Partida Rol por web

Aun le sorprende que su hermano pueda desaparecer de esa forma y moverse entre las sombras de la invisibilidad. Aun con el saco que le ha pasado, observa como se acerca al primer guardia para dormirlo. Parece que todo va bien hasta que el segundo guardia se pone alerta y grita. Hubiese preferido no derramar la sangre de nadie, pero lo hecho, hecho está. Por suerte, el plan no ha salido tan mal como podría haber salido, a pesar de las malas caras de algunos. La verdad es que descolgarse por un acantilado no es una de las formas en las que ella podría haber logrado salir viva de Asine. 

Evitando decir nada, deja que los hombres escondan a los hombres caídos y espera a que entrar.

Demasiado rápido para poder evitar el derramamiento de sangre, pero incluso con lo ocurrido, habíamos tenido suerte. De todo lo que podía haber pasado, una solo baja por parte de los guardias del templo, era un precio bajo a pagar, o eso al menos es lo que esperaba.

- Ya hemos iniciado las hostilidades, como bien ha dicho Spyridon, no tiene sentido que nos separemos ahora mismo. Señalo al guardia fallecido. - Esta claro que nadie quería esto, pero no dudéis en hacerlo en caso de ser necesario.

Veía demasiadas dudas en los ojos de mis compañeros, el no querer matar para no ofender a los dioses, podía ponernos en peligro llegado el caso.

Retiro mi espada del pecho del guardia mientras el dorio que nos acompaña le degüella para terminar su sufrimiento. Iba a rematarlo yo mismo pues no está en mí el permitir el sufrimiento innecesario pero viendo que no es necesario, limpio mi espada antes de guardarla. 

He visto ahora el talento de Atreo de desaparecer y, viendo ese bulto que le entregó a Hypatia y el bulto en la espalda de Spyridon, no me cuesta mucho sospechar que la acusación sobre nosotros puede ser cierta y puede haber sido mi amado hermano quien haya robado los tesoros. Niego con la cabeza pero no digo nada. No es el momento pues primero debemos sobrevivir.

Escucho que el resto habla de haber iniciado las hostilidades e intervengo:

 - "El rey fue a mi prisión a hablar conmigo y ya me había declarado su hostilidad. Hoy empezó la guerra nuevamente entre Asine y Micenas, no hemos comenzado nada que no haya sido declarado antes. Los acontecimientos posteriores que movilizaron a las tropas solo aceleraron el primer paso de Karsten."

Pienso que los durmientes deben ser cargados al interior del templo y ocultados allí. El cadáver, en cambio, debe ocultarse donde no se le encuentre rápidamente. Miro el acantilado y pienso que es la mejor opción.

 - "Talios, ayúdame a lanzar este guardia al mar, por favor. Luego entraremos a los durmientes para que descansen seguros."

No me gusta la idea de haber asesinado a alguien sin un combate formal mas su arma estaba desenvainada y no es momento para autosatisfacer el honor de guerrero sino que es momento de conseguir sobrevivir y salir de aquí. A los dioses no les importará el derramamiento de sangre de un soldado armado para salir de Asine y poder seguir luchando en esta guerra que es del Olimpo y no solo de los mortales bajo él.

El ateniense respondió diciendo:

-No estoy seguro de que hacer eso sea sensato chico, el ruido al caer al agua podría alertar aún más, y no sé si Poseidón y sus sacerdotes verían bien que tratásemos así a sus guardias... -mascullo un tanto amilanado por la futura ira del Dios del Mar- creo que con ocultarlo tras unos matojos será suficiente -concluyó optando por la vía más sencilla.

Mira a todos.

-No tenemos tiempo para discutir dónde ocultar a estas personas. Decididlo antes de que los que nos persiguen se acerquen demasiado a nosotros y entonces si tengamos que encararnos a ellos. Debemos entrar en ese tempo antes de que sea demasiado tarde.

Mira hacia el interior.

-En algún momento, echarán a faltar a este sacerdote y vendrán a buscarlo.

