Partida Rol por web

La batalla continuaba.
El último hachazo de Ella había dejado de rodillas al orco y, cuando se disponía a cercenarle la cabeza para "obsequiársela" al siguiente rival, alguien se le adelantó y lo remató. La muchacha bufó y miró de reojo al soldado guardando aquel rostro en su memoria...
Y sin perder más tiempo, alzó la vista y contempló el escenario en el que se desarrollaba la batalla. Primero, un rugido; luego, un muy ligero temblor bajo sus pies, como si la misma tierra se estremeciera ante la abominación que la mancillaba con su sola existencia. Algo terrible se aproximaba, pero no era el momento de detenerse a otear más allá de la zona de combate.
Muy pronto descubrió a uno de los soldados sangrando profusamente. Entonces giró sobre sí misma y de un salto se puso a su lado, al mismo tiempo que arremetía contra el orco con el que estaba luchando.
—¿Quieres ayuda? —inquirió.
Si acaso aquel hombre prefería "vengar" su sangre por su propia espada, Ella se apartaría sin dudarlo.

— ¡Buen golpe, compañeros! — digo al notar que han derribado a uno de los orcos, y que hay dos más de los pielesverdes a punto de besar la lona —   Ella con su poder feroz, y Eric con su lanza capaz  El hacha de Gemnir siembra terror, que Morwen va a recolectar..

Si, ahora mismo no son los versos más inspiradores, sino más bien un estribillo que voy repitiendo, para mantener la magia de antes.

Pero aprovecho que sigo con el arco en la mano, y disparo contra uno de los orcos más magullados. Seguramente pueda ayudar... Seguramente...
(Y creo que le arranco la cabeza del cuello al orco de un flechazo, con este disparo!)

La semi elfa deja escapar un suspiro al ver cómo la flecha da de lleno al orco ayudando así a que este quede un poco más tocado tras el ataque de Erik. Echa la mano atrás, a su espalda, cogiendo otra flecha y colocándola en posición. Con la saeta a la altura de los ojos y cerrando uno para apuntar mejor, buscó quién podría necesitar algo de ayuda.

El rugido que suena de repente, por encima de todo el sonido de la batalla, hace que se le ponga la carne de gallina y pierda la concentración momentáneamente, pero no cambia de posición ni aparta la vista de la batalla a pesar de que por su mente no paren de aparecer representaciones a cada cual peor, de la criatura que pudiese haber proferido tal grito.

Traga saliva, coge aire, y con un silbido la flecha sale despedida hacia otro de los orcos.

Algo grande y probablemente no muy amistoso estaba acercándose. Cuanto antes pudieran terminar con aquella lucha, antes podrían enfrentarse a la nueva amenaza.

El orco al que estaban atacando parecía a punto de caer, así que Erik se lo dejó a sus compañeros y concentró su atención en el último de los orcos más cercanos. El soldado con el que luchaba lo tenía prácticamente dominado, pero aún parecía resistirse y dispuesto a aguantar durante mucho tiempo antes de ser vencido. Si por fin lo derrotaban, la zona más cercana al puente estaría libre, y los soldados luchando allí podrían ir a socorrer a sus compañeros.

O ese sería el plan, pero el orco logró esquivar su lanza sin dificultad, y la punta resbaló sobre la coraza, desviándose sin hacer ningún daño.

Gemnir, fastidiado por haber lanzado un ataque tan torpe y ver cómo un simple soldado humano logra acertar, vuelve a alzar el martillo para descargarlo sobre el orco que acaba de recibir el golpe. No le queda mucho, pero será mejor rematarlo antes de que dé algún disgusto. Además, cuantos menos enemigos vayan quedando, mejor. Parece que se acerca algo y no promete venir precisamente a desearles una buena tarde...

Todo su instinto le gritaba que en lugar de estar tirando dardos con la cerbatana debería estar socorriendo a los heridos pero sabía de sobra que aquello no podía hacerse mientras aún hubiera peligro, pues si ella acababa herida no podría ayudar a nadie una vez todo terminara.

Tratando de no distraerse por los posibles riesgos que sufrían sus compañeros y viendo como el orco al cual había atacado apenas si se tenía en pie, cambió de objetivo intentando ayudar a los soldados que parecían más heridos para que la carga fuera menor, sobre todo cuando algo peor que lo que ya enfrentaban parecía acercarse a la batalla.

