Partida Rol por web

Spyridon incluyó a Talios en la conversación ya que iba a aprovechar para organizarse.

- Necesitamos que nos guíen para saber a qué nos enfrentamos y dónde podemos localizar a los que todavía están ahí. No nos han descrito qué les ha atacado.

- Si yo quiera hacerte caer en una trampa, buscaría una mujer joven maltratada con un niño en brazos. En la guerra no puedes confiar. Vamos a ayudarles y si es una trampa me voy a comer todo el cebo, pero no los dejaré junto al carro hasta que no esté plenamente seguro de sus intenciones.

- Te he ordenado que nos acompañes, pero te quedarás en segunda fila junto con esta gente a distancia segura de la granja y con el arco preparado. Talios y yo seremos los que más nos acerquemos y según veamos atacaremos o nos retiraremos, solo nos expondremos nosotros dos.

- Si caemos, tuya será la responsabilidad de decidir si los llevas de vuelta al carro, pero mientras sigamos en pie nos cubrirás con el arco. Espero que cumplas mis órdenes, necesito un arquero que nos cubra pero tengo que confiar que va a estar ahí cuando lo necesite.

Asentí a las palabras de Spyridon, algo más tranquilo, aunque no del todo conforme.

- Puede confiar en mi, general, para cubriros con mi arco y mis flechas. Sin embargo, si me permite sugerirle que al menos el niño se quede aquí... Estará más seguro. Allí, en la aldea, será una carga más que una ayuda. Es demasiado pequeño.

-Hermano, debes traer tierra para cubrir la zona donde el aceite se ha derramado.

Comprueba que los sacos de comida y provisiones no están agujereados. Comer tierra no es una buena idea y no pueden malgastar el agua en limpiar el grano. Levanta la vista y observa la escena. No escucha las palabras de los que están delante, pero ve que hay un niño entre los que solicitan ayuda. Sabe que desobedecería una orden. Pero ella no debe lealtad a nadie salvo a su familia.

Evalúa la situación, consciente de que nada puede hacer para aquellos que se acercan. Nada, salvo acercarse con precaución, sabiendo que queda expuesta a cualquier ataque malintencionado. Pero lo que no puede hacer es dejar que esa gente vuelva a su poblado en llamas con una criatura pequeña que llora. Deja un momento a Lykaios y a Ifianasa con la tarea del carro. Ya retomará luego sus obligaciones.

-General, quizá el niño deba quedarse con nosotros. Ningún mal puede hacer un niño asustado.

Extiende la mano hacia el niño.

- El niño y la mujer, el resto viene conmigo. - Spyridon se resigna a dejar al niño y la mujer, esperando no equivocarse.

Estaba claro que no solo las bestias nos atacaban a nosotros, en Grecia parecía que eran comunes los ataques de esas aberraciones alejadas de los ojos de los dioses. Desde que decidimos aceptar la misión para salvar de la pena de muerte a mi hermano deberíamos haber tenido claro que en todo momento se nos iba a poner a prueba. Ahora ante nosotros teníamos a personas tan inocentes como mi hermano sufriendo la maldad de seres desconocidos. ¿Seríamos capaces de dejarlos a su suerte o nos internaríamos en su pueblo para ayudarles?. Es Spyridon el que toma esa decisión, dividiríamos el grupo para que mientras tres de nosotros se dirigirían al pueblo otros seguiríamos protegiendo la carreta.

Hay reacciones dentro de la comitiva que no son para nada las que esperaría de hombres adiestrados, es cierto que aun no hemos formado el núcleo de hermandad de otras comitivas pero había sido demasiado. Durante un segundo la vena de mando se hace cargo, una gesto de incredulidad se instaura en mi cara y estoy a punto de recriminar sus acciones a Atreo cuando el general Spyridon reacciona ante esta insubordinación. Habría que hablar con el chico mas tarde.

Ante las palabras del general y las ordenes dadas para que la cosa no se desmadre más de lo ya ocurrido. Incluso viendo como Ischyros se presenta voluntario para ir a la aldea sin que fuera seleccionado, me cuadro.

