Partida Rol por web

La cosa se estaba poniendo fea. Las formas de Sully denotaban su nerviosismo pero el explorador no estaba dispuesto a dejarlas pasar como si tal cosa. Balakar intervino para tratar de calmar ánimos pero los dos hombres seguían mirándose con fijeza, con un rencor profundo y peligroso.

- Llamadme loco- interrumpió el gnomo, avanzando a lomos de la mula y colocándose entre los dos hombres- pero quizá sería mejor ponerse en marcha y discutir después. Si nuestro pescuezo está en peligro esto es precisamente lo que menos falta nos hace. Y mejor haríamos en permanecer unidos hasta que nos libremos del problema que nos acecha al menos. Después- se encogió de hombros- bueno, después solo los dioses saben qué ocurrirá. 

Golpeó los flancos de la mula para dejar que avanzara hacia el camino para dar mayor énfasis a sus palabras.

- Oh, jefe- añadió- si sigues tratando así a tus compañeros de armas quizá no sea un enemigo el que acabe contigo. Deberías pensar en ello. Mi madre siempre me decía que un líder manda mientras los que le siguen le hacen caso. Vivimos tiempos peligrosos para ir ganándonos enemigos a cada paso innecesariamente.

Continuó avanzando mientras las alforjas titineaban con el entrechocar de los aparejos de escalada.

- ¿Venís?- preguntó sin mirar atrás.

Jake, mi nombre es Jake, no soy el jefe de nada ni de nadie. Y sólo he dicho que nos fuéramos ya. Suspiró resignado, esto iba a ser más difícil de lo que parecía.

Aldar si quieres venir seguro que tu experiencia le vendrá muy bien al grupo. Perdona si no he sido muy claro pero el tiempo apremia y nuestros cuellos siguen en peligro. - Las palabras del pícaro eran tranquilas y serenas. Si no es así escucha mi recomendación anterior, al menos, y vete lejos de este lugar si aprecias en algo tu vida.

Cuando estemos lejos de aquí os daré todas las explicaciones que queráis.

Jake extendió la mano hacia el explorador... ¿Me darás los mapas y veremos donde llegamos o guiarás a este grupo hasta su destino final?

Albergaba la esperanza de que Jake recapacitara, pero veo que no. Por lo tanto, asumo que esta compañía no tiene razón de ser, por lo que comienzo a desanudar el cordelaje del portarollos que cuelga a mi cinturón, dispuesto a arrojar el mapa a sus pies. Un tipo que pretende adentrarse en lo profundo del bosque con esa actitud suele durar poco, y yo no estoy por la labor de malgastar mi vida. ¿Perderla? Por supuesto, todos acabamos cayendo. He caminado sobre los huesos de hombres mucho mejores que yo. Pero malgastarla...

La propia Freya deja claro lo que yo pensaba, aquello que cualquier hombre cabal habría meditado antes de hablar. Si tanta prisa tiene, ¿de qué tiempo dispone para encontrar a otros que ocupen nuestro lugar? No puede esperar nos minutos en este lugar, ni "perder" tiempo en explicarnos lo que sucede, pero sí tiene tiempo para buscar a otro nutrido grupo de aventureros avezados en un trabajo que, evidentemente, desconoce.

Y sin embargo, Freya le da la razón en la premura por salir de aquí...

Mis ojos brillan de nuevo, como lo hacen los de un águila que ha divisado a su presa desde el cielo, como lo hacen los del lobo alfa que ha descubierto una presa para su manada. Y no es por el hecho de que, de repente, por arte de alta hechicería, Jake pretenda correr un suave velo sobre todo lo dicho anteriormente y, donde pretendió dar órdenes al más puro estilo dictatorial, ahora diga que sólo hacía una petición. O porque, al fin, deje claro quién pone nuestros cuellos en peligro. Lanzo una mirada a los alrededores, detectando casi al instante las posibles entradas hacia nuestra posición y las rutas de escape posibles en caso de enfrentamiento. Pero no es eso lo que de verdad me ha llamado la atención.

Balakar lanza un silbido, encaramándose a su montura mientras acepta continuar al lado de este engreído sin mollera. Poniéndole, eso sí, condiciones a su colaboración. Acto seguido, se dirige a mí, en un principio aparentemente para despedirse, aunque no le hago demasiado caso puesto que ya estoy mascullando algo para mis adentros. Sin embargo, su siguiente jugada hace que me mire de soslayo, mostrando una sonrisa bajo las sombras de mi capucha.