- ¿En serio, Jaskier, en serio me obvias de la canción? - gritó por encima del ruido antes de añadir un nuevo dardo a la cerbatana.

— ¡Vaya, al final parece que si que te gustan las canciones, chiquilla! — aprecio, mientras continuo centrado en el combate — Ya te escribiré unos versos luego!

Y pensando, ya se cual será el título: "Soneto a medio metro"

Los orcos van cayendo uno tras otro gracias al esfuerzo conjunto de los soldados y los recién llegados. El soldado al que ayuda Ella no parece muy disgustado por la ayuda de la mujer oso, pero si sorprendido con su fuerza y su altura. Seguramente, es la primera vez que se encuentra frente a alguien de tal ferocidad. Pero pronto está claro que eso no es algo que a los orcos les guste. Viendo el poder de Ella, dos de ellos deciden atacarla, a pesar de poner en riesgo su propia vida. Al menos, si ellos caen, se llevarán la sangre de esa mujer. Las espadas orcas encuentran la carne de Ella y la hieren. Su sangre comienza a manchar el suelo.

Pero no es la única.

Erik, pensando que el Orco al que se enfrentase antes estaba ya acabado, decide centrarse en el que tiene al lado, pero el rencor del ser de las cavernas oscuras es rencoso. A pesar de casi no poder levantar la espada, consigue coger fuerzas para herir al muchacho. No es algo muy grave, pero el corte deja escapar un poco de sangre.

El suelo sigue temblando de ves en cuando. Algo se acerca.

En esta ocasión he tenido suerte. Otra de mis flechas se ha clavado en el objetivo y está haciendo un buen efecto. Mi colaboración no se compara con la de la mujer-oso ¿Pero es que acaso hay alguna a su altura?

Cada vez estoy más seguro de que eso no es una mujer normal. Debe de ser un heraldo del dios de la guerra, quizá un trozo de la espada del dios mismo de la guerra que cayó a la tierra, y tomó forma de mujer.

Pero continuo mi canto, en tanto que preparo otra flecha, y como he prometido antes, comienzo a improvisar el Soneto a Medio Metro:

"Desde lo mas bajo, un chirridito"
"asusta a quien presta sus oidos"
"con su cerbatana y sus berridos"
"provocaran caos y muchos gritos"

Con decisión, apunto hacia la parte más expuesta de uno de los orcos que estén dañados ¡Es hora de ir limpiando el campo de batalla!

La batalla continuaba. Varios orcos cayeron muertos y el suelo se tiñó con la negra sangre de aquellas bestias, pero también con la sangre de los soldados, de Erik y de Ella.
Otro orco se sumó a la pelea y el contraataque no se demoró, un golpe y luego otro, pero aquello era algo que la muchacha esperaba. 
Primero fue el orco al que había atacado antes. —¿Acaso eso fue un golpe, engendro? —inquirió con sorna. Y luego el otro orco. Ese ataque sí dolió, pero el dolor siempre atizaba su sed de sangre. De sangre orca. Odiaba aquellas criaturas desde el mismo instante de su nacimiento en medio de una encarnizada batalla que le costó la vida a su madre.
Ella volteó la mirada hacia su nuevo rival y sonrió con ferocidad dispuesta a devolver el golpe.
—Y tú...
Fue entonces que el aire se le pobló de presagios, de náuseas y de advertencias. 
Un sino oscuro se cernía sobre Ella.

Había sido arrogancia pensar que el soldado necesitaba su ayuda. Mientras que él no había logrado hacerle ni un rasguño al orco, el soldado había rematado a su enemigo sin dificultad. Y de premio, se había llevado en forma de herida un recordatorio de por qué no hay que descuidarse con los enemigos con los que se está peleando, y el orco con el que había estado luchando en un primer momento había aprovechado que se había separado de la pelea, creyéndolo ya casi vencido, para clavarle su arma. Por suerte, no muy profundamente.

Decidido a rectificar su error, dirigió su lanza hacia su primer enemigo, y esta vez el golpe fue certero, y pareció caer definitivamente bajo su arma.

Buscó su siguiente objetivo, y vió con horror que Ella, a pesar de todo su poderío, estaba sangrando profusamente por las heridas en la lucha contra los orcos. La lucha estaba cada vez más a su favor, pero aún así, si se prolongaba demasiado, algunos de ellos corrían el peligro de ser gravemente heridos. O de morir. Y aún quedaba enfrentarse a lo que fuera que había producido aquellos rugidos antes.

