Partida Rol por web

- ¡Monteros! - gritó Gutierrez, viendo como la que había sido su compañera en la investigación intentaba escapar sin éxito de aquella maldita cosa.

Comenzó a acercarse a toda velocidad mientras mentalmente contaba cuántas veces había disparado. Tres, tienen que ser tres, se dijo.

Levantó su arma y volvió a accionar el gatillo pero los nervios y el buscar un ángulo que no pusiera en peligro a la policía hicieron que el tiro no diese en el blanco.

- ¡Joder, Guillermo! - gritó a su compañero en el suelo, esperando que se diera cuenta de lo complicado de la situación.

El dolor era la expresión suprema de realidad. El cuerpo de Cortés había soportado una embestida terrible por parte de aquel ser y ahora se debatía entre la vida y la muerte. Aquella deformidad estaba encima... le mordía, le apresaba. El agente casi estaba postrado a su hambre sin posibilidad de escapar. Quizá correr habría sido mejor opción...

Quizá creer que Durás era un loco psicópata habría sido mejor opción...

Quizá pensar que Robledo era un poli que le tocó las narices a quien no debía habría sido mejor opción...

Quizá pensar que Isolino desbarraba buscando un traslado de aquel infierno en Galicia habría sido mejor opción...

Pero no.

Habían elegido el camino difícil. Habían elegido saber. Habían elegido la realidad. Si ahora estaba allí era porque, una vez más, la curiosidad debía de matar al gato. Y ahora ya no había opción de elegir. Ya no había dos caminos. Solo uno. Intentar sobrevivir.

Cortés disparó sin mucha fe.

Con el brazo tomado por aquella criatura Aldara tomó el arma a la desesperada y la disparo directamente atravesándole de cabeza a cuerpo para intentar hacerlo ir al infierno de donde hubiese brotado entre gemidos de dolor y gritos entrecortados de terror, esperando que aquella bala hubiera resultado fatídica para la criatura.

—EEEEEAAAAAAHHHHH— con dificultad se levantó del suelo el viejo sabueso. Con mas garra que gracia. Trastabillando y sin aliento. Dando pasos desacompasados pero seguros, siguiendo a su presa. 

—¡MAL... DITO... BICHO... DEL... DEMONIOOOOO!— soltó un tiro al primer perro asqueroso que vio a su lado. 

Gustavo, a la desesperada, insertó la pistola en la boca del monstruo apretando el gatillo. La bala destrozó la masa encefálica de la criatura bañándolo en sangre y vísceras. No podía creérselo pero seguía vivo. A duras penas logró ponerse de rodillas para contemplar la dantesca escena que sucedía a su alrededor.

Ángel había bajado de los tejados para acercarse al puto donde Monteros se debatía a punto de morir con el monstruo encima. Aldara había lanzado una patada a su atacante para, separándose un par de metros, abrir fuego para herirlo gravemente. En ese momento Guillermo lo abatió con un disparo cargado de rabia. La criatura pegó un salto en al aire antes de caer muerta sobre su costado.

Sólo quedaba una de las criaturas en pie, la que se abalanzaba sobre la malherida Patricia. La policía alzó el arma y abrió fuego, logrando herir al monstruo¹, pero éste continuó su carrera dejando un reguero de sangre a su paso. En el último momento flexionó sus poderosas patas para caer sobre la detective derribándola de nuevo contra el suelo. El golpe hizo que la mujer quedara inconsciente. La criatura quizás pensase en un primer momento en devorarla pero la amenaza de Ángel, que estaba casi a su lado, hizo que volviese hacia el veterano detective³.

—Monteros... monteros...— comentaba apremiado el viejo policía mientras se apresuraba hacia su compañera.

—¡GUTIERREZ!— gritó al ver que la criatura centrarse en su colega —¡CUIDADO!

La bestia iba por Gutierrez tambaleándose. El disparo de Montalbano hizo que se detuviera momentáneamente. Pero luego, torpemente, continuó su inexorable avance. Sabiéndose herida de muerte estaba claro que quería morir matando...

