Partida Rol por web

El eco del Diablo

Epílogo

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27/11/2018, 11:53
Director

 

INTRODUCCIÓN

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27/11/2018, 11:54
Comisario Pascal Réjane

 -UN MES DESPUÉS-

 

Fueron de los últimos en salir de la misa que se había celebrado en conmemoración de las víctimas. Era mediodía de un soleado domingo de junio. La Catedral de Nuestra Señora había estado tan abarrotada que una multitud se había quedado fuera, en silencio, escuchando la misa cantada, con las puertas abiertas de par en par. En el coro sobresalía por su altura Fermi, abandonado al canto, sin rastro de herida, elevando su magnífica voz de ángel.

La verdad sólo se había dicho a medias. Los miembros de una secta destructiva habían decidido inmolarse causando una desgracia. Más de mil muertos en total, de múltiples nacionalidades. En muchas ciudades se hacían ese día actos en recuerdo de las víctimas. El estado Francés honró con honores de héroes  de la República “a los miembros de los cuerpos de seguridad y los civiles caídos en la durante las operaciones de rescate”, una treta legal con que el Réjane dotó a los familiares de los caídos y los afectados de privilegios como una pensión vitalicia o la nacionalidad en el caso de los niños de las marismas.

Entre los que habían ocupado las primeras filas -algunos por orden expresa del Comisario que fue férreo con la obligatoriedad de asistir y con el protocolo- todos habían perdido a alguien. El mismo Pascal y Elliot a Laia. Daniel, César y su hija, la joven Corine, a su Leah. Mats, Lars y Anders a Ellisif. Sophie, Zac y la pequeña Jacqeline al resto de su familia. Édith, David -que hacía su primera aparición en público desde su desaparición-, Estelle y las pequeñas, -cuya adopción por parte de esta última ya estaba en trámite- lloraban a Geneviève. Nella y Chana a Héctor, Ivo y Suzanne…  

Notas de juego

2 de varios (Viene de la escena "Amor")

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27/11/2018, 11:57
Gabriel Cailletet

Bajo el cálido sol Gabriel les presentó a Irène, a quien había conocido en su cautiverio. Era la aprendiz de Paul (el tatuador olvidado que investigó Khalil, cuyo cadáver vestido todavía con un traje impoluto había encontrado Daniel en las catacumbas). Su piel era blanca como la leche y estaba extremadamente delgada. Se estremeció cuando vio a Édith. La niña corrió a abrazarla y lloraron juntas sin que nadie les pudiera hacer ya daño.

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27/11/2018, 11:58
Sophie

Sophie no se separaba de su hermano y su sobrina. Unas gafas de sol y una peluca casi idéntica al pelo que le gustaba lucir la hacían parecer uno de esos personajes underground que hay en todas las grandes ciudades. Ya se manejaba relativamente bien con el bastón y estaba haciendo un curso tras el que dispondría de un perro guía.

Había decidido vivir en la casa de Laia, que por herencia -Laia había hecho testamento- había pasado a ser propiedad de Elliot. Se estaba reconstruyendo el suelo y ahora tendría un sótano por el que se iría a Grecia. Allí, en la cripta, se había quedado “el hombre dormido”, para proteger aquel lugar sagrado e iniciar a la ciega en los misterios de los que hablaban sus dibujos.

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27/11/2018, 11:59
Camille Achard

Camille estaba allí afuera, sola, y le dio a Daniel el pésame por Leah. Los lobos habían encomendado al policía la custodia de Arene -la sectaria arrepentida que guardaban en el bosque- a la que habían concedido vivir en París, con ella.

Se había decidido que todas las tatuadas por la secta, sin excepción, tendrían que aprender ya fuera a través de Sophie o directamente del hombre dormido la tradición sobre aquello que moraba en su piel.

Incluso se había previsto que Ellen Lloyd, Theresa e incluso Ada Bytnar, visitarían, a su debido tiempo, al hombre dormido. Las dos primeras estaban custodiadas en la misma casa de Bass-Harbor y Ada en un lugar desconocido.

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27/11/2018, 12:00
Agustín Bélanger

Agustín, que había estado desaparecido durante ese mes, acudió a París expresamente por la ceremonia, a petición de Pascal. Lucía un moreno envidiable que con su aspecto desgarbado acentuaban su aire de náufrago.