Puedes guardarte la bolsa, viejo... -Espeto al enano, agradecido por su empeño y buen hacer- Puede que la necesites esta noche. -Indico con aire misterioso. Después de todo, ninguno de ellos conoce aún la ruta.

Sonrío mirando a Avlin, luchando por evitar una carcajada que no nos conviene a ninguno. La sutil amenaza que le ha lanzado, en nombre de todos y de ninguno, hasta logra despertarme el buen humor. Me aparto de la viga, ajustando el mapa a mi cinto y lanzando sendas miradas a Balakar y Avlin, ambos sobre sus monturas, y camino con la vista en el suelo ignorando completamente a Jake. Paso junto a Freya, recordando algo.

Las montañas grises, dijiste, ¿no es así? -Murmuro junto a ella, tomando las riendas de los dos equinos que quedan libres y ofreciéndole las de uno de ellos- Cuando esto acabe, de un modo u otro, te llevaré hasta allí, ¿de acuerdo? -Le prometo seriamente. Cuando acabemos, de un modo u otro. Ya sea cumpliendo la misión o debiendo abandonarla a la mitad si las circunstancias así nos lo exigen. Una circunstancia llamada Jake O'Sullivan.

Bien, O'Sullivan, dices que no eres el jefe, de modo que te tomo la palabra. -Si es que ésta vale algo, que por el cambio de criterio que has demostrado en esta conversación, no tiene pinta- Entenderíamos mal a Heinrich, ¿no es así, compañeros? -Creí que nos lo encasquetaban como nuestro jefe, pero es nuestra carga, aquello que debemos transportar hasta el punto indicado. Lanzo sendas miradas al enano y al gnomo, esperando su apoyo, con el de Freya, para lo que voy a proponer. Asciendo sobre la montura, tomando las riendas con decisión, y tomando buena nota del miedo histérico con el que se comporta Jake- Yo decido la ruta, la velocidad de la marcha y las paradas, así como todo lo referente estrictamente a mi oficio. -Afirmo con firmeza. Quien me conozca, sabe que no tomo las decisiones a la ligera ni sin contar con nadie. Los que no me conocen, lo sabrán pronto- Si nos vemos avocados a cualquier tipo de enfrentamiento, la estrategia correrá a cargo de nuestros combatientes, pues es su oficio. -Indico señalando a Freya y a Balakar. ¿Cómo se coordinarán entre ellos? Habrá que verlo, pero al menos me parecen personas lo bastante cabales como para lograrlo- Esta noche, si el camino está despejado, dormiremos en Venatus. Al calor de un buen fuego, O'Sullivan, nos explicarás exactamente lo que está sucediendo. Con pelos y señales y de un modo convincente. Lo que suceda a partir de ahí, va a depender de ello. -Le advierto- Pero antes, debemos salir de la ciudad. No conozco estas calles, eso es cosa tuya, O'Sullivan, pero la puerta norte es la más cercana, creo, y nos deja en la calzada real que debemos tomar. Salvo que conozcas motivos para tomar un rodeo y salir por otro lugar, propongo encaminarnos hacia allí.

- A mí seguir a un explorador en campo a través, desde luego, me parece lo más sensato- comentó Avlin a gritos mientras la mula continuaba alejándose.

Cayó entonces en la cuenta de que, tal vez la dirección que había elegido para su dramática retirada no era la correcta y miró hacia atrás para ver que dirección indicaba Aldar. Se le enganchó entonces el bastón en una de las alforjas y un ligero cambio en el ritmo de la mula le empujó hacia un lado, perdiendo el equilibrio y haciendo que quedará medio colgando por uno de los lados, agarrándose desesperadamente a la silla de montar.

- Socorro- gritó- nos atacan. Intentan desmontarme.

Tanta discusión me estaba dando dolor de cabeza. No era mujer de largos debates, la palabra no era lo mío, si las cosas llegaban a un punto semejante, un buen golpe en el hocico resultaba mucho más acertado que tratar de razonar con mentecatos. Pero en esta situación… No sabía qué hacer. Había trabajado en equipo muchas veces en estos años, pero no me había encontrado nunca ante situación como esta.

