Partida Rol por web

La torre sucumbe y, tanto por órdenes como por sentido común, debemos salir lo antes posible de ahí. Debemos correr y bajar la torre antes de que su estructura colapse sobre nosotros y tengamos el mismo destino que el asesino al que ajusticiamos.

Tomo aire, intentando ignorar el dolor terrible que aún siento y que me recuerda las terribles heridas que porto, y comienzo a correr hacia la primera planta, preparado para salir de ahí de inmediato. 

"Zeus, no me dejes flaquear ahora. Dame un soplo de tu fortaleza para conseguir salir de aquí y seguir mi destino."

Mis pasos son rápidos, pero mis heridas también son graves y el dolor no me permite esforzarme al máximo pues a cada paso siento terribles puntadas en mi pecho y piernas que me llaman a caer más que a continuar. Corro con la idea en mente de que mi padre y volverle a ver con vida me darán la fuerza para continuar vivo.

El espartano frunce el ceño disgustado, no se puede creer que haya muerto al final. Lo agita con fuerza, buscando una respuesta mientras la torre se tambalea a su alrededor. Aunque pudiera traerlo de vuelta de las puertas del inframundo, posiblemente quedaría sepultado igual. ¿Podría haberlo salvado si se hubiera focalizado en él? pero también tenía que atacar a Tarquino, presionarlo para que no actuara con libertad, el malvado sacerdote, me lanzó dos rayos e invocó guardias para protegerse, si ese poder lo hubiera usado en más lluvias de bolas de fuego, estaríamos todos muertos.

Con pena por ese fantástico animal, cojo una de sus plumas de recuerdo y corro hacia las escaleras para bajar. Sin embargo creo que he calculado mal, me he entretenido demasiado comprobando si estaba vivo. Apenas pongo un pie en las escaleras para bajar la torre se colpasa sobre si misma.

-Ops- digo divertido antes de que el suelo desaparezca bajo mis pies.

Tarquino ha caído. Sus guardianes han caído. La quimera ha caído. Habíamos vencido y ahora como último regalo de parte de Tarquino la torre colapsaba y empezaba a derrumbarse. Todos empezaron a moverse, veo a Talios, ayudado por Spiridon, al cual asiento con la cabeza en gratitud por ayudar a mi hermano.  Veo que Akintos coge el orbe y una punzada de dolor recorre su cuerpo.

Avanzo hasta él y coloco su brazo en mis hombros:-Has luchado bien hoy, joven Akintos. No dejes que ese pedazo de trasto te impida salir de aquí. Ven, deja que te ayude.-le digo mientras cargo con él y empezamos a descender por la torre.  

La mente de Akintos se nubló por un momento, una profunda voz lo invadió, reprendiéndolo por tomar algo que no le correspondía. La vista se le oscureció por un instante, sin embargo, por pura fuerza de voluntad volvió a focalizarse en su deber: mantener el orbe en su poder y sacarlo de aquella torre que pronto serían ruinas.
Salir de su mundo interno le costó caro, el tacto con la esfera de duro cristal le quemaba como el hierro fundido de una forja.

Con los ojos rojos, inundados de determinación, el escudero desafió abiertamente y sin dudas a la voz que lo invadía...

-¡No es dignidad lo que me impulsa!- exclamó, apretando los dientes y dando pasos firmes hacia las escaleras, alejando torpemente a Anatolius que se acercaba a intentar ayudarlo. Debía hacer aquello solo, igualmente que el malherido Ischyros era capaz de avanzar a pesar de la heridas que harían flaquear a hombres robustos.

-¡Es mi deber y lealtad a mi general y a los míos!- respondió, elevando aún más su voz, con tono severo. Ya su cuerpo avanzaba vigorosamente, era incapaz de distinguir entre las extensas quemaduras que había recibido en su brazo izquierdo y el efecto que estaba imponiendo el orbe sobre él.

