Partida Rol por web

Parece que se vuelve,
está...y por el ademán de su mano parece que va a señalar hacia algún punto en particular de la maleza pero se detiene inmediatamente y esconde su mano detrás suyo para añadir....
Está... fuera.
El niño del palo asiente.
Si. Sarah no está.

Mientras la pequeña mano de aquel infante se elevaba hacia algún punto de la espesura, el corazón de Melvin se aceleraba de pura expectativa. En su mente, la alegría de estar tan cerca de hallarla entraba en conflicto con el desagrado de lo que significaría encontrar su cuerpo escondido en los arbustos. Pero los niños eran tan reticentes como los adultos del lugar. Mas en su rostro, ninguna de estas emociones podía verse. Sólo su sonrisa cálida.

Por supuesto...

-¿Fuera? ¿Se ha ido de la isla? Mmm, eso no es nada bueno. Verán, he estado hablando con la madre de Sarah, y me dijo que podía encontrarlos a ustedes jugueteando por aquí. Me aseguró que ustedes podrían ayudarme a encontrar a Sarah. Ella... quería verla-

mmmmmm..... la niña parece dudar por un instante y parece que va a decir algo. Pero parece que el niño del palo se adelanta y la chilla:
¡Vámonos, Sandrine! ¡No hables con los extraños! y la niña parece reaccionar y dando media vuelta corre hacia la espesura del bosque, al igual que el otro chico del palo.

Lo había visto en los ojos de aquellos pequeños desde el principio. Su inocencia había sido arruinada, vejada por la xenofobia o algún otro ardid de aquellos malditos isleños. La mirada del intrépido muchacho que se apresuró en escapar se lo había confirmado. Estaban realmente solos en aquella tierra olvidada. Sin embargo, el desdén que Melvin empezaba a sentir hacia Monhegan le daba fuerzas para seguir. Quería frustrar los intentos de los lugareños de ocultar aquel extraño caso con toda su alma.

Aprovechó la ventaja que le daría a los niños para, con su pluma, hacer pequeñas marcas en un tronco cercano. -Vamos Wesson. Si tenemos suerte, nos llevarán hasta ella- Sin perder de vista las cabelleras de los infantes entre la espesura, el dúo les siguió los pasos a una distancia prudencial. En el camino, el detective continuaba haciendo las marcas que le mostrarían el camino de vuelta a aquel claro donde la ubicación de Sarah casi era revelada.

Los niños se dispersan en direcciones distintas y ni siquiera iban por donde hizo amago de señalar.
Hábilmente Franks va haciendo muescas seguido por el atlético Smith aunque pronto tiene lugar la confusión. Los niños se van perdiendo de vista aprovechando el espeso follaje y oronto va siendo difícil el poder seguirlos y mas cuando surgen nuevos ruidos en la espesura. Parece como si en una coreografia perfecta los niños, y mas de solo el par que visteis antes, se coordinaran para crear rastros falsos confundiendo vuestros sentidos en un infantil juego de persecuciones sin fin.

Quizás es un grupo de 6 ó 7 infantes que parecen conocer a la perfección el bosque y sus múltiples escondrijos y que no encuentran excesiva dificultad en dar esquinazo a un forastero, claro, que no todos son tan buenos como Wesson o como Franks.

Al final, Melvin parecía tan desorientado como Wesson. Oteaba el follaje, pero nunca hacia el mismo lugar. Los ruidos inundaban el lugar, y acabaron por confundir la mente de los investigadores, hastiada y frustrada. Ni siquiera la cercanía de su objetivo les dio fuerzas para seguir.

-¡Maldita sea!- El detective volteó hacia el camino que venían siguiendo, y apresuró sus pasos. -No todo está perdido Smith. ¡Vamos!-

Sus pasos le llevaron al claro donde habían hablado brevemente con los infantes. Buscó con la mirada aquellos arbustos que uno había intentado señalar, antes de verse bruscamente interrumpido por ese maldito hechizo que los adultos se empeñaban en conjurar en las inocentes cabezas de los niños. Sin más dilación, se dirigió allí, como si la vida le fuera en ello.

Smith parece treméndamente desorientado. Pero Franks parece tener una referencia y se lanza hacia un arbusto intentando agarrar al muchacho. Pero entre murmullos y gritos infantiles sale corriendo otro muchacho de unos 12 años que nunca habíais visto antes vitoreado por sus compañeros camuflados en la vegetación colindante.

Como si fuerais su nuevo juguete.

Luego se lo digo a Sarah. Jijijijiji. Adios... dice la infantil voz de la niña que inicialmente visteis, a vuestra espalda; segundos antes de salir corriendo.

