Partida Rol por web

—Así de simple. Nosotros corremos un tupido velo alrededor de esto— dijo señalando alrededor —si nos dices donde podemos encontrar a esos hijos de la gran puta. 

—A esos y a cualquier aliado de Durás en estos crímenes.

El tipo negó con la cabeza.

—No habéis entendido nada. Durás no tuvo nada que ver con lo que le sucedió al joven policía.

Judas lo miraba con un gesto de franca decepción en la cara.

—¿Por qué iba a querer Durás hacerle algún mal a ese chico? Os daré una pregunta distinta: ¿qué vio el muchacho que no debería? ¿quién querría realmente acabar con él?

—No necesitas hacerte el listo. Es una opción que hemos contemplado, pero como entenderás tenemos que mantener la línea de investigación oficial. Por el momento eso sitúa a los asaltantes de Spinola como posibles colaboradores de Durás. 

—Pero a nosotros se nos puede convencer fácilmente con pruebas. 

Gutierrez se quedó un momento dudando, sin tener claro de qué joven hablaba Judas hasta que se dio cuenta que estaba tan obsesionado con la muerte de Robledo que había dejado el incidente de Espinola a un lado.

- Pero si bajaste con él, ¿no? - preguntó a Montalbano, acordándose que les había visto bajar a ambos a aquel sotano aunque había sido el único aparte de ellos en estar allí.

De ellos y de Robledo...

- ¿Esos dos no trabajan para Durás? ¿Con quién están? - no sabía cuánto sacarían de Judas pero era como un perro con un hueso y no pensaba soltarlo.

Judas se encogió de hombros.

—No tengo pruebas. Soy un observador neutral del desafío de un nuevo Prometeo. E igual que el anterior parece que éste será castigado por los mal llamado dioses. Su presencia aquí, sus reticencias, no hacen más que confirmarlo.

El tipo sonrió ampliamente.

—Durás debía estar muy desesperado para intentarlo con ustedes.

Luego miró a Gutierrez:

—Si no estaba con Durás sólo podían estar con los Carceleros. A vosotros no os podían sacar del foco en ese momento y, después de todo, os tenían controlados trabajando para ellos. Pero supongo que consideraron importante cortar cualquier otro tipo de filtración.

- Ya basta...

Cortés había escuchado y escuchado... y escuchado hasta realmente sentirse aturdido. Quería saber. Tan sencillo y tan complicado como eso. Gustavo quería saber la verdad detrás de todo aquello. Aunque esta no tuviera sentido. O no lo tuviera para él. Si era como decía Isolino y no estaba preparado probablemente no la entendería. Le parecería una mentira o una patraña pero al menos tendría la información. Sin embargo el tal Judas no era diferente a cuántos se había encontrado en aquel tortuoso y oscuro camino hacia el conocimiento. Un charlatán que jugaba a las adivinanzas con circunloquios y medias verdades. Pero el agente estaba cansado. No gritó. Pero su voz sonó tan honda que parecía no haber salido de su cuerpo.

- Estoy harto de pseudónimos... de metáforas... de esta actitud de "pobres ratones ciegos que juegan a averiguar cómo salir del laberinto". Habla claro, Judas. ¿Quién es Durás y qué pretende? ¿Quiénes son los Carceleros? ¿Qué es ese velo y qué hay detrás?

Una mirada furtiva taladró a sus compañeros.

- Esas son las preguntas que hay que hacer y las respuestas que quiero escuchar. ¿Hasta dónde llega todo esto...? ¿Cuál es la relación con los sucesos de Galicia de hace décadas? ¿Adelaida... Robledo...? Solo eran cascarones pero, ¿qué contenían? Y no me venga con "no me creerían o no están preparados". Eso es decisión mía y he decidido saber.

Extrañamente Patricia se había quedado muda. Delante de sí tenía al ¿cerebro? de aquel juego macabro en el que habían quedado enredados y no sabía por donde empezar a preguntar. O más bien, cómo preguntar para obtener respuestas que su cerebro pudiera procesar.

Por suerte sus compañeros se estaban encargando del asunto así que la morena se dispuso a escuchar con atención, esperando el momento oportuno para intervenir.