Se había sentado entre Albin -que tenía un vendaje en el brazo, de una herida fruto del último asalto- y Anjum, que venía en nombre de su señora.

Notas de juego

Edito: lo he cambiado un poco para añadir a Anjum.

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27/11/2018, 12:02
Max Seyrig

Clementine y Max se habían reencontrado en el hospital y el príncipe había fingido que no había pasado nada raro e intentado retomar las veladas de café y música. Había acudido a la ceremonia con su madre y se cruzaron un saludo tras encontrarse por casualidad.

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27/11/2018, 12:04
Marion Zereni

Elliot llevaba la pierna escayolada y una muleta. Marión le dio un sentido pésame. También su hermana Cécile, muy afectada por la pérdida de Laia.

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27/11/2018, 12:04
Charles Lurçat

Mats, que había pasado la misa con Arthür a un lado y su padre -que se esforzaba en disimular la preocupación por la salud de su hijo- al otro se había encontrado con la redacción de L’Hexagone casi al completo. Charles "la hiena" dedicó su mirada de cazador de noticias a Mats y luego saludó con la cabeza en un gesto de agradecimiento, como si hubiera adivinado algo del sacrificio que su compañero había hecho por todos.

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27/11/2018, 12:06
Director

Poco a poco fueron despidiéndose de ellos cuatro. “Hasta luego”, “hasta pronto”. La conexión que habían traído de su último sueño en común, al apagarse, había dejado un silencio en su lugar. Un silencio que compartían y en el que no podían sentirse solos.

Notas de juego

Ya podéis postear.

Podéis narrar lo que vuestros personajes han hecho en este último mes, si es algo que requiere un acuerdo con otros pj’s o conmigo, utilizad la escena “Recapitular”.

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28/11/2018, 04:35
Mats Bergstrøm

La luz que se filtra por las vidrieras de la catedral le da a todo una cualidad etérea, ensoñada. La catedral de Nuestra Señora siempre me había parecido pequeña y oscura, aunque majestuosa; sin embargo, los colores tornasolados que hoy la inundan, mezclados con el fuerte blanco del mediodía veraniego, le dan un aspecto infinito, inacabable y eterno. Contemplo con gesto ausente el coro que canta la misa de despedida, sintiendo un nudo en el estómago que nada puede deshacer, una tristeza que nada puede disipar del todo… Miro a mi lado, a Arthür, que sostiene mi mano, y aprieto la suya con fuerza, con una sonrisa melancólica. Sí… Algunas cosas sí que pueden aliviar ese malestar, después de todo.

Ha sido un mes extraño. Me he pasado la mitad de ese tiempo ingresado en el hospital, incapaz de celebrar como Dios manda nuestra victoria, si es que se le puede llamar así después del sinnúmero de desgracias ocurridas. Llegué a urgencias con una saturación de oxígeno en sangre muy por debajo del mínimo aceptable por culpa de una misteriosa complicación respiratoria; una crisis de asma, según parecía. No reaccioné a las nebulizaciones ni a la cortisona, y mis pulmones se cerraron por completo. No podía respirar ni un mísero sorbo de aire, como si mi tráquea fuese un saco ciego que no llegase a ninguna parte. Broncoespasmo. Joder, en este tiempo me he convertido en todo un experto en jerga médica. Acabé entrando en parada, y tuvieron que reanimarme con una inyección de adrenalina a través del esternón, directamente al corazón. Casi no lo cuento. Después de eso, mi recuperación fue lenta y angustiosa. Noches sin dormir, conectado a la mascarilla de oxígeno, concentrándome en respirar correctamente para no volver a tener un ataque. Un puto martirio. Y cada vez que cerraba los ojos, cada vez que el cansancio me vencía, soñaba que me ahogaba en las frías y oscuras profundidades del océano, aplastado por la presión. A veces, cuando tosía, habría jurado que sentía agua de mar en mis pulmones, incluso dentro de mi boca.

Asma. Yo sé que no es verdad. Nunca he tenido asma en toda mi vida, y no parece probable que haya empezado justo ahora.

