Partida Rol por web

  El saber que pronto dejaría atrás la zona urbana para adentrarse de nuevo en los bosques otorgó de fuerzas renovadas a la semielfa que en tiempo record logró llegar a las afueras para estudiar cual sería su siguiente paso. Pese a que solo había dejado atrás las edificaciones y ya comenzaba a ponerse el sol el fresco aire del campo lleno sus pulmones. La vieja calzada comenzaba justo donde se encontraba, en aquella dirección aún lograba ver un par de granjas y campos de cultivo, seguramente ambas darían refugio a una familia y unas pocas cabezas de ganado, de ella dependería sortearlas o seguir sin desviarse del camino, a fin de cuentas no tenía nada que ocultar, de lo que si que estaba segura era de que no llegaría a los bosques hasta recorrer al menos una jornada más de viaje y el cansancio empezaba a hacer mella en ella. Podría buscar refugio en las edificaciones o simplemente acostarse en aquél pequeño mar verde que tenía frente a ella.

A la druida le gustaba socializar.  Se podía saber mucho sobre cómo estaba la naturaleza a través de platicar con la gente.  Pero no, en esta ocasión no lo haría.  Iba de espía, así que tendría que pasar lo más desapercibida que fuera posible.  Buscó un rico lugar para descansar, muchas hojas, un lugar escondido, con varias salidas si hubiera algún peligro.  Dejó que su conocimiento de la naturaleza la guiara hasta un lugar que no fuera utilizado por ningún otro animal. 

Aquí está rico.  Sacó unas bayas, moras y raíces, además de un poco de queso y carne seca y eso con agua del arroyo bastaría para que durmiera reponiendo fuerzas.  

Ahhhum.  Bostezó. 

  Pronto el velo nocturno envolvió a Zafira, el cambió de estación era evidente, la noche era muy agradable haciendo posible acampar al raso incluso en medio de aquel campo desprotegido. Gracias a ello la druida no tardó mucho en poder conciliar el sueño sobre aquél mullido lecho de verdes hojas...

  La inquietud de su familiar fue lo primero que alertó a la joven en su súbito despertar, algo parecía haber llamado la atención del murciélago y aquello alerto por igual a su compañera, al principio no tuvo muy claro de que se trataba aunque tenía claro que se trataba de algún sonido lejano, aproximando casi de manera instintivo su rostro al suelo su oído se aprovecho de lo que la tierra era capaz de adelantarse a cualquier cosa que ocurriera. Aquel golpeteo le era bien familiar y no le costo ningún trabajo reconocerlo, eran cascos de caballo chocando contra el suelo al trote. Alzó la mirada para tratar de localizar los jinetes, aquello si que fue mucho más laborioso a la par que revelador.

  Al parecer un grupo de cuatro hombres montados sin ningún interés en ser vistos, o eso creyó en base a sus oscuros ropajes y completa ausencia de cualquier tipo de luz, se encontraban a varios metros de la salida de Saduj en medio del camino quizás en espera de que alguien se reuniera con ellos procedente de la urbe. Desde donde se encontraba le sería imposible averiguar nada más, aunque por otra parte a refugio tras la roca que había escogido igualmente iba a ser difícil que la descubrieran.

Zafira se fue moviendo, sigilosa como cacomixtle, acortando la distancia entre los jinetes y ella.  Quizá a unos 5 metros sería capaz de ver algo a la luz ¿de la luna? o las estrellas, y seguramente podría escucharlos.  

El mejor compañero animal: el murciélago.  Sonrió mientras mandaba al bicho a revolotear por los alrededores a detectar peligros y colocarse estratégicamente.  

Ya cerca, levantó las orejas puntiagudas y trató de adivinar quienes eran. ¿Los enviados del señor del mal, el enano, el espía de las ocultas fuerzas del bien? 

Se le había olvidado lavarse las orejas bien después de dormir en la tierra, y ese molesto mosquito.  No, nada oiría, ni un elefante acercándose.