Aldara trató de disparar hacia esa criatura, apoyando el peso en la cadera y estirando los brazos como era necesario, pero el disparo se perdió en la nada absoluta pues desde el suelo era complicado disparar.

- ¡Suputamadre! - gritó Gutierrez cuando vio que aquel bicho se lanzaba a por él y disparo instintivamente, sin ni siquiera apuntar.

La suerte y el tamaño de la criatura hicieron que la bala entrara con fuerza y atravesara sin problema aquella mezcla de metal y carne.

- ¡Cubridme, por vuestros muertos! - ordenó a sus compañeros mientras se acercaba a Monteros mientras recargaba el arma. - Yo cargo con ella, abrid el puto camino y salgamos cagando ostias.

Aprovechó para patear el cuerpo de una de las criaturas de camino.

El último disparo de Gutierrez derribó a la monstruosidad antes de que pudiera llegar hasta él. El viejo policía todavía mantenía la pistola alzada cuando aquel bicho se desplomó en el suelo en un charco de sangre. Tuvo que ser su amigo Montalbano quien se aproximase a él para bajarle el arma mientras asentía con su cabeza como diciéndole 'ya pasó todo'.

¿Y había pasado? Ahora el grupo estaba en medio de aquellas calles polvorientas, solos, con todo el mundo encerrado como si se tratase de un remake de un viejo western. En algún sitio resonaba una campana.

Patricia estaba tirada en el suelo incosnciente, claramente malherida. Gustavo se movía con dificultad pero se mantenía en pie. Aldara había recibido algunos zarpazos pero estaba más entera que sus compañeros.

Gutierrez ya se veía corriendo, faltándole el aliento, mientras llevaba a Monteros en brazos cuando notó una mano en su brazo y se dio cuenta que estaba jadeando frente a aquella criatura muerta.

Parpadeó lentamente, mirando primero a Montalbano y luego dándose cuenta que aún no había sucedido aquello. ¿Era producto de la adrenalina o una consecuencia de aquella extraña realidad que les rodeaba?*

- Cargame el revolver, por favor. - dijo lentamente, tendiendo el arma al viejo policía, mientras se arrodillaba ante su compañera y la tomaba en brazos delicadamente.

Comenzó a andar lo más rápido que el peso le dejaba en la dirección en la que había escuchado la fuente, tras indicar al resto el sonido que había escuchado desde las tejabanas.

Montalbano buscó en su chaqueta por uno de los tambores cargados, lo vació y metio una por una las balas en el revovler de Gutierrez. Alargó la mano y se lo tendió.

—De aquí o nos vamos o nos morimos.

Dio media vuelta y se acercó a Seoane para tenderle una mano y ayudarla a ponerse en pie. Miró a Cortés como dándolo por perdido pero igualmente le dijo.

—¿Nos vamos?

Y con eso emprendió la marcha tras Gutierrez que ya había empezado a caminar con Monteros en su brazo.

Gustavo presentaba una mueca de extremo dolor. Se sentía morir por dentro. Desgarrado, arañado y golpeado hasta el extremo. Como haber sido atacado por una jauría de perros salvajes. La cabeza le daba vueltas y sentía que se mareaba. Pero aún así se puso en pie. Al hacerlo notó aún más intenso el dolor. Le cortaba la respiración y le hacía trastabillar. A lo lejos vio como sus compañeros, los veteranos, contra todo pronóstico, aún estaban en pie y, aunque algo tocados, parecían los más enteros. 

- La vieja guardia... - susurró para si en una mezcla de orgullo y ácida ironía al verse a sí mismo hecho un trapo.

Ellos estaban recogiendo el cuerpo aparentemente sin vida de Patricia. Como un rayo pasó por la mente de Cortés la idea de tratar de convencerles de dejarla allí. Si estaba muerta, y así lo parecía, no ganaban nada portándola. Solo les entorpecería la huída. Pero decidió callar. No estaba en posición de discutir y, por otro lado, le parecía que aquel lugar era el peor de todos para morir.

- Sigamos el agua. El rumor del agua nos llevará hasta la fuente. Aprisa.

