Partida Rol por web

Marjolaine se acercó a Marion mientras los hombres de Lugaid corrían de vuelta al bosquecillo de cedros. La Liam estaba desesperada.

-Esperad, esperad... Creo que no estáis pensando bien lo que hacéis. Dejad que... dejad que os enseñe lo que queréis de verdad.

Marjolaine le rozó la nuca con una mano fría y le dio un beso en los labios. El contacto puso en acción algo instantáneo, perdido en su corazón. La pasión por Lady Marjolaine. Para estupor de Sir Aster y Earil, la Eiluned no pudo hacer otra cosa que devolverle el apasionado beso, incluso dejando caer su báculo.

-Venid conmigo, olvidadlo todo -susurró la Baronesa, y qué bien sonaba-. Venid conmigo...

-¡Pues dispara! -gritó Axelle sin aminorar el paso y siguió corriendo.

La flecha zumbó cerca del oído de Axelle y se perdió en la distancia.

Se giró para responder fríamente a Marjolaine que ya sabía qué era lo que quería, pero se encontró besando a Marjolaine, deseando perderse en sus besos y sus cosquillas mágicas otra vez. Axelle, aún odiaba a Axelle. Y Lothar, cómo le quería. Los dos le habían hecho mucho daño. Y Marjolaine podía consolarla, como ya había hecho. Podía hacerle perder el sentido, podía llevarla al éxtasis más absoluto, y después le acariciaría el pelo hasta que se sintiera mejor. Sí, no pasaba nada si Axelle se alejaba unos kilómetros...

La dama agachó la cabeza y levantó las manos en un acto reflejo, aunque la flecha ya había pasado junto a su oído. Maldijo en alto y continuó corriendo. Si por ella fuera se paraba ahí mismo, sacaba su espada y le abría en canal, pero la bruja se enfadaría aún más.

-Aster -dijo Marjolaine mientras se alejaba de la mano con Marion-. Ocúpate de que no la sigan.

-¡Lady Marion! -exclamó el Adivino-. ¿Qué estáis? ¡Ah!

Earil tragó saliva y gritó:

-¡Pero se nos hace tarde, mi señora! ¡Axelle se escapa!

El Cantrip que pesaba sobre Marion se detuvo. El deseo se había parado. Luego volvería a arreciar, pero tenía un breve instante para continuar con su venganza.

Sir Aster se volvió y le soltó un puñetazo al Eiluned con el guantelete. El labio se rompió y empezó a brotar sangre por todas partes.

-¡Marjolaine! ¡Sigue!

Sintió los labios de Marjolaine acercándose. Su mano en la nuca. No, eso ya había sucedido. Marjolaine estaba... Marion soltó un grito y se llevó una mano al pecho. Su mano encontró algunas vueltas del collar rojo que llevaba, y se aferró a ellas. El cantrip de Earil la había dejado demasiado confusa como para poner en funcionamiento su propia magia.

-Marjolaine -suplicó con un susurro entrecortado-. No lo hagáis. No me violéis.

Marjolaine respondió con furia. La cogió de la túnica y le dio una bofetada.

-¿¡Y cómo creéis que se siente cuando obligan a una a hacer algo en contra de su voluntad!? -Otra bofetada-. ¿¡Queréis que os obligue a entregar a Lothar a Sarianne!? ¡Me da asco besaros, pero si eso es lo que necesito para salvar a Axelle eso es lo que haré! Si no ordenáis a vuestros hombres que vuelvan me ocuparé de que sean ellos los que os violen, y os juro que no va a ser algo que podáis olvidar en vuestra vida.

La Baronesa había sido vejada, había escuchado cómo Marion decía que obligaría a Aster a matarla, cómo había intentado manipularla para que hiciera lo que ella queria. Entregar a Axelle para que muriera bajo sus manos. Después de la violación, Marjolaine había cambiado, pero la muerte de Sir Bastien la había liberado. Ahora ya no tendría tanta piedad como antaño.

La primera bofetada la hizo reaccionar. La segunda la cortó cuando iba a hablar. Y tenía poco tiempo antes de que el deseo volviera. También la agarró por la pechera y empezó a hablar, aunque pronto se encontró gritando.

-Axelle ya obligó a Lothar a entregarse a otra mujer contra su voluntad. Es igual de mala que Bastien. ¡Y si me tengo que dejar hacer por todos los plebeyos de Neustria para que pague por lo que ha hecho os aseguro que lo haré! ¡Y le diré a todo el mundo que he aprendido de vos! ¡Voy a encontrarla, voy a asegurarme de que sepa que sé lo que ha hecho, y vos no vais a poder hacer otra cosa que mirar!

Axelle corrió hacia la carretera casi sin fuerzas. La bajada por la fachada, la carrera, el uso del Glamour y el esprint final habían hecho que se le diese la vuelta al estómago y los pulmones le ardieran. Sintió unas fuertes ganas de vomitar cuando pisó el asfalto. La carretera estaba vacía, pero no muy lejos había una marquesina de autobús. Y sin embargo, estaba muy, muy cansada. Tanto que no le era posible correr.

Aún así Axelle no paró, continuó andando lentamente y a duras penas hacia su destino. La dama descolgó su petate, deshizo los harapos que rodeaban en mango y la sacó de su funda sin mirar atrás. Si la alcanzaban estaría preparada, y si querían llevársela tendrían que hacerlo por encima de su cadaver.

