Partida Rol por web

Taberna: Al Final del Viaje.

Ese era el nombre del local a donde habían sido enviados los jóvenes aventureros. Lo cierto era que cuando vieron la posada se sintieron un tanto descolocados, pues no estaban acostumbrados a un lugar como aquel que no escatimaba en lujos. Acostumbrados a posadas de mala muerte, llegar a un sitio cálido, con mucha luz, limpio y libre de humo de tabaco de la peor calaña era desde luego una sensación extraña para todos salvo quizás para Gemme.

Las mesas, blancas como las paredes de madera, estaban bastante separadas unas de otras y con espacio en opinión de muchos, "desaprovechado". La gente no reía de forma desmesurada, ni cantaban o bailaban, como tampoco hablaban a gritos, i siquiera fuerte. De hecho, la dulce melodía de una lira interpretada por una elfa, se escuchaba sin problema alguno, siendo todo un placer para los sentidos tanto la melodía, como el rostro y el cuerpo escultural de su autora. 

Enseguida se acercó un camarero con mirada altanera y vestido con librea. Les mantuvo la mirada unos instantes antes de examinarlos de arriba abajo y mirarlos con cierto escepticismo. Entonces negó con la cabeza como disgutado.

- Creo que se han equivocado de taberna, caballeros. - Les dijo convencido de sus palabras. - Hay muchas tabernas asequibles a sus bolsillos en la zona del embarcadero. - Afirmó de forma rotunda. - Lo cierto amigos es que... - Se acercó a ellos. - No se acepta gente que no vista con cierta distinción y ustedes, desde luego... - Tomó aire. - Ciertamente, sus ropas están demasiado estropeadas, llenas de agujeros, cortes y manchas de todo tipo de sustancias sepan los dioses a cual más desagradable...

Mi primera reacción al entrar en la lujosa posada es sentirme como un pordiosero, una sensación que se acrecienta con el educado recibimiento del camarero que acude a atendernos; o más bien, a echarnos sin que montemos un espectáculo.

Sin embargo, viendo el ambiente que reina allí, creo que podría acostumbrarme rápidamente a alojarme en un sitio así. Y no solo durante una semana. Si de verdad me hubiera convertido en un rico terrateniente...

Los remiendos tienen poco arreglo por el momento, pero la suciedad tiene fácil solución. Basta un sencillo truco¹ para que las ropas de todos nosotros se vean libres de las manchas de suciedad y de vino.

- Entiendo... - Dijo el mesonero bastante incrédulo ante las palabras de aquel hombre, aunque maravillado por otra parte de que el desaliñado aspecto de sus ropas, hubiera cambiado en una abrir y cerrar de ojos, que aunque siguieran algo agujereadas y rotas, al menos estaban limpias. - Déjenme ver eso... - Agarró el contrato firmado con el magistrado y cuando hubo acabado y tras resoplar volvió a dirigir su mirada a esos cuatro vagabundos. - Acompáñenme.

El mesonero les condujo a través de la sala, aunque hizo un evidente rodeo a través de la sala para que aquel grupo de pordioseros no se juntase demasiado con su refinada clientela, para finalmente subir por unas escaleras al primer piso, donde se encontraban las habitaciones. El mesonero les aconsejo compartir habitación de dos en dos o si la dama no quería, podía tener una habitación para ella y que los tres varones se conformaran con una habitación doble con una cama extra, pues no quedaban más estancias libres.

Al ensenarles las habitaciones, quedaron sorprendidos. Las dos eran amplias, estaban limpias y olían bien. El mobiliario era moderno y estaba prácticamente nuevo. La madera había sido pintada de blanco, como el resto del local y aún así, no se veía una mota de polvo. Un lugar realmente lujoso a sus ojos. Además, en ambas estancias había una zona de baño, con una gran bañera circular oculta tras una zona de biombos.

- Les aconsejo que adquieran unos ropajes más adecuados para cuando bajen al bar a cenar. - Les dijo. - Si no quieren ser el centro de atención de los clientes, claro. - Se encogió de hombros. - Podemos darles unos ropajes dignos por unas dos coronas de oro cada uno, si así lo desean...

El grandullón miró confuso el salón, ciertamente el lugar era demasiado bueno para ellos, sobre todo porque no entendía por que la gente no se reía ni se hacían pullas de mesa a mesa, ni tampoco por que la elfa no recibía piropos adecuados a su gran belleza. Si pensara que podía pagarle, hasta le preguntaría cuanto cobraba, pero seguro que en un lugar como ese le saldría más de lo que llevaba en el bolsillo.