La advertencia de Talios fue secundada por la sacerdotisa a pesar de la prisa que les metía Hypatia y otros.

– Un error hoy puede costarnos muy caro mañana. Los hombres olvidan fácilmente, los dioses se ofenden fácilmente – recalcó Ifianasa asintiendo a los argumentos de Talios. Los más optimo fue entonces llevar a los guardias y al sacerdote con ellos. El guardia fallecido fue dejado en una habitación vaciá, que parecía ser una pequeña bodega, probablemente para el uso de los sacerdotes que habitaban junto al templo. Los otros dos fueron amarrados y llevados con ellos todo el trayendo recorrido, para el cual los soldados dorios fueron de nuevo fundamentales no haciéndoles perder el tiempo y conduciéndoles hasta la habitación del sumo sacerdote del templo de Poseidon en Asine. Durante su trayecto, fue claro que la opción de ser sigilosos no les habría llevado por buen camino, pues aunque tenían a gente sumamente sigilosa como Atreo, también tenían a otros como Talios o Theron que eran demasiado grandes o poco entregados al sigilo. De cualquier forma incluso estos lograron mantenerse al nivel que exigía la situación, en gran medida apoyados por la circunstancia innegable de que los sacerdotes dormían, aunque no profundamente pues los cuernos de guerra ya habrían llamado su atención.

El problema vino con Ischyros, quien cuando Arsenio abrió la puerta de la habitación del sumo sacerdote, por error dejo caer al suelo una vasija que adornaba el pasillo frente a la puerta de aquella habitación. El ruido fue tan estrepitoso que seguramente aquellos sacerdotes que se encontraban despiertos, ya habrían escuchado que algo sucedía en el interior de las habitaciones, y los que estaban dormidos, o bien ya habían despertado o bien lo harían al mínimo nuevo error.

El sumo sacerdote frente a ellos parecía empezar a despertar, la oscuridad gobernaba el lugar, y bajo su cama, según palabras de Ciriaco, se encontraba el pasadizo por el que habrían de encontrar.

– No hay tiempo, amarradlo y llevemoslo con nosotros también – señaló la sacerdotisa temiendo lo peor.

Arrastramos a los guardias y al sacerdote a dentro del templo. Dejamos al muerto en un cuarto vacío que encontramos, aprovecho para quitarle las hombreras que lleva. Y veo un trozo de cuerda que nos irá bien para amarrar a los que hemos capturado y tal vez a algún otro. 

Como iba el último no vi lo que ocurrió hasta que fue muy tarde: Ischyros había tirado una vasija y el ruido que hizo lo escucharon hasta en el Hades, por lo que entramos en tropel en la estancia del sumo sacerdote y cerré la puerta detrás de nosotros:-Tomad esta cuerda y atadle-dije señalando al sumo sacerdote. Volví a la puerta y busqué algo con lo que atrancarla.

Ya habían llegado hasta loa aposentos del sumo sacerdote con un solo muerto. Spyridon se lamentaba por ello, pero daba gracias que no fueran más.

- Cerrad la puerta del aposento y atrancarla con la cama. Dejemos a los sacerdotes y al guardia aquí mismo atados. Con suerte dejarán dormir al sumo sacerdote y no abrirán hasta mañana.

Tras dar sus órdenes, esperando que las cumplieran porque no tenían obligación de ello, contempló el pasadizo que arrancaba de la habitación.

- Estoy seguro que este pasadizo no es desconocido para muchos. Puede ser una trampa mortal si nos encuentran dentro y nos cierran por ambos lados. No podemos perder tiempo, vámonos cuanto antes.

Con la intensión de reencontrarse con sus compañeros, Ebalo avanzó hacia el puerto de la ciudad de Asine, se había calzado ya sus ropas y por ello iba en la medida de sus posibilidades, presentables, aunque si bien llevaba su armadura, de momento iba desarmado y eso le ponía incómodo.

