24 de julio de 1999 - 20:00
Marion visitó Blois después de dejar a Ariadna a buen recaudo en Hoja de Hiedra. El castillo, con tanta gente desaparecida, estaba casi irreconocible. El Conde había salido a visitar a su familia, pero había dejado un mensaje para ella en la que le transmitía su amor y sus deseos de verla más tarde.
Quien sí se encontraba en el castillo era Sir Morgan, que tiraba con arco en el patio. Parecía dispuesto a batir algún record, partiendo una y otra vez sus propias flechas acertando en el blanco. Al estar fuera del bosque su aspecto se había vuelto un poco más civilizado, pero el calor residual del ambiente era una buena excusa para no llevar camisa, o al menos eso debía de pensar.
Marion se acomodó a unos metros de distancia de Sir Morgan, a la sombra. Había sustituido su vestido verde y su corona de hiedra por un atuendo mucho más veraniego y revelador, con la perspectiva encontrarse con Lothar. No dejaba de preguntarse lo que le haría una de esas flechas a su cráneo. Después de un rato consideró apropiado anunciarse.
-Es impresionante -dijo con admiración, en voz bastante alta, esperaba, para sacarle de su trance.
El Eiluned se volvió y miró a Lady Marion de arriba a abajo. Se sonrió, disfrutando de una broma interna, y bajó el arco.
-Al cabo de un rato se hace aburrido -respondió mientras se recolocaba el carcaj. Eludía sus ojos-. Lord Lothar no está. En cierto modo me alegro. Es un buen método para disfrutar de vuestro esplendor aunque no os hayais vestido así para mí precisamente...
Marion no apartó los ojos de Sir Morgan. Tensó los labios al reprimir el impulso de negar inmediatamente las palabras del Eiluned, pero sabía que no tenía sentido. Lady Aldara les había visto salir al bosque, después de todo. Salió de la sombra haciendo visera con la mano para protegerse los ojos del sol.
-Hace calor -se justificó-. Vos también lo habéis notado, al parecer.
-Vuestro troll se está cociendo en su armadura -observó Sir Morgan, señalando con la barbilla a la figura azulada que seguía a Marion a varios metros de distancia-. Haríais bien en decirle que al menos se ponga a la sombra.
Finalmente, el Eiluned la miró a los ojos. Era una cabeza más alta que ella, con lo que la observaba desde una cierta superioridad.
-Tengo una ligera sensación de deja vu, mi señora.
Volvió la cabeza hacia Stenn y le hizo un gesto para que se retirara. Si no tenía bastantes luces para vigilarla desde la sombra no era problema suyo. Y si sufría una lipotimia no iba a estar en condiciones de protegerla de nada. Volvió a mirar a Morgan y levantó una ceja.
-¿Ah? ¿Hay algo que no recuerdo? ¿U os he recordado a otra persona?
-Más bien lo segundo. Sabéis por qué lo digo. Pero por ser quien sois os prevengo: tened cuidado. No os conviene ganaros más enemigos en vuestra posición. Y de lo que os puede hacer daño, ese troll enlatado no os protegerá.
Con lo último Marion estaba de acuerdo. Había accedido a tener a Stenn siguiéndola a todas partes para tranquilizar a Lothar, pero el troll no podía hacerle sentir la mitad de segura que lo que Morgan pudiera decirle.
-Lo último que quisiera es ganarme enemigos -aseguró-. Aunque es difícil ganarme el favor de la gente. A lo mejor por ser quien soy me podéis ayudar, y decirme qué puede hacerme daño. O quien.
-¿Qué sabéis de lo que le ocurrió a Mariona? -preguntó el caballero.
-Apenas nada. Salió de ninguna parte, apartó al Conde del gobierno y la mataron. He oído decir que no tenía muchas luces. Y a vos no os gustaba demasiado.
Se detuvo, insegura. No sabía si revelarle a Sir Morgan las sospechas de Lothar sobre una conspiración de la Corte Oscura. Sólo le llevó un instante decidirse en contra. Por el momento, al menos.
-Ella no era demasiado lista, es cierto. Se merecía lo que le ocurrió, y perdonad mi franqueza, pero creo que ya he pagado por ella. Pero vos no sois tonta. Sabéis que estais en peligro. Pero también os habreis dado cuenta de lo más importante en esta historia. Nunca se han encontrado a los asesinos de Mariona. El único que los busca es Lothar. Nadie se ha preocupado del tema: la dejaron morir y la dejaron quedarse muerta. ¿Eso no os extraña? ¿No os da miedo?
-Sí -admitió, quizá con un esfuerzo extra para parecer desvalida-. Si algo me pasara, si alguien me clava un cuchillo de hierro frío en el pecho, el único que lo lamentará será Lothar. Pero no sé de dónde vendrá el golpe, quien empuñará el cuchillo, ni por qué.
-Si algo os ocurriera, ¿quién quedaría destrozado? -Sir Morgan sonrió con suficiencia una vez más-. ¿Y a quién le conviene que permanezca así?