A punto estuvo de coincidir con el mesonero, dar media vuelta, e irse, nisiquiera se sintió insultado, prefería una taberna donde las mesoneras mostraran carne y trajeran enormes jarras de cerveza, y no mesoneros llevando esas esmrriadas copas de vaya a saber que cosa.

Sin embargo el rubio canijo dijo unas cosas raras, y la ropa se  veía diferente, se sentía diferente, olía diferente... y su mano fue directo al bosillo de reserva de su camisa para encontrar que la pierna de pollo que tenía allí guardada se había esfumado. - Oye...- comenzó, y entonces Chester habló y habló, y el mesonero los llevó a las habitaciones antes de que Gunther tuviera tiempo de protestar.

- Ropajes Dignos... - dijo, y sacó de su bolsillo dos de las monedas que les habían pagado por el trabajo - Eso sonar bien. - dijo depositando las monedas en la mano del mesonero, y tras pensar un momento se decidió. - Oye... ¿Cuanto cobrar la elfa que canta? - dijo dibujando con sus manos la voluptuosa figura de la dama.

Realmente era como estar en casa. Todo lo pomposo y falso de lo que habia huido en mi juventud, pero tambien agradable a los sentidos. Muchos recuerdos regresaron a mi memoria, pero afortunadamente no todo eran malos momentos.

... Los placeres nos desvirtuan de nuestro camino, pero la falta de ellos rompe el equilibrio...

Recorde las palabras de la Matriarca Yessenja. Y por un momento me quede disfrutando de la tonada elfica hasta que aquel anfitrion nos definiera tan bajos. Gracias a Sigmar que Chester hablo antes que yo porque mi diplomacia no estaba a la orden del dia.

Continuamos hacia a la habitacion donde solo podia pensar en una sola cosa.

Un baño con agua caliente.

Y no me iba a negar ese placer.

Espero con cortesia Gunther terminara su pedido y tuve que suspirar cuando escuche que pedia el precio de una chica. Estuve a punto de darle un coscorron.

- Buen hombre agradezco la fortuna de contar con vuestro servicio, nuestro camino nos ha llevado a empresas dificiles, pero siempre es agradable contar con lugares que nos transporten al hogar. Por favor si pudiese conseguirme algo de perfume, un lindo vestido y algunos aretes le estare eternamente agradecida. Dije de manera delicada y muy femenina.

Mi mano deposito 5 monedas en su mano.

- Si precisa mas para los gastos no dude en avisar y por favor disculpe las maneras de mi compañero. Finalice con un gesto hacia Gunther como si fuese un hermanito menor.

Hice otro gesto infantil y jovial antes de retirarme con una gracia y docilidad que de seguro llamarian la atencion de Chester, Alder y Gunther.

El baño era MIO!!!!!!

- Pues es una gran idea. - Dijo un sonriente Alder. - Necesito cambiar ya estos harapos, que aunque están limpios gracias al bueno de Chester, siguen siendo harapos. Aunque, si pudiera conseguirme una aguja e hilo, podría tratar de zurcirlos para el viaje. - Le dijo al mesonero. 

Una vez contempló la habitación la que el juez de la feria les había ofrecido para pasar el tiempo que fuera necesario en Bögenhafen hasta que encontraran a ese dichoso goblin, casi se la cayó la mandíbula al suelo. Nunca antes había estado en un lugar tan lujoso, no al menos como invitado y desde luego, hacía mucho, mucho tiempo desde que estuvo en una habitación similar tratando de sustraer algunas de las posesiones de sus moradores. Había dejado el latrocinio atrás hacía muchos años.

- Creo que podremos adaptarnos a este lugar. - Le dijo al mesonero. Miró entonces a Gemme. - Creo que con unos ropajes como los que describes, estarás muy hermosa Gemme. - Le dedicó su mejor sonrisa. - ¿Cómo nos repartimos las habitaciones? - Les preguntó a sus tres compañeros. - Creo que mejor será que yo pernocte en la habitación con Gemme. Alguien tiene que proteger a la dama. - Dijo seriamente. - ¿Qué te parece? - Le preguntó directamente a ella.

- Cobra tres coronas de oro por noche. - Le respondió el mesonero. - Aunque sus servicios se limitan al arte de la canción, me temo. - Aclaró algo exasperado al bruto norteño con el que por desgracia se había tenido que topar. De no ser porque venía impuesto desde la magistratura, nunca les hubiera dejado quedarse en su posada. 

