Partida Rol por web

El mar de Bolzhan era un gran mar en mitad del continente. Casi de la noche a la mañana, una gran isla emergió de sus aguas de una manera incomprensible hace unas semanas Pescadores y navíos mercantes dieron cuenta de este hecho en las tabernas de la costa, y ésto hizo que os embarcárais en una pinaza comercial que atravesaba dicho mar, y que por un irrisorio precio os dejaría allí, en medio de la isla. Y aquel viaje que os llevaría a explorar tal lugar. Una vez allí, os dísteis cuenta de que la isla resurgida era tal y como la describían los primeros avistadores: el islote no era sino un pedazo de tierra muy poblado de vegetación (cosa insólita), y aún inexplorado. Una vez estuvísteis pisando su costa y la pinaza hubo de partir, comenzásteis a explorar el lugar adentrándoos tierra adentro. Y no tardásteis mucho en encontrar las ruinas de las que también se habían hablado de aquellos días.

Por lo visto en la aldea en la que descansábais en el momento de saber de este lugar se hablaba de una hermosa sacerdotisa elfa que vivió tiempo atrás, y que antaño había vivido retirada, forzosa o voluntariamente, de la vida mundana. Su nombre era Bellethiel, y tal nombre comenzó a ligarse con la isla resurgida. Por lo visto, las leyendas decían que ése era su antiguo hogar, y que éste había resurgido porque su poder había vuelto a la vida (o simplemente a aparecer sobre la faz de la tierra). Los cuentos antiguos señalaban que Bellethiel poseía una gran biblioteca, de la que pudo descubrir su conocimiento. El caso es que esta historia difusa, fuera cierta o no, podría ser el germen de una aventura; y allí estábais, contemplando ahora las ruinas que, seguramente, fueran de su propiedad. Tan sólo quedaba averiguar si allí dentro vivía alguien, o, sobre todo, si había algún tesoro que poder tomar.

Aquellas ruinas estaban escondidas entre la maleza, en el interior la grieta de una montaña en el centro de la isla (la única montaña emergida como tal). La gran abertura vertical dejaba entrar la luz de la mañana, y podían verse arcos, columnas, pasillos, pasamanos y esculturas de piedra, todas ellas sucumbidas por la maleza y la hiedra. Un pequeño abismo componía la entrada, aunque podía atravesarse y acceder al interior del complejo a través de una serie de puentecillos de piedra que comunicaban zonas a modo de descansillos. En el centro de uno de ellos, una especie de altar aguantaba una gran roca esculpida de la que salía una luz azulada y fulgurante. ¿Sería tal vez la muestra del poder allí resurgido?

Tras internaros po la entrada de las ruinas, situadas en una pared vertical de la montaña, llegásteis en segundos hasta a una puerta de hierro que tenía sobre sí un dintel con el símbolo de una serpiente enrroscada en una llama. El portón de hierro estaba abierto , y su acceso era inmediato pero..., ¿qué diantres sería aquel grabado?
 

Margot era una mujer de armas tomar. Siempre lo ha sido y eso le aseguró una vida más o menos acomodada al mando de su propio batallón en la ciudad capital, pero por alguna razón su ascenso en la guardia se detuvo para dejar de progresar. A pesar de aquello, su reputación le ha llevado a conocer ciertas amistades que inculcaron su interés en la isla que había salido de la nada. Dichas amistades le aseguraron su vuelta al ruedo en el escalafón militar si lograba conseguir datos de relevancia y pruebas físicas de que las propiedades mágicas de la isla eran verosímiles para poder llevar a cabo una exploración a fondo con una compañía militar respetable en aquel lugar.

Pero para ello, primero tenía que adentrarse por su cuenta e irse con una buena historia que contar. Afortunadamente dichos contactos ya habían conseguido dos compañeros para su búsqueda; una mujer de la raza antigua conocida como Tyrael Neriphyra y un hechicero avergonzado de su nombre que podría servirles como guía en aquellas galerías sumergidas. Margot sabía bien que con la organización suficiente podían conformar un grupo de investigación competente, y si lograba reunir las pruebas suficientes pronto su nombre volvería a escucharse y su reputación se elevaría por las altas agujas de la capital. Era un trabajo simplemente demasiado bueno como para dejarlo ir.