Guillermo contuvo el aliento, una parte de si mismo se había hecho todas esas preguntas, pero estaba dispuesto a dejarlas pasar si le podía echar mano a los cabrones que jodieron a Spinola. Los segundos eran eterno y la boca le sabía a nicotina. 

La expresión de Gutierrez era un enorme cartel de neón con un "LO SABIA" parpadeando en colores fosforescentes cuando Cortés volvió a las preguntas sobre todas esas ideas locas de carceleros y realidad alternativas.

No obstante, su obsesión podía llevarles a detener a esos enfermos, por lo que mantuvo la boca cerrada a la espera de la reacción de Judás ante alguien más afín a él.

Aldara se quedó en silencio, con un gesto facial algo sombrío su compañero no estaba bien, y sabía que la calma no le acompañaría siempre, el mayor disgusto que en la vida podía tener es que en algún momento tuviera que desenfundar y apuntarle con fatídico resultado.

—Hubo un tiempo, que se pierde en la niebla de la memoria, en la que los hombres éramos nuestros propios dioses. La magia era real y teníamos acceso a otros mundos, a otras dimensiones. Éramos iguales y plenos. Pero nos aburríamos. Lo teníamos todo, todo lo que se puede aspirar a tener: perfección, poder, no necesitábamos de cosas mundanas. Es difícil imaginar un mundo tan perfecto... y vacío. No conocíamos la muerte pero la inventamos. Por ver algo distinto, por tener algo fuera de nuestro conocimiento.

La voz de Judas era hipnótica, impedía hablar, captaba toda la atención de los oyentes y de alguna manera transmitía una verdad indiscutible pese a que pareciera que estuviese contando una leyenda antigua o un cuento en la hoguera. O quizás por eso. Porque en el fondo la gente, cuando está alrededor de una hoguera, recuerda miedos ancestrales que hacen comprender cosas que en otros momentos no somos capaces de entender.

—Inventamos la muerte y nos dejamos abrazar por ella. Como un juego. Regresábamos después, nunca hemos dejado de hacerlo. Pero en cada abrazo perdíamos una parte de nuestro conocimiento. Hay quien dice que todo fue planificado por el Demiurgo. El que nunca abrazó la muerte ni el olvido. El que aprovechó nuestra imperfección para levantar la Mentira. En algún momento, tras despertar, nos encontramos en este mundo. Y se tejió toda una historia que explicase su funcionamiento, una historia que se remontaba a una existencia donde nunca tuvimos poderes. Las criaturas que antes nos servían se convirtieron en nuestros carceleros. Los seres que nos temían nos acecharon en las sombras para cobrarse su mezquina venganza. Y cada vez que nos capturaban nos mataban... pero somos inmortales. Así que nuestra alma iba a lugares donde se nos castigaba por una eternidad antes de devolvernos a la Mentira con otra vida, otro nombre, otra existencia. Olvidando todo lo que sabíamos. Eramos los Eternos Durmientes.

Miró alrededor.

—Pero siempre había recuerdos que no podían borrarse. Retazos de otras vidas. Sentimientos de que no todo estaba explicado en la Mentira. Por mucho que intentasen ocultarnos la Magia era imposible cortar todos los lazos que nos unían con nuestro poder primigenio. Y así, un día, alguien despertó. Y ese primer Despertado fue sembrando la llama del desconcierto. Se cuestionaron las historias que explicaban la existencia de los monstruos, de los diablos, de nuestros guardianes en la sombra. El Demiurgo no hizo nada por mantener la mentira. Hay quien dice que se aburrió y decidió abrazar la muerte también, otros dicen que nunca existió. Pero las criaturas que nos mantienen encarcelados no quieren que retomemos el poder. Ya no sirven a nadie salvo a si mismos. Los Carceleros. Están entre nosotros, encargándose siempre de que la Mentira sea sólida y nadie la cuestione. Pero si usasen su magia para enmascarar su vida la Mentira se resquebrajaría. Por eso, cuando están entre nosotros, deben intentar seguir las reglas de su propia prisión. Construir vidas falsas, intercambiar personalidades con otros para ocultar su inmortalidad... E intentar ocultar los desmanes de otras criaturas del Elíseo que no tienen tanto cuidado por mantener la Mentira: las leyendas de hombres lobo, demonios, fantasmas...