¿La Corte Oscura? ¿Lady Hiver? ¿Lady Sarianne? ¿La Reina? No tenía una sola respuesta.
-A nuestra Corte, claro -tanteó.
-Es el pensamiento más obvio. Pero no lo sé con seguridad, Lady Marion. Quizá y sólo quizá esto sea una jugada de otra Corte. -El Eiluned bajó la voz-. La Corte Sombría. Sus raíces son profundas en nuestra Corte.
Intranquilo, Sir Morgan miró a un lado y a otro antes de proseguir.
-¿Qué sabéis de Lady Hiver?
La Corte Sombría. Palideció aún más y notó cómo se le tensaban los músculos de la espalda. Se obligó a recuperar la compostura.
-No... no mucho. Sé que intenta lograr que Lothar le jure fidelidad. Creo que Cedric cortejaba a Ariadna siguiendo instrucciones suyas -dijo sin pensar-. Para evitar que aceptase los avances de Lothar, supongo.
-Ya sabéis más que yo. Si tuviese que preocuparme por alguien, sería por Lady Hiver. Está claro que trama algo. Pero no lo habéis oído de mí, mi señora. No quiero empezar de nuevo una guerra con Lord Lothar; estoy bien en mi posición. Quién sabe si, enfadado de nuevo, me cambia por otro Luminoso.
No sabía si creerlo. Si quería creerlo. Y no quería pensar en ello en ese momento. Dio un paso hacia el Eiluned, como si intentase buscar sombra. Se apartó el pelo y se frotó el cuello con la mano. Empezaba a sudar.
-¿Y por qué empezasteis la primera? ¿Qué teníais contra Mariona?
-¿Una mujer que sale literalmente de la bruma y acaba en brazos del Conde? ¿Nadie os ha explicado cómo se conocieron?
Sir Morgan se cruzó de brazos y echó a andar. Animó a Lady Marion a que lo siguiese.
-Era marzo, periodo oscuro. Lord Lothar vivía en Chambord y había recibido la visita de la Reina. A su Majestad le encanta la caza, y a Lord Lothar le encanta su Majestad, así que para contentarla accedió a acompañarla. Yo fui con ellos. Por aquel entonces, el Conde y yo teníamos una buena relación, sin paranoias ni problemas. A diferencia de él, a mí sí me gusta cazar, así que me dejó caer que no le importaría que matase un par de piezas para él de modo que se congraciase con la Reina. Los dos nos alejamos del cuerpo principal de caza. La Reina estaba como loca persiguiendo un venado o lo que quiera que hubiese encontrado, con sus perros, sus pajes, montada en un caballo blanco y espléndido. Lothar y yo nos internamos en el bosque y encontramos una fuente. Se había levantado algo de niebla, pero distinguí el rastro de dos conejos. Los maté con un solo disparo. Y mientras lo hacía, Mariona surgió de la nada y se arrojó a los brazos de Lothar. Parecía agotada. Él, Luminoso y gentil, le dio agua y la ayudó a sentarse. Ella pronunció su nombre. Aquella mirada fue mágica. Parecían hechos el uno para el otro, cualquiera podría haberlo dicho. Y yo, desde ese momento, no estuve a gusto. Supe que algo iba mal, como si ella estuviese... tocada por la niebla de alguna manera. Es sólo una impresión, pero me dio mala espina. Creo que sentí que todo era una fachada, una ilusión. Que no era como se mostraba. Pero Lothar estaba tan feliz... Y cuando desairó a Lord Évrard, a cuya prima había cortejado en los últimos bailes, todo el mundo se dio cuenta de que algo estaba mal... pero miraron para otro lado.
Cuando Sir Morgan empezó a contarle la historia pensó que no iba a soportar otra historia de lo mucho que Lothar y Mariona se querían, pero pronto se le olvidó. Escuchó el relato, sintiéndose más confusa por momentos.
-¿Y ya está? ¿Nadie hizo preguntas, nadie pidió explicaciones? -preguntó, sorprendida de que al parecer, en la Corte Luminosa fueran todos tan ineptos-. Sale una mujer de la niebla, ¿y a todo el mundo le parece bien?
Se detuvo y cruzó los brazos, poco menos que enrabietada. Pero Morgan la había hecho pensar. Ella misma tenía un cierto control sobre las Nieblas. Muy leve, ciertamente, pero le bastaba para suponer que, si podía envolverse en ella para protegerse, también podría utilizarse para otros fines.
-¿Y cuando murió? ¿De verdad no se averiguó nada? ¿Sólo "unos encapuchados"? Lothar tenía adivinos, supongo.
Por lo que sabía, Mariona se mantenía apartada de la Corte; difícilmente podría haberle dado motivos a alguien para desear su muerte. Aparte de la Corte Sombría. Desde luego, daba la impresión de que Mariona había aparecido con el único motivo de morir y destrozarle el corazón a Lothar.