Partida Rol por web

5 de agosto de 1939, 2004 horas — Bosque de Karlstein

Hace ya rato que dejasteis atrás a Branislav y su granja. Después de que que empezase a susurrar esas palabras a su difunta esposa, no se movió del sitio, no os dijo nada más, no se volvió. Vosotros convenísteis que era lo mejor para todos. Un hombre de tantos que se cruza en vuestras vidas, un adiós que sabéis que es para siempre.

Habéis partido ya bien entrada la tarde debido a las horas pasadas en el granero esperando a que Bran se recuperara, puesto que la herida era fea y necesitaba tiempo para recuperar la consciencia. Lleváis ya varias horas andando siguiendo el mapa como buenamente podéis, pasando por árboles y árboles iguales, por territorios irregulares, por desniveles y por piedras en las que cualquiera podría tropezar y torcerse el tobillo sin prestar mucho cuidado. ¿Acaso no habéis visto este árbol antes? ¿Este arbusto? ¿Esta piedra con forma de nube?

Empezáis a estar cansados, no sabéis si vais por buen camino. El sol comienza a ponerse tras vosotros y, si vuestras brújulas no están equivocadas, vais en dirección este. Sin embargo, la brújula a veces parece engañar. Los pájaros cantan cada vez menos y, aunque ya es tarde, es agosto y aún queda un rato de luz y estáis teniendo suerte de no encontrar a ningún soldado por el camino.

Aquello era como una excursión, aunque una realmente larga. A Thomas me gustaba de joven salir a pasear por el bosque con su padre, no tanto ir de casa, pues le apenaba tener que disparar a esos pobres animales. Ahora tenía que disparar a esos malditos nazis y lo cierto era que no le daba tanta pena.

Aparte del cansancio físico, todo estaba bien por el momento. No obstante y bajo el punto de vista de Penwater, demasiado tranquilo y monótono. Tenía la clara sensaciones de que en cualquier momento podían ser sorprendidos por alguna patrulla o caer en algún tipo de emboscada. Por ello iba con todos los sentidos en alerta. Esperaba estar preparado por si sus peores presagios se hacían realidad. 

- Creo que lo mejor sería avanzar hasta que caiga la noche. - Comentó Penwater. - Buscaremos un lugar donde pasar la noche y podremos comer algo y tratar de dormir. Por supuesto, sería necesario hacer guardias. Es verdad que no hemos visto a nadie durante el día y que sería raro que nos encontraran durante la noche, pero existe esa probabilidad y no quiero tentar a la suerte.

Klaus paseaba aparentemente distraído por el bosque. Escuchó a Penwater organizar un poco la expedición a Vordertrebain y el austríaco asintió con entusiasmo.

-Me parrrese un plan fantastisch, mi querrrido Penwaterrrr. Mejor evitarrr más tiroteos con esos aviesos natsis y sus canes, ¿ja? ¡Habrá que dejar algo parrra sus compatriotas amerrikaners, ¿ja?! ¡Jiiiiijijijijijijiiiii!

Luego se giró, como si estuviese intentando orientarse. Con disimulo se aproximó a la doctora Marlowe.

-Me he percatado de que habla un checo muy fluido, Fraülein. Sus palabras hacia Bran parecieron...-. Klaus miró al firmamento como si buscase la palabra adecuada. Palabra que por supuesto ya tenía de sobra pensada. -...conmoverle, sí. Conmoverle es la palabra. Hubo un instante de súbita complicidad, ¿no cree? Como si usted le entendiera en su dolor. Como si él le entendiese en el suyo... Fue algo verrrrdaderamente interesante. Y aún más lo fue que aunque yo, por extraño que parezca, no entiendo el checo, no conozco a ninguno que lleve por nombre... Jack.

Klaus ladeó la cabeza y alzó sus cejas, adoptando una mueca de niño travieso.

-Dígame, Fraülein Marlowe... ¿Por qué está usted aquí realmente?-. Señaló a Penwater. -¿Nuestro cabo? Muy fácil de entender-. Hizo lo propio con Emil. -¿Nuestro guía? Claramente ha sido chantajeado por nuestro querido y bigotudo Morty. Perrro usted... Tcht, tcht, tcht... Usted ha pedido venir expresamente-. Esbozó su sonrisa torcida. -¿O estoy completamente equivocado?