La madrugada aún estaba un poco lejana y por ello Ebalo esperaba encontrar solo a unos cuantos pescadores a punto de partir para llevar a cabo sus labores cotidianas de cada día. Y en un principio así fue, el primer lugar al que llegó fue a la zona de los pescadores, en los rumbos en los que días atrás habían combatido contra Carakginius. No obstante, ahora se encontraba solo y no había ninguna bestia que acechara las costas, lo cual era gracias a ellos según pensaba el mismo Ebalo.

Avanzó entonces hacia el puerto y no tardo en darse cuenta de que algo andaba mal. Quizá fuese por el incidente con la madre de la princesa Haidee, o bien fue por algo que aun no conocía, pero lo que veía implicaba si duda que algo sucedía. A su alrededor había demasiada gente activa en el puerto, más que nada curiosos, como si esperasen a que algo sucediese. A su vez había varias patrullas de soldados de la ciudad recorriendo el puerto, solo desde donde se encontraba, en un extremo del puerto, a la altura del templo de Poseidon que habría de estar a más de cien metros sobre su cabeza, podía ver a una veintena de soldados en patrullas de diez o doce hombres.

Atreo aceptó las disculpas y la reprimenda del General Spyridon, pues después de sopesarlo un poco tenía razón en sus palabras.

Él se había abalanzado siendo invisible sin avisar al resto de sus intenciones, con lo cual, la culpa también era suya. 

Medio inclinado hacia adelante y muy dolorido, se puso en segunda fila para no tener que enfrentarse a ningún enemigo en ése estado. El dolor de la espalda no le dejaría reaccionar a tiempo, por lo que prefería tener a alguien por delante para que a él le diera tiempo a realizar alguna acción. 

Al llegar a la habitación del sumo sacerdote sin incidentes elevó una plegaria y se internó, encontrando al sacerdote dormido pero alguien tiró al suelo un jarrón que en el silencio de la noche sonó casi como un gong, o al menos eso le pareció a Atreo. 

Estuvo a punto de abalanzarse sobre el sumo sacerdote e intentar dormirlo, pero se encontraba falto de fuerzas y la espalda le estaba matando, así que dejó que entre todos, pues eran demasiados para que un señor tan mayor se resistiera, lo ataron y lo amordazaron. 

- Podría dormirlo, o simplemente lo podemos dejar atado y amordazado, vendarle los ojos también e irnos. - susurró apretando los dientes con los ojos semicerrados. - Por los dioses, menos mal que el golpe no iba dirigido a mí, que fuerza tiene en el brazo el General. - pensó, tocándose con una mano la zona dolorida. 

Sabiendo que era primordial moverse con presteza, apartó la cama, cogió una antorcha o cualquier objeto que sirviera para iluminar, lo prendió, y se internó en el pasadizo. - Vamos, démonos prisa. - dijo, alentando a los soldados que iban con ellos a que tomaran la delantera y les guiaran. 

Mi idea de lanzar el cadáver al mar no tuvo un buen recibimiento, tanto por el sonido que iba a producir al caer como por la posible molestia de los dioses. Creo que el ruido podría incluso jugarnos a favor al ser lejano a nuestra posición pero la furia de Poseidón no es algo que queramos atraer más, si cabe después de asesinar a Carakginius y su progenie.

Asentí por tanto a las sugerencias de Talios e Ifianasa y seguí al grupo al interior del templo. Dejamos el cadáver en una bodega y luego llegamos hasta la habitación del sumo sacerdote. Estamos ingresando en ella cuando paso a llevar una vasija sin querer y esta se rompe contra el suelo con violencia. Cierro los ojos y me lamento por mi torpeza.

"¡Maldita sea, Ischyros!"

Pero no hay tiempo para reprocharse, sino para actuar si queremos vivir. Entro rápidamente en la habitación del sumo sacerdote, ayudando a cargar a los durmientes para luego disponerme a atrancar la puerta con lo que encuentre. No me considero especialmente bueno con los nudos y también creo que Atreo debería utilizar su poder para dormirle pues así no intentará desatarse apenas nos hayamos ido. 