- A sus ordenes General. Pero si no le importa me gustaría mantener a una o dos personas a media distancia por si necesita asistencia, si lo que dice esta buena mujer es cierto hay por ahora un herido y llegados estos momento puede que dos... digo mirando hacia el fuego del poblado.... quizás necesite apoyo. Daerios y Ischiros pueden estar a mitad de camino y apoyar a cualquiera de los dos grupos. En el carro quedarían Akintos, Ebalo, Anatolius y yo mismo. Incluso si todos cayéramos ante un enemigo superior estoy seguro que Lykaios sería muy capaz de defender a su hermana, la sacerdotisa y la tablilla.

El caos se gestaba tanto en el cielo como en el poblado al que estaban llegando, Akintos no pudo evitar escuchar los gritos de auxilio de los aldeanos. Levantó la cabeza, intentando captar más detalles sobre aquello, se distrajo, mientras Ischyros mantenía a raya las arpías.

El mundo se movía a su alrededor, el hijo mayor de Ptolomeo estaba intentando organizar a quienes no portaban armas para quitar el aceite del carro, Atreo desobedecía dejando su posición, su hermano de armas se adelantaba.

- Bestias, salidas desde las profundidades, Hefesto y Hades moran bajo tierra... - la actitud del hijo ilegítimo de Ptolomeo era la que querría tener él mismo si no supiese exactamente cual era su lugar. Deseaba acompañar a su general. 
¿Por qué razón lo había elegido a Talios y no a él? más allá del imponente tamaño, era Akintos el escudero quién debía protegerle la espalda.
Hizo rechinar los dientes, miró con ojos vidriosos a su compañero cuando volvía luego de recibir órdenes de Spyridon, mientras dejaba sus armas de lado e intentaba ayudar torpemente a Ifianasa.

- Necesitamos... tu mirada vigilante aquí, Ischyros - mencionó mientras terminaba de colgar su escudo en la espalda y clavaba su dori en la tierra - cuida nuestras espaldas mientras cumplimos nuestro deber... - 
Tomó arena entre sus manos y se adelantó torpemente. Era claro que la tarea no era de su agrado, especialmente porque en su pecho le quemaba el impulso de acompañar a quien era como su padre y maestro.

- Si Spyridon no vuelve... yo tampoco quiero volver - la imagen de la muerte de Heraclio le turbaba la mente, aunque no lo hubiese conocido más que de lejos, todos habían hablado de sus cualidades y de la desgracia de su partida. Pero siempre quedó claro que había perecido cumpliendo las órdenes de su maestro. Él no iba a ser menos. Aqunue ahora tuviese que cargar arena y quitar aceite.

Con su cabeza y su corazón puestoa a prueba, la tierra se deslizó de sus manos donde no debía. La mirada reprobatoria de Lykaios lo fulminó. No le importó, intentaría de nuevo, y si no le salía bien, otra vez. Le costaba aquello, pero lo lograría.

Agradecí con una sonrisa sincera y un gesto de cabeza el apoyo a mi postura de mi hermana, Hypatia. Que ella no supiera de qué estaba hablando con el general cuando intervino hizo que sus palabras cobraran más peso, si cabe, ante el general. O al menos eso interpreté.

Más aliviado al saber que al menos los más desvalidos de entre aquélla familia se quedarían relativamente a salvo, me quedé junto al general y el resto de los aldeanos, arco y flecha en mano, y fijé la vista una vez más hacia la aldea, atento y preparado para reaccionar ante cualquier eventual ataque.

Spyridon asintió a Theron.

- Perfecto, organízate como veas bien. Talios seguramente es buen luchador y por eso lo quiero a mi lado, pero te dejo con los que más conozco y más confío para proteger lo que es más importante.

Ébalo se queda ayudando a las dos mujeres a limpiar el aceite mientras se termina por decidir quien va al poblado de avanzadilla, el despistado guerrero se queda vigilando el lado izquierdo, mientras separa las cosas pesadas allí donde Hypatía usa trapos para absorver el aceite. Después usa el escudo rellenándolo de tierra y lo pone a la altura de la cintura para que cogan de ahí la arena para cubrir aquello que no se pueda limpiar. Cerca de las dos mujeres, el espartano saca músculo quizás sacando mas biceps de lo estrictamente necesario. Un pensamiento fugaz le pasa por la mente del impulsivo Ébalo que es morder la oreja de Hypatía, tan redondita... tan adorable...