Jake pareció querer dar marcha tras, al menos en parte, pero su forma de contradecirse no parecía el mejor camino. Por otra parte, Balakar trataba de calmar los ánimos, captando a Aldar con un nuevo empleo si era necesario. El gnomo por su parte, remarcaba algo importante, que el tiempo apremiaba, pero también lo importante que era el tener de tu lado a los compañeros de armas.

No supe qué responder a la pregunta de Balakar sobre continuar, y me quedé allí, de pie, meditando sobre ello. Ese grupo se estaba desmoronando antes de partir, con lo que no parecía la mejor de mis opciones. Avlin tenía algo de razón en que lo mejor sería huir y después replantearnos las cosas, pero, ¿Realmente les necesitaba para salir de allí? Yo ni siquiera había hecho nada contra Heinrich, este no tenía nada contra mí.

Miré a Aldar, preguntándome hasta qué punto habría tenido algo que ver en todo lo que Gerard había contado. Puede que tuviera algo que ver con lo de las gradas, pero… ¿Y el noble? Eso no me cuadraba demasiado. Miré entonces a Balakar, que me había acompañado en la arena largo rato, con lo que supuse que él poco habría sido, aunque quién sabía cuánto tiempo llevaban en el lugar antes de que yo empezara a combatir contra los trolls. A Avlin no le veía capaz de algo parecido, y Jake… Su clara acusación a Aldar parecía indicar que no sabía nada de lo sucedido.

Entonces Jake volvió a preguntar a Aldar por qué camino tomaría, y por un momento pensé que este se marcharía, comenzando a soltar el cordelaje con el que ataba aquel portarrollos que contenía el mapa. Pero lejos de hacerlo, tomó de algún modo el mando, al menos por un momento, para repartir las responsabilidades; lo que incluía indicarnos cuál sería nuestro próximo destino y un mensaje a Jake de que de sus explicaciones dependería en parte la continuación del grupo.

Pero antes de eso, Aldar había pasado por mi lado, susurrándome que me llevaría a las Montañas Grises mientras me cedía las riendas del caballo. Cuando eso acabara, de un modo u otro, lo haría. No comprendía a que venía aquella promesa, y sólo pude mirarle con extrañeza, pero tras haber aclarado las cosas con el que fuera nuestro patrón o jefe, y montarme en el caballo; me acerqué a él en cuanto tuve ocasión.

- Yo no… No tengo dinero para pagarte, ya lo sabes. – comencé a susurrar al explorador, en el momento en que escuché gritar a Avlin y me vi obligada a interrumpir la conversación y girarme. - ¡Por Obad Hai! Monta conmigo, o no saldremos nunca de aquí… - dije en tono desesperado al gnomo, llevándome una mano a la cara.

Así que era eso al final, de ver quien la tenía más grande y encima no le ha bastado con ver como sus compañeros, Freya, Balakar y Alvin optaban por acompañarle a él y no a ese engreído.

Jake no tenía problema en darle cederle ese "honor" a él, al final había conseguido lo que quería, ponerse ya en marcha. Esperaba que aquella cabezonería del explorador no les costara más que un mero retraso.

Era obvio que el explorador mandaría en en la hora de recorrer los caminos, al mismo tiempo que lo era que los guerreros mandarían en combate. Veríamos si tenía tanto arrojo a la hora de afrontar las posibles trampas del camino.

Al final el gnomo estaba llamando demasiado la atención sobre ellos. Jake conocía aquellos barrios y lo último que debían hacer ahora mismo era llamar la atención. Freya le ayudaría a montar.

Pues si ya está todo claro... en marcha. Saldremos por la puerta oeste, avanzaremos un trecho y después nos dirigiremos al norte, hacia nuestro destino. Tengo mis razones que si es necesario también explicaré luego, tú decides donde y cuando. En cuanto salgamos tú estás al mando. Como dije antes han cambiado nuestras premisas, ya no es tan importante nuestra prisa como guardarnos las espaldas.

Jake espoleó a su caballo para, por fin, tratar de salir de allí.

Avlin muestra su aprobación, justo antes de que Freya monte y se sitúe a mi lado soltando una barbaridad. Me hace sonreír. ¿De verdad cree que me estoy ofreciendo para un trabajo?

