Partida Rol por web

La joven estaba demasiado asustada, cuando intentó retroceder, la criatura lanzó dos tentáculos sobre ella, golpeándola con tanta fuerza que el sonido de sus huesos al romperse se escuchó por toda la habitación. Los tentáculos se cerraron en torno al pequeño cuerpo de la muchacha y comenzaron a estrujarla como si fuese una muñeca de trapo.

Un escalofrío recorrió el cuerpo del dragón, Martha estaba en peligro mortal y no había forma de llegar a ella. Sólo había una cosa que podía hacer y esperaba que Señor Pinckels lo aprobara.Sin dudarlo comenzó la letanía que le permitiría cambiar las tornas del combate. Miró a Martha y visualizó el flujo arcano a su alrededor, conjuró un símbolo bajo la joven ; luego extendió el flujo hasta la osa y cuando el símbolo se formó gritó - ¡Tuiril Durah! - En ese instante la osa se encontró entre los tentáculos del pulpo y Martha apareció detrás suyo.

- Samuel, intenta sanarla. - dijo cuando vio el cuerpo destrozado y pálido de la joven. - No puede morir.

Ruru no sabía muy bien que hacer. No acostumbraba a combatir y menos en un lugar cerrado. Lo primero en lo que pensó fue en ir a sanar a la chiquilla, pero no podía, no tenía conjuros curativos y no podía usar su cinturón en  forma salvaje. Luego pensó en darles una oportunidad a todos de golpear a aquellas cosas, pero no serviría tampoco de mucho, pues eran sin duda duros de pelar.

No se lo pensó más y de su pico surgió una lanza helada que se materializó de la nada y fue directamente al pulpo que estaba enfrascado en combate con señor Pinckels. Con un poco de suerte quedaría aturdido por el impacto y tendrían un enemigo menos del que preocuparse por un rato.

Señor Pinckels se estaba rascando la espalda cuando fue trasladada mágicamente a otro lugar. La casi siempre pacífica osa, se vio en un momento rodeada de tentáculos y extrañas figuras marinas. La osa cambio su expresión de golpe mostrando los dientes y las garras. Se erguió sobre las patas traseras y lanzó zarpados y mordiscos a diestro y siniestro mientras rugía enfurecida.

- ¡Grrrrrraaaaaw! 

Todo sucedió demasiado deprisa, la sala se llenó de osos y pulpos y la pelea consistió en un intercambio de garras, mordiscos y tentáculos. Cuando Martha fue apresada, a punto de morir, Ekarion lanzó un conjuro para salvarla. Lo que el cefalópodo encontró entre sus patas fue una enorme osa que comenzó a gruñir, dar zarpazos y morder. La otra criatura recibió un brutal impacto de Tassabra, su sangre salpicó de nuevo las paredes, el suelo e incluso a la Cazadora; olía a pintura fresca, su color no era rojo ni negro, sino una densa paleta de colores púpuras. A su lado apareció un enorme oso rugiendo y se abalanzó sobre la criatura también con garras y dientes. Tremendamente herido, pero todavía con vida, todos los tentáculos se aferraron al oso, siete apéndices que terminaban en una garra que se clavó en todo el cuerpo del oso. Pero era fuerte y resistente, aguantó todos los golpes a pesar de la sangre que se mezcló con la pintura.

Se escuchó el ladrido de un perro, el de Beril, que lamía la frente de Martha. Samuel apartó a Ekarion para buscar a la joven, sus flechas no tenían nada que hacer y alguien necesitaba más ayuda en otra parte. Se arrodilló junto a la chiquilla, estaba destrozada, su cuerpo frágil roto, ensangrentado, cubierto de esa pintura y lo que era peor, estaba envenenada. A través de su pálida piel se veían las ramificaciones de un veneno de color morado en el interior de sus venas. El explorador extrajo de su mochila un remedio, la puso sobre los labios de Martha y lanzó una plegaria al dios del bosque para lentificar el veneno que corría por las sangre de la muchacha.

—¡Martha! ¡Nooo...! —había gritado de angustia Tassabra, con los ojos arrasados de lágrimas.

Se había convertido en una guerrera para defender a los suyos: a su pueblo, a sus amigos, a su familia. Era la protectora, un valladar que se alzaba entre los peligros y la gente que le importaba. Si no había podido salvar a su hijastra, ¿de qué servía? ¿Y cómo se lo iba a decir a Samuel?

Un parpadeo después, y lo que estaba entre las patas del pulpo era la osa de Ruru y no su hija. ¿Qué acababa de pasar? ¿El druida había hecho algo o había sido Ekarion? Manteniendo a raya al cefalópodo gigante con la bisarma, buscó a su hijastra por toda la habitación.

—¿Está viva? —preguntó con cuando vio que el explorador se arrodillaba junto a ella.

Mientras esperaba la respuesta en un sin vivir, trató de volver a concentrarse en el combate.

La criatura que tenía agarrada a Señor Pinckles no estaba contenta de que le hubiesen robado a su presa, por lo que se centró sus ataques en la osa. Los tentáculos se cerraron en torno al musculoso cuerpo del animal, constriñeron y se clavaron en ella, atravesando piel. El rugido que lanzó le dijo a Ruru que su osa estaba sufriendo y que algo malo le había sucedido.

Ruru tenía muchos conjuros que podían poner en apuros a muchos enemigos, no obstante, en un espacio tan reducido eran inútiles pues sin duda afectarían también a sus aliados y él no le haría eso a sus osos.

