Partida Rol por web

5 de marzo de 2000 - 11:35

Evonne se encontraba en su casa a medio arreglar cuando el timbre le sorprendió. Le echó un vistazo rápido al reloj de la mesilla para comprobar que iba bien de tiempo. ¿Morgan? Lo dudaba, pero si era él llegaba en muy mal momento. De hecho, cualquiera visita que fuese a durar más de cinco minutos llegaba en mal momento. Sin embargo, le asombró encontrar el semblante pálido y la melena oscura de la Condesa consorte al abrir la puerta. Durante unos segundos titubeó.

-Marion... -Su cabeza rehizo los planes para aquella mañana en menos de dos segundos-. Pasad, por favor.

Marion esperaba en el rellano, con las manos entrelazadas delante del cuerpo y la mirada perdida. Parpadeó al escuchar pasos acercarse a la puerta y trató de hacer algún gesto para saludar a su amiga. Logró ladear la cabeza y girar muy brevemente los labios en un rictus nada parecido a una sonrisa.

-Gracias. Espero no venir en mal momento.

Entró en la casa por el hueco que le dejaba Evonne y se quedó de pie en la entrada, sin tomar más espacio del que la Leanhaun le cediera.

Con un gesto algo rígido la vidente invitó a Marion a recorrer el pequeño pasillo hasta un salón espacioso e iluminado por la luz que se filtraba a través de los ventanales. De una de las habitaciones contiguas salía una voz radiofónica relatando algunas noticias del día a día. Tras ofrecerle asiento y algo de beber, se excusó un momento para cancelar los planes de aquella mañana con una llamada. La Eiluned tuvo tiempo de observar la vivienda; consistía en un pequeño ático con vistas al este, por encima de la mayoría de los tejados. Un lugar luminoso, acogedor y decorado de forma minimalista y práctica. Todo parecía tener su lugar y función.

-Disculpad, no esperaba visitas -se excusó, tomando asiento en un sofá orejero de tapizado blanco, quedando frente a ella y no a su lado, como solían hacer.

Guardó silencio, esperando que expresara sus intenciones al acudir allí.

Marion observó la casa con curiosidad. Era más grande que su piso, y estaba mucho más recogido y más limpio. Probablemente era porque Evonne pasaba más tiempo en su residencia mortal que ella. Se sentó donde la Leanhaun le indicó y esperó con las manos en el regazo. El ruiseñor, que la seguía arrastrándose y volando moribundo, siempre en su último estertor, se acomodó en uno de los brazos del sillón que la Eiluned había ocupado y empezó a cantar. Marion lo derribó de un manotazo y lo mandó debajo del sofá antes de que Evonne regresase de hablar por teléfono, pero sabía que eso no detendría su canto, y que no tardaría en volver a revolotear a su lado.

-No nos vemos desde... Pensé que ya era hora de que habláramos, ahora que mi genio se ha templado y las heridas quieren empezar a cerrarse.

-Sí. Quizá sí-. Sus palabras sonaban vagas en comparación.

La Leanhaun se recostó en el asiento, apoyando el codo sobre el reposabrazos y ladeando la cabeza. El repentino canto del pájaro, el cual había desaparecido de su vista, hizo que frunciera los labios y evitara los ojos de su amiga. Deseó haber dejado la radio y encenderla ahora sería un gesto muy poco cortés.

-Ya os dije que intentaría ayudaros de igual modo -continuó tras una pausa reflexiva, alzando ligeramente la voz para cubrir el ruido-. Es lo que he tratado de hacer estos días.

Más o menos, sí. Estar en el Mundo Gris la mantenía alejada y distraída, probablemente más de lo que debía. Y lo cierto es que aquel descanso parecía haberle sentado francamente bien, tanto es aspecto como en humor. Se la notaba risueña y feliz, incluso ante la situación que se presentaba.

Hizo un gesto un tanto molesto con la mano.

-Dejad eso ahora. No he venido a pediros nada. -Marion hizo una pausa, repentinamente angustiada, y el ruiseñor trinó-. Os maldije, y fuisteis tan víctima como Lothar y como yo misma. Más, porque os habéis visto atrapada en medio de esto. Y yo... No hay mucho que pueda decir. No creo que sepáis como es, Evonne. Un Juramento Roto. Espero que no. Es algo más que un pájaro cantándole a todo el mundo la canción de mi vergüenza. El Invierno me abrió el pecho y sopló dentro, y no podría explicar... No podría haceros entender cómo se sacudió mi alma, cómo sé que no volveré a ser la misma, sin clavaros hierro forjado en el cuerpo.

Hierro forjado, repitió en su mente mientras su rostro se ensombrecía. Quizá no había llegado a romper ningún Juramento, pero la traición de Sir Loic, con todo lo que había conllevado para Anemone, era más que suficiente para saberlo. Su cuerpo se encogió en un acto protector al recordar el hierro hundiéndose en su carne, separándola con todo el dolor y el sufrimiento que ello conllevaba. Su alma también se había desgarrado en mil pedazos, como una rosa de cristal al chocar contra la cruel verdad. Todas aquellas esquirlas valían por la sangre que habían derramado de su cuerpo. Pero nada de ello era comparable al hecho de que los recuerdos hubiesen sido grabados con fuego en su memoria para no abandonarla jamás. ¿No era todo aquello, acaso, peor?

Lord Lothar y ella habían sido obligados, sometidos y subyugados con artes, pero el amor que albergaban en su pecho hacia sus seres amados era puro y sincero. El de aquel sidhe hacia ella no había sido más que una sombra nebulosa, una mentira enmascarada, un puñal de hierro frío por la espalda. Su primer amor convertido en una quimera desgajada…

Pero de todo aquello, ni Marion ni nadie sabía nada.