Lo se perfectamente, Freya. -Le indico torciendo la cabeza en su dirección- Considéralo un regalo de un viejo amigo, ¿de acuerdo?

En ese momento, el gnomo hace una cabriola en su silla, a punto de caer de la montura y quedando colgado. Freya se cubre el rostro, avergonzada, ofreciéndose a llevarle. Yo, en cambio, lanzo una mirada a las ventanas cercanas, en busca de curiosos a los que pueda haber alertado con sus gritos.

A la puerta oeste entonces. -Digo azuzando a mi caballo. Parece que, al final, mi plan inicial era el más conveniente, después de todo. Cuan sencillo habría sido todo si hubiéramos obrado como debíamos desde un primer instante. Cuan complicado se hace todo con esta gente de ciudad. Escupo al suelo, con desprecio, una vez más- Tratemos de no llamar demasiado la atención...

Avlin descubrió un poco tarde que nadie había tratado de descabalgarle. Consiguió recuperar mínimamente la compostura justo a tiempo de que Freya le sujetase por la espalda para, acto seguido, levantarlo en volandas y colocarlo tras ella en su caballo con gesto de pocos amigos.

La bárbara ató las riendas de la mula en las de su propia montura para poder guiarla a lo largo del camino y se reunieron con los demás para salir de la ciudad sin más sobresaltos.

- Te lo agradezco- le dijo a la muchacha- nunca se me ha dado demasiado bien montar sólo. Esto me recuerda a una ocasión en la que monté con un cazarrecompensas de Éralo, un buen tipo, Kahtlonn creo que se llamaba...

Así continuó la cháchara del gnomo mientras el grupo empezaba a poner en marcha a sus monturas y los cascos de los caballos sobre el suelo empedrado ahogaba las voces y los ruidos de los primeros vecinos que empezaban a llenar las calles con sus quehaceres diarios.

  Los primeros rayos de sol sacaron a Zafira de su sueño, aquello resultaba extraño, sentía como si hubiera estado en letargo durante toda la estación pero a la vez sentía que no había descansado. Un sueño desagradable la había atacado durante la noche, en él se veía a un antiguo príncipe desterrado y olvidado en el corazón de una lejana montaña torturado por tres diablillos con rostros ocultos tras horendas máscaras de figuras retorcidas durante siglos hasta perder cualquier rastro de cordura.

  Al principio gritaba pidiendo ayuda de un modo desgarrador, pero conforme su castigo avanzaba su aspecto se iba volviendo más fantasmagórico y perturbador y llegados a un punto sus alaridos y quejas terminaban por transformarse en las carcajadas absurdas de un loco ausente de esperanza.

  Tratando todavía de procesar la razón de ser de aquel extraño viaje onírico la elfa notó que algo se agitaba entre sus ropajes, al principio pensó que se trataba de T'zo'tz, pero pronto se dio cuenta de que en verdad la agitación tenía un punto e origen bien distinto, se trataba de algo oculto en el interior de su bolsa de viaje. Extrañada la abrió para descubrir que se trataba de la carta entregada por Elissed que parecía estar brillando con una tenue luz advirtiéndola su deseo de ser atendida de algún modo. Extrañada la mestiza observo con atención aquel regalo solo para descubrir que la rueda ilustrada en ella parecía haber cobrado vida temporalmente y en ella una de las aspas se parecía haberse teñido de rojo para girar señalando una dirección a modo de brújula.

  La acalorada discusión que se desató tras el regreso de Jake hizo pensar a Gerard que lo mejor era esfumarse de allí cuanto antes, por lo que aprovechando que los aventuraros estaban a sus cosas y prefiriendo evitar una lucha en la que no le interesaba en absoluto tomar parte de autoconcedió el derecho de alejarse de allí sin hacer ruido dejando al enano completar la carga de las monturas prácticamente en solitario.

  El debate terminó a tiempo de dejar al grupo al borde de fragmentarse y dejar sentadas unas bases mínimas. De este modo cada uno tomo su montura, el enano, Jake y Aldar empezaron a dirigirse hacia la salida de la callejuela mientras Freya tomaba a Avlin para sentarlo de modo que compartieran montura y de este modo guiar a la mula atando los estribos a su silla, sin embargo cuando trabajaba por anudar sobre la marcha las correas sintió como unas manos trataban de impedir que realizase tal acto acompañadas por una suave voz femenina.

