Partida Rol por web

-No te preocupes, ve tras ese malnacido. Yo me quedo aquí con Leorn.- Dijo Elladen, marcando bien los tonos que diferenciaban claramente las dos ideas.

Taurnil salió a trote a las afueras del poblado en búsqueda del asesino para darle caza. Sobre un bosquecillo cercano, a unos cien metros, Aldan estaba volando en círculos como indicativo de que el asesino estaba ahí abajo.

Taurnil miró al cielo y vió a Aldan. Sonrió alegrandose. Seguramente el asesino no contaría con ello.

Tomó su arco, cargó una flecha y caminóa hacía donde Aldan le indicaba, con la mayor precaución posible y lo más rápido que pudo. Trataba de que sus pasos fueran ligeros como el viento y silenciosos como los de un felino. Algo que no resultaba demasiado dificil para él, ya que era algo que los silvanos aconstumbraban a hacer muy bien.

Taurnil se adentró en el bosquecillo, el cual le pareció más denso que lo que acostumbraban a crecer los árboles que ahí se elevaban y que en cuyas copas las hojas chocaban unas con otras por la acción del viento dejando entrar la luz de la luna de forma intermitente.

A pesar de su buena visión nocturna la frondosidad del bosquecillo hacía que su búsqueda se complicará, por lo que debería revisar cada ápice del lugar si quería encontrar  a su objetivo, pero también debería andar con cuidado con este pues le podía acechar desde detrás de cada árbol.

Taurnil se movía con más soltura dentro de un bosque que en los caminos o en las ciudades, no obstante, aquel bosque era algo extraño y tan frondoso y denso que incluso a él le costaba moverse con facilidad por él.

De todos modos Taurnil se concentró al máximo, era un gran explorador y le iba a demostrar al asesino su pericia en ese campo. No le asustaba que pudiera esconderse tras cualquier árbol, Taurnil sabía mover sus cartas y tenía experiencia. De todos modos no iba a subestimar al asesino y andaría con cuidado.

El sigiloso y avezado explorador elfo estaba a punto de darse por vencido en su búsqueda del asesino cuando le pareció ver una silueta negra apostada en una rama alta de un árbol. El hombre enfundado en su capa negra era únicamente visible por un fino rayo de luz lunar que se colaba entre las hojas.

El asesino miraba hacia arriba, como si estuviera buscando algo en el cielo, seguramente se trataba de Aldan, del cual esperaba que se marchara o incluso abatirlo. Por alguna razón, inexplicable de forma lógica, quizás por instinto, aquel que le había echó sobrevivir y avanzar en la organización de asesinos, el humano miró justo hacia la posición del elfo que se hizo más evidente por el brillo de la punta de la flecha.

Si Taurnil quería tener alguna posibilidad de alcanzarle con el proyectil debía de disparar enseguida.

Taurnil no se lo pensó dos veces y fue raudo en sus movimientos. Alzó el brazo con el arco hacía el asesino y soltó la flecha que ya tenía dispuesta.

La flecha voló rápidamente por el aire y parecía dispuesta a abatir al asesino, pero su agilidad inusitada, parecida a la del elfo, le salvó de tan mortal proyectil, sufriendo por contra únicamente una leve herida en el brazo.

Sin pausa, el asesino se dispuso a bajar los casi 10 metros que lo separaban del suelo, saltó a una rama cercana, que estaba un metro por debajo de su nivel, volvió a repetir el proceso una segunda vez volviendo al árbol desde donde había comenzado. Saltó una tercera vez para agarrarse con las manos a una estrecha rama, un crujido fue el preludio al colapso de la estructura de madera.

Taurnil veía como iba cayendo, creía que era el fatal destino que los Valar le habían reservado por haber envenenado a su amigo, pero el asesino no estaba ni mucho menos dispuesto a darse por vencido, había previsto como una posibilidad que la rama cediera, así que tras decelerar de forma brusca al chocar con una rama, que también se partió, el ágil hombre, con el impulso que traía se columpió una única vez y cayó en una rama cercana de pie en perfecto equilibrio tras realizar una voltereta.

Luego, corrió un par de metros, en dirección contraria a la del elfo, por las ramas más bajas de los árboles, a unos 3 metros del suelo, como si lo hiciera por tierra firme.

¡Maldición! ¡Pero como puede ser tan ágil! Pensó Taurnil quién creía que en una situación similar el mismo se habría partido la nuca al intentar tal acción.