Ahora me lo estoy tomando con calma. Con una pauta de medicamento regular consistente en beclometasona, formoterol y corticoesteroides, además de pastillas antagonistas de no sé qué, estoy lo suficientemente estable como para hacer una vida normal. A veces hasta me siento como siempre, pero ese ligero, casi inaudible silbido que acompaña mi respiración me recuerda que aún no estoy fuera de peligro, y que cualquier actividad física medianamente exigente, o incluso si toso o si me río, podría producirme una crisis. Tengo alrededor de tres o cuatro de estos episodios por semana, aunque por suerte me acompaña mi nuevo mejor amigo: inhalador de salbutamol al rescate. En resumidas cuentas, es un auténtico coñazo y estoy de un humor de perros, pero se sobrelleva. Además, tengo la esperanza de que, algún día, con paciencia y búsqueda de soluciones alternativas, mejoraré.

Después de todo lo que pasó, no estoy por la labor de perder el tiempo y le he pedido a Arthür que venga a vivir a mi casa, ahora que por fin puedo volver a pisarla. Les he pedido un respiro, nunca mejor dicho, en el trabajo y en la banda, a ver si pronto me recupero y puedo volver a dar caña. Mientras tanto, dedico mis días a pasar con Arthür todo el tiempo que puedo, disfrutando del simple placer de su compañía, del conocernos cada día un poco más y ver cómo crecen nuestros sentimientos. Obviamente, ya he hecho pública nuestra relación, otro de tantos gestos para demostrar que realmente voy en serio con él.

Me he esforzado por acercarme a mi padre. Todavía hay un punto de tirantez en nuestra relación, y francamente, dudo que alguna vez desaparezca del todo. Pero al fin he llegado a comprenderlo y aceptarlo, y estoy intentando que ambos dejemos atrás la mochila de rencor, frustración y falta de entendimiento que nos ha lastrado toda mi vida y buena parte de la suya.

También estoy intentando mantener el contacto con mis amigos, especialmente Clem, Elliot, Daniel y Sophie, a la que he colado en L’Hexagone sin que Jérôme me haya puesto ninguna pega. Aún se está adaptando, pero estoy seguro de que le irá muy bien allí con nosotros. Ella se lo merece.

Resumiendo, estoy todo lo bien que podría estar, dadas las circunstancias. Mi mente recuerda de vez en cuando cómo empezó todo: el bosque de Fontainebleau, la cabaña de David Montillet… Y, especialmente, aquel ascensor de la clínica Saint Jean de Dieu. Sonrío, experimentando un momento de genuina felicidad al recordarlo. En momentos como este, a pesar del horror de lo sucedido y de las nuevas dificultades a las que he de hacer frente, sé que saldré adelante, sé que todos lo haremos. A veces bromeo amargamente con Arthür, lamentando la mala suerte que ha tenido por empezar algo conmigo justo antes de que me convirtiera en un vejestorio enfermo, pero en realidad no lo pienso. No todo el tiempo, al menos. He llegado a pensar que tal vez la clave de mi sanación pueda ser el poder que fluye por mis venas. Si lo provocó, puede deshacerlo. Supongo. Suena lógico, al menos. Algún día, cuando me acuerde, tendré que preguntárselo a mi padre, a ver qué opina él. Sé que será difícil, y que quizá me lleve mucho tiempo. Pero estoy convencido de que es posible, por la sencilla razón de que todo lo es. Hará falta voluntad y perseverancia…

¿Y qué es eso para mí?

Notas de juego

Pues eso. No sé si me habré dejado algo importante en el tintero o si habré asumido demasiado; creo que no ^^. Si me he colado en algo, dime :).

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29/11/2018, 13:50
Elliot

Es increíble la cantidad de gente que hay congregada hoy aquí. Muchos de los que trabajan con tu tío y a quienes no conocía todavía están presentes. Y Fermi… Bueno, el canto de Fermi tiene que estar llegando a tus oídos.

Clementine sostiene mi mano. No puedo evitar reirme cada vez que me acuerdo de tu efusividad cuando exclamaste delante de ella “¡menudo pibón!” Yo tuve tentaciones de hacer una aclaración -“doctora pibón”-, pero no estaba seguro si acabaríamos molestándola.

