Partida Rol por web

Taurnil aceptó a la propuesta de Leorn y se comprometió a enseñarle los puntos de más intereses de Menegroth.

Así les fue haciendo de guia y a la vez saludando a gente que le paraba por la calle y que él conocía o que conocía a su familia.

-Yo me quedaré aquí descansando si no le importa a tu familia.- El elfo preveía que su viaje por toda Beleriand sería largo y duro, y que lo mejor sería recuperar fuerzas siempre que pudiese. Además si se quedaba en el hogar de Taurnil tendría el diario más vigilado.

- Claro que puedes quedarte.- Hizo una pequeña pausa y continuó.- Así me podrás contar las aventuras de mi hijo.-

- Os acompañaré. Me encantaría ver las maravillas que esconde esta bella ciudad.- Le pareció una buena idea la de Leorn.-

Avanzaron por el interior de Menegroth deleitándose sus ojos al ver las estancias y cavernas de Menegroth esculpidas con árboles, aves y animales de piedra, y llenas de fuentes, lámparas de cristal que parecían flores abiertas en plena primavera y tapices en los cuales estaba representada la historia de la Tierra Media y del Reino Bendecido.

La ciudad les transmitía una calma sobrenatural, algo que les venía bien ahora que cada vez estaba más cerca la hora del encuentro con uno de los más grandes señores de los elfos, Thingol.

Taurnil fue salundado a todos los conocidos que se encontró al paso y también a su hermana, pues casualmente se la había encontrado mientras enseñaba la ciudad a los demás.

Le contó un poco por encima cual era el motivo de su regreso y se despidió de ella prometiendo ir a verla antes de marchar.

Después de la visita a la ciudad se detuvieron en una de las fuentes y observaron cantar a unos jovenes bardos que cantaban canciones viejas sobre las proezas de Thingol.

Bueno... Dijo como un suspito. Ya falta menos para nuestro encuentro con el Rey.

Tras comer, sin la presencia del padre de Taurnil, el grupo se encaminó hacia el lugar donde se produciría la audiencia. Una vez ahí, Elwyn se despidió del resto, pues no quería entrar por el miedo cogido en el anterior acto del mismo tipo, no por ella sino más bien por lo que podría pasarle a los demás, en especial desvelar al Enemigo la ubicación de la ciudad secreta.

Al contrario que los salones del trono de los otro reinos, él que pudieron presenciar con sus propios ojos los aventureros era hermoso por sí mismo, y no cabía explicarlo de otra manera, pues todo él era natural.

Por suelo tenía una fértil tierra en la que además de crecer un manto tupido de hierba mullida, gran variedad de  hermosas flores de diferentes formas, tamaños y colores estaban esparcidas por toda la estancia. Y lo más alejado de la puerta de entrada, se encontraba una gran haya, Hirilorn, a cuyo tronco de árbol, y bajo palio de una rama, se apoyaban los dos asientos de los regentes de Doriath: Elwë Singollo y Melian, la maiar.

Elu Thingol era alto, en realidad el más alto de los hijos de Eru, llegando a tener una estatura sin precedentes de 2,46 m.  Tenía un hermoso cabello plateado, portando una corana(Don de Melian). Pero no sólo su aspecto impresionaba sino su historia, porque era grande entre los Eldar ya que sólo él entre los Sindar había visto con sus propios ojos a los Dos Árboles en el día de su florecimiento, además era considerado como el señor supremo de Beleriand.

A su lado, y no menos relevante en Beleriand,  se encontraba su esposa Melian la maiar. De ella se decía  que era el ser más sabio en toda la Tierra Media; y que era dominadora de los encantamientos protectores, de las bendiciones e indudablemente era una de las mejores cantantes que nunca caminaría sobre Endor, basado en el simple pero extraordinario hecho de que había enseñado a cantar incluso a los ruiseñores, como era evidente al ver las bandadas que revoloteaban cerca suyo y  unos pocos que reposaban en su asiento.

A su diestra y sentada en el suelo  como si de un diván se tratará, su hija Luthien, de la que se decía  que era el ser más hermoso que jamás hubiera habitado Arda, y que jamás volvería a hacerlo. Era bastante alta (1,98m), con el pelo claro, ojos resplandecientes de color azul; y portaba un suelto vestido de gasa del arquetipo de la bailarina que compaginaba a la perfección con su corona de flores eternamente hermosas.

Y ahí acababa la familia real de Menegroth, y empezaban los integrantes del consejo que se situaban en forma de media luna abierta hacia la entrada y en la que cabía destacar la presencia de personajes tan ilustres como:

Saeros, un nando y principal consejero del rey, y el único que se hallaba de pie y cerca de Thingol. Beleg Cuthalion, el mejor arquero conocido y jefe de los guardianes de la frontera de Doriath. Mablung, un elfo del linaje Sindar, primer capitán de las huestes del rey Thingol y guardián de las fronteras del reino.