Emil avanzaba tras el cabo en silencio, soltando algún que otro bostezo. Por las circunstancias de la noche anterior, no había descansado prácticamente nada. Aún así, eso no evitaba que el joven fuese ojo avizor, atento a cualquier movimiento extraño que sucediese a su alrededor.

Tal vez sea porque estás cansado y cabizbajo o por la experiencia obtenida frecuentando esas sendas salvajes de la Selva Negra alemana durante tus idas y venidas de tus días de contrabandista, pero te das cuenta de algo. Te das cuenta de que las hojas del suelo están extrañamente revueltas, que no tienen la misma pinta que unos metros más allá.

Te sobresaltas, te despiertas de golpe, cuando ves que el cabo Penwater está a punto de pisar algo extraño. Algo que parece una serpiente, o una cuerda, o algo alargado. Miras a tu alrededor, miras hacia arriba. Varios metros más arriba distingues un par de cuerpos nazis boca abajo, colgados del tobillo.

El suelo está extrañamente revuelto, parece que ha habido gente por aquí no hace mucho. Aunque casi imperceptible, ves alguna hoja pisada. Algunas son muy pequeñas. O son de niños, o de alguien que sabe moverse con mucha gracilidad.

- ¡Cuidado!

El grito de Emil llega a la vez que éste agarra a Penwater del hombro y tira de él justo antes de que éste pise una ¿trampa?. El joven mira a su alrededor y luego al cielo, dónde puede ver claramente dos cuerpos de nazis colgados.

Sin pensárselo ni un momento, Emil aparta al cabo y saca su pistola, mirando a su alrededor y apuntando con ella de un lado a otro, esperando ver cualquier movimiento raro.

- ¡Que nadie se mueva! ¡Podrían haber más trampas!

- ¡Buen ojo Emil! - Le felicitó Penwater. - Había visto que por esta zona había habido movimiento no hace mucho, pero lo de las trampas... - Resopló. - Ha sido una suerte que te fijaras en ello. - Volvió a felicitarle.

Thomas indicó con la mano varias zonas del firme del bosque. El suelo estaba extrañamente revuelto, parecía que gente se hubiera movido por la zona no hacía mucho. Aunque casi imperceptible, se podía apreciar alguna hoja pisada. Algunas de las pisadas eran muy pequeñas, de niños o de alguien que supiera moverse con mucha gracilidad.

- Es extraño. - Observó después de explicar lo que había descubierto. - Pero sea quien sea que ha armado las trampas, desde luego no es amigo de los nazis y eso es bueno. - Miró a Emil. - ¿Puedes tratar de desarmar la trampas, o al menos marcarlas para poder continuar?

El soldado se queda inmóvil, analizando sus alrededores. Ha estado a punto de pisar Dios sabe qué y probablemente terminar corriendo la misma suerte que esos nazis colgados en lo alto. Ahora que os fijáis, les faltan los ojos y parte de la cara y las manos, pues los cuervos han hecho su trabajo.

A lo lejos, entre la hojarasca, suena un reclamo de pájaro, inmediatamente correspondido por otro ululo en otro lado del bosque, más cerca vuestro. Seguidamente, más cantos se alzan y se unen al coro.

Ante el dantesco espectáculo que ofrecían las trampas antinatsis, Klaus no pudo evitar felicitar efusivamente a Emil.

-¡Brrravo, herr Heinrich! ¡Su olfato nos ha evitado quedarnos colgados, ¿ja?! ¡Jiiiiiiiiiijijijijijijijiiiiiiiiiii!-. El austríaco tuvo que cortar su carcajada de súbito y quedóse perplejo. -Oh, lá, lá... ¿Pero qué tenemos aquí? ¡Qué mecanismo más fassssscinante! ¡Observen, Kameradin! Siguen un astuto patrón que quiere reflejar aleatoriedad, ¡CAOS EN ESTADO PURO! ¡Pero...!-. Alzó Von Heizinger su dedo matizador al tiempo que retiraba con su cuchillo unas hojas resecas que revelaban una traicionera trampa mortal. -¡Siempre hay un patrón en la distribución de las trampas, lieben Freunde! ¡Fíjense! ¡Buscan cubrir este sendero! ¡JA! ¡Nada escapa al sagaz ojo escrutador de Velvettt Thunderrrr!-. Sonrió muy satisfecho de sí mismo.