Por lo tanto, se concentró en una nueva convocación, un nuevo oso pardo sería llamado a filas. Sus garras y sus dientes acabarían por destruir a aquellas bestias que parecían fabricadas de... ¿Pintura? No acababa de entenderlo. 

Llamado a los poderes de la naturaleza el durida convocó una nueva bestia parda para acabar de atiborrar la ya innaccesible casita. Un enorme oso apareció junto a los pulpos dispuesto a darles si merecido.

Mientras tanto, el otro oso se lanzó con uñas y dientes contra el pulpo malherido con la esperanza de darle al fin muerte, o más bien de destruirle puesto que aunque Ekarion no lo había dicho en alto, se trataba de un constructo.

Ekarion notó como las vetas iridiscentes en las venas de Martha se detenían, pero el cuerpo seguía roto y la chica inconsciente. El dragón tocó una de las gemas del cinturón y con una palabra activó su poder, al mismo tiempo tocó a Martha en la frente y dejó que la energía positiva fluyera desde sus dedos al cuerpo de la joven. Pudo sentir como las heridas más graves se cerraban y vio como los ojos de la chica se abrían - Estas a salvo Martha, te sacaremos de aquí. - dijo con voz relajada.

-Sigue viva -fue toda la respuesta de Samuel. La chica estaba realmente mal, incluso con la curación de Ekarion, necesitaba otro remedio más urgente. Necesitaba ayuda divina-. Voy a buscar a un clérigo, necesita ayuda divina

Sin más, el explorador tomó en brazos a Martha y salió a la calle. Beril fue delante abriendo camino.

El cefalópodo estaba demasiado ocupado con el oso salvaje, agitó todos sus tentáculos y la criatura fue completamente destrozada.

Tassabra jadeó de alivio cuando Samuel le dijo que Martha seguía viva y Ekarion aseguró que la sacarían de allí. Con fuerzas renovadas, la antigua capitana de la guardia lanzó otro golpe tremebundo y partió a la criatura por la mitad, enviando aquella pintura corrosiva en todas direcciones.

Se detuvo un momento y giró su cabeza para comprobar que se llevaban a Martha de allí antes de marchar hacia delante para apoyar a Señor Pinckels.

Señor Pinckels se lanzó de nuevo sobre aquel ser tratando de atravesarle con sus hurpas y colmillos, pero estaba duro como una roca y apenas logró asestarle un arañazo superficial y ni siquiera logró morderle. La osa tenía hambre y empezaba a desesperarse de aquella cosa no muriera y se la pudiera comer.

El cefalópodo lanzó todas sus patas sobre señor Pinckels, le habían robado a su presa, una deliciosa y fragil humana, y ahora se enfrentaba a una osa enfurecida y hambrienta. Rodeó el enorme cuerpo de la osa, ya estaba bastante malherida del ataque anterior, pero en aquel momento nada pudo hacer para defenderse de los ataques. Comenzó a rugir, a dar dentelladas y zarpazos, ni siquiera su armadura resistió los ataques y el veneno comenzó a extenderse por todo su cuerpo.

Ruru sintió el dolor de su compañera como propio y se dio cuenta de que su querida osa... su querida osa...

Señor Pinckels había muerto. Ruru lo supo desde el momento en que aquella bestia le golpeó con sus asquerosos tentáculos. Había perdido a su amiga y sólo quería venganza y dolo. Y quería escupir sobre el cadáver de aquellos octópodos del infierno. Aquello le dio una muy buena idea. Bueno... quizás no tan buena, pero era una idea.

Ruru en su forma de ave voló adentrándose en la casa y conjuró un extraño sortilegio. Él lo llamaba, "escupitajo cegador", pues al fin y al cabo venía a ser eso, ni más ni menos. Esperó a que la bestia se girara hacia él y ya preparado, adelantó la cabeza bruscamente hacia su objetivo y escupió por el pico, un glóbulo de oscuro líquido que se instaló en la cara del pulpo cegando su visión.

Mientras tanto, el único oso que seguía en combate se abalanzó de nuevo contra el pulpo, que si bien estaba cegado, se revolvía haciendo casi imposible golpearle. No obstante recibió un buen arañazo por parte del oso, quien intentó morderle sin éxito alguno.

Ekarion tomó una perla de su morral y la apoyó sobre su frente, la misma brillaba con un aura mística cuando la apoyó y se apagó cuando le retiró. Luego dijo unas palabras en dracónico y de sus dedos partieron cuatro proyectiles mágicos que impactaron en el pulpo.

Tras haber hecho caer a uno de esos engendros, la antigua capitana de la guardia avanzó por el improvisado campo de batalla, con la mirada fija en un punto débil que había discernido en la anatomía de la criatura.

—¡Iaah! —gritó mientras su lanzada penetraba en las defensas del cefalópodo.

El escupitajo de Ruru había hecho su trabajo, la monstruosa criatura comenzó a agitar los tentáculos de forma descontrolada, sin saber muy bien a quién o a qué estaba golpeando. Comenzó a atizarle a las paredes, al techo, una maraña de gruesos tentáculos llenó toda la habitación. Tassabra vio pasar varios tentaculos por delante de ella, casi pudo sentir la toxicidad de la pintura que rezumaba de ellas. Uno de los tentáculos golpeó al oso salvaje recién convocado, nada grave si se tenía en cuenta lo que le había hecho a la pobre Señor Pinckels. La osa estaba en el suelo, cubierta de pintura, envenenada... Ruru sentía todavía un hálito de vida en ella.