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Al notar como su espada se clavaba en la sangre del asesino, y ver como este sangraba y como su espada desgarraba su carne, Taurnil sintió un gran alivio y una gran carga de motivación al saber que podía herir a ese hombre que hasta hacía apenas unos segundos le había parecido tan intocable como el viento con sus rápidos y ágiles movimientos.

Lejos de confiarse lanzó rápidamente otra estocada, viendo como el asesino pasaba a una posición más defensiva, decidió tomar la iniciativa de los ataques y golpear con sus dos espadas de manera simultanea. Lanzando los dos brazos a la vez y cargando con todo el peso del cuerpo en el ataque nuevamente.

Taurnil atacó deprisa, quizás demasiado. Su confianza de que el asesino ya estaba acabado se esfumó cuando consiguió detener la mayor parte del daño que sus dos espadas cortas podrían haberle producido. Y todo eso aun a pesar de que la movilidad y capacidad del edain para defenderse se veía reducida por tener que hacer frente al peso muerto de su sanguinolento brazo izquierdo.

El elfo debía de continuar tomándose el combate en serio si no quería perder la oportunidad de vengar a su amigo, si es que era verdad que él había sido el causante del veneno.

Taurnil volvió a atacar pero el cansancio comenzaba a hacer mella en los brazos del elfo y no parecía saber aprovechar la ventaja que tenía con respecto a su rival.

Vas a pagar muy caro lo que has hecho. Dijo para tratar de despistarle. Intentaba fijarse en sus ojos, y clavar en ellos su mirada, inspirarle temor y que él también cometiera algún error.

El elfo, a pesar de su perseverancia y de atacar intentando inspirar temor en su enemigo, no consiguió causarle más daño.

El asesino ni se había inmutado ante su mirada, aunque Taurnil no sabía si era por pura disciplina o porque aun seguía algo aturdido como para ver el matiz en sus ojos.

A pesar de no haberle alcanzado, el brazo izquierdo del hombre cada vez estaba más empapado en su propia sangre; y sus movimientos, aunque no lo parecieran, cada vez eran más toscos.

Taurnil comenzaba a cansarse, pero no quiso dar muestras de ello. La batalla estaba siendo larga a la par que emocionante, y la ligera ventaja de la que disponía no conseguía convertirla en una victoria definitiva.

Posicionó el cuerpo hacía la derecha con un movimiento lateral, luego lanzó una estocada desdente con la mano izquierda desde su brazo derecho en diagonal hacía su pierna izquierda. Acompañada por una estocada similar pero con la mano derecha. Todo ello en el mismo movimiento y con la gracilidad y agilidad de los silvanos.

Rezó a los dioses para al menos noquear a su rival. Taurnil no quería matarlo, pero si al menos dejarlo incosciente para poder apresarlo.

Los dos contendientes se abalanzaron uno sobre el otro al mismo tiempo, pero tras el lance sólo uno quedo de pie. Taurnil para su movimiento en seco, y se echó a un lado para esquivar fácilmente la estocada de un cada vez más débil enemigo, al mismo tiempo que con una de sus espadas cortas le producía un ligero corte en el antebrazo.

A pesar de que no era una herida muy profunda, fue la que hizo desmoronarse al asesino, perder el control que tanto había entrenado para no sucumbir al dolor. Indefenso, nada pudo hacer para mantenerse alejado ante la aproximación del elfo con un giro y la consiguiente puñalada por la espalda que le perforó el pulmón.

El hombre cayó, aun le quedaba un hálito de vida, que rápidamente se desvanecería sin remedio a causa de sus múltiples heridas. Taurnil había conseguido la venganza para con su amigo, pero podría obtener la información que buscaba antes que la vida de su rival expirará.

Taurnil sintió un profundo alivio y dejó escapar de golpe todo el aire que había retenido en los pulmones. Al fin podía relajarse y bajar los brazos, que le pesaban y le dolian por el cansancio. También empezó a notar el dolor de la herida que el hombre le había causado.