Se dirigía ahora hacia Cortés:

—Durás es uno de los últimos de una logia de Despertados que quería resquebrajar la Mentira. Para ello debía completar el ritual de sacrificio de los cuatro Carceleros para tomar sus corazones. Y usar un quinto corazón, de un alma todavía no consciente, inmaculada, para completar el ritual y desgarrar el Velo. Y estuvo a punto de lograrlo... sólo quedaba uno cuando vosotros lo atrapasteis. Llegó mucho más lejos de lo que él mismo pensaba llegar.

—La orden de babel ¿no?— acuñó Guillermo —Cómo sea lo que nos está contando es solo palabrería. ¿Donde se reunía esa orden? ¿aquí? ¿es usted miembro? Durás habló algo sobre rasgar el velo,sobre que usted nos iba permitir atravesarlo.

—Mire, si tiene algo que pueda arrojar luz sobre nuestra investigación creo que es momento de que vaya soltándolo. Y si el velo es algún salón donde esta logia se reunía es mejor que nos deje echar un vistazo. 

—Mejor para todos. Usted me entiende— dijo y dejó ver su placa de policía. 

Gutierrez achacó al cansancio, físicio y mental, la sensación que tuvo ante las palabras de Judas, sintiéndose como una cobra de esos documentales de la 2* que bailaban obnubiladas ante la flauta de un faquir.

Cuando esa especie de flautista de Hamelin terminó de tocar, Montalbano rompió el silencio, interesándose por la logia, por dónde estaban.

Él por su parte, tenía otra pregunta, una duda que podía evitar futuros males.

- ¿Quién iba a ser el cuarto corazón? ¿Y el inocente?

Patricia escuchaba fascinada el relato de Judas. En aquel lugar, bajo aquella atmósfera, cada vez más tenía la sensación de que todo aquello pudiera ser cierto. Su razón estaba dando lugar a instintos primitivos, al miedo a lo desconocido, a la poderosa atracción que siempre ejercía sobre la humanidad, la posibilidad de la existencia real de la Magia.

Las palabras de Montalbano la sacaron de su trance. Sacudió la cabeza, para aclarar sus pensamientos y volver a ser la mujer analítica que no se dejaba confundir por palabras bonitas o misteriosas si no que se remitía a las pruebas para sacar sus conclusiones.

-Eso mismo -dijo apoyando la pregunta de Gutiérrez. -Quiénes iban a completar el ritual?

Era posible que aún hubiera gente en peligro y su deber era protegerlos.

—Sinceramente: no lo sé.— dijo contestando primero la pregunta de Gutiérrez y Patricia —No ha entendido bien, amigo.— se volvió a Montalbano —Durás es uno de los últimos de su Logia, apostaría que el último si ha decidido intentar pasarles a ustedes el testigo de una manera tan burda. Esto no debe ser más que una última prueba. Está claro que no han sido corrompidos por los Carceleros porque sus preguntas demuestran que siguen ignorando la Realidad.

Se levantó de su silla señalando la placa:

—Allá donde les invito a cruzar no le valdrá de nada eso. Tampoco les recomiendo que intenten enfrentarse a nada de forma directa. Voy a abrirles un paso a la Periferia de la Realidad, al Elíseo... ustedes decidirán si quieren entrar. Si lo hacen, una vez estén al otro lado, busquen la puerta de la fuente. Podrán volver desde allí.

Y entonces sin más aspavientos ni rituales simplemente agarró el aire  y lo rasgó como si fuera una cortina. Ante los sorprendidos ojos de los agentes fue como si Alicia abriera un agujero hacia la madriguera del conejo en el medio de la nada. Podían ver, a través de una fisura que flotaba en el aire, un oscuro pasillo de piedra, como unas catacumbas, que acababa en una puerta de madera. Los sorprendidos agentes rodearon aquel espacio que flotaba en el aire mientras un Judas sonriente se sentaba de nuevo en su sitio. Al otro lado se veía la misma imagen del túnel que iba hacia la puerta. La sensación de irrealidad era tan fuerte que el desayuno pugnaba por salir de sus estómagos.