La cabeza le daba vueltas, y en su estado desorientado, le pareció que a Wesson se le incendiaría de un momento a otro. Pasos apresurados, risitas divertidas, aunque a la vez crueles a los oídos del dúo, que tenía la mente hastiada. Ramas que se quebraban, hojas rozando el viento. La algarabía era interminable. A veces, algunos componentes flaqueaban, para enfatizar otros tantos, y así se desarrollaba, como una sinfonía. Daba la impresión de que los niños habían preparado una orquesta sólo para ellos.

Podría llegar a ser tierno... sino estuviera tan endemoniadamente desesperado.

El detective giró sobre su eje varias veces, hasta que los colores se mezclaban en un diseño calidoscópico ante sus ojos, que en conjunto con la sinfonía in crescendo acabó por nockearlo. Allí estaba, pestañeando como un imbécil, en el medio de una ronda de niños invisibles, pero perfectamente audibles. Dulces, y hábiles. Finalmente, se detuvo. Dejó que el caos en su visión se ordenara, que los sonidos entraran en su ser uno a uno. Se concentró.

Luego, se abstrajo. Abrió los ojos luego de pestañear lánguidamente, inundado por una nueva sensación de esperanza. Una sensación cálida, un haz de luz en medio de la umbra impenetrable. No más miedo, ni paranoia. Sólo ellos, y Sarah. Casi pudo verla, allí, inocente, resplandeciente. Estaba observando aquel punto hacia el cual uno de los infantes había alzado su brazo a medias, en un acto inconsciente de bondad. Las figuras entre los arbustos no eran ya de su importancia. Tocó el brazo de su colega, y abrió la marcha. Tantas indirectas, tantas dulces y juguetonas insinuaciones... no podían fallar.

Caminais durante varios minutos. Podéis sentir y percibir que los muchachos, al menos alguno de ellos, os siguen entre los matorrales.

Finalmente vuestros pasos desembocan en una pequeña playa. Los chicos que os seguían entre los matorrales no alcanzan a seguiros. Se han quedado algo mas atrás, todavía ocultos entre el follaje, y cuchichean algo entre ellos, nerviosos e intranquilos, como si hubiérais descubierto su santuario secreto.

En la pequeña playa, completamente desierta y con una ausencia de huellas que denota que nadie pisó por allí desde hace tiempo; ni siquiera allí donde la marea no alcanza a besar la arena. En la playa destacan un par de losas de piedra erguidas con otra puesta en horizontal sobre estas, conforman una pequeña estructura a modo de rústica mesa o algo por el estilo.

Smith camina hacia esa curiosa formación rocosa rascándose el mentón en una actitud que le ayuda a pensar. Lo inspecciona desde varios puntos de vista y añade...

parece hecho por el hombre. Cortado de un modo tosco pero efectivo. Y le han colocado esta argolla metálica con los restos de un trozo de red podrida tiempo ha. ¿alguna idea? ¿que podría ser esto?

Hubo un cambio en el aire. La salinidad del agua impregnaba el follaje y el aire cada vez más, hasta aposentarse en sus sentidos como un parásito infeccioso. Horrendo. Aquel tufo le alejaba de los recuerdos de su padre y él pescando en algún lago europeo, o en un río asiático. El mar, vasto y furioso. Aterrador. Hediondo.

Antes siquiera de tocar la arena con sus pies ya lo percibió. La vegetación perdía su densidad, y a lo lejos divisó la estructura de piedra. Pero no esperaba hallar que era la única visible en aquel paraje deprimente. Esperaba encontrar los restos de alguna vivienda antigua, algún escondite celosamente resguardado, una cueva abandonada.

Mas aquella cosa, claramente hecha por manos humanas como apuntaba Wesson, se le antojaba a algo mucho más oscuro. Si bien no había rastros de actividad reciente en la arena, bien sabía de las actitudes recelosas de los lugareños. A esa altura, era capaz de creer cualquier cosa que le dijeran de ellos. No le habría extrañado que deseasen tapar sus rastros con cautela. Después de todo, ¿para qué habrían de poner aquella mesa en el medio de la playa? Algo le decía que no era mejor enterarse, pero para algo le pagaban.

-Nada me viene a la mente, Smith. Pero los niños le temen. No se si será por las historias de sus padres, o porque tiene que ver con Sarah. Estoy seguro de que es lo último- La gravedad en sus ojos denotaba que su preocupación iba más allá de curiosidad profesional. Teñía sus palabras de un ferviente deseo por salvar a la muchacha de la bazofia que acontecía en ese insano lugar. Su mirada pasó inmediatamente a la estructura, así como sus manos, examinándola exhaustivamente. -Ayúdeme. Dos pares de ojos ven mejor que uno-

Te llaman la atención unas manchas parduzcas y secas hace ya tiempo. ¿de sangre quizás?

Y en la piedra hay unas marcas, unas muescas hechas por un utensilio desconocido, grabadas entre el musgo y el lodo. Recuerdan vagamente (muy vagamente) a las garras de un animal salvaje.

¿Usarían acaso esta piedra para desollar algun animal?