La amo con todo mi ser. Siento que es mi ángel y ya he perdido la cuenta de las veces que su mano, su voz o sus besos me han traído de vuelta de las puerta de algún abismo. Estos días me sostiene de nuevo en medio del dolor por tu ausencia. Habría querido que pudierais conoceros bien, estoy seguro que te habría encantado y tú a ella. También están hoy aquí Cécile y Marion; quiero llevar pronto a Clementine a hacerles una visita a su casa; la casa en que estaba soñando cuando te encontré.

Me gustaría también ir a visitar a mis padres adoptivos por acción de gracias. Estos días les he llamado tantas veces que creo que sospechan que ha ocurrido algo, pero sólo necesitaba escuchar su voz. Si Clementine quisiera acompañarme me encantaría que se conocieran. También quiero darle una sorpresa una noche de estas pues un colega con el que trabajé puede colarnos en el salón del Regina Louvre donde está el piano cuando esté vacío. Todavía no he tocado para ella.

No puedo dejar de pensar en todas las cosas que tenía que haberte dicho y no dije. Ni siquiera pude hablarte de mi pasado, pero más importante que los detalles es que sepas que tengo dos hermanos. Del primero conocía su existencia, pero tengo también una hermana, Grace, de dieciocho y que Clementine encontró en una visión. Comparte nuestro don y ha estado buscándome en sueños, aún sin saber quién soy. Tengo muchísimas ganas de ir en su busca y al mismo tiempo me paraliza lo importante del encuentro. Quiero reponerme todo lo que pueda antes de hacerlo pues este momento no es el mejor aunque no quisiera dejar pasar mucho tiempo de todos modos. Y después de ella… No sé. Sobre el resto de mi familia sigo sin atreverme a imaginar nada.

Tu casa está siendo reconstruida y Sophie va a instalarse allí. Tanto ella como Édith, Cléo y Aréne van a visitar a mi antiguo maestro a menudo, y él es quien custodia las galerías subterráneas al otro lado de la trampilla, bajo el subsuelo de Léucade. Espero que perdones que no me sienta capaz de vivir allí, sin ti se hace demasiado duro. Yo también acudo a veces a hablar con él, es un hombre fascinante y si me lo permite quisiera seguir aprendiendo. Se me ha dicho que Ellen, Theresa y Ada tendrán que verlo en algún momento. Las dos primeras sufrieron la violencia de los demonios y no creo que se sientan vinculadas todavía a sus antiguos maestros. Ada sin embargo es diferente. Espero no volver a verla nunca más.

Hace unos días le hice una visita al maestro para averiguar algo que tenía pendiente desde hace mucho tiempo. Necesitaba saber cuál era el nombre de la niña retenida en Bass Harbor antes de mí y le pedí que me mostrara su rostro. Ella también fue olvidada por todos y él era el único que seguía recordándola. Ahora sé que su nombre es Rebeca Morton y que tenía 13 años cuando murió. Es mi propósito encontrar dónde está enterrada. Si el comisario puede ayudarme de algún modo quisiera poder llevar sus restos a un lugar apropiado y que su nombre figure en la lápida. De todas formas quiero averiguar antes si su familia recuerda algo de ella; en ese caso le daría la información del paradero de su cadáver a la policía para que se pusieran en contacto con ellos.

También fui a hablar con tu tío hace unas semanas. Necesitaba contarle todo lo que aún no había tenido tiempo de contar, pero sobre todo quería pedirle perdón. Era lo más parecido a pedirte perdón a ti y a tu padre. Sé lo que me dirías pero mi aparición en vuestra vida es lo que ha desencadenado que ya no estéis aquí y no puedo apartar esa verdad de mis pensamientos.

Mats ha salido por fin del hospital. He acompañado a Clementine cada vez que me lo ha permitido y le he enseñado algunos de los trabajos que tenía a medias, grabaciones y demás, para conocer su opinión. Tengo muchas ganas de escuchar a su banda cuando recupere las fuerzas para volver al escenario. Sé que lo logrará, no me cabe la menor duda. Hay grandeza en él y un misterio que me gustaría ayudarle a desentrañar algún día.