Sacó otra flecha de su carcaj mientras el asesino daba aquel rectial de acrobacias y cuando lo tuvo a tiro volvió a disparar su arco. Esta vez confió en el que al correr en dirección opuesta a la suya el hombre no pudiera esquivar la flecha y que cuando la notara silbando cerca de su cabeza fuera demasiado tarde para él.

El asesino no tardo mucho por alejarse mientras corría de rama en rama como si lo hiciera por el suelo, salvo en las ocasiones que debía de ir apartando las finas ramas y hojas que se encontraba a su paso.

Taurnil sacó una flecha de su carcaj sin perder de vista a su presa, nada más que el proyectil estaba cargado en la cuerda, liberó esta para que la saeta volará hacia su víctima. La flecha pasó por delante, muy cerca, del rostro del hombre encapuchado que perdió el equilibrio al posarse en la siguiente rama, causando que cayera al suelo.

A pesar de que intento recuperar el equilibrio en el aire con una voltereta, y que en cuento rozó el suelo empezó a rodar para amortiguar más el golpe, el asesino se resintió en los primeros pasos para seguir alejándose del elfo, además de abrírsele la herida en el brazo.

Taurnil no pudo si no que maldecir la resistencia de aquel hombre. Empezaba a dudar de que fuera un humano, no había visto a uno moverse con tal soltura y gracilidad. ¡Pero no podía ser un elfo! Un hermano como él, un igual, haciendo tanto mal y causando tanto dolor. Tampoco había visto jamás a una criatura del Señor Oscuro moverse así. Algo raro había en todo aquello.

Taurnil sacó otra flecha, la preparó en el arco y apuntó al blanco. Lo veía alejarse y sabía que tenía que reaccionar rápido, con prisa disparó sin apenas tomar tiempo y colocarse bien para disparar.

El elfo siguió con total perfección la negra silueta del asesino atravesando la nocturna floresta a toda prisa, sin tiempo que perder tensó la cuerda. Las prisas le jugaron una mala pasada, había usado más fuerza de la necesaria rompiéndose la cuerda nada más soltarla aunque la flecha llego a salir disparada con gran fuerza, eso sí, la rotura fue suficiente para desviar el disparo y fallar en alcanzar a su objetivo.

La ventaja que tenía en el combate sobre el asesinó se esfumó, pues ahora si quería darle caza debía de hacerlo cuerpo a cuerpo. Taurnil podía asegurar que debía correr tras él si no quería perderle de vista, el asesino jamás iría en su búsqueda, sólo quería esfumarse.

Tan sólo duró un segundo la maldición de Taurnil por su mala suerte al partirse la cuerda del arco. Lo lanzó con furia a un lado y echó a correr tras el asesino. No tardaría en arrepentirse de aquello puesto que después tendría que volver a buscarlo pero ahora lo importante era dar caza a aquel hombre que le estaba empezando a sacar de quicio.

Desenvainó sus espadas mientras corría tras el asesino. Como que me llamo Taurnil Menelran que te dare caza aunque sea lo último que haga. Murmuró entre dientes cabreado.

Taurnil corrió tras el asesino pero su silueta cada vez se fue difuminando más y fue más difícil de seguir entre el espeso follaje de una pequeña zona del bosquecillo. Cuando salió de aquella zona, aunque busco en todas las direcciones, no vio señal de su enemigo.

Después de un par de minutos buscando sin resultado, el elfo volvió a la zona donde lo había perdido pues era la única opción lógica que le quedaba por mirar donde el asesino se podía haber escondido.

Ya que antes se había escondido en la copa de un árbol, el elfo buscaba allí con más asiduidad, y fue en el momento en que Taurnil miraba una rama muy larga y a baja altura que debía de cruzar por debajo para no hacer ruido, cuando el asesino lo sorprendió por su lateral saliendo de detrás de un arbusto cercano a su posición. Con un gran salto, el enemigo había superado el obstáculo que lo separaba del elfo, que sólo le había dado tiempo a encararse a medias.

Taurnil se sobresaltó cuándo el asesino apareció por un flanco, contorsino su cuerpo de modo que pudiera defenderse con la espada que empuñaba en la mano izquierda y lanzó una estocada que completaba un semicirculo descendente con la mano derecha con la intención de desvíar el ataque del asesino.

¡Maldición!