A la inspección de la estructura rocosa precedió un período de análisis. Melvin intercambió miradas con Wesson, que luego regresaban a aquellas piedras con extrañas marcas y llamativas manchas. -Se me ocurre que podrían haber usado esto para despellejar algún animal- comenta, pero no tarda en negar con la cabeza, sus manos en los bolsillos del pantalón. -No... ¿para qué venir tan lejos? ¿Y para qué cubrir sus rastros, si de eso se trata?-

Su mirada pasea por el follaje cercano, atrapando con la vista los súbitos movimientos de la vegetación y el pie de algún niño oculto. Así como el viento del mar mecía las hojas, también lo hacían los descuidados movimientos de los infantes. El detective se preguntaba si estarían divertidos o atribulados por aquel descubrimiento.

-Smith- llamó con gravedad. -Esto confirma que hay algo muy oscuro sucediendo aquí. Veamos, los niños parecían relacionar esta estructura con la muchacha Goodwin, y a pesar de la renuencia a informarnos heredada de sus padres, dudo que nos estén engañando, incluso si tal ardid fuese maquinado por sus progenitores- Melvin anheló el tabaco, su oficina en Maine, a su colega Harold. La comodidad. -La falta de huellas o rastros claros de la presencia humana parecen apuntar a que los lugareños prefieren ocultar sus rastros concernientes a este lugar, o tal vez lo hayan hecho a raíz de nuestra visita. Hago tales conjeturas asumiendo que esta cosa tiene algo que ver con Sarah. Quizás los niños temen decírnoslo, pero la muchacha puede haber sido asesinada aquí, y esta es su manera inocente de hacérnoslo saber. De lo que estoy seguro, es de que los isleños sabrán que estuvimos aquí. Gracias a sus hijos, obviamente-

Hizo una pausa, para otear el follaje una vez más, apenado por aquellos infantes. Levantó la vista al cielo, cuyas gotas de lluvia habían cesado de precipitarse sobre la isla. -No estoy seguro de si hemos de comunicar nuestros descubrimientos a Martinson. Aunque si el mismo nos llamó, supongo que significa que también sospecha de actividades atroces. Esta noche aprenderemos algo en su morada... Creo que... estoy divagando. Pero, no es natural que la gente nos trate así. No todos al menos. ¿Cómo puede una población entera sentir tal rechazo hacia nosotros sólo por ser extranjeros? En fin, ¿qué tal si regresamos al pueblo?-

No, ninguna forma específica. Parecerían arañazos o algo así pero si lo que preguntas es que si alguien ha escrito algo o grabado alguna runa, pues no tiene pinta.

Atravesáis varias playas de menor tamaño que la que habéis visto y rodeáis alguna pequeña cala en un hermoso y agradable paseo veraniego hasta llegar nuevamente a los muelles y al pueblo al cabo de poco mas de 20 minutos.

Y ninguna otra posee este tipo de estructura.

Bufff... no se muy bien qué hacer. Esos malditos crios me han sacado de quicio con sus malditos juegos. ¿Sabe lo que me apetece? Volver a la casa, localizar unas cañas de pescar y disfrutar de lo que nos queda del dia. Cenamos con Martinson y le expliamo que aquí no hay nada que hacer, que sus gentes no cooperan y que nosotros no podemos localizar nada mas. Luego que el filólogo borrachín se tome su copilla y a dormir. Y mañana regresamos al Maine. El artículo en mi diario no va a ser sobre la desaparición de Goodwin ni la ineficacia policial sino mejor aún sobre la estupidez y la degeneración pueblerina de una isla llena de hemofílicos.

La idea de Smith no parece mala del todo. De hecho tras localizar un par de cañas, anzuelos, y otros aparejos y prepararos unos sandwiches en la cocina de martinson y con una botella de delicioso vino añejo (Borgoña!!!) decidís acercaros a la cala que visteis según regresábais al pueblo.

Y este es uno de esos instantes en los que mas agradable resulta vuestra misión.La cala es tranquila y agradable. La pesca es sorprendentemente abundantísima, tanto que incluso comenzáis a devolver los peces al mar por la imposibilidad de comeros todo lo que habéis pescado en esa misma noche aún invitando no solo al filólogo sino a 100 doctores mas de su universidad.

Y cuando comienza a atardecer, cerca de las 19h. decidís que puede ir siendo la hora de regresar. Puede que Martinson, Krebs y las chicas ya estén en casa.

20 h.

Y solo ha regresado Krebs, preparando con calma, concentración y maestría la cena tras un oscuro delantal.

¿Señor Krebs? Smith se acerca a la cocina y mira con curiosidad los fogones a ver lo que está cocinando el hombre.

¿Ha ido bien la pesca? ¿No ha regresado con el señor Martinson? queríamos hacerle unas pocas preguntas. Creo que mañana volveremos hacia Maine.