Tal vez Daniel quiera volver conmigo en algún momento a casa. Aún recuerdo lo que dijo de hablar con mis padres y la verdad que me encantaría viajar en algún momento con él -se ha convertido en algo así como el enlace de los lobos con los cuervos, pero yo pienso que más bien es medio lobo medio cuervo como sólo un irlandés podría ser. Tengo pendiente regalarle una camiseta que he imprimido para él con su último grito de guerra: “¡Viva Arizona, cabronazos!”.

Mi familia aquí en París, la que empezó con Marion, con tu padre y contigo, no para de crecer. Siento a Daniel y Mats como si fueran mis hermanos y un cariño profundo por Sophie que comenzó por un vínculo a través de Mats y ahora crece por sí solo. La fortaleza de esa chica es verdaderamente increíble. Si ha de ser la heredera de mis antiguo maestro no creo que hubiera podido encontrar a nadie más apropiado. Su sonrisa vuelve a iluminar a quienes tiene cerca. Y Clementine… Clementine sencillamente es mi vida.

Respecto a ti, sé que volveremos a encontrarnos en sueños pronto.

Notas de juego

Edito: He corregido una errata.

Edito 2: más erratas

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30/11/2018, 21:19
Daniel Mallutz

El vibrato de la voz del coro va pareciéndose al último aliento del lento apagar de un clímax tañido tan fuerte que aún había conseguido persistir, cada día al despertar o buscar el sueño, con menos fuerzas, pero  sutilmente presente. Pero lo que dicen del tiempo es cierto y lo que no hace por intensidad lo hace por insistencia.

La Catedral de Nuestra Señora de París, es el mejor escenario para su respetuoso colofón. Resarcido de ofrenda por la gente que ha acudido, los muy allegados o los que no, pero igualmente tocados por la congoja. En la última nota se escucha el silencio, como la siguiente estrofa de una, innegable o inabarcable, pieza que nos ha acompañado. No dudo que jamás se extinguirá,a pero dentro de la verdad es que hoy el golpe intento dormir y se acurruco calmadamente.

Me he pasado buena parte de la ceremonia pidiendo en muda voz por toda la gente que ya no está y solo puedo ayudar con el ruego. Y después por los que aún quedan y si tienen mi mano si la necesitan.

Pillet...,Cesar,  reconforta con una mano tierna sobre los hombros a Corine mientras yo le cojo la mano. Hemos hablado algo, despacio, con respeto a cada uno de los propios sentimientos, sabiendo que puede ser tan sumamente doloroso como un puño estrujandote el corazón, pero al final deseosos de traer lo alegre y no lo pesaroso. A veces solo hablamos con el silencio pero varias veces le pedí que me contara cosas de su ‘hermana’ y las escuche con la voracidad de mi seguridad de que nos encontremos otra vez y el deseo de aún conocerla..

Su mano cálida en la mía e igualmente a la inversa se aprietan tiernamente por Leah.

Rellan ha movido mucho por que estemos todos hoy aquí y aunque supongo que nos dio caña por igual por eso de ser justo entiendo que sabía que no iba a fallar.

Me había comprado una vestimenta nueva, de significativo luto: buen corte de abrigo, pantalones con clase y jersey de cachemir, en distintos tonos de oscuro (lo único identificablemente negro el abrigo) pero no los estrene hoy.

Después de las primeras horas; con las líneas de acción definidas y cumplidas: la atención prioritaria de los heridos, el trato cariñosamente humanitario a los muertos y el saciado del resto de necesidades, aun al día siguiente me dirigí a la estancia donde estaba Rellan para preguntarle por lo que sabía de nuestras familias.

Me llego a sorprender hasta a mi, el aguante con el que aborde una situación por la que, en otro tiempo, no hubiera tenido tanta delicadeza con los superiores. Pero Rellan está en una categoría distinta, y ha perdido a su ahijada y, posiblemente había de su gente por ahí comprometida ayudando a los míos. Cosas que sabia valorar con el sentido respeto que se merecen. No solo de pésame si no de duelo. No lo conozco lo suficiente pero, antes de que me contestara sin preguntar, compartimos ese momento de silencio que habla más que mucho. Raro es Rellan como raro es Tobias, Remo o Gavalda y me temo yo mismo y todo nuestro grupo, pero con una rareza oportuna. Vivaz diría. Vital en el significado grande y en el pequeño

Doscientas y trece horas después estaba recogiendo a Lena en el aeropuerto de Niza y conduciendo por los abruptos de la costa sur de Francia hasta, Su Cementerio, al borde del cielo y las Olas.