- ¿Cinco coronas? - Le preguntó a la sacerdotisa una vez le entregó las monedas. - Con tres coronas hay más que suficiente para lo que me pedís. - Le dijo devolviéndole las dos monedas restantes.

- Puedo traerle ese hilo y esa aguja. - Le dijo entonces a Alder. - Aunque milagros no harán. - Dijo mirando con cierta repugnancia aquellas ropas desgastadas y agujereadas.

Despues de despedir al mesonero pase por detras de Gunther.

- Comportate!!! Dije mientras le daba un coscorron.

No podia creer que solo pensara en sexo cada 5 minutos.

Y luego vino el comentario de Alder. Era verdad, donde o con quien iba a dormir, aquello me dejo descolocada. Nunca habia dormido con nadie, nunca nadie me habia visto desnuda a menos que fuese alguna de mis compañeras del Convento o del Templo en Plongee y era una niña cuando eso, eones atras.

Por un instante se cruzaron ideas disparatadas por mi mente mientras miraba a Alder, era un hombre agradable que......

Alguien tiene que proteger a la dama

Que arruina todo con su bocota.

Mire a Alder con enfado y me cruce de brazos mientras de mis dedos en la mano derecha comenzaron a salir chispas como si fuese a lanzar un conjuro.

- Te parece que necesito proteccion? Pregunte enfadada y dispuesta a desmostrarlo.

Fui a un costado de la habitacion donde habia dejado mis cosas para quitarme la armadura y de alli al baño donde terminaria el resto.

- Dormire con Chester, el y yo tenemos mucho trabajo que hacer... Y cerre la puerta del baño tras de mi dejandome en la mas preciada y encantadora soledad.

- ¡Vaya genio! - Exclamó Alder sonriente. 

Lo había intentado y le quedaba ese consuelo. Gemme era tan inaccesible como la cámara del tesoro de la fortaleza más inexpugnable de todo el Imperio, no obstante no había fortaleza inexpugnable que pudiera resistirse demasiado tiempo a las habilidades de Alder. 

- ¡Buena suerte allí dentro! - Le dijo el bueno de Alder a Chester dándole una pequeña palmadita sobre el hombro.

No sería mala cosa esa de tener una muda decente para determinadas ocasiones y agradezco gustoso el ofrecimiento del estirado asistente de cámara, junto con la petición de que me consiga tinta, papel y pluma. Ya veremos para qué, pero más tarde o más temprano estoy seguro de que terminaré necesitándolo.

La sugerencia de Alder de compartir estancia con la sigmarita me parece adecuada, quizá después de una noche de mutuo conocimiento podrá volver a centrarse en los asuntos que nos ocupan y no en delirios concupiscentes. Pero, para mi estupor y desasosiego, Gemme me escoge a mí como compañero de cuarto. La deportiva palmadita en el hombro de mi compañero, solo consigue que me tiemblen todavía más las rodillas. ¡¿Qué es lo que espera de mí esta loba?!

—Yo... duermo solo —balbuceo a nadie en particular, dado que la pelirroja sacerdotisa ha desaparecido tras el biombo—. ¡Y ronco!

No sé en qué espera que trabajemos juntos pero yo soy un estudioso muy poco versado en las artes amatorias. Y, de hecho, disfruto más de la lectura de mi grimorio que de la contemplación de la carne. Así pues, me apresuro a tomar asiento en el escritorio de la habitación, a ajustarme la montura de mis gafas sobre el puente de la nariz y a abrir frente a mí mi libro de hechizos.

—Tengo que estudiar cómo arreglar nuestras ropas —les aseguro, aunque a me suena a una excusa de lo más pobre...

Fuera como fuera, nadie dormiría con Gemme, al menos no en la misma cama y esa noche. Alder fue quien si sufrió los ronquidos de Gunther, quien se quedó sin mojar el churro por esa noche. En aquella lujosa taberna no se ejercía la prostitución, lo que al parecer de Gunther la hacía una taberna tan limpia como aburrida. Chester no durmió demasiado bien. Se sintió inquieto durante toda la noche por estar a solas con Gemme, pues aunque no quisiera reconocerlo, de haber tenido la confianza suficiente en si mismo, hubiera tratado de acercarse un poco más a la sacerdotisa, aunque la idea de que su espada no tuviera el vigor necesario a la hora de la verdad era algo recurrente que le había impedido hasta la fecha hacer lo que un hombre tiene que hacer... Y Gemme... Gemme si durmió y durmió de forma reconfortante y profunda.