Clavó las espadas en la humeda y blanda tierra del bosque y se acercó al cuerpo caido de su rival, con calma pero sin malgastar ni un solo segundo. Pateó el arma de este para que quedara lejos de su alcance y no pudiera utilizar sus últimas fuerzas para lanzarle una última estocada.

La forma de ser piadosa y comprensiva de los elfos le hizo arrodillarse junto a su rival y elevarle la cabeza con las manos como si de un amigo se tratara.

Dime. ¿Quién te envia? ¿Por qué has envenenado a mi amigo? Aprovecha tus últimos segundos de vida para tener un argumento a la hora de pedir el perdón a los dioses y haré que el viaje sea más breve y menos doloroso. Taurnil suponía que el hombre sentiría un dolor terrible al respirar debido a su herida, la cual debía dolerle desde dentro, y no había peor dolor que ese.

- No te preo...cupes, pronto te reu...nirás con tu amigo. Nues...tra hermandad nunca de...ja un trabajo a me...días. Pron...to, muy pronto, mori...réis todos- Respondió al elfo con voz débil, y quebrada debido a la tos producida por el encharcamiento de sus pulmones y la saturación de esta en sus vías respiratorias incluida la garganta.- Jaja...jajaja.jjaja...- Continuo riendo a carcajadas, entrecortadas, hasta que murió.

Su cuerpo se quedo inerte, la cabeza cayó hacia atrás con fuerza, con una ligera sonrisa de satisfacción. Y aunque Taurnil, lo zarandeo con la esperanza de que despertará para que no se llevará sus secretos a su tumba, nada sucedió. Su sueño ya era eterno.

Taurnil soltó la cabeza del asesino y suspiró con gesto de cansancio infinito. Se echó hacía atrás derrotado y se quedó con la espalda apoyada en un árbol. Su mano en el hombro dañado y en silencio. Lleno de alivio, cansancio y tristeza. Para nada le alegraba haber arrebatado aquella vida, y menos cuando había servido para tan poco. Se preguntó si acaso había hecho bien, si con aquella muerte habría salvado alguna otra vida. El no encontrar respuesta hizo que se sintiera más agotado.

No sabía cuanto tiempo permaneció allí sumido en sus pensamientos. Pero entonces se acordó de su compañero caido y deseo por el amor de los Valar que el bueno de Elladan hubiera podido hacer algo por salvarlo. Se incorporó a duras penas, recogió las espadas del suelo y las envainó.

Lanzó una última mirada sombría al enemigo caido y se agachó a su lado y rebuscó en sus bolsillos e inspeccionó todo su equipo en busca de algo útil.

Taurnil volvió al campamento de los "bárbaros". La escena no parecía haber cambiado mucho desde que se había ido pero algo en su interior le decía que su amigo no se recuperaría.

Intento apartar aquellos malos pensamientos, y se acercó más hacia el centro del corrillo formado. El propio Elladen, que se encontraba de rodillas junto al cuerpo inmóvil de Leorn, parecía decirlo todo. No estaba llorando, ni gritando de angustia, pero como su compañero durante muchos años, aunque no exteriorizará su pesar, el elfo podía percibir que estaba más triste de lo que nunca lo había visto.

Mientras en silencio, y parado, seguía observando la escena, Taurnil se le paso más de una vez por la cabeza si hacer aquella funesta pregunta, aquella que nadie querría llegar a hacer, que le rondaba incesantemente para angustia de su corazón.

Al ver la escena Taurnil supo de inmediato la suerte que había corrido su amigo y compañero. Maldecía en su interior al asesino, y a aquellos hombres que habían permitido aquella locura tan estúpida. Maldecía a Leorn por querer luchar y a ellos mismos por haberle dejado hacerlo.

Debían continuar la misión, esto no podía detenerles, pero Taurnil sentía ganas de volver a su casa de la que ahora era prácticamente un exiliado y olvidar todo aquello. Sentarse con su familia y trabajar en el oficio de su padre. Era más tranquilo, más seguro y no vería morir a seres queridos.

Se obligó a borrar esas ideas de su cabeza. Se dijo que el mal le perseguiría allï donde fuera y que acabaría por consumir el mundo si no lo impedían.