El rostro de Evonne se ensombreció conforme las palabras se sucedían, logrando que se encogiese sobre sí misma en un gesto protector. Sus ojos, tiznados de recuerdos nebulosos, vacilaron brevemente al sostenerle la mirada.

-No. Supongo que no. Tiene que ser algo muy duro -repuso en tono quedo-. Ya os dije que lo lamentaba.

El trino de aquel pájaro comenzaba a volverse un auténtico infierno.

No pareció escucharla. Se tapó la cara con las manos y suspiró.

-No sé cómo ha pasado esto. No quería... Sólo quería mantenerle a salvo, y mirad lo que ha sucedido. Lo he perdido todo, todo lo que había logrado para protegerle. No he jugado limpio, he tenido que endurecerme, pero... Al final no ha servido para nada. Lothar está en una posición más vulnerable que nunca, y vos... Os he perdido.

¿Hablaba desde el corazón, o tal vez desde la necesidad? En sus oídos resonaban frescas y claras como el agua las palabras de la ninfa, y también las advertencias de su amado respecto a la Eiluned. Conocía su codicia, su ira y también su amabilidad; por ello bien sabía que raramente actuaba sin buscar beneficio. Ahora estaba sola, desamparada con aquel molesto pájaro agonizando en cada gorjeo, foco de todas las críticas, rumores y sospechas. Necesitaba perdón y ella ansiaba dárselo de corazón, pero la tenue y fúnebre sombra de los acontecimientos recientes se cernían sobre sus deseos como un mal presagio.

Marion ya había recuperado el corazón de Lothar y, por qué no, su control. Volvería a hacer todo lo que ella deseara con más diligencia si cabía, pues las palabras que la Adivina había tenido con él de poco iban a valer. Y, por la misma razón que la había hecho llamar allí, al Condado, acudía de nuevo a ella; necesitaba un apoyo dentro de aquel nido de arpías. Ahora más que nunca, cuando todos la juzgaban y apenas tenía un hombro sobre el que sostenerse.

¿A qué debía sostenerse?

Evonne permaneció en silencio sepulcral; la mirada perdida en la moqueta, los labios fruncidos y expresión alicaída. Tardó un momento en recomponerse para volver a mirar a su amiga.

-Me perderéis si dejáis que eso suceda –afirmó, aunque no sonó como si le importara. Cruzó los brazos bajo el pecho adquiriendo cierta severidad, irguiéndose en su sillón orejero-. Quizá estéis enfocando mal todo el asunto de Lord Lothar, Marion.

-No voy a engañarme. Axelle ha vencido. Ha conseguido lo que quería. Me ha hecho pagar por mis ofensas, y también a vos. Incluso ahora os siento lejos, y... Y no es para menos. Ni siquiera sé cómo he llegado a esto.

-Yo creo que sí lo sé, Marion. Y vos también. Os afanáis tanto en proteger a Lothar que os estáis creando en el camino más enemigos de los que ya teníais. Y conforme lucháis contra esos enemigos tratando de defenderle, más odio estáis generando con vuestras acciones desesperadas -Hablaba con dolorosa sinceridad y firmeza-. Tenéis que parar antes de que ocurra algo irremediable.

Soltó un intento de risa amarga.

-¿Algo irremediable como qué? ¿Lo que le he hecho a Axelle, o a Marjolaine? ¿Lo que le pasó a... Lo que le pasó a Lothar? ¿A vos?

-Que alguien muera, Marion. Que muera de verdad para no volver jamás entre nosotros. Los ojos de Axelle se pueden recuperar, y Marjolaine ha demostrado que incluso las peores situaciones se pueden afrontar. Las artes pueden aliviar todo eso pero la muerte, la que viene de la mano del hierro real, no -sentenció con serenidad.

-Ya no estoy segura de que eso sea lo peor... Ya no sé nada, Evonne. Desde que llegué aquí, desde... Ya no estoy segura de nada. Antes estaba convencida de que cualquier precio merecía pagarse, si mantenía a Lothar a salvo e ignorante, pero ahora... No lo sé. No sé si he hecho bien. Tenéis razón, sólo ha sido para peor.

-¿Cualquier precio...? -Evonne emitió un bufido alzando la vista hacia el techo, clamando por algo de cordura y sensatez-. Marion, por favor. Por favor. ¿De verdad creéis que manteniendo a Lothar lejos de todos esos asuntos es lo más apropiado? ¿Cómo habéis llegado a pensar que podéis vos sola con todo esto? Es un hombre capaz, después de todo, con poder. Dejad de arroparle entre vuestras faldas y haced que sepa valerse por sí mismo. Eso le hará más fuerte y ayudará a mantener el Condado a salvo, lejos de las zarpas de Sarianne. El ignorante es doblemente vulnerable. Ya lo habéis visto.

La Leanhaun se había inclinado hacia adelante, todavía sin animarse a abandonar su sitio para estar a su lado. Pero al menos demostraba más vivacidad en sus movimientos y en la forma de hablar. Clara preocupación por el futuro que se avecinaba.

Buscó los ojos de Evonne, pero la Leanhaun estaba mirando al techo.

-No es capaz, Evonne. Puede gobernar, pero no puede enfrentarse a todo esto. Por eso la Reina le dio el Condado, para poder manipularle. Por eso Sarianne mató a su prometida. Lothar sabe más de lo que pensáis, de lo que me esperaba, pero no sabe qué hacer. Y hay cosas que no puedo decirle.

El silencio se abrió paso incómodamente mientras ella mantenía la vista alzada. Después la bajó lentamente para mirar a su amiga.

-¿Lo habéis intentado? De verdad, me refiero, de corazón y con insistencia. ¿Habéis hecho algo más a parte de cumplir sus deseos? -preguntó honestamente.