- ¿La tablilla no ha sufrido daño?-pregunto a la sacerdotisa con preocupación- Ahi a la izquierda tienes un paño-.

Sigo cerca de las mujeres y protegiendo la tablilla indirectamente. También y no menos importante confirmo que mi vino no ha sufrido desperfectos.
 

Las palabras del General Spyridon son ciertas pero me ponen muy triste. El General, como buen hombre de acción, se está concentrando en la misión pero no en lo correcto. Lamento que no me haya permitido ir y cumplir con mi deber pero es su orden y mi cabeza gacha, acompañada del paso atrás que doy, indican que seguiré las órdenes sin chistar.

Pero entonces mi tío habla y me propone junto con Dareios para tomar una posición intermedia que me permita ayudar a cualquiera de los dos grupos que requiera ayuda. Sonrío y le miro con agradecimiento en la mirada:

"Gracias tío. Solo un verdadero guerrero entiende que la vida sin honor no vale nada y que proteger el honor de un hombre es incluso más importante como proteger su vida. Mi padre no querría vivir sabiendo que lo consiguió sobre pilares de indiferencia y crueldad."

Cuando la comitiva comienza a avanzar hacia el pueblo, le hablo a mi hermano menor:

 - "Vamos Hermano. Debemos adelantarnos para asumir nuestra nueva posición."

Avanzo con soltura pero cautela, para poder reaccionar a tiempo a cualquiera de las amenazas. Avanzo hasta mantenerme siempre a la mitad de camino entre la carreta y los exploradores, cuidando mucho de mantener mis ojos bien abiertos y mis oídos atentos a cualquier señal de amenaza, tanto desde nuestro grupo como de aquel atacado poblado.

Dareios se apartó de las labores de salvar la carga, pues había muchas manos trabajando y no quería estorbar, así que decidió cubrir a los que estaban ocupados permaneciendo alerta. Había revuelo con las personas que venían desde el poblado y Atreo se dirigió hacia allí dispuesto a mostrar su valía. Ischyros hizo lo mismo, pero no aceptaron su ayuda, lo cual era conveniente, pues las arpías podían seguir al acecho y no convenía dejar muy desatendido el carro.

Cuando su tío Theron mostró su plan, Dareios sintió que en parte se le concedía a Ischyros un consuelo al no poder participar inicialmente en la investigación del poblado, pero también sintió un gran orgullo al verse reconocido como miembro valido de aquel grupo. Buscó la mirada de su hermano mayor Lykaios para que este observara su alegría y por saber hasta qué punto estaba conforme con ello y tras ese intercambio avanzó con su medio hermano hasta donde les habían indicado.

Nunca había pensado en entrar en combate con Ischyros, de hecho, nunca se había imaginado una situación así, enfrentandose a extraños peligros en una misión ara satisfacer a los dioses, pero allí estaban y aunque le pesara, debía apoyar y apoyarse en todos sus compañeros de aquel viaje y debía olvidar cualquier problema personal que tuviera con su hermano bastardo. Después de todo, Ischyros era un soldado y podía contar con él como tal, al igual que el espartano o Anatolios y Talios.

-Ischyros, sabes que no tengo tu entrenamiento con las armas, pero puedes contar con mi dori.

Le preocupaba que las arpías atacaran otra vez, así que estaba más atento de la situación de la carreta que del resto, tal vez algo distraído en esos primeros instantes de confusión.

_ Eso precisamente es lo que intento, Hypatia. Pero no veo bien con tan escasa iluminación. _ Dice, cuando se gira para reforzar sus palabras ante tan inútil acción.El joven comerciante quedó ojiplático, al observar como su hermana pequeña le pregunta al general por el niño, mientras abandonaba la formación del carro zanjando así la conversación.

En un día se había quedado huérfano de madre, y su padre encarcelado. Eso le dejaba como el cabeza de familia, el responsable de la familia. O lo que quedaba de ella.

Y en un abrir y cerrar de ojos, la hija menor de sus padres, su hermana pequeña, su hermanita salía de la zona defendida por ayudar a unos desconocidos. Arpías acechantes sobre su cabeza y a saber qué criaturas, que expulsaron de la protección de sus casas a estas personas, le esperan delante.