Fue hasta Elladan y le pusó una mano en el hombro. No hizo falta decir nada.

Ante aquella funesta escena, la de dos amigos llorando, lamentándose por dentro la muerte de un tercero, se creó un silencio sepulcral, que sólo fue roto por las palabras de alabanza a Leorn del hijo de Emeldur- Vuestro amigo era un formidable guerrero,...- Enumeró sus cualidades, y finalizó diciendo.- Será un placer propiciarle un funeral con todos los honores que puede brindar nuestro pueblo.-

-Sí, así será. Como los reyes de nuestra raza, arderá en pira funeraria, para dejar a su espíritu vagar libremente para que pueda alcanzar en paz las Estancias de Mandos.- Promulgó Emeldur.

Taurnil lanzó una mirada funebre a Emeldur y a su hijo. Tal vez esperaran que un halago saliera de su boca o tal vez algún tipo de agradecimiento. No encontró ninguna palabra amable para ellos asique decidió permanecer en silencio. Triste. Cansado.

Enfadarse con ellos o recordarles que ya les había avisado de aquello no iba a devolverles a su compañero pero tampoco quedarse allí parado.

Elladan. Esto es lo único que aquel asesino tenía encima. Dijo mostrandole las monedas y el veneno.

Elladen tardo en reaccionar a las palabras de Taurnil. Cuando se giró, su rostro era todo un ejemplo de muestra de tristeza.- Sí, ¿qué?.- Después de que elfo se lo volviera a repetir.- Ah!, sí.- Echó una mirada a lo que le quería mostrar, y rápidamente se percato de lo que llevaba entre sus manos, era la planta venenosa que él mismo había concluido ya como la causante de la muerte de su amigo.

Luego, se fijó en aquellas extrañas monedas, pero como Taurnil, y así se lo hizo saber, nada conocía de ellas, ni su procedencia, si tenían algún valor o si poseían algún significado oculto. En otro momento, quizás se hubiera parado a pensar hasta sacar una conclusión razonable sobre estas, pero en aquel día amargo, su cabeza no estaba allí, sino en el pasado, cuando Leorn aun vivía.

Tras varios segundos de silencio, el medio-elfo contestó a la oferta que le ofrecían sobre el funeral.- Bien, que así sea.- Lo dijo desganado, como si no le importará el tipo de funeral, si no que su amigo descansará cuanto antes en paz. Así de forma obvia, no mostró palabras de agradecimiento.- Nos gustaría estar lo más solos posible para despedir a nuestro amigo.- Fue la única petición que hizo sobre como debía ser el funeral.

Allí mismo, donde el combate y su trágico desenlace se había desarrollado, la gente del asentamiento comenzó a amontonar leña de forma ordenada, colocando por estratos los leños en forma perpendicular de uno a otro, hasta alcanzar un metro ochenta aproximadamente.

Encima de la plataforma construida, Elladen y Taurnil colocaron el cuerpo inerte de Leorn, el cual había sido embadurnado con aceite por todo su cuerpo, y previamente habían cosido sus heridas. Y a su lado todas sus pertenencias, con su enorme hacha siendo abrazada entre sus aun fornidos brazos.

Hasta allí, solo se habían acercado unas pocas gentes del lugar, seguramente por la petición de Elladen. Entre ellos se encontraba Emeldur, que vio oportuno dedicar unas pocas palabras.- Hoy despedimos aquí a un valiente guerrero, que no se lo pensó dos veces en defender los ideales en los que creía mediante un acto honorable, un desafío a muerte. Los valar, no pasaran por alto su valor, cuando lo acojan junto a ellos. Hasta siempre, Leorn, de la Casa de Bëor.-

Con un par de antorchas, los dos amigos fueron prendiendo varias partes de la pira, y luego arrojaron estas encima. Luego, se alejaron para ver como ardía toda la estructura de madera.

Poco a poco la gente fue abandonando el lugar en completo silencio, hasta que únicamente quedaron el jefe y su hijo.- Mañana hablamos.- No quiso interrumpir más el silencio de luto que mostraban ambos, esperaba que comprendieran que se refería a en qué situación diplomática se había alcanzado después del combate.