Otros llevarían flores pero con Leah tocaba Bourbon y tres balas, una para el cabrón que la puso ahí, para que me la guardara y a la vez me guardara, y las otras dos para que las use en donde deba del otro lado. El licor no estaba nal para ser bourbon, pero daba igual pues el trago era para Ella.

Mi hermana mayor me contemplo todo el rato sin decir ni pío ni intuir además de ello. Solo al final cuando estábamos de regreso al coche se decidió a escupir sus pensamientos.

No se si eso te va - dijo con esa carga en los ojos que trajo de la tierra de Ur, como ella dice, que a veces se le escapa y que parece la de otro señalandome - No se si me va a gustar verte con ello Danoboy.

Yo tampoco lo sé - le contestó con una negación sincera y así quedo el asunto como si nos bastara.

El trayecto de vuelta a París sirve para introducirle en idea de la estampa de todos los que va encontrar allí mientras ella pincela lo que ha ocurrido en casa.  La descripción de las visitas a Mats y la preocupación por su estado se entremezcla con las veladas confesiones de que en casa están bien por que la oveja negra regreso para echarles un vistazo.

El caso es que la danza entre la las cosas que puedo contar y ella puede escuchar me mantiene alegre y alerta los casi mil kilómetros.

Realmente me doy cuenta que la negación de revelaciones de lo que realmente es extraño, como la cruda verdad de lo que ha pasado, no resulta un esfuerzo pues contrapuntan a las partes realmente importantes que las envuelven: Día si y día también a pie de la habitación de Mats en hospital, el estrechar de mano y el rato de departir con su reflejo Arthur Guthry, los abrazos de felicitación cuando se formalizan las declaraciones de parejas, mañanas, tardes o noches, depende la guardia, de cervezas en la tranquilidad de los bares con Clem, ratos de total desconexión con los juegos de Jovanka, Victoria y Edith, planes de vuelta a los Estados con Elliot... Lo que vale el noventaynueve por ciento del tiempo es la decencia como existimos.

No es que lo demás lo olvide: He cumplido con la promesa de exponer la diferencia entre 'cirugía' y 'acupuntura' a  Tobias a expensas de parecer un memo sabidillo y de paso luego sonsacar la posibilidad de que me contaran donde encontrar quien pudiera dar señas de como aliviar a Mats o Curarlo. No se me escapa que en su hermetismo intuyo que en parte me dicen que eso es cosa nuestra. Pero eso es muy Lobo. El sentido de manada.

Me lo recuerda las veces que he escoltado a Arene a la sesión de 'tutorias' con Sophie o el Maestro. El viento de camaraderia hasta en los miembros con mas pequeña estima. Lo que me hace pensar en la voluntad del mas arriba en las segundas oportunidades y como sentir para enfrentarlas.

No voy a mentir que a veces me consume la tirantez de lo que me pide el cuerpo y lo que me susurra el alma. Pero quien menos tiene que decir soy yo mismo pues si he estado ahí y ayudado aunque sea mínimamente es por que también se me concedió esa gracia. Intento agradecerlo evitando la tentación de dejarme llevar y ser un capullo.

Grande fue el día en que con la bénia de Clementine y los días de rigor adecuados pudimos reunirnos un momento todos juntos y dejar a Lena presentarse y aligerar la velada contando las vergüenzas de su mejor blanco, yo. Decir que disfrute a lo grande un verdadero tiempo entre amigos, aun sonrojandome demasiado a menudo y temiendo las tentativas de Lena con el ojo puesto en Clementine y ese momento a evitar en el que se atreviera a preguntar si tienen una relación abierta.

Sin embargo se porto moderadamente bien y fue sincera en el ofrecimiento a Mats de ir a Arizona - El clima seco hace milagros y en Otoño el fronde de las reservas es hermoso.

Pero no fui capaz de imbuírla de la suficiente resolución para suavizar otro de sus principios y hacer que pisara una iglesia. Un día antes de hoy la vi partir de nuevo camino a Flagstaff y su reguero de conquistas.

