Partida Rol por web

Patricia se asomó por detrás del sofá para echar un vistazo más de cerca. La escena era extraña, artificial. ¿Habrían realmente desplazado el cuerpo? Como mínimo lo habían manipulado para ponerlo en aquella extraña posición.

Los de la forense echaron el luminol por la sala. Cuando terminaron el proceso quedó claro que el asesinato se había cometido allí* ya que había marcas por todo el espacio que rodeaba al cuerpo. Sangre que alguien se había molestado en limpiar con toda diligencia. Quien hubiera hecho eso había sido muy diligente y tenía mucha sangre fría. 

Mónica se aproximó al tipo del sofá. La chica de la unidad de atención psicológica se separó del hombre para dirigirse a la detective:

- Está impresionado pero puedes hablar con él. Parece ser que es el asistente personal y aunque su relación con la víctima es profesional está claro que existe también un vínculo afectivo por la cercanía.

Mientras Mónica se posicionaba junto al individuo vio como los de la científica rociaban todo con luminol a petición de Patricia. Había rastros de sangre limpiada por todos lados alrededor del cadáver. La mirada de Mónica buscó marcas de arrastre en el suelo y también las halló. Alguien había arrastrado los muebles antes de montar aquella fiesta.

El tipo del sofá levantó la mirada.

Muchas veces, un examen superficial podía revelar muchas cosas para ojos que supieran qué mirar y dónde hacerlo. Otras, en cambio, había que meterse en el fango y dedicarse a fondo al asunto. Curiosamente, a pesar de lo truculento de aquel escenario, no parecía haber evidencias claras de que allí hubiera tenido lugar un hecho tan macabro y amoral. Todo parecía tener un aspecto de sospechosa normalidad. Pulcro, ordenado y, a la vez, sutilmente anómalo para ser el escenario de un crimen.

Gustavo echó mano de los guantes de látex que moraban en el bolsillo izquierdo de su abrigo y se los puso con asepsia. Si había que enfangarse, había que hacerlo bien.

- Empezaremos por el baño... - se dijo a sí mismo tratando de ordenar un proceso lógico de búsqueda. Allí, con suerte podría encontrar una papelera, medicamentos, etc. Evidencias de lo que allí había tenido lugar. Material deshechable como envoltorios de bisturís, blisters vacíos de analgésicos o incluso el manido paño impregnado en una solución anestésica. Al fin y al cabo... por un sitio había que comenzar.

Hacía tiempo que Gustavo no veía una bañera con patas funcional. Funcional y grande. Parecía una pieza antigua restaurada y, como tantas otras cosas en la casa, tenía pinta de ser cara. La víctima no parecía tener problemas económicos. Aparte de la bañera no había demasiado donde buscar: un armarito con espejo sobre el lavabo, los propios cajones del lavabo, una cesta de mimbre donde se tiraba la ropa para la colada y una pequeña papelera. 

Echó un vistazo dentro de la cesta y vio algunas prendas íntimas, un par de vestidos y un pantalón. En ese momento Gustavo pensó que en su primer recorrido de la casa no había visto ninguna lavadora. ¿Habría un cuarto común en el edificio? Aunque, la verdad, no parecía de ese tipo de vecindario que bajase a una sala común a llevar sus trapos sucios. 

El armario de espejo descubrió una serie de potingues de maquillaje y algunos botes de pastillas. La mayoría eran de uso común, sin receta, pero había un bote de valium. ¿Podría haberse utilizado para dormir a la víctima? Gustavo lo revisó: estaba a medias. Si era de Adela tendría que haberlo pedido con receta, aunque esta gente de la tele era muy propensa a automedicarse y quizás tuviera contactos.

En los cajones tampoco había nada revelador: toallas, algunos accesorios más de higiene... todo pulcramente ordenado. 

Se detuvo un rato en el medio del baño: aquel sitio era tan normal, tan aséptico que casi parecía un decorado. Desechó aquella idea: la mujer probablemente se pasaba casi todo el día fuera de casa.

- Vale, el señor mayor que estaba abajo. - hizo un gesto con el dedo en la cara imitando la nariz aguileña del hombre que vio en el portal. - Hoy en día ya no sabes cuándo son simples mirones que quieren saber qué ha pasado...

Hizo varios apuntes en su libreta, dejando plasmada con mala letra la información que iba facilitando el vecino e hizo un resumen en voz alta, ya que a veces los testigos solían recordar o puntuar algo cuando lo escuchaban.

No visitas salvo el asistente, fuera de 09:00 a 22:00, no cámaras, - levantó la mano, dando a entender que era algo comprensible y continuó - ruidos sobre las once, como si moviesen una mesa o un armario... ¿alguna cosa más que considere imporante?

- Pues no sabría decirle más. Pero ¿qué ha pasado? ¿Han robado en el piso de Adelaida? 

El hombre estaba a unos metros de la puerta de la vidente pero el detective le cortaba el paso para que no se acercase.

