Partida Rol por web

El Condado de la Flor de Piedra

1. La llegada de Ariadna

Cargando editor
04/06/2011, 00:14
Dama Ariadna

 Ariadna respiró con más tranquilidad. Dio un sorbo a su copa mientras escuchaba al Barón y esperó a que terminase de hablar para agradecerle el gesto y los consejos, pues los iba a necesitar.

-Las habitaciones han sido una sorpresa. Muy amplias y cómodas, a pesar de que algo impersonales. Pero eso se solucionará pronto. Y en cuanto a la corte, bueno, todo se andará. Todavía es demasiado pronto, aunque he de admitir que había esperado otra cosa. Aun así, mi intención es hacerla mi hogar durante este año –aseguró con fuerza y decisión en sus palabras-. Quería preguntaros una cosa, Lord Ibrahim. ¿Creéis que sería buena idea honrar al Conde con una canción? Varios sidhes se vieron alarmados por mi idea ante los recientes incidentes con la eshu, Nadia. Me aconsejaron mantenerlo en secreto, pero quizás fueron demasiado catastrofistas. –Ariadna le dirigió una mirada a Lothar, y también a Sir Cedric-. ¿Tan mal se encuentra vuestro señor?

Hubo un atisbo de lástima y compasión en la última pregunta formulada, y sus ojos lo acompañaban.

Cargando editor
04/06/2011, 00:16
Lord Ibrahim

Lord Ibrahim sonrió, paternal.

- Nuestro señor, Dama Ariadna. Ahora es el vuestro también. - En cuanto hubo puntualizado ese hecho, que le resultaba gracioso, su rostro cambió a preocupación, y se encogió de hombros. - No lo sé... Yo definitivamente no creo que vaya a molestarle. Sin embargo, tampoco creo que haga demasiado para devolverle el ánimo. ¿Mi consejo de amigo? Dejadlo correr. Acabáis de llegar, y sé que queréis tener un gesto amable con el Conde, pero será más prudente observar, de momento. Ya habrá tiempo para halagos. No querréis que los demás nobles piensen que lo hacéis para agasajarlo nada más llegar, y eso, señorita, creedme, acarrea enemigos que es mejor evitar.

Lord Ibrahim se mantuvo en silencio un momento, sopesando lo que diría a continuación. Cuando hubo ordenado sus ideas, habló con la voz queda, de confidencia.

- Sin embargo, si queréis hacer algo por el Conde... Hay algo en lo que me podréis ayudar. No es muy difícil para vos. Se trata solamente de escuchar. Tengo mis propias pesquisas sobre el turbio incidente de la muerte de Lady Mariona. - Miró al suelo, triste y avergonzado. - Yo... Antes era el adivino de Lord Lothar. Tuve una visión, gracias al don de mi Casa. Yo... Los ví. Ví la escena de la muerte de Lady Mariona. Ví cómo esos encapuchados la asesinaban sin piedad. Ví cómo su alma se escapaba, como se marchitaba... Volví en mí, sudando en mi habitación. Corrí a contárselo a Lothar, pero... Si tan sólo me hubiese escuchado... Si tan sólo me hubiera creído, yo...

No pudo acabar el relato. La voz del Barón se quebró antes. Se serenó unos segundos, y luego miró de nuevo a Ariadna. Pero ya no eran los ojos amables y gentiles de Ibrahim. Ahora parecían vacíos, carentes de brillo. Como un juguete roto.

- Siempre me he sentido responsable, de alguna forma, y por más que he investigado, nunca he dado con nada. Tampoco sé en quién puedo confiar o no. La Corte es muy advenediza... Sólo sé que vos y yo, Ariadna... He sentido un enlace desde que os ví. Sé que debemos estar juntos por algún motivo. Nuestro Dán está entrelazado.

Miró al suelo y sonrió, tristemente.

- Perdonad... No quiero asustaros. Seguramente os abruma tanta información de golpe... De veras, lo siento, yo...

Cargando editor
04/06/2011, 01:11
Dama Ariadna

 Ariadna escuchó una tercera opinión que le resultó notablemente más grata y menos alarmista. Eso la tranquilizó notablemente, aunque se sonrojó ante la mención de ser demasiado aduladora. No lo pretendía en absoluto, aunque tratar de convencer a ciertas personas de aquello habría sido imposible.

-Tenéis razón, Lord Ibrahim. Para nada era mi objetivo, sólo pretendía animar un poco a los cortesanos cuyos ánimos parecen mellados por Beltaine.