  -Permitidme, si no te supone problema yo puedo montar la mula y seguiros el paso, estoy acostumbrada a llevar este tipo de monturas.- La chica habló con voz suave y pausada, al igual que paso con Gerard en el fragor de la discusión el resto había obviado su presencia mientras entraban a volcar sus opiniones sobre las posturas de Aldar y Jake. Dicho aquello tomó con decisión las riendas y de un salto ágil tomo asiento en la montura de carga sin apenas problemas, su pequeña talla en comparación con la robusta Freya la permitía viajar cómoda pese a ir en el animal con más carga sobre su lomo.

  Y sin mayores distracciones el grupo abandonó aquel lugar, pronto esperaban dejar la ciudad atrás y emprender un viaje que los llevara lejos de todos aquellos problemas que Gerard debía de haber anunciado y que Jake guardaba de modo celoso por el momento.

  El haber aprovechado a salir tan pronto les otorgó la ventaja de apenas encontrar gente en las calles salvo algún que otro mercader que comenzaba a preparar supuesto para el día que comenzaba, algún que otro pregón anunciando el programa en el que se daba especial atención a un torneo de justa, aquellos a los que la noche se les había hecho demasiado corta para llegar a una cama en la que pasar la borrachera o que simplemente carecían de ella y un bardo que cantaba una extraña canción que captó la atención de algunos de los miembros del grupo mientras marchaba.

  Nadie pareció mostrar especial interés por ellos ni estar siguiéndolos pero estaba claro que aun quedaba cierta tensión con respecto a ese asunto. Tanto fue así que apenas se dieron cuenta de que habían alcanzado la salida de la ciudad vigilada por un pequeño contingente de guardias que vigilaba las carretas y viajeros que empezaban a llegar a la ciudad, que por otra parte no eran demasiados ya que era una de las vías menos transitadas.

Jake avanzaba despacio, llevando al grupo por callejones poco transitados, alguno poco recomendables para ir en solitario, pero sabía que su número y, sobretodo, la presencia de la pelirroja y el enano era suficiente como para que cualquier ratero se lo pensará dos veces antes de entrar nada contra alguno de ellos.

Seguía dándole vueltas a la conversación anterior, más tranquilo comenzaba a ver en qué se había equivocado y que era lo que debería haber echo de otra manera. A pesar de querer mirar por los demás y evitarles la preocupación de tener precio por sus cabezas aquel explorador de manera egoísta había dado la vuelta al asunto para hacerse el ofendido y hacerse él con el mando del grupo. A pesar de que la pelirroja se había posicionado de su parte ante la urgencia de salir cuanto antes y que los demás aceptaban cumplir con la misión. 

En estas estaba cuando sin apenas percatarse de lo que le rodeaba se acercaban a la salida oeste.

Finalmente, Asdra se encargó de montar la mula, mientras que el gnomo viajaría conmigo. Sin embargo, a pocos minutos de emprender la marcha, ya me estaba arrepintiendo. Traté de hacer oídos sordos a la cháchara de Avlin cuando consideré que había sido suficiente para mí, pero me resultaba complicado. Aunque había algo más que me impedía mantener la mente en paz.

¿Un regalo de un viejo amigo? ¿A qué viene eso? No me debe nada, en todo caso es al contrario.

Fruncí el ceño mirando al explorador, que avanzaba en cabeza, molesta por no comprender aquel repentino ofrecimiento. Mientras seguía escuchando la voz del gnomo de fondo, avanzaba observando nuestro alrededor, viendo como afortunadamente aún no era mucha la gente que se movía por las calles; hasta que casi sin darme cuenta alcanzamos la salida de la ciudad.

Freya cabalga al gnomo a su espalda, y este, agradecido, comienza a parlotear sin parar. Tirando suavemente de las riendas de mi corcel, un animal no demasiado obediente pero vigoroso y con fuerzas, hago que refrene su ímpetu retrasando su posición hasta situarme ligeramente retrasado respecto a Freya, justo junto a Avlin.