  Zafira consiguió acortar distancias con los jinetes aunque procurando mantenerse siempre a buen resguardo mientras su familiar hacía lo propio y ganaba altura acortando la distancia aún más de lo que ella sería capaz sin correr un gran riesgo de ser detectada. Por fortuna para la elfa la luna llena había tenido tres día atrás y eso sumado al despejado cielo nocturno la permitió pasar a analizar mejor a aquellos misteriosos viajeros.

  Al parecer lo que el destino la habría dado por una parte se lo iba a quitar por otra pues aquellos transeuntes no llevaban ninguna reseña distintiva, unicamente vestían capas negras que los cubrían casi por completo llegando incluso a ocultar el rostro de uno de ellos aunque una segunda mirada reveló que todos ellos iban bien armados y eran hombres jóvenes además sus monturas tenían aspecto de poseer una gran fortaleza sin ser caballos de trabajo. Por último el cuarteto parecía estar hablando entre ellos algo en un tono tan bajo como para que Zafira no lograse entenderlos.

  Ensimismada tratando de entender algo más de lo que sucedía no pudo evitar sobresaltarse al creer que la habían descubierto cuando uno de los caballos soltó un relincho y empezó a agitarse. Por fortuna la suerte aún no la había abandonado pues quien había llamado la atención del animal era una figura que se aproximaba por el camino procedente de la ciudad.

Nada, la cerilla de sus orejas y la irritación en sus ojos le impedía hacer nada.  Estaba más ciega que un murciélago.  ¿Un murciélago? ¡Un murciélago!  La druida le pidió a su animal compañero que escuchara y viera, y ya luego invocaría el hechizo para poder hablar con él como si ambos fueran de la misma especie. 

    La druida apenas pudo enterarse muy bien de lo que sucedía pero aún con todo hizo su mejor esfuerzo por no perder detalle, más tarde probaría suerte con su compañero animal a ver que podían sacar en claro entre los dos. Al parecer los cuatro jinetes estaban apostados a a espera de que se los uniera aquella figura proveniente de la ciudad en plena noche. Esta última también parecía respetar el protocolo para pasar inadvertida al abrigo de la noche pues como aquellos con los que iba a reunirse iba tapada con una capa sencilla que cubría hasta los tobillos y sin ninguna fuente de luz que pudiera delatarla.

    Durante un buen rato el grupo mantuvo una conversación, aunque la mayor parte de ella fue hablada por el último en llegar mientras que los viajeros únicamente intervenían brevemente como si estuvieran preguntando por ciertos detalles. Finalmente uno de los hombres motados arrojó un saco a su confidente y tras ello el cuarteto azuzó a sus monturas para perderse por donde habían venido mientras la quinta figura regresaba a la ciudad.

Bueno, yo debo ir hacia la mina, pero que raro estuvo ese intercambio del saco.

 T'zo'tz, le dijo a su murciélago, invocando la magia de la naturaleza que le permite a uno hablar con los animales.  T'zo'tz, repíteme por favor las palabras que escuchaste, que ahora puedo entender tu rapidohablar en mis lentosoídos. 

    T'zo'tz revoloteó sobre su amiga élfica, parecía algo inquieto así que la druida convocó al poder que le permitiría hablar con su pequeño compañero e informarse de lo ocurrido. Entonces el pequeño quiróptero paso a volar en círculos en torno a ella a la altura de la cabeza para que así pudieran entenderse.

  -T'zo'tz vio cuatro grandes caballos-hombres extraños, luego otro más vino. Hablaban bajo pero no tan bajo como para que  T'zo'tz no los pudiera oír, los cuatro preguntaban "¿Donde está llave?"; "¿Quién tiene llave?"; "¿Cómo estar ciudad protegida?". Entonces otro contestar "No se donde está llave ahora, parecer que dársela a hombre misterioso"; "Momento ser perfecto, ciudad no sabe nada" y luego otros hombres decir que otro debía ocultarse y arrojaron bolsa que sonaba como piedras duras y frías... metal, si eso cree T'zo'tz, metal.- El murciélago siguió revoloteando, sonaba algo acelerado pero parecía que de alguna manera, al margen del encuentro, se encontraba agradecido de poder volar libre a la luz de la luna.