Y allí estaban, en el interior de la isla alzada frente a la puerta de hierro que les daba la bienvenida a las omniosas ruinas. Un grabado extraño se hallaba en la puerta y la mujer se aclaró la garganta para disimular su sorpresa y empezar a dar las primeras ordenes.

—Tyra, mantente alerta de lo que pueda haber a nuestro alrededor. Dudo que cualquier clase de animal pueda hallarse en una isla recién aparecida del fondo del océano, pero nunca está de más tener un par de ojos extra vigilando —se acercó al hechicero con una ceja arqueada—. Camelos... ¿Cree poder transcribir lo que sea que digan esos glifos grabados en la puerta?

Benito se mantenia en medio del grupo, llevaba su ropa de viaje ajustada que habia visto tiempos mejores, Llevaba un baston donde la madera rodeaba en la punta una "joya" dicha joya no era mas que un cristal pulido sin ningun valor. Pero esta irradiaba luz hacia cualquier angulo de este.

Supongo que si...pero me tendria que acercar para verlos un poco mejor. Y animales no....pero criaturas de otro tiempo...puede haber hasta gamusinos. 

No era el primer encargo de Tyra, pero sí estaba siendo el más insólito. Ya llevaba unas cuántas décadas ganándose la vida como espada a sueldo. La orden de asesinos a la que había pertenecido durante al menos dos siglos había caído en desgracia y ella tuvo que ganarse el pan como pudo desde entonces. Por suerte, todavía había gente que recordaba la fama que había tenido antaño su gente.

A todas luces, Tyra se había convertido en una saqueadora. Había cambiado la ropa negra y elegante por algo más discreto y mundano —casi hasta cochambroso—. No podía permitirse el dinero en lujos innecesarios. Dejaba que su fama consiguiese el trabajo por ella, pues, al fin y al cabo, todo grupo de aventureros necesita a una experta en trampas y sigilo en las expediciones. Mucho menos glamouroso que los encargos de grandes aristocratas para quitarse de encima a rivales políticos, pero con algo había que ganarse el pan.

—Tendré los ojos bien abiertos —respondió escuetamente mientras oteaba los alrededores en busca del más mínimo indicio de movimiento en la nueva isla.

Aquella misión resultaba algo más extraña que sus últimos encargos, pero prometía un buen pellizco de botín.

Margot invitó a Camelos a descifrar aquel emblema rúnico sobre el dintel de piedra sobre la puerta. Mientras éste se acercaba para escudriñarlo, Tyrael vigilaba por doquier para evitar cualesquier sorpresa. En aquel templo se oía tan sólo el silencio; un frío y extraño acompañante que a veces presagiaba tranquilidad y otras tantas veces lo contrario.

Levanto el baston y hizo brillar con intensidad el cristal* y enfoco hacia las runas.

Benito se las mira de lado a lado, y del reves...y saltenado runas.

Yo jugaria que pone, llama antes de entrar, y si vienes a cenar trae el postre.

Margot notó que en aquel enrevesado paraje la luz solar apenas lograba llegar al suelo ante el escudo de vegetación que se había formado alrededor de la isla resurgida. Por lo que ellos tendrían que utilizar su propia luz si querían llegar lejos en aquellas galerías sumergidas. Dejó caer su mochila para retirar una antorcha que encendió y sostuvo con una sola mano, la advertencia del hechicero bastó para poner los sentidos de la oficial en alerta y desenvainó su espada corta. Apuntaba con la punta de la misma cada uno de los glifos allí grabados... No parecía entender nada de lo que estaba allí escrito.

—Igual y la señorita Tyra conoce un poco más que nosotros acerca de la lengua antigua. Al fin y al cabo comparte sangre con la supuesta desaparecida Bellethiel.

Tyrael no era lingüista, filóloga, etimóloga ni ninguna otra profesión referida a letras o idiomas. De hecho, había despreciado durante gran parte de su vida la lengua común y se había visto obligada a aprenderla para poder trabajar como mercenaria. Ella provenía de la raza antigua. Todo el mundo sabe que los elfos siempre miran por encima del hombro al resto de criaturas, ¿cómo dignarse entonces a hablar "lenguas vulgares"? 