- Baño limpio... - mencionó en voz no demasiado alta, quizá más para sí mismo que para informar a ninguno de sus compañeros. - Demasiado, incluso... - completo.

La cosa pintaba mal nada más entrar en aquel caso pero conforme avanzaban los minutos todo parecía volverse especialmente turbio, truculento y, a la vez, tremendamente hermético. Si bien la pose de Gustavo seguiría optando por algo mucho más mundano, en su interior, la sospecha inconsciente de que aquello ocultaba algo realmente feo era cada vez más patente. Como una piedrecita en el zapato... que no te mata pero te impide continuar sin dolor. Sin que algo cambie.

Los pasos del detective se encaminaron a la cocina. Casi podía imaginarse las alacenas vacías y una nevera, huérfana de alimentos que no fuesen de corte dietéticos, coronada por una botella de vodka a medio consumir. O eso o, para rematar, el corazón desaparecido aparecería en un tupperware en el congelador.

- Si es tan amable de esperar en su domicilio, uno de los agentes - miró alrededor y chasqueó los dedos, tratando de llamar la atención del policía que estaba tomandole la declaración previamente - le tomará su número de teléfono por si tenemos que hacerle más preguntas.

No tenía intención de dejar al vecino echar un ojo a la escena, sabía que rápidamente lo pregonaría a los cuatros vientos.

- ¡Voy a charlar con el portero! - gritó hacia el interior del piso para que sus compañeros supieran dónde encontrarlo.

Patricia continuaba recitando a su teléfono lo que iba descubriendo. Quién hubiera asesinado a aquella mujer, no sólo lo había hecho con precisión. También había tenido todo el tiempo del mundo. Las manchas de luminol revelaban que el asesinato había sido violento y sangriento. Para limpiarlo, debía haber dispuesto de algunas horas, sobre todo porque el asesino parecía trabajar solo.

Se aseguró de que los de la científica hubieran sacado las fotos necesarias y tomado las huellas pertinentes, antes de atravesar el complicado dibujo ritual y acercarse al cuerpo. Tenía que tomarle la temperatura, ver la rigidez, analizar más de cerca el cuerpo como para establecer una hora preliminar de muerte. De esa manera sería más sencillo interrogar a los vecinos, ya que por el trabajo que implicaba aquella escena, se notaba que el hecho tenía un mínimo de 12 hs de antigüedad.

Gustavo reprimió un resoplido al ver casi confirmadas sus sospechas. Todo impecable. Revisó metódicamente cada recoveco buscando alguna pista, alguna información sobre lo sucedido en aquella vivienda. Todo estaba tan ordenado que nuevamente le volvía la sensación de estar viendo el decorado de una película. La dieta de la víctima era natural, con alimentos frescos. Encontró en la despensa un par de botellas de vino caras, sin abrir, y algunas de bebidas más fuertes, igualmente cerradas, como esperando para una fiesta que nunca llegaría.

No tuvo que revisar los cubos porque estaban vacíos. ¿Los había vaciado el asesino? ¿O quizás ya habrían sido vaciados la mañana anterior y la mujer no había tenido tiempo de volver a ensuciarlos? Repasó el polvo. Todo muy limpio. Igual que el baño. Tenía que haber personal de limpieza que mantuviese aquello tan diligentemente cuidado*

Abrió el congelador casi deseando encontrar un maldito corazón ensangrentado. Unos malditos tomates congelados casi parecían saludarle con sorna. Tanta comida sana para que llegase un pirado y te matase de forma sangrienta en tu salón.

La voz de Gutiérrez resonó en el piso mientras gritaba desde el descansillo:

- ¡Voy a charlar con el portero! - gritó hacia el interior del piso para que sus compañeros supieran dónde encontrarlo.

- Pero yo tengo que ir a trabajar... me esperan en el gabinete para una reunión...

Aquel ya no era un problema de Ernesto, que se dirigía al ascensor tras avisar a sus compañeros mientras dejaba al tal Gutiérrez al cargo del policía.

En la planta baja estaba el conserje, que de forma casi automática pasaba una escoba al portal como si no hubiera pasado nada. Hay gente cuya reacción ante las cosas más violentas es intentar conservar el orden a su alrededor. Y aquel viejete parecía de los metódicos.

Cuando Gutiérrez se acercó el hombre dejó de barrer y se aproximó solícito, entendiendo que iba a ser interrogado nuevamente:

- Buenos días detective. Como ya le dije a su compañero estoy a su disposición para intentar ayudar en lo que pueda.