Para cuando hubo amanecido todos seguían en sus lechos. Gunther ni sabía a que hora tenían que levantarse y no se preocupó. De hecho, nadie sabía la hora a la que habían quedado y Alder decidió que mejor sería aprovechar aquella cómoda cama, pues aunque tenían toda la semana pagada, igual el trabajo en las cloacas se les complicaba demasiado y bueno... no podía desaprovechar la ocasión. Gemme estaba agotada. Viajar con aquella pesada armadura era terrible y Chester... bueno, lo cierto es que Chester logró conciliar el suelo minutos antes del amanecer, por lo que se encontraba en el momento más álgido del sueño.

Pero finalmente tuvieron que ponerse en pie y tras asearse un poco, recoger sus enseres y ponerse la ropa de trabajo ya zurcida, se encaminaron hacia el exterior de la muralla a la zona sureste, donde se encontraba el tribunal y las picotas. La tienda del juez seguía custodiada por varios guardias, aunque sus rostros eran otros, por fortuna para ellos existían los turnos de guardia y no eran siempre los mismos los que custodiaban la entrada. 

Al presentarse a los guardias, éstos les hicieron pasar al interior de la carpa a los cuatro extraños agentes del juez. En el interior se hallaba el magistrado Heinz Ritcher rodeado de otros dos guardias armados con ballestas. El juez miró altivo a los recién llegados y frunció el ceño guardando silencio durante algunos incómodos segundos, hasta que finalmente abrió la boca.

- ¿Y bien? - Preguntó. - ¿A qué se debe el retraso? - Dijo con tono arrogante. - ¿Y por dónde van a empezar a buscar? -Les preguntó.

 Lo cierto era que se había sentido un tanto desilusionado al saber que la chica no cobraba por follar, cada vez entendía menos a las mujeres, quizá no todas follaran, y por eso no cobraban... rumiando ese msterio se había quedado dormido, y las ropas nuevas que encontró al día siguiente le sirvieron para poder desayunar tranquilo en el comedor, mientras los demás seguían durmiendo. Luego salió a la calle y paseó un rato, hasta que encontró una chica que en lugar de insultarlo, darle una bofetada, o escupirlo, le aceptó las monedas y pasaron un buen rato.

No sabía que hora era cuando regresó, pero definitivamente era antes del almuerzo y sus compañeros estaban despiertos, asi es que subió a la habitación, se cambió las ropas buenas por sus harapos limpios y surcidos y armadura, y bajó a esperarlos... en la calle, porque claramente el mesonero dejó claro que no podía estar dentro.

Cuando finalmente llegaron a la carpa el tal Juez estaba cabreado, parecía que quería que llegaran antes, pero Gunther se encogió de hombros y dijo lo más obvio que se le ocurrió - Por agujero, ¿por donde más? y no importa si tarde o no, hay que rastrear. - se encoció de hombros y miró a sus compañeros - ¿Por que estar aqui? tenemos que ir por donde trespatasverdes se fue a la pared.

Me paso media noche estudiando mi grimorio, forzando la vista bajo la moribunda luz de una vela. Y la otra media noche, vigilando que Gemme no aproveche que estoy dormido para meterse en mi cama y abusar de mí. Para cuando el sol comienza a alzarse tras la línea del horizonte estoy tan agotado que incluso estoy dispuesto a correr el riesgo de ser forzado. Aun así, por precaución, dejo una nota en la mesita de noche donde indico claramente: "solo sí es sí".

Para cuando despierto, todo parece estar en su lugar, salvo una muda nueva que el mozo de cámara ha debido dejar aquí mientras dormía. ¡Qué atrevimiento el suyo!

Estreno las prendas nuevas y, con un sencillo encantamiento, reparo las gastadas ropas que llevaba anoche antes de salir del dormitorio en busca de mis compañeros. Los encuentro desayunando en la posada y, después de comprobar que Alder no es un gran costurero, me ofrezco a remendar también sus vestiduras para dejarlas como recién compradas.

Por alguna razón que se me escapa, insisten en comparecer nuevamente ante la magistratura antes de que hayamos tenido ocasión de llevar a cabo el encargo encomendado y, como era de esperar, somos amonestados por presentarnos anet el juez sin motivo alguno.

—Su señoría, no debéis preocuparos pues ya hemos comenzado nuestra investigación. Estamos en disposición de afirmar que ese goblin fugitivo no se encuentra alojado en "Al Final del Viaje" y confiamos en que muy pronto podremos descartar otros paraderos. Nuestro amigo Gunther tiene mucha razón en que un buen punto de partida sería el sistema de alcantarillado por el que todos le vimos desaparecer, pero estoy seguro de que será un sistema complejo y laberíntico y nos vendría bien la ayuda de algún funcionario local que nos pudiese hacer de guía en las cloacas.