Pero tras la decadencia de su orden —y gran parte de su estirpe– no tuvo más remedio que tragarse sus palabras y su orgullo.

Pero quizá se debiese precisamente a la antigüedad de su pueblo, y que su idioma había sido conservado con celo tal y como se hablaba hacía milenios, que Tyra fue capaz de distinguir parte de los glifos que tan desesperadamente trataban de descifrar sus compañeros.

—Esto… ¿de verdad os cuesta tanto leer eso? —preguntó con cierta sorna.

Benito iluminó la runa, y Margot lo hizo con la antorcha; y Tyrael entendió que aquella runa de la serpiente enroscada en una llama era una metáfora de la estirpe de algunos clanes élficos: la serpiente representaba (o así lo entendió ella) el poder que tal raza tenía desde su creación, y cómo había podido dominar cualquier obstáculo en el mundo (de ahí la metáfora del fuego), y a otras razas de la Tierra. 

El caso es que en cuanto Tyra contó tal detalle, os dísteis cuenta de que el portón metálico bajo la runa estaba abierto: su cerradura estaba desvencijada, forzada más bien, y las dos grandes y gruesas planchas de metal que componían el portón podían abrirse empujando un poco. ¿Acaso ya habría alguien intentado entrar allí?

Finalmente, avanzásteis a través de la puerta y encontrásteis unos escalones excavados en el interior de la gruta. Tras subirlos llegásteis atravesásteis un pasillo de paredes y bóvedas empedradas, así como losas cuadradas de piedra lisa, que antaño cobraron más brillo que ahora (y que la mayoría, en este momento, estaban rotas o quebradas). Y además, enseguida vísteis que el pasillo terminaba en un puentecillo de piedra que salvaba un gran abismo oscuro bajo vuestros pies. Lo malo era que estaba destruido, quebrado en su mitad. A la luz de la antorcha que llevaba Margot vísteis el otro extremo del puente, y, pese a que había un trecho, parecía la única forma de continuar.

Como último apunte, en la sala en la que estábais dos estatuas de piedra, esculturas que ahora estaban picadas y quebradas parcialmente, desansaban en uno y otro muro, una a cada lado. Eras las estatuas de dos guerreros con un casco, prendas cortas y una espada en alto, tal vez representaciones de hombres o elfos de antaño (aunque sólo se apreciaba su figura humanoide).

De un puntapié, Tyra empujó un guijarro al abismo y se detuvo a escuchar. Pero el vacío no le devolvió sonido alguno. Se encogió de hombros.

—Oye, Camelos —dijo señalando al mago—. Tú que eres experto en esta clase de cosas, ¿por qué no invocas un puente o nos llevas levitando hacia el otro lado?

y bien! responde como coletilla, si tubiera este tipo de magia me hubiera dedicado al circo. Pero no el circo ambulante, sino el de palacios. 

Yo lo que haria es un puente de esos salvajes de la selva del sur esaquenosecomosellama, lo escuche de un bardo. Pasamos una 3 cuerdas en forma de V y podemos cruzar sin peligro, o simplemente con una, o directamente saltamos. Si no nos sale bien no vamos a sufrir demasiado. SPLASH! simula algo quedando como una tortilla contra el suelo.

Margot frunció el ceño mientras que inspeccionaba la profundidad del foso. No quería acabar en un splash, pero no iba a detenerse solo por aquel pequeño obstáculo. Le acercó la antorcha a Tyrael y envainó la espada. Retiró de su mochila un rollo de cuerda que había añadido a su inventario antes de zarpar y se acercó a una de las derruidas estatuas élficas para proceder a rodearla con la misma y atar un nudo. Luego de eso se ató otro en la cintura y se aseguró de que la cuerda estuviese bien atada en ambos lados.

—Si caigo... Al menos no me daré un golpe tan fuerte —miró al par, como buscando su aprobación—. ¿No es así? Bueno... Vamos allá.

Tomó aire y se preparó. La oficial empezó a correr en dirección al agujero y una vez llegado al borde de un salto intentó llegar al otro lado o al menos con sus manos atrapar una saliente... ¡Es todo o nada!