Gemnir capta por el rabillo del ojo cómo esos inmundos seres se concentran en atacar a Ella y consiguen herirla. Preocupado, piensa que dentro de poco Lakara tendrá ocasión de poner a prueba sus dotes de sanación. Pero para eso primero tendrán que salir vivos de ese embrollo, así que se concentra en continuar luchando y quitándose orcos moribundos de encima. Cuantos menos vayan quedando, mucho mejor para su seguridad.

Saca otra flecha y la coloca. Apunta, aunque mueve el arco de un lado a otro durante unos segundos, sin saber a qué orco atacar ahora. Pero la duda no dura mucho tiempo al ver cómo la mujer oso es herida por un par de aquellas odiosas criaturas.
Atacaría a uno de ellos.

Dejó ir la flecha y, siguiéndola con la mirada, se preguntó si no estaría haciendo algo mal. No parecía que sus ataques hiciesen gran daño.

En su recorrido constante de la escena, no pudo evitar torcer el gesto con preocupación al ver al muchacho, pero especialmente a la mujer oso, salir heridos en combate, a pesar de estar este todavía lejos de terminar. Se tensó un poco, conteniendo las ganas de ir a socorrerlos mientras que, en su lugar, trataba de apuntar a los orcos que los rodeaban con tal de ser ayuda para ellos del modo en que pudiera.

- Eres un maldito canallaaaa - le gritó a Jaskier al escuchar los versos que por fin versaban sobre ella, siendo lo más insultantes que el bardo había podido discurrir en aquellos momentos. No quería ni pensar en lo que podría hacer si se le daba tiempo.

Uno a uno, todos los orcos van cayendo gracias a los defensores de la ciudad. El hedor de la sangre orca, impregna el aire, pero eso solo significa victoria. El único orco que queda intenta asestar un último golpe a Ella, pero uno de los soldados se interpone, recibiendo él la herida, mientras que otros intentan acabar con él. Sin éxito. El orco, al ver su posición, usa sus últimas fuerzas para huir de allí. La defensa de la ciudad ha resistido y el puente se mantendrá intacto. La guarnición de la ciudad grita de júbilo por la victoria. Pero no es momento de celebración.

-¡Necesitamos un médico! - grita uno de los soldados.

— ¡Victoria, compañeros! — exclamo, para que podamos oirlo. Mi canto se torna en un par de acordes de victoria — Pues mientras Puente Gris cuente con sus bravos soldados y con los héroes del reino ¡Nunca caerá!

Con ánimos renovados por la satisfacción del deber cumplido me acerco hacia el campo de batalla

— Mejor apartar a los heridos, aun se escucharon los bramidos de una bestia enorme, y algo me dice que la batalla aun no termina, es sólo un respiro rápido

De un vistazo rápido, veo si puedo recuperar algunas flechas para mi carcaj, quizá alguna perdida al ser disparada o quizá de los orcos caidos, pues se que las vamos a necesitar (y pronto)
Respecto a lo del médico está claro: con nosotros tenemos a una y con fama de ser muy buena ¡Aunque me esté peleando con ella a todas horas!

En mi rapiña, recupero el arma de Ella y se la entrego de vuelta

— Viendo como la empuñabas, Ella-la-Osa, me recuerdas a un cantar muy antigo, uno que rezaba 'Era una buena arma, pues estaba en buenas manos'. En combate, Erik, Gemnir y tu sois más letales que una riada, que un desprendimiento ¡O hasta que una hoguera!

Cuando Gemnir ve cómo el último orco emprende la retirada, se permite un resoplido de alivio. Pero inmediatamente aferra su martillo y corre junto a Ella. La joven de las pieles es la que ha llevado la peor parte.

—¿Estás bien? Un combate impresionante, pocas veces he visto esa ferocidad a la hora de luchar. Ahora, tómalo con calma...

Se queda junto a Ella para ayudarla si lo necesita, en lo que llega la ayuda. Pero no baja la guardia, el combate ha terminado pero puede que las sorpresas no se hayan acabado. Aún se le erizan los pelos de la barba al recordar los gruñidos y el temblor del suelo que han vivido hace poco.

Desde donde está, le hace un gesto a Erik, que también parece haber recibido un corte feo.

—¡Chico! ¿Todo bien?