Pero la conversación tomó un giro inesperado de nuevo, pasando de lo cortés a una sinceridad desmedida que carecía de fundamento en la relación que tenía, apenas de conocidos. Algunos rumores habían llegado a sus oídos, pues la noticia de la muerte de Lady Mariona se había extendido por todo el Condado como la pólvora. Claro que la parte del adivino había quedado relegada a un segundo o tercer plano.

La joven escuchó sus palabras sintiendo como una fuerte emoción la sobrecogía. Aquel lugar no era el más adecuado para hablar aquello, así que tomó el brazo de Lord Ibrahim con cuidado y le pidió que la acompañase hasta unas mesas alejadas donde apenas había gente.

-Continuad, por favor –pidió sentándose frente al Barón.

Continuó sumergiéndose en aquella historia, compartiendo la tristeza e impotencia de Ibrahim. Pero cuando comenzó a pronunciar las palabras “enlace” y “Dán” su rostro cambió por completo, y ni todo lo que había aprendido en la escuela de arte dramático habrían conseguido ocultar la ráfaga de miedo que cruzó por sus ojos claros.

-No… No os sintáis culpable, Lord Ibrahim. Pero eso que decís suena atrevido y caprichoso incluso para el Dán. Vos sois el adivino, no yo. Yo no soy nadie para contradecir los hados pero… Vuestras palabras suenan desesperadas y no quiero decir que no tengan razón, pero apenas acabo de llegar y me siento perdida y poco merecedora de toda la confianza que depositáis en mí –suspiró con nerviosismo. No se estaba expresando con claridad y estaba menospreciando la sinceridad de alguien en un lugar en el que escaseaba-. Podéis estar tranquilo que de mis labios no saldrá palabra de lo que habéis dicho, e intentaré ayudaros en vuestras pesquisas como mejor pueda. Pero necesito un poco de tiempo para conocer el suelo que piso y las paredes que me rodean antes de compartir toda esa confianza que me dais. Lamento muchísimo no corresponderos en ese sentido, Lord Ibrahim… De verdad.

Cargando editor
04/06/2011, 01:21
Lord Ibrahim

Cabizbajo, Ibrahim se tomó unos segundos para encajar las palabras de Ariadna, pero luego respiró hondo e irguió la cabeza con su sonrisa de siempre, como si nada hubiera ocurrido, pero sus ojos continuaban reflejando la tristeza.

- Tenéis razón, milady. Parece que los papeles se hubieran invertido y el inexperto fuera yo. No pretendía abrumaros con el relato de un viejo ... Sois tan joven. Supongo que he visto en vos la hija que nunca tuve y me hubiera encantado tener, fae o no. - Rió nervioso. - No debería abrirme así con los desconocidos. ¿Sabéis? Creo en demasía en la bondad inherente del hombre, y no debería... Pero bueno... Nadie es perfecto, ¿no es cierto?

Se puso de pie, nervioso, con la clara intención de irse.

- Yo... Lo siento de nuevo por poneros en un aprieto así, Dama Ariadna.

Cargando editor
04/06/2011, 03:09
Dama Ariadna

 La Gwydion se sintió francamente mal, pero era mejor aquello que la mentira, así que no impidió que el Barón se levantase para irse, pero tampoco que se fuese sin ser consciente de lo agradecida que estaba de sus palabras.

-Nadie es perfecto, Lord Ibrahim. Pero algunos poseen el corazón más puro que otros. Por favor, no es compromiso ninguno, de verdad. Sólo espero que no lo toméis como una ofensa ni cambiéis el trato amable y generoso que habéis dirigido hacia mí. Comprendo vuestro dolor, y quizás las circunstancias no hayan sido las apropiadas –le dirigió una inclinación de cabeza a modo de despedida y se despidió con unas palabras amables, pero no por ello menos sinceras-. Descansad y no dejéis que las preocupaciones abrumen vuestro buen ánimo. La corte parece necesitar de gente como vos. 

Cargando editor
04/06/2011, 13:02
Helène

Poco después, Helène llegó con la copa de vino y se la entregó a su señor. No se atrevió a centrar su mirada en ninguno de los dos, así que se fijó en ellos sólo de reojo, como con miedo.

Cargando editor
04/06/2011, 14:18
Lord Ibrahim

Ibrahim miró a Helène, le sonrió levemente y le devolvió la copa.

- Gracias, pero debo irme. Un placer hablar con vos, Dama. Nos veremos, Helène. Cuidaos. Las dos.

El Barón inclinó la cabeza a modo de despedida y se dirigió a la salida de la Corte con una mezcla de alivio, por haber hablado por fin de Mariona con alguien, pero pena y miedo a la vez. ¿Y si se había excedido...? Sea como fuera, cogió su coche y se marchó a su Feudo, donde no salió de su habitación hasta el día siguiente. Los libros eran su mejor cura.