-Hmmmm... Veamos, me atreverrría a asegurar que el dispositivo mortífero que tengo ante mis narices es, a decir verdad, bastante vulgarrr...-. Un breve gesto de fastidio surcó el rostro del austríaco, que al parecer esperaba una trampa aún más letal. -Sí, es verrrrdaderamente desepsionante. Es la típica trampa del lazo, ¿entienden? Te atrapa el pie y te deja colgado. La sangre se te sube a la cabeza, empiezas a delirar y antes de caer inconsciente escuchas a los cuervos dialogar sobre cuál de tus ojos se comerán primero.

Miró a sus compañeros. Realmente parecía disgustado.

-En fin, cuando no hay presupuesto, no hay presupuesto. Esto es una cutredaT, pero puedo desactivar los mecanismos sin mayor problema. ¿Quiere examinar a los cadáveres, Penwaterrr?-, preguntó al cabo antes de bajar a los natsis que habían fenecido bajo aquellas viles artimañas.

Viendo que nadie se avalanza sobre ellos, Emil se relaja y guarda su arma.

- Sí, sí - refunfuña Emil mientras se agacha para ayudar a Klaus, que ya ha señalado los puntos de interés, a desactivar las trampas -. Aunque las vistas deben ser preciosas, sería una pena quedarse colgado en un sitio así.

Aquellos ruidos de pájaro repentinos no le gustaron ni un pelo al bueno de Penwater. Sospechaba que estaban siendo vigilados y que posiblemente aquellos sonidos fueran producidos por las mismas personas que habían preparado aquellas trampas y que les estaban observando ocultos e imitando aquellos inquietantes sonidos de ave. Aunque claro, todo aquello era una mera especulación para el soldado. No tenía manera de confirmarlo.

- Id con mucho cuidado. - Les dijo a sus compañeros. - Tengo la impresión de que no estamos solos.   

Fuera como fuera, lo que era seguro era que, quien estuviera observándoles, si es que había alguien escondido en la maleza, no eran nazis. De serlo, no habrían dejado colgados a dos de los suyos, para que fueran alimento de las aves, o eso esperaba. 

-  ¡Ayudadme a bajar a estos malditos nazis! - Dijo Thomas bien alto para quien estuviera en la maleza, pudiera escucharle y vieran que ellos no eran nazis precisamente. - ¡Puede que lleven algo que nos pueda servir! ¡Me muero de hambre!

Acto seguido esperó unos segundos, esperando una respuesta del "bosque", de lo contrario haría lo que había dicho. Buscar en los cuerpos de los nazis, aunque no comida precisamente.

La doctora Marlowe avanzaba por el bosque en silencio, parte de su preocupación se había disipado con las primeras luces del alba. El aire entraba limpio y fragante en sus pulmones. Las motas de polvo brillaban a través del follaje de los árboles. Parecía mentira que aquel lugar que emanaba paz y tranquilidad estuviera tan cerca del horror que acababan de dejar atrás. Fue entonces cuando, de forma inesperada, el bueno de Heizinger sacó su detective interior a pasear. Eleanor sonrió. Era difícil que al austríaco se le escapase algo... 

- Querido Klaus, quién iba a poder imaginar que su ingenio es incluso más afilado que su lengua... Tiene usted razón en que tenía un interés particular en llegar a Checoslovaquia. Jack es mi prometido. Vino aquí en una misión y desapareció. Me enviaron una carta de condolencias dándole por muerto... - Los ojos de Eleanor parecen estar en otra parte, muy lejos de allí. Un gesto de melancolía parece apoderarse de su cara por un instante, aunque es rápidamente sustituido por su media sonrisa y una mirada afilada, evaluando la reacción del austriaco. - Para mí no era suficiente. Necesitaba saber. Y por eso estoy aquí, en medio de territorio enemigo, arriesgando mi vida. Por la vaga esperanza de poder encontrarle... vivo o muerto... - 

Su conversación, sin embargo, se vio interrumpida por el providencial descubrimiento de Emil. Si algo había aprendido Eleanor a lo largo de sus años como doctora era que nada era lo que parecía y que hasta las cosas más bellas encerraban su parte de oscuridad. Se quedó inmóvil, aguzando su oído, mirando con cautela los alrededores. - Les echaré un vistazo rápido a esos cadáveres. Para confirmar la causa de la muerte... Es posible que la Resistencia no esté tan lejos después de todo...- 

Con el silencio como única respuesta a las palabras del soldado, conseguís bajar los cuerpos de los nazis sin mayor dificultad. Las cuerdas utilizadas son finas, para no llamar mucho la atención, pero lo suficientemente gruesas como para no ceder por el peso de los alemanes.