—Pueden cruzarlo o pueden irse. Mi labor aquí ya ha terminado. Si alguna vez le debí un favor a Durás queda con esto saldado.

El hombre, sin embargo, permanecía en la silla con su sonrisa burlona, como si disfrutara del desconcierto de sus invitados.

Esto fue la gota que colmó el vaso. Él había visto las señales en las casas de Adela, Robledo y Bragante. Había escuchado la voz al otro lado de la línea telefónica de la estación de chamberí. Había visto la locura en el sótano de Durás. Ya no podía negarlo más. Tampoco quería negárselo más.

Decidió que no iba a darle tiempo a la razón a tratar de apoderarse de nuevo de su hilo de pensamiento y dio un par de pasos adelante. Miró atrás a sus compañeros y dijo.

—Vamos a zanjar esto—

Y se deslizó a través del agujero en la realidad.

El whiskie. Tenían que haberles echado algo en el whiskie.

Gutierrez daba vueltas a aquel desgarrón en el aire mientras su cerebro seguía negándose a asumir que todo aquello que Judas les contaba, eso que Cortés parecía buscar desesperadamente, era cierto.

Pero en cuanto Montalbano atravesó aquella grieta, su instinto policial volvió a hacer acto de presencia y, desenfundando su revolver,le siguió sin dudar un segundo .

Probablemente no se estaba dando cuenta de ello... más aún, casi con toda seguridad nadie de los allí presentes lo percibían pero la respiración de Cortés estaba agitada. Se encontraba excitado. Exaltado. Casi al borde de la euforia. Quizá no una euforia buena... sana. Sino un estado de nerviosismo y tensión que se manifestaba en un jadear rítmico aunque entrecortado. Cuando uno se acerca a la locura... al menos al principio, siente que está abandonando la cordura en pos de otra cosa. Lo nota... se da cuenta de sus actos... de sus desvaríos y de sus reacciones sin lógica. Pero cuando ese puerto se acerca tras una travesía agitada y ves que aquello a lo que antes habrías llamado locura se abre ante ti como una certeza ineludible, entonces miras atrás y piensas por qué no abandonaste aquellas costas antes.

Puede que la metáfora fuera tosca pero Gustavo sentía eso y más en su corazón y en sus tripas.

Desde que Judas se dirigiera directamente a él... desde el momento que entrecruzaron las miradas, el agente no pudo deshacerse del poder hipnótico de esos ojos. Cortés miraba a Judas mientras este hacía su número de prestidigitación. Seguía jadeando presa de la locura que, literalmente, se abría ante él. Acto seguido, cuando Gutiérrez y Montalbano cruzaron el umbral Cortés se acercó y tendió la mano a sus compañeras con gesto de cederles el paso caballerosamente:

- Señoras... después de ustedes. - comentó en un tono rancio que evidenciaba la demencia a la que estaba siendo sometido.

Después volvió a dirigirse a su anfitrión. Necesitaba saber algo más antes de entrar en aquel sitio:

- Judas... ¿qué pasa si no vuelvo? ¿Qué pasa si no quiero volver? 

Viendo que los veteranos se lanzaban hacia la grieta ¿espaciotemporal? -Patricia necesitaba ponerle un nombra, aunque no fuera de manera consciente- se dijo que no era tiempo de dudar. El gesto de Cortés se lo confirmó. Todos para uno...

Asintiendo imperceptiblemente, dio un paso al frente y siguió a Montalbano y Gutiérrez, sin percatarse de que Gustavo aún tenía más preguntas para Judas.

La puerta de la fuente es la salida, no olvides eso chica.

Antes de encaminar su pasos hacia el interior del lugar miró a Gustavo...- Que deberías de pensar bien, que mtoivos puedes tener para no volver, Gus...trato de entenderlo, pero intentarlo no es suficiente... trataba de ser la voz un poco de la cordura en contraposición de Judas.