Eh, gnomo... -Le digo en voz baja alargando mi mano hasta su rostro, poniendo dos dedos sobre sus labios mientras le miro de costado- Tendrás ocasión de contarnos todas y cada una de tus aventuras una vez estemos fuera de estos muros, ¿de acuerdo? En estas malditas calles, trata de guardar silencio y mantenerte alerta, que nos va la vida en ello, ¿entiendes? -Aparto la mano, sonriendo- Luego nos cuentas lo de ese Kahtlonn.

Acelero entonces el paso para situarme un poco más adelantado, observando cada ventana, cada puerta y, especialmente, cada esquina que de a una nueva calle, callejuela o callejón. Por fortuna, es un trabajo más sencillo a estas horas tan tempranas, pues las calles están escasamente transitadas. Sin embargo, al alcanzar la puerta de la ciudad, me fijo inmediatamente en el pequeño contingente de la guardia de la ciudad, preparándome para lo peor...

-...y entonces Kathlonn le dijo al otro jinete.

- Eh, gnomo... -apenas se había dado cuenta de que Aldar se había colocado a su lado. Antes de que se diera cuenta, había posado el dedo índice sobre sus labios, con firmeza- Tendrás ocasión de contarnos todas y cada una de tus aventuras una vez estemos fuera de estos muros, ¿de acuerdo? En estas malditas calles, trata de guardar silencio y mantenerte alerta, que nos va la vida en ello, ¿entiendes? Luego nos cuentas lo de ese Kahtlonn.

Avlin se quedó mirando con fijeza, soprendido. Entonces sonrió despreocupadamente.

- Por supuesto- dijo- Entiendo, no queréis perderos la historia. Ha sido muy desconsiderado por mi parte.

Aceptando el cumplido, el gnomo trató de permanecer en silencio mientras observaba, como hacía siempre, todo lo que ocurría a su alrededor. 

Gente que iniciaba sus quehaceres, juerguistas de retirada y, eso le llamó la atención, un bardo que ejecutaba una curiosa tonada. Le llamó la atención porque no parecían horas para que un bardo diera función alguna y porque aquellas palabras parecían traerle algo a la memoria.

Tironeé de las riendas, tratando de hacerme con las riendas de aquella bestia. Alzado sobre el caballo se tenia una perspectiva interesante de las cosas... Pero no tener los pies firmemente asentados en el suelo, sintiendo la proverbial conexión con la solida tierra, le resultaba extraño y desconcertantemente molesto.

Nos pusimos en marcha, moviendonos con premura y espoleé la montura hasta colocarme al lado de la desconocida que se nos habia unido.

- No nos han presentado, ¿verdad?

Antes de recibir respuesta, giré la cabeza a un lado y a otro, notando un picor indefinible en los nudillos...

- Lo siento... No es nada...

Se sacudió el sueño de los ojos.  Tomó la carta.  Suspiró.  ¿Que representaban esas máscaras? ¿Quien era el torturado? 

Finalmente se armó de valor y tomó una navaja.  La abrió, extrayendo lentamente el papel aquel que guardaba secretos y engaños... y luz.

Creo que esta temporada me llamaré Amarantha.  Tomó un grano de aquel cereal, lo puso en la punta del dedo y sopló.  Comenzó a leer. 

  Mientras se dirigían hacia la salida uno de los artistas callejeros había captado la atención del grupo, se trataba de un juglar que recitaba un poema acompañado por los acordes de un instrumento de cuerda. Era un joven de buen aspecto vestido con ropajes de cuero teñido que sabía resolverse con destreza, de hecho con su habilidad para las artes podría haber pasado perfectamente por un elfo. Sin embargo lo que realmente empujó a prestar más atención a algunos de los miembros del grupo fue la letra de los versos que recitaba.

-Atentos amigos

venid a escuchar 

la trágica historia

de funesto final

Se trata de un elfo de sangre real

al que su herencia quisieron negar

llevado por la ira su tierra dejo atrás

y con sus siervos busco un nuevo hogar

Pasaron los siglos hasta encontrar

la sagrada montaña que habitarán

mitos y leyendas contaban que allá

un antiguo dios encerrado está 

...

  No tardaron demasiado en dejar atrás al bardo, Aldar no pudo oír el final de la canción pero pudo sentir como si alguien la estuviera canturreando en voz baja cerca, al volver la mirada pudo descubrir que se trataba de Avlin quien había logrado dejar por el momento de lado sus anécdotas mientras compartía montura con Freya.