Un gargajo de densa sangre rubricó sus palabras que parecieron más un ruego. Miró la pistola que aún pendía del extremo de su brazo con extrañeza. Pensó en recargar tal y como lo hacía Montalbano pero apenas había pegado tres tiros y le dolía demasiado el pecho como para centrarse en una tarea tan sencilla. Solo pensaba en correr. 

Siguieron el ruido del agua. Ascendieron entre las chabolas hasta llegar a las murallas de la gran ciudad. Los canales de agua que vieron por los laterales de la calle salían de una gran fuente que estaba, precisamente, labrada en el propio muro de la urbe. Un muro que ascendía hasta una altura imposible. La fuente tenía un extraño aspecto, como si fuera la cara de un demonio pero tallada de tal manera que en todo momento parecía que su mirada seguía a los recién llegados. Junto a la fuente vieron a alguien que ya conocían.

Judas les sonrió mientras jugueteaba con el agua de la fuente.

—Al otro lado de estos muros está Metrópolis. La Ciudad Eterna. Roma, Londres, Madrid, Paris, Nueva York... no son más que pálidos reflejos de lo que es Metrópolis. Lo que dejáis atrás son los páramos de los deshereados: las fabelas de Río de Janeiro, aldeas de Somalia, los poblados de chabolas de Madrid no son más que reverberaciones de este sitio. Existen otros lugares y todos ellos se imitan en la Mentira. Aquí la humanidad se ve libre de las ataduras y puede competir para recuperar el poder de los dioses pero ¿creéis que vale la pena? En el poco tiempo que habéis permanecido en este lugar habéis estado a punto de morir dos veces... y vosotros sois gente entrenada para situaciones límite.

Se separó de la fuente para aproximarse a los recién llegados.

—Claro que la muerte es sólo el principio.

Se giró para señalar la fuente:

—Durás quiere rasgar el velo, dejar que Metrópolis y la Realidad entren en vuestro mundo, en el Elíseo, romper los velos y abrir los ojos de los Durmientes a la Verdad. Pero ¿vale la pena? ¿Habéis visto a alguien consumido por la heroína? Sí, claro, como no... Sabéis bien como es su mundo: es un mundo donde no quieren ver el dolor, donde pueden apartar la mirada. No es un mundo real, pero en realidad lo que esa gente busca es un refugio de la Realidad. Lo mismo que la humanidad en estos momentos. Tenemos una historia confortable y aunque seamos esclavos ni siquiera llegamos a percibirlo. A veces es mejor vivir en la cueva a ser cegado por el sol.

Se aproximó a la fuente jugando con sus aguas.

—Mirad... ahí está Durás.

Los otros se aproximaron. Efectivamente el reflejo del agua en la fuente era como ver una pantalla de televisión cuya cámara enfocase la celda de Durás. Vieron como la puerta se abría y alguien aparecía en el umbral. En algún sitio, tras la puerta, alguien forcejeaba. Guillermo lanzó una maldición al darse cuenta de que era Luis, el colega al que había pedido el favor de que velase por Durás. Lo estaban reduciendo con total impunidad dos individuos vestidos con traje gris. Entonces se vio con claridad al tipo que se perfilo en el umbral de la celda. Su rostro de boxeador era bien conocido por los presentes. Durás estaba en su catre, apoyado en la pared, con los brazos cruzados como si estuviera esperando esa visita. Cuando el del umbral le dijo algo e hizo una seña para que se levantase se limitó a incorporarse y seguirlo, sin oponer resistencia. En el pasillo el cuerpo de Luis se deslizaba contra la pared, dejando una mancha de sangre en ella. ¿Estaba pasando aquello en plena comisaría de Madrid sin que nadie hiciese nada?

—Los Carceleros han llegado y van a encargarse de él. ¿Queréis un consejo? Dejad que todo fluya. Muchos se han opuesto antes pero pensad en lo que sucedería: os enfrentaríais a poderes más allá de vuestra imaginación. Si lo hicierais de forma frontal os aplastarían como cucarachas. Lo contrario sería una vida como la de Durás: como un demente, maquinando siempre contra algo mucho mayor que él. ¿Y para qué? ¿Qué creéis que pasaría cuando al Realidad irrumpiese en vuestro mundo? ¿Os lo agradecerían u os maldecirían?

