Partida Rol por web

Tan absorto estaba contemplando la casa que no vi venir el cuerpo de Juliette y acabamos los dos tumbados en el suelo, uno sobre el otro. Noté el rubor de mi amiga y rápidamente me levanté y le ayudé a incorporarse.

- No te preocupes por el vestido, querida, en París se llevan las faldas con ese corte. Estás maravillosa.

Beso la mano de Juliette simulando una reverencia para intentar hacerla sonreir.

Rápidamente me vuelvo a concentrar en la casa.

En posición horizontal, tanto Juliette como Alfred advierten la presencia de unas recientes huellas de zapatos impresas en la gruesa capa de polvo que recubre el suelo del comedor. El rastro cruza la habitación desde el lugar en el que se encuentran, junto a la ventana abierta, y se pierde tras una puerta que desemboca en un distribuidor en forma de ele.

Ambos se levantan del suelo algo ruborizados y, tras recomponerse y verse atraídos por la idea de seguir las huellas, se percatan de que, a su derecha, lo que parece ser la cocina de la casa asoma tras una puerta entreabierta.

Así que no somos los primeros en venir a esta casa, interesante, entre eso y lo de los vigilantes de antes, esto cada vez se está poniendo mejor. Sonrío para mi misma, hacía tiempo que no pasaba nada estimulante en mi vida, y esto sin duda, lo es.

- ¿Por dónde cree que deberíamos continuar, Alfred? Preferiría que no nos separásemos y en cuanto a mi opinión, me gustaría seguir esas huellas - digo señalando al suelo y hacia donde llevaban - ¿y bien?

Las huellas recientes me dejan pensativo, además me sirven para quitarme de la mente la imagen de Juliette sobre mi.

- Juliette, ¿te acuerdas qué calzado llevaba Annemarie? ¿Puede que sean sus huellas?

No me quedo tranquilo dejando a mi espalda una habitación sin explorar pero estoy de acuerdo con Juliette. Debemos  seguir las huellas. Disimuladamente adelanto a la muchacha y me pongo delante.

- Vamos allá.

Intento evocar el calzado de la mujer, pero nada, no puedo recordarlo.

- No, lo siento Alfred, la verdad es que suelo fijarme en esas cosas pero como la ropa de Annemarie era un tanto... bueno ya me entiendes, supongo que no me fijé demasiado.

Ante Alfred y Juliette, el distribuidor se abre sombrío y desnudo. En él encuentran bastante menos polvo que en el comedor, con lo que el rastro de pisadas se difumina considerablemente, haciéndose difícil seguirlo a partir de ese punto.

En frente de ellos, una entornada puerta acristalada conduce a lo que parece ser el vestíbulo de la casa. Justo a la derecha de la pareja, otra puerta, esta de madera oscura y cerrada, les flanquea el paso y unos metros más adelante, a la izquierda, una puerta abierta de par en par les da la bienvenida a la sala de estar.

Por más que miro no consigo distinguir hacia dónde continúa el rastro de pisadas.

Miro a Juliette por si acaso ella tuviera mejor vista que yo y localizara el rastro.

-¿Pasamos al salón? Igual hay un té con pastas para nosotros…

El humor intentaba aliviar la tensión del momento.

Parece que estoy tan perdida como mi compañero, no veo más que polvo y ni rastro de las huellas que nos han traído hasta aquí.

- Sí, quizás alguien nos quiera dar la bienvenida con algo dulce.

Digo sonriente mientras camino hacia la izquierda en dirección al salón.

Revestida con paneles de roble y lujosamente amueblada, la sala de estar se abre ante Juliette y Alfred tan o más repleta de polvo y telarañas que el comedor. Ante ellos, un amplio sofá tapizado en verde salvia hace juego con un sillón orejero que hay dispuesto junto a una pequeña mesa de té de madera oscura, quizás ébano. Colgados en las paredes, dos bodegones en forma de cuadros dan a la escena un toque de color. Pese a lo descuidada que está la habitación, la pieza destila confort por las cuatros esquinas. 

- Bueno, parece que Edward no vivía tan mal, después de todo. Aunque es cierto que parece que lleva bastante tiempo sin aparecer por aquí.

Paso un dedo por la mesa para comprobar el grosor de la capa de polvo y, de paso, miro si hay algo sobre ella.

Por la porquería que acumula el dedo de Alfred al ser deslizado por la mesa de té, este presupone que hace bastante tiempo que nadie disfruta del confort de la sala de estar. No encuentra nada de interés sobre la madera, salvo una gruesa capa de polvo. Lo mismo ocurre en los demás rincones de la habitación.

- Querida, aquí solo hay polvo y suciedad. Creo que deberíamos retroceder y mirar esa puerta cerrada que nos dejamos.  ¿Te parece bien?

Abandono el salón y me voy a la puerta de madera que habíamos visto con anterioridad.

Sin aquella capa de polvo y aquel estado de dejadez absoluta aquel salón se vería hasta bonito y acogedor, quien lo decoro tenía buen gusto, sin duda.

- Sí, la verdad es que no creo que aquí vayamos a dar con nada, aún así, voy a curiosear un poco más, ahora te sigo querido Alfred.

Echo un vistazo por toda la estancia por si se le ha pasado algo a mi compañero, de no ser así le sigo.

Juliette busca con esmero cualquier cosa fuera de lo normal en la piscina de polvo que es la sala de estar, pero no da con nada salvo con la certeza de que nadie en mucho tiempo ha entrado en esa habitación. Descartando que el rastro que encontraron en el comedor pase por allí, la chica va en busca de su compañero.

Mientras tanto, Alfred vuelve a cruzar el distribuidor con la intención de curiosear tras la puerta oscura. Por suerte, esta está abierta y únicamente tiene que girar el pomo para entrar en la que resulta ser la biblioteca de la casa MacBain. A diferencia del resto de habitaciones que hasta el momento la pareja ha visitado, esta, por la poca cantidad de polvo acumulado, parece haberse empleado frecuentemente. Un imponente escritorio de ébano provisto de todo tipo de útiles de escritura domina la estancia. Tras este, una confortable silla tapizada en un vivo color rojo contrasta con la oscuridad de la madera que prepondera en la sala. Al fondo y a los laterales, las paredes están cubiertas de estantes repletos de libros ordenados. Pese a la pulcra disposición de los tomos, hay algunos huecos en las hileras de donde parecen haberse sacado ciertos volúmenes.

- Esto ya es otra cosa...

La sala se ha estado usando recientemente. Quizá Edward, suponiendo que fuera el el que se alojaba aquí, se haya encontrado más agusto entre libros que en los sillones de la sala de estar.

- Quizá podamos averiguar en qué estaba enfrascado antes de desaparecer.

Miro los huecos de los libros que faltan, por si pudier saber, basándome en los que los rodean, de qué trataban. También busco por la sala por si Edward hubiera tomado notas o algo fuera de lugar.