El asesino lanzó un ataque con gran arco circular esperando efectuar el máximo daño posible ya que no esperaba que al elfo le diera tiempo a reaccionar siquiera. Sin embargo, se equivocaba, a Taurnil le dio tiempo parar decelerar su ataque con la espada corta, del mismo flanco por donde le habían cogido por sorpresa, lo suficiente para que su segunda espada corta llegará para apoyar  a su hermana gemela para parar el ataque.

El arma del asesino, que se parecía a las espadas curvas a dos manos de los noldo pero más rudimentaria, se encontró con que no podía avanzar ni un milímetro más ante la mejor defensa de las espadas gemelas, así que el asesino no tuvo más remedio que dar rápidamente 3 pasos hacia atrás para poner distancia y comenzar de nuevo el ataque en el momento apropiado, y esta vez sin la ayuda del factor sorpresa.

Taurnil había conseguido su objetivo y se sintió aliviado, sus espadas habían logrado frenar el ataque que el asesino había realizado por sorpresa y ahora se presentaba un combate totalmente diferente, perdida su oportunidad el asesino no tenía más remedio que enfrentarse cara a cara contra el elfo. Ahora verían quien era mejor. Taurnil templó sus nervios, dejó que el asesino tomara distancia y aferró con calma sus espadas.

Sonrió de medio lado, reconociendo la habilidad del enemigo para atacarle sin que él se percatara pero también esa sonrisa le demostraba al asesino que ahora las tornas cambiaban y Taurnil se sentía confiado de sus posibilidades.

Taurnil lanzó un ataque flojo con su mano izquierda, suficientemente flojo para que el asesino pensara que había errado en su ataque y se acercara al menos un paso hacía él. Pero Taurnil había guardado toda la fuerza para su mano derecha, dió impulso a la espada con su cuerpo y con todo el movimiento del brazo, el tronco y las piernas y lanzó una estocada recta y directa al pecho del asesino.

Taurnil lanzó un ataque falso para acercarse un poco más al asesino para lanzarle el verdadero y letal golpe que había pensado en un principio, una profunda estocada dirigida al centro de su pecho.

Al igual que en el asalto anterior el enemigo había menospreciado las habilidades de Taurnil, en este sucedió a la inversa. El asesino dio con celeridad un paso en diagonal hacia atrás, mientras el elfo avanzaba igual de rápido, e intercepto el ataque con la realización de un molinillo paralelo a su cuerpo que empezó con la punta de su espada a dos manos mirando hacia abajo.

Sin embargó, aquí no se detuvo la maniobra de su oponente, que cuando desvió la espada corta del elfo, y su arma llegó en el giro a la posición más alta, contraatacó. La espada a dos manos descendió, y realizó una herida en el brazo izquierdo que no fue más fea, porque Taurnil se alejó lo suficiente y a tiempo para que no le llegará a seccionar el brazo.

Ahora, ambos adversarios estaban heridos, y eran más o menos conscientes de las habilidades de su enemigo. Sus fuerzas en conjunto eran similares, el asesino podía asestar un golpe más contundente que el elfo, mientras que Taurnil podía esquivar sus golpes más fácilmente. El verdadero combate comenzaba.

Taurnil le sonrió al asesino. Estaba ante un gran rival y lo sabía, las fuerzas estaban muy igualadas y era todo un reto. Tenía que reinventarse, su primer amago no había salido como esperaba. Tenía la intención de terminar rápidamente con una buena maniobra pero estaba ante un gran adversario que supo leerle las intenciones y además logró herirle.

Decidió optar por la fuerza bruta, primero lanzó una estocada algo más floja con su brazo débil a modo de protección de un posible ataque del asesino, es decir como cobertura, y luego con la diestra lanzó otra más fuerte con el filo de la espada horizontal cortando el viento, aprovechando el recorrido del brazo alargado en su total extensión y utilizando toda la fuerza que el elfo poseía.

El elfo en vez de amedrentarse tras sufrir la herida, prosiguió con una estocada que abrió la defensa del enemigo al rechazarla, para lanzar un golpe descendente que cortaba el aire con rapidez y que obtuvo la sangre que buscaba cuando cortó los tendones y machaco los huesos del hombro izquierdo del enemigo.

El asesino, que se sentía algo desorientado, no pudo responder. Incluso llego a optar por una posición defensiva, aunque era algo pobre ya que dos de sus extremidades sufrían heridas lacerantes que además limitaban la movilidad de estas, la última de forma completa.