La abrace con la promesa de volver a vernos pronto y ella lo sello con un cuchillo nuevo de cacha de hueso y alma de treinta vueltas de acero. Es el único momento en el que se resquebraja un instante todo su control y se le escapa parte del miedo y el cabreo. Las huellas de la perdida y la conmoción de reconocerla.

No lo vuelvas a hacer. No. Ni por un momento. No lo dudes, en caso de que me..nos necesites llama a los refuerzos - me amonestó ajustándose su stentson - no te creas el vaquero, Danoboy. Nunca supiste serlo... - y se marcho riéndose mientras los dos completábamos al unisono - ...por que tu siempre hacías mejor el Indio.

Yo me rei entre dientes con aquella expresión lobuna que a veces me sale y identifico aunque no la vea.

En el eco del fin de la ceremonia los saludos exteriorizan el avocamiento hacia la despedida. A travesando el Portal del Juicio disfruto de la luz cálida del sol en la proximidad física de los otros tres supervivientes del circulo y la mental del quinto. Cinco siempre me pareció un numero mas redondo. Aunque con Arthur o Sophie, por que no decir a la numerología que sea mas flexible.

Con las manos en los bolsillos parezco un guiri mas, solo que mas de punta en negro.

En algunos días tengo reservado un vuelo hasta la tierra natal con un par de visitas inexcusables: al hogar y a la compañera que deje atrás. Es el momento de despejar algunos demonios. Y quizás algún Hombre Medicina, si me lo merezco, nos ilumine con respecto a Mats. En el interín si Elliot lo decide le acompañare con los suyos.

Pero hoy la atención esta con ellos. Y no se puede pedir mas, quizás si mejor.

Notas de juego

Si hay alguna parte que no encaje con el caracter del PNJ me lo dices y se ajusta.

Corregidas erratas

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02/12/2018, 13:34
Clementine Ouvrard

Volver. Qué extraño se sentía volver.

Sobre todo cuando una había cambiado tanto y regresaba a un lugar que parecía no comprender la magnitud de lo que había pasado. El número 4 de la Rue Tourlaque me recibió con su puerta pintada de amarillo, mecánicamente subí en el ascensor viejo con sus rejas de tijera hasta el cuarto piso. Al abrir la puerta de mi apartamento el aire, que parecía enrarecido y detenido, se escapó por la puerta y sentí un extraño vacío que fue ocupado inmediatamente por las voces, las presencias y recuerdos que me acompañaban. Lo primero que encontré fue una pila de cuentas para pagar.

Me tomó unos largos minutos reconocerme a mí misma en mi propia casa. Se me ocurrió que abrir los postigos y dejar que la luz entrara junto con poner algo de música haría la magia y me puse manos a la obra, los rayos del sol entre las nubes grises del cielo parisino entraron con pereza y esparcieron una luz vaga que cobraba fuerza a medida que las nubes pasaban para luego desvanecerse de nuevo, las sombras de los muebles se alargaban y se encogían en un baile sobre el parqué que me robó una sonrisa. Al rato descubrí que el gato gris de la vecina que había dejado de visitarme cuando comenzó lo de Édith había vuelto... A lo mejor la próxima vez debería hacerle caso a su instinto.

Poco a poco empecé a reencontrarme con esa parte de mí, qué bien se sentía el tener unos momentos de soledad por fin y no estar rodeada de gente todo el tiempo, temiendo por mi vida y la de los que me rodeaban; me encontré repasando los objetos que me rodeaban, abriendo los armarios y alacenas, pasando los dedos por los lomos de los libros de mi biblioteca. Luego, a la hora, me di cuenta de que extrañaba a mis amigos, a mi amor, y como algo natural empecé a esquematizar cómo traerlos: invité a Elliot a cenar e hice unas pastas que se decantaron con vino, luego llamé a Daniel para tomar una cerveza días después y charlar.

Entre visitar a Mats en el hospital, cuidando con celo su recuperación y supervisando, quizás molestamente, a los que estaban a cargo de su salud, llevarle galletas caseras, y compartir con Elliot esos momentos tan cotidianos y llenos de significación que nos debíamos pasaron los días. La cerveza con Daniel a la salida del trabajo se tornó una costumbre, también visitar a Édith, cosa que hacía cuando tenía el día libre... No podía expresar el gozo que me suscitaba constatar que había recuperado la felicidad que le habían robado y que su padre y ella construían todos los días nuevos recuerdos para ese amor indestructible que tenían que había logrado sobrevivir al olvido y a la maldad.