El primero en localizarla fue el sátiro, que se limitó a dar voces y a apuntarla desde la distancia. Al rato llegaron los demás. Eran siete, demasiados para que pudiese salir de aquel cruce de espadas indemne. Pero los Fiona no tienen miedo a nada.

-Entregaos -dijo Lugaid desenvainando su larga espada-. Entregaos y seremos misericordiosos.

Y los Scathach son demasiado buenos con las armas.

-¡Idos al infierno! Lo que tenéis que hacer es rezar para que yo sea misericordiosa con vosotros.

La dama dejó caer el petate, y antes de que este alcanzara al suelo ya se había lanzado contra el sátiro que tan molestamente la había descubierto en su huida. La espada rasgó el aire no una, si no varias veces, y la sangre del sátiro voló hasta estrellarse en las ropas y el rostro de su atacante. El plebeyo cayó al suelo muerto y Axelle se volvió a continuar con el siguiente villano. Giró la espada en su mano y adoptó una postura de guardia esperando a que el pooka, haciendo alarde de su destreza, intentara atravesar su defensa. Cuando lo hizo fue ella quién le esquivó a él y quién clavó la espada tan profundamente en su cuerpo que salió por el otro costado.

El siguiente a quién pretendía saludar con su frío acero iba a ser el redcap, pero un troll la sorprendió por la retaguardia propinándole un duro golpe en la cadera que arrancó un desgarrador grito de su garganta. La dama, haciendo acopio de todas sus fuerzas se dio la vuelta y golpeó y golpeó al trol una y otra vez en su maza hasta que seccionó el mango del arma. Axelle desgarró el cuello del sorprendido plebeyo de un solo tajo a la vez que varias manos aparecieron a ambos lados de su cuerpo y la retuvieron a ella y a su espada.

-¡NO! ¡SOLTADME! -gritó Axelle agitándose entre las manos de sus captores-. ¡NO TENÉIS HONOR!

Un buen uso de Prestidigitación provocó que Axelle se enredase en unas lianas surgidas de la tierra para tal efecto. El troll la cargó al hombro después de que Lugaid se asegurara de amordazarla. Así la llevaron de vuelta al feudo.

Cuando los plebeyos volvieron con Axelle atada al hombro del troll y varios hombres menos, Marion ya tenía controlada la situación. Grandeza había sometido a Marjolaine y a Aster y Earil se había ocupado de Destejer el Cantrip de Embustes. Por órdenes de la Condesa Consorte, ataron a Axelle a un árbol convenientemente amordazada, mientras los hombres de Lugaid se ocupaban de silenciar a Aster y a Marjolaine, que tuvieron el honor de ser los espectadores. Tan pronto había aparecido Axelle, Marjolaine había empezado a llorar desesperada, pateando a cuantos intentasen evitar que fuese hacia ella. Pero no había lugar para la resistencia: la Eiluned era implacable.

Sir Earil se había marchado de allí abduciendo no querer tener nada que ver con lo que estaba por ocurrir.

Lo primero que hizo Marion fue arrancarle el parche, dejando al descubierto el agujero de nada que había detrás. Una cicatriz le surcaba el pómulo enmarcando la oscuridad más absoluta.

Axelle miró a Marjolaine pero apartó al vista avergonzada de que todos sus esfuerzos hubieran sido en vano, el golpe de la cadera le dolía horrores, pero ni de lejos tanto como ver a su amiga desolada. Tras ser atada, Axelle miró a Lady Marion con el odio y el desprecio más grandes desde su forzoso silencio, y lo siguió haciendo aún después de que le arrancase el parche.

La dama jamás se lo había quitado en presencia de otra persona y esperaba que Marjolaine estuviera lo suficiente lejos como para no apreciar la desgracia de su cara.

Ahí estaba. No se dirigió a ella mientras la ataban, pero no dejó de mirarla fijamente. No parecía embarazada. Hesperia había dicho que llevaba una capa de sombras, una protección de bruma. También había podido ocultar el hechizo de Lothar. Por suerte, Marion sabía cómo funcionaba aquello, y sabía que la presencia de los sidhe era demasiado brillante, demasiado imponente para que las nieblas la disfrazasen sin más. Sólo había que encontrar qué era lo que habían usado. Se acercaron a Axelle los dos, Marion y su ruiseñor. El pájaro daba tumbos y cantaba, eternamente herido de muerte, y Marion temblaba de excitación, de ira.

Se encontró con su parche en la mano. Hizo una mueca al ver lo que había debajo.

-Pensaba que sería aquí donde escondías al niño de la Bruja. Pero no te preocupes. Lo encontraré. -Soltó el trozo de tela y le rasgó la camisa a la Fiona-. ¿Está aquí? ¿Aquí? ¿¡Aquí!?

Siguió destruyendo el vestuario de Axelle, o al menos el poco al que tenía acceso, hasta que se encontró con un colgante en la mano y el disfraz de Axelle se desvaneció. Al principio sorprendida, Marion sonrió, y se apartó para dejar que Marjolaine la viera.

-Aquí lo tenéis, Baronesa. Os dije que os lo mostraría.

Marjolaine la miró con los ojos llenos de lágrimas, incapaz de hacer nada excepto gemir bajo su mordaza.