Y por último entre los célebres miembros del consejo, la pareja formada por Galadriel y Celeborn. La Dama  era hermosa aún entre los Eldar, su cabello era una maravilla sin par. Era dorado como el de su padre(Fëanor) y su antecesora Indis, pero más espeso y esplendoroso porque en su oro había un matiz que recordaba a la plata de su madre, de forma que los Eldar decían que la luz de los Dos Árboles, Laurelin y Telperion, había quedado enredada entre sus trenzas. El Señor, cabellos largos y brillantes puramente de color plata tenía, y como su esposa vestía una túnica de Aman, tejida bajo la luz de los Árboles, que de un color natural blanco plateado hacía gala la prenda aunque las historias contaban que podía cambiar este aspecto a placer de los portadores.

El último gran personaje conocido por todos en la sala era Daeron, principal maestro de historias de Elwë y creador de las Runas Cirth(la escritura más extendida en Arda). Era de hermosa figura, ojos oscuros y manos largas y dedos ágiles, lo cual denotaba su popular destreza manual con el arpa, Tinculin.

Este fue nombrando a los anteriores miembros del consejo y algunos más con una voz melódica pero enérgica que se escuchaba perfectamente en cualquier rincón de la sala. Entre las últimas menciones cabio destacar la ausencia de Thalos Menelran, miembro del consejo como representante de los enanos, por la de otro eldar, aunque no sorprendió a nadie el cambio pues la razón era más que obvia.

Por último la presentación terminó con el nombramiento de aquellos que habían pedido audiencia.- Taurnil Menelran de Menegroth, Elladen el Medioelfo y Leorn el Cambiaformas.-

Todos se incorporaron, antes siquiera de la reverencia de los huéspedes, para dar la bienvenida a estos, según la costumbre de los elfos, aún de aquellos que eran considerados reyes poderosos.

Elladen hizo una reverencia tras su presentación, y se quedo maravillado por la forma de gobierno que ostentaba Menegroth, que era muy diferente a la de autoridad total de Caranthir. Pero más se sorprendió, felizmente, después de que saliera a la luz su raza, ya que ninguno de los presentes pareció mostrar mediante señales corporales prejuicios hacia su persona.

Impresionado por encontrarse ante tal ilustres personajes y sobretodo abrumado por la belleza de Luthien y el resplandor de encontrarse frente a la maiar, Melian. Taurnil hizo una profunda reverencia a la que añadió una corta frase que pronunció más su corazón que su mente.

A su servicio. Realmente no sabía si se lo decía al poderodoso Thingol, a la bellas Luthien, Melian, Galadriel o simplemente se lo decía a todos por igual.

Leorn se impresionó al entrar en las estancias del palacio, pero lo hizo aun más cuando vió al rey y a la reina de Menegroth y a su corte. Fue junto con sus compañeros he hizo una profunda reverencia. Es un honor.

- Sé que lo que venís a exponer es de gran importancia, pero antes de eso seríais tan amable de hacerme un favor.- Dijo con voz armoniosa, llegando a posar su mirada en Leorn.- ¿Podrías transformarte?- Su amor por la naturaleza y la costumbre de ser curiosa, que había adoptado con el tiempo de su vivencia con los elfos, le llevó a formular tal pregunta.

Aunque ella misma había adoptado para vivir entre los elfos la forma humana y conocía como todos los maiar muy bien ese arte, quería ver con sus propios ojos como un humano llegaba a poder realizar tal proceso a voluntad propia.

Antes de que el humano pudiera contestar- No veréis más que una bestia, mi señora. Como la que se encuentra ahora ante sus ojos.- Saltó Saeros dejando bien claro desde el principio que no tenía en gran estima a los Edain.

Dirigió una mirada a su consejero como intentando decirle que ya había dejado clara su opinión, aunque esto no quería decir que Thingol defendiera a Leorn, pues su conocimiento sobre los hombres le decía que eran ante todo codiciosos y ansiaban el poder; y el Edain que se encontraba enfrente suyo aun no había demostrado que tal idea preconcebida fuera falsa.

Melian sin hacer caso a lo sucedido seguía esperando la respuesta y acciones de Leorn.

A Taurnil le desconcertó aquella petición de la maiar y se limitó a mirar extrañado a su compañero. Sabía que podía volverse violento con la tranformación y atacar a los allí presentes si llegaba a sentirse amenazado aunque confió en que Melian sería capaz de controlar una situación así.

No entendía como era posible que la maia antepusiera aquello a el importante asunto que tenían que tratar con ella. Pero ni se le ocurrió dejar constancia de aquel pensamiento.