Gracias pequeño, maravilla de la naturaleza. Le dijo, y lo dejó revolotear un rato más a sus anchas, para que se alimentara bien.  Ya al moverse ella la iría siguiendo, como siempre.

Resulta entonces que atacarán a la ciudad.  ¿Hoy?  Por lo que repitió Tzotz no creo.  Necesitan una llave, dada a un "hombre misterioso".  Bueno, a terminar la misión para los amigos trileros y bardos, y luego ir a avisarles de la amenaza que se cierne.

Salió al camino a revisar las huellas de sus caballos, especialmente las del "traidor" que regresó a la ciudad.  Se grabó los detalles en la mente, para cuando volviera; quizá eso le daría una pista.  

¿Qué más querrán de una ciudad que ya está capturada por las mafias?  ¿Un grupo rival?  ¿Dañar al de por si ya lastimado pueblo? 

De todas formas, les avisaré a la coalición púrpura.  Ojalá supiera dónde encontrarlos o dejarles recado.  Les mandaría a Tzotz.  Pero parece que lo que pasa es que son ellos los que la encuentran a una.  Hizo un gesto de mueca sonriente.

    Zafira analizó las huellas a la luz de la Luna, estaba claro que sus primeras impresiones no la habían engañado, la profundidad y tamaño de las pisadas dejadas atrás por los jinetes demostraban que en verdad se trataba de monturas de guerra, aunque quizás la carga que llevaban era más ligera de lo que creyó a primera vista. En cuanto a las del confidente proveniente de la ciudad eran huellas pequeñas que apenas dejaban rastro por lo que seguramente debía de tratarse de alguien joven. 

    Aún quedaba una larga noche por delante, por lo que tendría tiempo de sobras para descansar si quería reunir fuerzas para lo que viniera al día siguiente cuando comenzase su verdadera misión.

Mm, ¿todos humanos u otras razas?  -Pensó al analizar las huellas.  Cada una montaba diferente, repartía el peso diferente.  

Durmió a buen refugio.  Tendría un comienzo temprano, muy temprano.

  Las horas de descanso fueron muy bien recibidas por el grupo, llegando incluso a parecer pocas en cuanto los primeros rayos de sol junto con los sonidos de una ciudad que empezaba a revivir con el nuevo día los saco a todos de sus camas.

  La nueva aventura estaba a punto de comenzar y si querían aprovechar la primera jornada de viaje más les valía zanjar pronto los pocos asuntos que quedaban aún pendientes. Al bajar las escaleras descubrieron una mesa con el desayuno listo para todos ellos en forma de una pila de cuencos al lado de una pequeña marmita humeante. Por los alrededores también se encontraba un hombre joven que trazaba círculos recorriendo la sala, seguramente a la espera de que los aventureros se levantasen.

Avlin se recostó sobre los almohadones de la cama mientras terminaba de recitar pausadamente, entre susurros, los últimos versos de su libro de encantamientos, repitiendo la rutina diaria que todo mago llevaba grabada a fuego en sus venas. Los hechizos se evaporan de la mente cuando el mago libera sus efectos y es necesarios volver a estudiarlos nuevamente para poder volver a utilizarlos.

Cerró el hermoso tomo encuadernado de piel rojiza y pasó la mano sobre las místicas inscripciones grabadas en bajo relieve. Tan hermoso... y tan vacío. Apretó la mano con fuerza y los nudillos se volvieron blancos por el esfuerzo. Algún día reuniré varios libros como este, llenos de poder contenido, algún día me llamarán maestro.

La mano se fue deslizando con descuido por la curtida superficie del libro de encantamientos hasta encontrar una redoma vacía que yacía cerca de su cadera. La levantó y observó el recipiente, manchado por los restos de una sustancia viscosa, a través de la luz que se filtraba por la ventana.