La vuelta al trabajo, por otro lado, había sido rara sobre todo porque nadie me preguntó qué me había pasado, y si bien la presencia de mi jefe Max me lo había hecho mucho más llevadero pude notar que algo había cambiado, por supuesto: yo había cambiado, quizás demasiado. Me di cuenta de que cada vez que revisaba a los pacientes buscaba cosas que pudieran parecerme sospechosas o extrañas y que las heridas y traumatismos normales que llegaban a la sala de emergencias me resultaban poco desafiantes.

Quizás ya era hora de dar un paso más allá en aquello que era mi experticia, pero a partir de lo que me había sido revelado... Aunque sabía que quizás utilizar esa expresión era demasiado abarcativo porque me habían sido reveladas demasiadas cosas: había aprendido a sobreponerme al miedo, a empujar los límites de lo real, el valor de los buenos amigos, el dolor de los que ya no estaban. Había experimentado verdadero terror y un gozo que no sabía que podía existir. Había vislumbrado las intrincadas vueltas de los mecanismos del tiempo y del alma humana, la pacífica belleza de las pequeñas cosas: de pronto la forma en la que la luz del amanecer llenaba de luces y de sombras mi cuarto y la espalda de Elliot o su cabello al dormir se volvió sumamente relevante... Me había sido revelado el verdadero amor y los velos habían caído de mis ojos y de mi alma dejándome desnuda.


 

El día de la misa ver a todos reunidos allí me produjo una sensación curiosa, no dejaba de recorrer con la vista los arcos del techo y la cascada de colores que se derramaba por el rosetón norte, el amplio pasillo central y la luz que se filtraba por las ventanas; los laterales de Notre Dame siempre estaban oscuros, pero ese día la luz llenaba cada ángulo del recinto y mi alma se sentía demasiado turbada tratando de contener la avalancha de emociones que pugnaba por tomar posesión de mí.

A lo largo de este mes había llorado a los caídos, a los miles que habían muerto y a los más cercanos, como la pobre Laia a quien lamenté no conocer más y cuya pérdida Elliot sufrió muchísimo. Finalmente, me eché a llorar al recordar la cabeza de Geneviéve colgando del puño de Vendela en el momento en el que el coro elevaba el ambiente hacia lo sublime y lo trascendente... Descubrí que me sentía terrible por haberle dicho a Geneviéve que me acompañara aquel día, el recuerdo de su alma gentil, de sus sonrisas y de su complicidad conmigo en algunos momentos me envolvió unos minutos en contrapartida con la última horrible imagen que tenía de su cuerpo. En ese mismo momento sentí, más viva que nunca, una rabia irracional hacia Vendela que me superó y me pareció ridícula: ella ya no existía.

Me consolaba pensar que en mis visitas a Estelle y a las niñas les había ayudado en cuanto podía, hasta habíamos buscado juntas apartamentos en París para ellas; por eso al verlas mi corazón se dejó llevar por una agradable sensación y les di un fuerte abrazo, me sentí unidas a ellas y también a Édith y Montillet, a Elliot que sostenía mi mano con amor y me consolaba, a todos los que de alguna manera estábamos allí en aquel acto piadoso.

Al salir casi no doy crédito a mis ojos al ver con vida a Gabriel, sin darle tiempo a reaccionar le di un abrazo fuerte y una mirada significativa: lo había logrado, qué alegría me daba verlo.

Las heridas de lo que los sectarios habían infligido en su maldad persistirían por mucho tiempo... En algunos de nosotros jamás se borrarían, pensé mirando fugazmente alrededor. Y sin embargo... Cada vez que miraba a Elliot no podía dejar de sentirme afortunada, ¿Era incorrecto sentirme así? Cada vez que miraba a mis amigos, a los que habíamos sobrevivido, no podía dejar de sentir que a pesar de todo el mal vivido y el horror que habíamos presenciado había triunfado el bien, había triunfado el amor... ¿Porque -di una última mirada otra vez alrededor -no era eso lo que nos había salvado a todos?