas preparé la tabla y cuchillo para cortar los limones fui al almacén para buscar un par de redes para ponerme manos a la obra, si alguien más hubiera llegado probablemente estaría allí.

Estaba distraída y no hacía más que darle vueltas a día sin dejar de mirar cada momento a la escalera, esperando que William bajara, seguía preocupada.

- No te preocupes. - Responde James antes de emitir un suspiro. - Joder, qué tarde es. - Comenta un instante después. - Pues... Si me das una horita puedo pasarme un rato. Supongo que por lo menos te debo una explicación. - Te dice con tono tranquilo. Nunca ha tenido muchos problemas para decir las cosas de forma clara.

Mientras tanto, a unos cuantos pasos de ti, Hunter parece haber terminado su trabajo, y ahora se fuma su cigarro tranquilamente, apoyado en el pequeño mueble de madera falsa donde guarda tanto las entradas como el dinero.

Abajo, aparentemente sola en el local, todo parece un poco más frío. Estás ya más que acostumbrada a la diferencia que suponen las luces y la música, pero aún así sigue haciéndose extraño ver el lugar así. Tan silencioso y desgastado.

Al abrir la puerta del almacén puedes ver al otro lado a Dante. Vestido con unos vaqueros desgastados y una camiseta oscura sin mangas, casi parece que se girase a cámara lenta para mirarte. Y cuando sus ojos azules se cruzan con los tuyos, una sola sílaba sale de sus labios.

- Eh. - Saluda, si es que puede considerarse un saludo, antes de tomar una caja de coca-colas y apilarla con otras al lado de la puerta.

Nunca me gustó el local estando cerrado, en cierto modo era como si se viera el truco detrás de la mágia, con la oscuridad, la música y las luces estroboscópicas, parecía especial. Sin embargo cuando estaba todo encendido se podían apreciar los fallos en las paredes, el desgaste del suelo y suciedad que ya no se quitaba con nada. Además, en esa ocasión me sentía especialmente incómoda, el estrés de todo el día me empezaba a pasar factura, iba a ser una larga noche.

Tal vez fuera porque iba distraída con mis cosas, pero el corazón me dio un vuelco al ver a Dante en el almacén, un poco por el susto y otro poco por la sensación que tenía siempre que le veía, debería estar penado por ley estar tan bueno pero tener la personalidad de una roca.

-Hola Dante, cómo vas.- contesté a su saludo de soy especialmente guay y me acerqué a la caja donde estaban los limones.

Escuchar a James en tono tranquilo parece que me produce un poco de calma. Pero no dejo de darle vueltas a qué es lo que le pasará. Supongo que cuando venga al bar dentro de un rato me lo contará.

- Sin problema James, creo que estaré un buen rato en el bar. Luego te veo.- Cuelgo el teléfono y veo a Hunter en la entrada del bar, fumando un cigarro tranquilamente. Meto el teléfono en el bolsillo y me dirijo hacia la puerta del bar.

Saludo de nuevo a Hunter y entro dentro buscando a Dimka con la vista.

Durante los primeros segundos Dante ni siquiera se molesta en responder. Con calma se acerca al lugar donde había tomado la caja y levanta otra sin demasiado esfuerzo, y no es hasta que se da la vuelta que su voz suena grave y segura.

- Igual que siempre. - Responde antes de pasar por tu lado, rozándote durante un instante. Casi podrías jurar que de forma consciente. Entonces, cuando vuelve a darse la vuelta, se encamina de nuevo hacia la siguiente caja haciendo como si ni siquiera estuvieras ahí, pero formando una media sonrisa que cuesta descifrar.

Hunter responde a tu saludo con un gesto de la mano y una sonrisa amable, en una expresión que de nuevo contrasta con el resto de él. Parece más que tranquilo, como si le sobrase el tiempo, y no te pone ningún tipo de traba para que vayas pasando.

Cuando te acercas a la entrada puedes ver que las luces abajo ya están encendidas. La puerta es de metal, con unas escaleras que se dirigen hacia abajo. Durante los quince peldaños que llegan hasta la planta de la discoteca a la izquierda sólo hay una pared ligeramente rugosa, más fruto de la mala elección de un gotelé ya desgastado que de una intención clara, mientras que a la derecha una barandilla de seguridad trata de evitar que alguien se caiga por ese lado.

El local, visto vacío de gente, parece bastante amplio. Las paredes son oscuras, con algunos dibujos que se nota que tienen ya más de quince años, y al fondo hay cuatro mesas con algunas sillas. En el lado opuesto a las escaleras una gran barra lo recorre entero.

Una vez abajo no hay nadie a la vista, ni siquiera Dimka. Todo está desierto y en silencio.

Me quedé esperando la respuesta de Dante, si es que se dignaba a contestar. Me parecía increíble que ese hombre fuera capaz de atraerme y cabrearme por igual... bueno, en realidad, me cabreaba más de lo que me atraía. Me encogí de hombros y continué seleccionando los limones decidida a ignorarle. Tres palabras, esa fue toda la contestación que recibí, aunque tampoco es que yo hubiera dicho mucho. Cuando me rozó tuve la impresión de que no fue por accidente, aunque parecía que me ignorase, tenía una media sonrisa que me hizo dudar, pero que no evitó que un escalofrío me recorriera entera.

- ¿Se puede saber qué significa esa sonrisilla?- aunque nunca habíamos tenido nada, Dante y yo solíamos jugar en la barra, rozarnos y provocarnos un poco. Además no era la primera vez que estábamos solos en el almacén de modo que no acababa de entender su actitud, estaba más raro de lo normal. -¿Sabes algo que yo no sepa?

La respuesta de Dante volvió a hacerse esperar. Sin embargo, en lugar de coger la nueva caja simplemente se dio la vuelta, mirándote los ojos y haciendo un pequeño movimiento para apartarse el pelo de la cara.

- No. - Respondió sin perder la sonrisa. - Absolutamente nada. - Negó antes de encogerse de hombros. - Simplemente estoy de buen humor. - Continuó. No era del todo convincente, pero tampoco parecía que pretendiera serlo. - La última vez que lo comprobé, no era un delito.