Tyra propuso utilizar la magia de Benito para sobrepasar este obstáculo. Sin embargo, éste sabía que la magia que podía convocar tal vez no fuera suficiente como para sobrepasar ese esfuerzo de un simple chasquido. Mientras pensaba en las fatídicas consecuencias, Margot sacó su cuerda, ató a una de las estatuas un fuerte nudo y luego el extremo a su cuerpo. La idea de saltar con seguidad no era sino bastante inteligente. ¡La mujer corrió y el borde saltó!

Mientras estaba en el aire, en esos precisos instantes Tyrael y Benito escucharon un crujido constante: ¡¡CRrrkrrr...!! La estatua que había tocado Margot para atar la cuerda comenzo a descascarillarse, como si una fina capa pétrea comenzara a desprenderse por todo su cuerpo... ¡¡Y la figura de casco y espada comenzó a moverse una vez que la fina película acabó de quebrarse!! Movió sus brazos, alanceó su espada, como si estuviera desperezándose de un gran sueño (y tal que así parecía ser), y giró su cabeza y vio a la elfa y al mago allí, delante de él. En pocos segundos trataría, seguramente, de arremeter contra ellos dos, pues su rostro comenzó a arquearse de manera poco reconfortante...

Margot logró llegar al otro lado y tastrabilló para caer sobre sus rodillas del otro lado del abismo. Sonrió con confianza... ¡Lo había logrado! Pero cuando se giró para ver a sus compañeros se dio cuenta de que una sombra se estaba moviendo a sus espaldas. Se trataba de la estatua, había cobrado vida.

—¡Rápido, saltad al otro lado! —Advirtió mientras que volvía a desenvainar la espada—. ¡Cortad la cuerda y aferraos a ella!

Benito estaba levantando el dedo indice para incentivar sus palabras mientras procedia a saltar, sacar un rollo de cuerda aleatorio y atarlo no aseguraba que la cuerda fuera mas corta que el agujero, podia continuar realizando el SPLASH con cuerda, ademas todas las cuerdas tenian efecto alargamiento...era algo que se tenia que tener en cuenta....

Por la amor de dios... deberias calcular la cuerda no sea demasiada larga porque sino el impacto...mientras habla gira la cabeza casi como un buho, ostia cajonoes.

Benito se acerca a la estatua un par de metros, mientras saca de su cinturon una de las dagas, pero no para enfrentarse, sino una retirada estrategica proporcionalmente en la otra direccion del problema. Conocido como negacion del problema, si llevara la tunica como la mayor parte de los hechiceros ahora podriais ver como se levanta la falda y quedan sus calzones blancos de coranzoncitos expuestos, por suerte lleva pantalones como aventurero que es. Asi que corre los metros ganados e intenta saltar. Sabe perfectamente que 8 metros son imposibles de saltar por un humano medio y mucho menos uno como el, lo maximo que saltaba era los cuerpos de sus compañeros en el colegio arcano, despues de hacerles la zancadilla para llegar antes al comedor y comerse la racion suya y la de sus compañeros de dulces de chocolate dominguero. 

NO HAY UN AGUJERO! LO DESCREO! ES UN PUENTE INVISIBLE!

Aunque su salto ya estaba diseñado no para llegar al otro lado, sino con suerte llegar con sus dedos al borde del otro lado, o posiblemente estamparse contra la pared del otro lado y poder clavar algun sitio la daga como si fuera una piqueta de escalada en el hielo.

Tyra se quedó inmóvil al escuchar el crujido a su espalda. Hasta donde ella sabía, las estatuas no deberían poder moverse de aquella manera, y tampoco solían despertarse con tan mal humor como para querer atravesarla de un sablazo. Retrocedió un par de pasos, preparándose para plantarle cara, hasta que se percató de que sus compañeros había empezado su retirada. Al ver que las posibilidades de supervivencia escaseaban en un combate uno contra uno, decidió seguir el ejemplo de Megot y Benito.

—Vaya, hay algunas que tienen un muy mal despertar —comentó antes de dar media vuelta y saltar el trecho del puente.

Por desgracia, los nervios le jugaron una mala pasada y calculó mal la distancia. Para cuando quiso darse cuenta, estaba colgada de la pernera del pantalón de Benito.

—Camelas, ahora (uf) nos vendría de maravilla que demostrases tus talentos arcanos.