-¡Nada se interpondrá, cargaré el orbe a dónde sea necesario!- terminó de afirmar, como un mantra, mientras los escalones de piedra pasaban bajo él como algo muy distante. Su cuerpo y el dolor que cargaba parecían algo de un mundo lejano. lo que ahora estaba delante y detrás de él era aquella voz, la cual era oponente para su voluntad de avanzar.

El gigante intentaba cargar a Ischyros cuando éste se soltó y empezó a caminar, ante la situación tan grave y la terquedad del sujeto el ateniense decidió quedarse a la par de él, en caso de emergencia estaría dispuesto a ayudarle para impedir su muerte.

Tarquino se merecía lo que le había pasado. A pesar de que ocupó el orbe para sus oscuras y malvadas acciones, su tiempo había durado poco.

El lugar era inestable y al parecer teníamos poco tiempo para largarnos de aquí con vida. Akintos tomó sin dudar el orbe de la diosa, valoré su noble y valiente gesto. Al fin teníamos con nosotros aquel objeto tan importante para todos, especialmente para mi. Esperaba que la diosa mostrara su compasión y nos ayudara con nuestra misión sagrada. 

Corrí con todas mis fuerzas, esperando y anhelando ver la salida.

Observando las energías que desborda Akintos y sin que le deje ayudar, suspiro y dejo que avance en solitario. 

Escucho las voces de Theron y Spyridon, dando ordenes de salir de allí, la mayoría ya estaban casi en la salida pero todavía quedaban rezagados, yo entre ellos:-Venga Ebalo!. He oido que los espartanos sois los mejores, pero tus actos lo desmienten. MUEVE ESE CULO!!!-le grito al espartano esperando que me haga caso y se mueva.

Como había sentido la torre empezaba a desmoronarse con cierta velocidad, cosa que hacía nuestra salida mas que necesaria. De no hacerlo dudaba que nunca pudiésemos salir, el suelo, las paredes empezaban a tambalearse y el sonido de rocas desmenuzarse y maderos astillarse empezaban a crear una horrible cacofonía.

- Avanzad.

Algunos de los nuestros ya habían conseguido descender de la torre, pero la batalla pasada pesaba en todos nosotros y para una carrera por nuestras vidas no era el mejor momento. Estaba claro por las distancias entre unos y otros que no nos daría tiempo a salir a todos.

Tras una cruenta batalla en la que ninguno había salido bien librado y que había consumido practicamente todas sus energías, ahora se enfrentaban a una carrera por la vida. Por el daño sufrido en la batalla, la torre habría de colapsar pronto y no había reales esperanzas de que aquello no sucediera. Por ello, bajo los gritos de los generales todos se habían echado cuesta abajo, a toda potencia. Para cuando el crujir de la torre se hizo tan intenso y se empezó a desprender tanto polvo que fue claro que la torre estaba por venirse abajo, Hipatia ya estaba fuera de la misma y la sacerdotisa Ifianasa le seguía muy de cerca. Tras ellas estaban otros como los generales Spyridon y Theron y los guerreros Talios y Ischyros quienes prácticamente habían bajado juntos. En la segunda planta solo quedaba Akintos algo retrasado y con el orbe en sus manos. Mientras que aun en la tercera planta y muy rezagados se encontraban Atreo, Anatolius y el espartano Ebalo.

Estos últimos, fueron testigos de como el techo empezaba a venirseles encima en una nuve de polvo y pequeños pedazos de roca que ya empezaban a caerles encima. Sino se daban prisa, quedarían bajo los escombros y probablemente morirían.

La desesperada carrera por salir de la torre y no ser sepultados entre sus escombros es algo en lo que todos estamos completamente concentrados. Algunos gritos y órdenes resuenan aún pero todos corren pues saben que sus vidas penden de ello.