Skalm, ¿cómo podía haber sido tan necio? Ofrecer de una forma tan frívola una poción legendaria, sin oportunidad para estudiarla o para tratar de reproducirla. ¿Qué demonios había pasado por su cabeza?

Recordó que esos extraños episodios se habían sucedido a lo largo de toda su vida, momentos en los que otras personas parecían hacer uso de su cuerpo y sus acciones, a veces para actos nobles y heroicos, otras veces para actos bastante cuestionables. El caso era que a veces parecía que otros guiasen sus acciones mientras él observaba desde lejos, impotente. Seguramente era parte del precio que su mente había pagado por su magia, por las horas de estudio y de alteración, por sus fallos lanzando encantamientos. La magia era poderosa pero también extremadamente peligrosa.

Suspiró y guardó la redoma vacía y el libro de encantamientos, estiró sus entumecidos músculos y abrió la puerta de la habitación para dirigirse hacia el salón.

Descendió la escalera de la Mantícora Roja con pequeños saltitos que hacían crujir la vieja madera de la estructura. En el salón principal descubrió que todo había sido perfectamente limpiado y ordenado desde el día anterior y una mesa mostraba un copioso desayuno que desprendía un olor tremendamente tentador.

Un hombre se paseaba nerviosamente por la sala, sin destino aparente, mientras algo le rondaba por la cabeza.

- Disculpe- le interrumpió jovial- ¿A quién hay que sobornar para conseguir un desayuno como ese?

El despertar no requiere ningún protocolo ni ceremonia especial. Acostumbrado a la errante vida de campamentos nómadas, de rutas y aventuras, apenas me pongo en pie agarrando mis pertenencias, presto a afrontar lo que venga. Pero nada viene, tan sólo los sonidos de la ciudad, horrible entorno que hoy mismo vamos a abandonar. Abro la ventana, pero el exterior no me ofrece un aire respirable, sino el hedor de la urbe, de modo que no demoro mi partida.

Salgo de la habitación observando el pasillo y las escaleras con detenimiento, así como las puertas aún cerradas. Bajo las escaleras a paso ligero en cuanto oogo la voz del gnomo abajo, y me asomo al comedor mostrando una sonrisa amigable.

¡Bien! Desayuno, estoy famélico... -Digo echando un buen vistazo al joven desconocido- Pero antes, creo que saldré un momento a refrescarme... ¿Vienes, Avlin? -Pregunto en un tono que deja claro que sólo espero una respuesta...

  El hombre se detuvo en cuanto oyó la voz del gnomo. Era un humano joven de complexión fuerte con la cara recorrida por multitud de cicatrices, no parecía estar de muy buen humor y aquello evitó que lograra interpretar correctamente las intenciones del mensaje de Avlin.

  -¿Estás siendo sarcástico conmigo, renacuajo? Pues para quién cojones te piensas que han puesto esto aquí.- Su tono brusco hizo que la respuesta pareciera más bien articulada por un perro gruñendo que por una persona. Sin embargo no tardo en darse cuenta de que aquella no era la manera de proceder y al momento trato de corregir lo mejor que pudo. -Esto.. lo siento, no era mi intención, no es una buena mañana ¿Está con vosotros Jake O'Sullivan? Necesito verlo cuanto antes, sentiros libres de serviros lo que queráis, nadie más vendrá después de vosotros.-

- ¿En serio?- gruñó el gnomo con infantil aire consternado señalando a la mesa de apetitosos platos con las manos abiertas- ¿tiene que ser justo ahora?

Intuyendo en la voz del explorador que no se trataba de una pregunta, el gnomo se dirigió teatralmente hacia la puerta entre suspiros y exagerados aspavientos.

Me estiro perezosamente, más por disimulo que por necesidad, aprovechando para echar un vistazo al tipo este mientras se disculpa con Avlin.

El señor O'Sullivan está descansando, creo. -Digo escuetamente, dedicándole al tipo una divertida sonrisa- Tranquilo, aparecerá por aquí en cualquier momento...

Me encamino a la salida detrás del gnomo, echando un vistazo a mis espaldas para comprobar si nuestra salida es observada en demasía.