Tras la primera sangre derramada, ninguno quería llegar al punto en tener que enfrentarse a mas guardias o sacerdotes, no solo por las acciones de Poseidón en nuestra contra, sino por lo injusto que sería cargar con sus muertes el acto de piedad de la princesa. Incluso intentando hacer una entrada sigilosa, parecía que mis pasos resonaban por todas las estancias del templo, y dudaba mucho de que nuestra marcha durase mas tiempo desapercibida ... casi lo habíamos logrado, cuando un desafortunado incidente con un jarrón atrajo una atención no deseada.

- Aunque confiemos en que no despertarán al sumo sacerdote, los restos del jarrón o la falta de este, harán sospechar a cualquiera que se acerque. Cedo el paso para que el resto de los compañeros entren en la habitación. - Por los dioses, démonos prisa, ya hemos gastado nuestra fortuna. 

Una vez pasa el último de los míos, cierro la puerta y la atranco lo mejor posible, ayudado por la cama. 

El grupo de héroes fue entrando a la habitación sin tener claro que hacer con el sumo sacerdote y sus otros dos prisioneros que aún dormían bajo algún efecto extraño, probablemente producido por Atreo. Theron cerró la puerta una vez el último de ellos hubo entrado a la reducida habitación en la que apenas cabian algo apretados, y la atranco inmediatamente desde dentro. Aquello fue suficiente para que el sumo sacerdote terminará de despertar, y sobresaltado se viera rodeado por un número amplio de personas no tan desconocidas que le miraban fijamente.

– Poseidon – exclamó casi como un susurro ahogado. – ¡Gua…! – Su grito ahogado no llegó a salir más allá de la habitación. Talios se precipicio sobre el frágil sacerdote y le tapo la boca y le sujetó con sus fuertes brazos. Sería difícil que el sacerdote lograra liberarse.

Ciriaco levantó la cama entonces con cuidado sin poder maniobrar demasiado. – Aquí está – aseguró indicando con su brazo extendido el pasadizo que debía llevarles a las profundidades de la acrópolis.

La situación se complica mientras arrastran tanto al sacerdote como al guardia hacia la habitación del Sumo Sacerdote. Parece ir todo bien hasta que su hermano Ischyros rompe uno de los jarrones, cosa que no hace más que comenzar a despertar al Sumo Sacerdote.

La verdad es que no sabe como va a acabar todo eso. Tienen a dos sacerdotes, uno de ellos el sumo sacerdote, y a un guardia. No cree que hacer daño, de alguna forma, al Sumo Sacerdote  sea beneficioso para ellos, pero tampoco pueden dejarlo libre. Enseguida llamaría a los demás y no podrían conseguir salir de allí.

Lo otro que no parece convencerla es el oscuro agujero por el que deben meterse. No parece seguro para nada.

El jonio no dudó ni un instante al abalanzarse sobre el sumo sacerdote, haciéndole una llave brutal y dejando al pobre hombre sin ninguna posibilidad de escapar, se había aplicado al máximo de tal forma que hasta a un guerrero experimentado le costaría salir de su aprisionamiento, al que acompañó con una mano en la boca del religioso, para evitar justo a tiempo que diera la voz de alarma.

Así pues, se quedó esperando a que alguno de sus compañeros atara a aquel hombre para poder proseguir por el pasadizo que habían descubierto.

Spyridon estaba nervioso. La situación era complicada y además Ischyros había roto un jarrón en el peor momento.

El general se dirigió directamente al pasadizo, haciendo caso omiso del sumo sacerdote que suponía sería reducido por sus compañeros. Estaba oscuro y olía a trampa descaradamente.

Pero no había otra salida, era el todo o nada.

- Iré por delante - comentó mientras su espada emitía un luz cegadora pero que disipaba la oscuridad del túnel. Tendría que tener cuidado cuando se acercara al final del mismo para que la luz no delatara su presencia.

Spyridon no espero más y con la ayuda de otros, levantó por completo la cama del sumo sacerdote de Poseidon hasta que quedo en una posición vertical. El pasadizo quedo al descubierto tras abrir una pequeña compuerta de madera que daba acceso a las profundidades. Claramente estaba muy oscuro, por lo que Spyridon no dudo y uso una de sus técnicas de combate y aprovechando el brillo de su espada, logró tener las suficiente luz como para avanzar sin tropezar.