Yo no soy la excepción y, a pesar de mis graves heridas, aprieto el paso todo lo que puedo para salir de aquel lugar y alejarme a una distancia segura. Veo como las mujeres del grupo consiguen casi salir de ahí rápidamente y, ya con esa tranquilidad aprieto el paso acelerando a una velocidad a la que nunca había llegado.

Ya luego podré descansar, sabiendo que despertaré, a diferencia de lo que me pasará si me quedo acá.

Spyridon sujetaba a Ischyros cuando éste en un alarde de voluntad y ayudado por las bendiciones de Ebalo se recupera lo suficiente para moverse por sí solo.

- Vamos ¡¡ Fuera !! ¡ Alejaos de la torre !

El general azuza a todo el mundo para que abandone la torre que se está desmoronando y se separe de la estructura.

El sonido de ruptura de la estructura de la torre era tan patente que ahogaba el resto de sonidos por mas que tuviésemos a nuestros compañeros al lado. Mis pies siquiera llegaban a posarse en el suelo antes de volver a retomar la carrera hacia la salida. Ante un sonido tan aterrador esperaba que todos pudiésemos salir y que los dioses no quisieran que tuviésemos que lamentar esta victoria como una derrota.

- Ya estamos casi fuera, esforzaos un poco mas y luego podréis descansar.

La inestabilidad de la torre hace que mi descenso se vea truncado y tras varios minutos peleando contra la gravedad y las fuertes sacudidas de la torre logro llegar  la segunda planta. Escucho las voces de Spyridon y Theron:-Ya quisiera yo, pero la torre no me deja!!-le respondo a gritos por el hueco de la escalera. 

Acto seguido me encamino hacia las escaleras de la segunda planta para poder seguir descendiendo

Ébalo se esforzaba por salir de la torre, quien le iba a decir que la estructura se colapsara de esa manera, allí donde intentaba pasar, un bloque caía del techo. Con los ojos llenos de polvo, intenta buscar la salida, sin embargo llega un momento que está perdido, no sabe donde están las escaleras. Lo más seguro es que no salga de allí. Lo bueno es que detrás de él no hay nadie, los demás están a salvo. Con una sonrisa y algo de pesar, piensa que es una buena muerte, en el templo de su dios.

-Apolo, hazme un sitio a tu lado, ébalo va para allá de forma inminente- abre los brazos aceptando su destino- escoltaré a Aquintos hasta el infierno personalmente jajajaja.

Riendo hasta el final, el espartano es sepultado.

Mientras el terrible sacudón iba en crescendo, así aumentaba la determinación del nacido en Cirra. Aun con la lluvia de cascotes, y el polvo que se pegaba a su piel y cabello, el camino escaleras abajo era muy claro para el guerrero.

La voz de Spyridon lo guiaba como un faro en la profunda noche marítima, sin embargo entre el estruendo del piso superior, un canto alegre lo llamaba, como abrazando la muerte.

- ¡Más vale que te encuentre en la panta baja, Ébalo el Apuesto! - Amenazó avanzando de dos en dos escalones. El dolor se incrementaba, lo cual lo llevaba a correr con mayor precisión y velocidad. Sabía que le quedaba aún mucho tiempo antes de dejar su cuerpo y cruzar el Estigio. Confiaba en que el espartano bajaría sin importar lo que sucediese.

La torre comienza a venirse a bajo. Parece que el techo se resquebraja por completo y comienza a caer sobre los pisos superiores. No tiene que pensar mucho para seguir las órdenes de Spyridon. Se intenta alejar lo máximo que puede de la torre que está colapsando.

Solo espera que todos consigan salir de ella antes de que sea demasiado tarde.

Podía sentir como pequeña piedrecillas y el polvo de la estructura caían en mi cabello. Corría con todas las fuerzas que mis extremidades me lo permitían, pero el cansancio de la batalla en contra de Tarquino me había fatigado los músculos. Respiraba rápidamente mientras rezaba para salir del lugar viva al igual que mis compañeros.