Tras llegar con el juez solo podia disculparme con la demora y luego simplemente escuche a los demas.

Por lo pronto estaban mejor informados que yo y a los hombres les encantaba el protagonismo. No tenia problema con ello.

Asentir y despues ir a buscar a la criatura.

- Lo cierto Gunther... - Alder miró al bruto tiparraco que viajaba con ellos. - ...es que difícilmente podremos meternos por ese agujero. - Desveló. - Estuve examinándolo y aunque creo que yo podría colarme por la abertura y puede que Chester también, Gemme tendría que dejar su armadura y tú... - Le miró de arriba abajo. - Desde luego que tú no cabes por ese agujero diminuto. - Afirmó rotundo. - La mejor opción, como dice Chester, es que se nos proporcione un guía. Alguien que sepa moverse por las cloacas de la ciudad... - Sinceramente, aquello sonaba realmente mal, pero veinticinco coronas de oro lo valía.

- ¿Un guía, eh? - Preguntó el juez. - Podría buscarlo, sí, pero eso repercutiría en el pago. - Observó. - Creo que lo mejor que pueden hacer es simplemente preguntarle a la guardia. - Les dijo. Entonces miró al hombre tuerto que se encontraba en el interior de la carpa sentado en una silla en una esquina cercana a la puerta. - ¿Qué opináis vos, capitán Lassange?

- Creo que podría ayudarles... - Dijo el capitán. - Si me siguen.

El capitán Lassange salió de la carpa a frente de aquel variopinto grupo camino del interior de la muralla de Bögenhafen. Caminaron por una abarrotada Nulner Weg, en la que estaba llena de puestos ambulantes de comida, baratijas y objetos artesanales, así como artistas callejeros o músicos que ayudaban a crear un ambiente festivo en las calles de aquella ciudad. Al fin y al cabo estaban en el schaffenfest.

Finalmente llegaron a lo que era el centro de la ciudad. Estaban frente a un impresionante edificio con numerosas columnas y agujas dominaba la Dreieckeplatz. Unos guardias armados con alabardas y con uniformes de gala custodiaban la entrada al ayuntamiento, pero les dejaron pasar sin ningún problema gracias a la persona que les había conducido hasta allí. 

Según les había contado Lassange por el camino, el ayuntamiento de Bögenhafen era el lugar donde se reunía el consejo de la ciudad y además contaba con diversas salas de reunión, los archivos de la ciudad y una caja fuerte muy vigilada (cosa que remarcó en varias ocasiones), que encerraba todos los impuestos recaudados por la ciudad, hasta la próxima visita bianual del recaudador de Altdorf.

Tras hablar con un escriba, éste se introdujo en lo que parecía ser el archivo y tras casi media hora regresó portando consigo un enorme plano que desplegó sobre una mesa. 

- Perfecto. - Le dijo Lassange. - Esto es lo que buscábamos. - Y acto seguido les entregó el plano al grupo de búsqueda del goblin. - Si el plano se daña, podría descontárseles de su suelo. - Les dijo. - Buena suerte.

Si me dijeran que este paseo hasta el corazón de Bögenhafen no ha tenido otro propósito que el de impresionarme con su magnificencia arquitectónica, me lo creería. Todo parece creado para empequeñecer al ocasional viajero y, desde luego, consigue dejarme sin palabras incluso a mí.

Pero de todo cuanto vemos, nada me impresiona más que el enorme archivo que atesora el ayuntamiento local. ¿Quién sabe cuántos tesoros del conocimiento se guardarán allí sin que nadie se preocupe en leerlos jamás? Trabajar aquí como archivero debe ser la profesión más gratificante del mundo.

Observo con admiración el mapa de las cloacas que han puesto a nuestra disposición e intento memorizar cada detalle. Siempre me han fascinado los mapas. Es lo más parecido a lo que debe sentir un dios que contempla desde las alturas una basta región de tierra.

Si no estoy equivocado, la boca de alcantarilla más próxima se encuentra al noroeste de aquí; de camino al Río Bogen. Pero nuestro furtivo goblin de tres patas desaparió en el extremo opuesto del sistema de alcantarillado, perdiéndose por los conductos secundarios. Creo que ese debería ser nuestro punto de partida, para no recorrer Bögenhafen a través de las aguas fecales.