No obstante, pronto se dio cuenta que apenas lograba alumbrar a lo que tenía frente a él y por tanto sus compañeros avanzaban en completa oscuridad de momento, llegando incluso a empujarle en algunas ocasiones al intentar tantear el terreno. Las escaleras descendían en forma de caracol en una sucesión de curvas infinitas que no tardaban en desesperar a cualquiera, y no solo por la intensa oscuridad sino por lo pequeño del pasadizo, el cual solo permitía que avanzarán en una única fila.

– Avanzad con cuidado y manténganse siempre descendiendo, no se desvíen en ninguna dirección o se perderán en los laberintos bajo la acrópolis. Ciriaco y yo iremos detrás de ustedes cubriendo la retaguardia –. Exclamó Arsenio mientras los héroes iban adentrándose uno a uno.

Atreo tenía prisa por salir, por bajar a aquel pasadizo y salir de allí ya, pero el Sumo Sacerdote se lo estaba poniendo difícil, así que ayudó a sus compañeros a atarlo y a amordazarlo. Luego se aseguró que el resto también estuvieran atados y amordazados y finalmente atrancó la puerta para que no pudieran entrar enseguida, que al menos les dieran unos minutos más.*

Mientras tanto, sus compañeros se iban introduciendo en aquel pasadizo, lúgubre y oscuro. El general trató de iluminar el camino, pero parecía que la luz de su espada no era suficiente. Cogiendo un poco de tela de la cama, hizo rápidamente un par de antorchas y buscó el aceite que el Sumo Sacerdote debería de tener su habitación, pues para Atreo, al menos en su cabeza, era lógico que aquel señor dispusiera de una reserva de aceite aromático, pues solían usarlo, según tenía él tendido, para darse en el cuerpo o bendecir a personas u objetos. Quizá prendiera y pudiera ayudar a iluminar el camino.

Tras eso, ayudó a bajar a los prisioneros, de tal forma que no fueran al final del grupo, ayudó a su hermana y a Ischyros, y luego se giró a los dos soldados que les acompañaban. - Vayan ustedes delante, yo cubriré la retaguardia con mi arco, si alguien es tan inconsciente de venir detrás nuestro, mis flechas lo abatirán. - y les invitó a bajar por delante de él.

- No creáis que voy a dejar que vayáis los últimos... - pensó el joven Atreo, receloso de una trampa o emboscada.

 Cogiendo una de las antorchas, bajó tratando de hacer caer la cama encima de la puerta del pasadizo, para que ésta, por su peso, cerrara la puerta y al menos les costara unos segundos más al enemigo encontrarlos.*

Atreo comienza a amarrar a los prisioneros y comienza a trancar la puerta. Intento ayudarlo en aquellas labores, más que nada para no ser un inútil en la situación. No planeo destacar como mi hermano, que es dechado en las artes de la supervivencia y cacería, pero tengo un par de brazos fuertes que no dudaré en poner a disposición del equipo.

Cuando he terminado de colocar todo lo que me parece podría servir como estorbo para el ingreso de alguien, me dispongo a bajar con el resto, intentando no retrasarme.

Veo que quieren llevar a los prisioneros:

 - "Deberíamos dejarlos aquí amarrados. Solo nos retrasaran y tampoco les usaremos como rehenes. Sería deshonroso usar a sacerdotes en eso."

Digo, omitiendo que uno de los durmientes es un guardia pero entendiendo que la vida de un guardia tampoco sería de demasiado valor al momento de negociar. Lo mejor es dejarlos ahí y confiar en los dioses que, cuando los encuentren, nosotros ya estaremos lejos de aquí.

Bajo justo antes de los guardias Dorios, pues si a ellos se les ocurre traicionarnos, será con el filo de mis espadas con el que se encontrarán de frente. En ese momento se arrepentirán.