Ambos cuerpos son rubios, arios, el claro ejemplo del soldado alemán. Ambos jóvenes, de no más de 25 años. Probablemente, se hubieran alistado cegados por los ideales prometidos por Hitler y se hayan encontrado con que esto no es lo que esperaban. O eso atestigua la mueca de sus rostros, desencajados antes de morir.

Abajo, la doctora Marlowe les echa un vistazo. Están totalmente pálidos, desangrados como cerdos. Las manchas en la cara indican el goteo incesante proveniente de la rudimentaria flecha que presentan atravesada en la garganta. Llevan sus ropas consigo, pero ningún arma encima.

Otra flecha, similar a las de los cuerpos, se clava en el árbol más cercano, a escasos centímetros de vosotros. Parece una advertencia. Vuelve a escucharse un sonido de pájaro, más amenazador que los anteriores. El follaje se mueve un poco más adelante y percibís una pequeña figura moviéndose en dirección contraria a lo que quiera que haya emitido ese sonido.

Klaus agitó la mano unos instantes mientras apretaba los dientes y alzaba las cejas con una mueca exagerada. O bien el austríaco había visto algo en la espesura; o bien estaba al borde de sufrir un colapso nervioso. ¿Probablemente ambas cosas a la vez? ¡Con Klaus von Heizinger siempre cabía la posibilidad de que sucediese lo imprevisible!

-¡Deténganse! ¡Todos! ¡Miren! ¡Miren atentamente!-. El austríaco apuntó con su dedo, otrora conocido como el gran matizador, ahora reconvertido súbitamente el inquisitivo señalador. Apuntaba a la maleza, a un punto indeterminado de la misma. Y sin embargo, una figura se movió, como si sintiera la abrumadora carga de ser apuntado por aquel dedo vienés.

-Allí... Entre la espesura...-. Klaus se giró rápidamente y examinó la flecha que atravesaba la garganta del difunto natsi. -No puede ser... Was is...? 

Penwater miró en la misma dirección en la que lo había hecho Con Heizinger, tratando de ver lo que estaba viendo, pero o bien lo que fuera que había hallado ya no estaba allí o era que los sentidos del austriaco estaban mucho más desarrollados que los suyos. 

Lo que estaba claro era que estaban de nuevo bajo amenaza, estaban siendo disparados y en éste caso, ellos eran los emboscados y no al revés. Lo extraño de aquel asunto era que no eran balas lo que estaban disparando contra ellos, sino flechas, lo cual era realmente inquietante. 

- ¡No disparen, no somos una amenaza! - Dijo Thomas alzaba las manos. Trataría de convencer a quien fuera que estaba escondido en la maleza, de que no eran hostiles, aunque realmente no sonó demasiado convincente. Fuera como fuera, no podía disipar contra lo que no veía. - ¡Somos amigos, no somos alemanes y no somos nazis! - Trató de explicar.

Sólo esperaba que si aquel intento de diplomacia fracasaba, Velvet Thunder desvelara que era lo que tanto le fascinaba de aquel enemigo de armas rudimentarias, porque ciertamente le tenía en ascuas.

Ciertamente, una flecha no es algo común en los avanzados tiempos que corren, donde las máquinas de guerra siembran el caos y las armas de metal ya no necesitan fuerza para disparar. Examinando la saeta, ésta no parece tener un acabado muy elaborado, casi como si un aficionado la hubiera tallado con esfuerzo con un cuchillo no muy afilado.

Recuerdas algo de esos libros e historias que sueles leer, esos que te hacen sentir que el mundo es un lugar desconocido y emocionante, pero cuyos contenidos son bastante dudosos. Recuerdas haber leído acerca de desapariciones en los bosques de Europa ligados a la existencia de moradores de la espesura que rechazan la vida en la civilización, que veneran a sus propios dioses paganos. No hay muchos datos sobre ellos, puede que porque nadie se ha acercado nunca lo suficientemente —si es que verdaderamente existen— o porque simplemente no has dado con el libro adecuado.