Su hermano Atreo, acostumbrado a jornadas de caza en soledad tras haber completado su instrucción, no hace sino mas que desobedecer las órdenes de su superior y se lanza al frente. Y Dareios desbordante de entusiasmo, por su primera participación en una escaramuza, queda en un punto estratégico de apoyo. Y ahora lo mira esperando un gesto de aprobación. _ Ahí va el ingenuo lleno de regocijo, suerte que por mucho que me cueste admitir, nuestro medio hermano es un gran guerrero... _ Lykaios inclina ligeramente la cabeza con una amplia sonrisa, nada mas podía hacer si no prestarle su apoyo. La orden estaba echada.

La cabeza de Lykaios está apunto de estallar. Decenas de situaciones adversas se forman en su mente y en ninguna puede hacer nada de provecho. _ Dioses, por qué me castigáis de esta manera? Nada puedo hacer, mas confiar en los hombres que lucharán a su lado... Al menos gracias a la decisión del general, Hypatia regresará en unos segundos... _ Un puñado de arena le saca de sus cavilaciones. Akintos en un intento por secar el aceite derramado, arroja el contenido de sus manos, justo cuando el viento hace que su contenido termine sobre Lykaios.

En ese fragmento mínimo de tiempo, el primogénito no es capaz de ocultar sus sentimientos en su mirada. Pero tras una breve pausa para recobrar la compostura, se dirige hacia el: _ No te preocupes, con la práctica se consigue la excelencia. _ Y en un tono mas bajo y afable: _ Tu también estás preocupado por Atreo, verdad. Continuó con una media sonrisa.

La situación se había puesto tensa súbitamente, quizá fuera por las bestias en el cielo que recientemente les habían tomado con la guardia baja, o quizá era por la presión contenida tras el juicio y que ahora habría de haber estallado, o quizá simplemente era el nerviosismo de los que para muchos era su primera gran aventura. De cualquier forma, lo cierto era que las cosas no estaban saliendo como esperaban, o al menos no como el general Spyridon esperaba; al menos la tablilla no corría peligro, por ahora.

La orden de Spyridon de llevar a los jóvenes hacia la aldea no fue bien vista por aquella familia, y por ello Hypatia ayudada por Ischyros que estaba cerca, tuvieron que ayudar a que la mujer no regresase presa de la locura de ver a sus hijos ir hacia un destino inimaginable. Por suerte, el tener al pequeño en brazos la hizo mantenerse cuerda y dejar así, que la pusiesen a buen resguardo.

Por su parte, los dos jóvenes, sumamente asustados, a penas y entendían entre confusos y asustados lo que el general Spyridon les estaba ordenando que hiciesen. Uno de ellos, el mayor estaba mas dispuesto a ello, quizá por el amor a su supuesto padre que había de haberse quedado atrás ayudando a su madre. El otro pequeño, presa del miedo y del nerviosismo, apenas y se movía por lo que Talios tuvo que darle pequeños empujones para alentarlo a avanzar.

Cerca, en la aldea, aquella casa que estaba ardiendo terminaba ya por ser consumida por el fuego mientras algunos gritos lejanos de trifulca y dolor se escuchan un tanto confusos.

Conforme Talios y el general avanzaban siendo guiados por un par jóvenes que apenas y avanzaban a regañadientes hacia la aldea, ambos pudieron observar con mas detalle lo que sucedía, hasta que todos les fue un tanto mas claro.
Los gritos de dolor y batalla ya eran claros, había algo de fuego en otra de las casas de madera, la que estaba mas a la izquierda, aunque apenas empezaba a expandirse. Había un hombre tirado en el suelo intentando ahuyentar a algún tipo de animal que se ocultaba entre las sombras mientras que a lo lejos, hacia el norte, había varias personas huyendo de la aldea.

Súbitamente algo paso frente a ellos por el camino muy cerca de la casa que se incendiada y luego un fuerte grito de horror y dolor le acompaño en señal de que algo muy malo había sucedido. No habían visto claramente aquella cosa, pero fuese lo que fuese, no era humano.

A la distancia, mientras se acomodaban entre ambos grupos, Dareios e Ischyros pudieron escuchar con claridad un grito de horror proveniente de aquella aldea. Al mismo tiempo notaban que el fuego se iba expandiendo y los gritos que provenían de la misma parecían notarse mas apremiantes a cada momento.