Toco el agua y la imagen se disipó. Luego se separó de la fuente.

—Escoged vuestro destino. Sólo tenéis que beber. Podéis volver e intentar liberar a Durás. O quizás dar por perdido a Durás y utilizar su sacrificio para prepararos y sucederle en su misión. También podéis ir a por los Carceleros y ofreceros a mantener las rejas en su sitio. Quizás la humanidad esté más a salvo protegida en su cautiverio. Y, por supuesto, podéis regresar e intentar olvidar todo esto... Seguir con vuestras vidas como si esto no hubiera sido más que una pesadilla tras un caso difícil.

Miró a cada uno de los presentes.

—Tenéis la oportunidad de elegir. Ese es un bien muy escaso... Sentíos afortunados.

Guillermo guardó el revolver y saco su cartera. Revolvió entre ella buscando un envoltorio de servilletas del que extrajo un cigarrillo. Era un pitillo winston largo. De su tobillo derecho extrajo un zippo dorado y con el familiar sonido de metal contra metal y el chasquido se encendió el cigarro. Le pego una buena calada disfrutando el sabor que llevaba años sin probar. 

Cuando judas preguntó Guillermo lo tenía claro —Yo quiero ver a los carceleros— dijo entre caladas sin mayor ceremonia. 

Gutierrez apoyó suavemente a Moteros en el suelo, junto a la fuente, cuando vio a Judas esperándoles allí para mostrarle aquello ante lo que siempre habían estado ciegos pero ahora se revelaba ante ellos en el agua.

- Monteros necesita un médico... - comenzó a decir cuando Montalbano expresó su intención mientras se fumaba aquel pitillo que siempre había rechazado a Gutierrez.

El último cigarrillo del condenado fue lo que pensó Gutierrez con una sonrisa amarga en su rostro.

Torció el rostro, mientras sacaba uno de sus cigarros y se unía a su compañero, pasando la vista de Montalbano a sus compañeros y luego a Judas.

- ¿Alguien puede llevarla a un hospital? - tenía claro que no quería dejar que Guilermo se fuera solo pero tampoco iba a dejar a la pobre Patricia a su suerte.

Caminé con mis compañeros, ver a Patricia así debería haberme hecho derrumbar pero la sensación de frío e indolencia que tenía apenas me hizo sí, admirarla inmóvil en el suelo quizás ya hasta me he aislado de ver como Gutiérrez la llevaba.

- Un caso difícil pero sin resolución, ¿acaso no sería suficiente recordatorio de por si?, no es que esto esté fuera de nuestra imaginación, es que va más allá de nuestro entendimiento...lo que hace que sea inolvidable...

Gustavo casi llegó trastabillando a dónde Judas se ubicaba. Apenas podía caminar y le dolía hasta el alma. Toda la fuerza que acumulaba en su maltrecho cuerpo estaba condensada en su mano derecha que asía la reglamentaria con tanta furia que sus nudillos se habían quedado pálidos. Se desplomó en el suelo pesadamente. Necesitaba sentarse perentoriamente y, dadas las circunstancias, el suelo parecía tan buen lugar como cualquier otro.

Desde allí escuchó la explicación de Judas. Tranquilamente. Respiraba trabajosamente y trataba de armarse el puzzle. La vieja guardia se iba a armar una absurda bronca que no iba a concluir en nada más que en unos tiros a quien menos culpa tenía. Patricia probablemente moriría en los próximos minutos si no era atendida de inmediato. Aldara se debatía entre una cosa y otra presa de la confusión. Y él...

- Adelante. Parece ser que no hay otra dirección. Vayamos a ver a los Carceleros y que sea lo que dios quiera...

Sus propias palabras le hicieron pensar... como darse cuenta de algo. Miró a Judas de hito en hito y le preguntó con sorna:

- Entonces Dios no existe... ¿verdad?

Y volvió a reír con furia.