Patricia revisó con cuidado el cuerpo, tomando nota en todo momento de forma verbal a su móvil:

- Le arrancaron el corazón, pero eso no fue la causa de la muerte. Por la disposición de las salpicaduras la víctima ya debía estar muerta o inconsciente cuando realizaron la extracción. No hay marcas de lucha. Alguien se tomó muchas molestias para situar al cadáver en la posición actual y, nuevamente guiándome por las marcas, arrancarle el corazón mientras lo mantenía así*. Presumo que se ha utlizado un forceps** para abrir la caja torácica, pero hay diversos desgarros que indican que quien lo hizo no parece tener conocimientos profundos de medicina, no ha sido una extracción... ¿limpia?- costaba utilizar este adjetivo para lo que estaba viendo. Sin un análisis más profundo es difícil determinar la hora de su muerte pero atendiendo a como dejaron el escenario yo diría que se necesitaron al menos unas tres horas para limpiar todo esto de forma tan metódica*.

La voz de Gutiérrez resonó en el descansillo de la escalera:

- ¡Voy a charlar con el portero!

- Buenos días. - saludó con un gesto de cabeza y sacando de forma rutinaria la libreta y el lápiz. - ¿Qué puede contarme sobre Adela? Gutierrez, su vecino, nos ha indicado que no suele tener visitas más allá de su asistente, ¿es correcto?

- Sí. Es cierto. Al menos eso es lo que me dicen. Yo por las noches no estoy en el edificio pero ya sabe: el vecindario es vecindario de toda la vida y sabemos lo que suele pasar en cada piso. Desde que Adela se separó de su segundo marido, hace unos seis años, no ha tenido demasiadas visitas. Casi todas se reducen, como usted bien dice, a su asistente, el chico ese, Arturo.- y aunque Gutierrez no había añadido nada el viejo parecía ansioso de añadir - Es gay ¿sabe? Quiero decir: entre él y Adela no había nada. Lo vi un día salir de un restaurante con su novio... ¡hasta se besaron delante de mí! A donde vamos a parar...- de pronto agitó la mano, como quitándole importancia a su repentina indignación - Pero es un buen chico, eh, no se crea. Es rarito pero incapaz ni de matar una mosca.

Gutierrez meneó la cabeza, acompañando la indignación del hombre.

- La juventud se ha echado a perder con tanto vicio... - dio la razón al conserje cuando le contó que Arturo era maricón.  - Y más en el mundillo ese. Por cierto, Adela, moviendose en ese mundillo y dedicándose a lo que se dedicaba - su tono era escéptico respecto a la profesión de la víctima - ¿nunca tuvo un encontronazo con algún cliente descontento?

El hombre se encogió de hombros:

- Si lo tuvo aquí no sabemos nada. Mire usted... lo del programa en la tele era mucha tontería pero la verdad es que los verdaderos clientes de Adela - bajó la voz en este punto - son gente muy alto standing ¿sabe? No estoy hablando de cualquiera. Sé de buena tinta que atendió a más de un político eminente y a varios hombres de negocios. Ella  siempre ha sido muy discreta, pero Ramón, el del segundo, trabaja en la Moncloa y ha escuchado el nombre de Adela más de una vez.

Luego retomó su tono habitual:

- A los pringados de a pie ni la buena fortuna nos leyó nunca en la mano. Era una mujer altiva. Pero está claro que no era tan buena ¿no? Porque de serlo habría visto lo que se le venía encima.- sentenció con cierto tono de despecho en la voz.

- Buenos días, ¿señor... ? Soy Mónica Bastida - Mónica tendió su mano con una ligera sonrisa comprensiva - Sé que todo esto está siendo un duro trago para usted y que ya ha hablado con mis compañeros, pero necesitaría de su ayuda para esclarecer esta barbaridad. ¿Podría contarme lo que ha sucedido desde que llegó?

- Cocina limpia también... - repitió como un eco de su anterior aviso. A estas alturas Gustavo era consciente de que cada uno de sus compañeros estaban cubriendo uno u otro aspecto del asunto y, por lo tanto, probablemente no le escuchaban o atendían pero quizá por costumbre, deformación profesional o, incluso más, por propia exasperación, publicar lo encontrado -o, en este caso, lo no encontrado- le daba cierta sensación de alivio. El viejo refrán; mal de muchos...

Sus pasos le llevaron ahora al dormitorio principal. Ropero, mesita de noche y cama. Era curioso ver como en muchas ocasiones las personas guardábamos aquello que más nos exponía en aquellos tres lugares. Era típico encontrar juguetes sexuales, disfraces de índole picante e incluso material pornográfico a veces hasta comprometido en aquellos mismos lugares. Él mismo, Gustavo, guardaba condones y unas graciosas esposas forradas de peluche en el cajón de los calzoncillos. Claro que aquello sonaba triste comparado con las mesitas de noche que había comprobado en escenarios de crímenes. Sobre todo cuando estos objetos llevaban tiempo sin usarse.

Gutierrez sonrió ante el último comentario del conserje y lo apoyó con un ligero asentimiento de cabeza.

- Pero sus clientes de alto standing, supongo que no los atendería aquí, ¿me equivoco? - preguntó para añadir. - Una última pregunta, ¿el divorcio de Adela fue de los malos?

Nunca se sabía pero seguro que un ex-marido despechado veía algo de poético en un corazón arrancado...