Partida Rol por web

Mi cara denota el desagrado que "las criaturas" provocan en mi.

-Conozco la situación de las montañas, mala solución tiene ese asunto.
¿Donde os dirigis? ¿Regresáis al norte?

Mientras converso con la muchacha, observo a la anciana mujer, no sin algo de aprehensión.

-No sé que es, pero esa mujer busca a alguien para pedirle algo...

Niego con la cabeza

- Pensaba quedarme por los alrededores durante un tiempo - dije escuetamente, asiento luego a sus palabras  - estamos viviendo la calma que precede a la tempestad, los reinos se mantienen tranquilos por ahora, pero es cuestión de tiempo que esos seres no se conformen con las cuevas en donde malviven.

Miro a la anciana, que ahora ocupaba la mesa del montaraz, y junto a las palabras del elfo provocaron en mí la misma sensación.

- Yo también lo pienso, la llevo siguiendo toda la noche desde la distancia. ¿Qué asuntos la concernirán para pedir ayuda a un montaraz? 

Miro de nuevo al Alto Elfo. Mis deseos de advertirle fueron mayores que el respeto que me producía su estirpe.

- Sufrimos un ataque mi grupo y yo cerca del Paso del Cuerno Rojo, mi compañero afirma que no eran orcos comunes... si su camino toma esa dirección debe tener mucho cuidado, no sé que nuevos terrores estarán naciendo en la cuna de esas montañas.

*Nada mas entrar en la posada veo la situacion, y con mis sentidos empiezo a visualizar a todos los presentes, busco una mesa vacia y me acerco a la barra, miro al posadero, garraspeo un poco la garganta y señalando la mesa vacia le digo...

Buenas posadero, algo de comida y vino en aquella mesa vacia por favor...

*Sonrio y asiento la cabeza en modo de aprobacion para que empiece hacer lo que hacer lo que le he pedido y mis pasos se dirigen directamente a la mesa vacia, de momento no queria compartir la mesa con nadie..., solo queria comer algo y beber... y que mis pensamientos sobre mi amada fluya en mi mente... solo hacia pocas semanas tras la despedida con ella, le trasmiti todos mis sentimientos y sin escuchar ni una sola respuesta por parte de ella hui sabiendo que ese asqueroso enano habia conquistado su corazon con algun hechizo de las sombras..., aun asi no me puedo quitar a la bella Tauriel de la cabeza... espero que el vino de esta posada me ayude a hacerlo...

El hobbit se pidió una cerveza, se quedó gratamente sorprendido por el tamaño de la jarra (todavía no acostumbrado al tamaño humano de las cosas) y se quedó allí de pie observando un rato la habitación. Ciertamente una situación singular. A diferencia de Bree, donde era fácil adivinar algunos maleantes entra la clientela, en aquel lugar había algunos… ¿cómo decirlo? Personajes singulares, sí, eso. Rudigar no podía echar a perder aquella oportunidad.

Había varios encapuchados (que sin duda irían encapuchados aún en  el interior de una posada por alguna razón), un enano, una montaraz… Ummmm, la maleducada, sí. Gente hosca con graves cometidos. Muy bien, esa sería pues.

El señor Belinfante agitó sus peludos y ágiles pies para quitarse el barro del camino, hizo una mueca de “he hecho lo que he podido” tras mirar al tabernero y al suelo más bien sucio de la posada, y avanzó decidido hacia la mujer.

Un ágil salto depositó su pequeño trasero en el asiento junto a la montaraz, maniobró fluidamente para quedarse encarado hacia la mesa, depositó sus enseres sobre la mesa (lo que incluía una ballesta de tamaño humano) y buscó con la mirada la cabeza de la dunedain.

-Hola. ¿Es usted una montaraz? –inquirió en voz alta, despreocupado.

Mientras mantenía una conversación con el Alto Elfo, una voz me sobresaltó justo a mi lado. Miré rápidamente para descubrir que el mediano de antes se había sentado junto a mí con una jarra de cerveza, lo cual indicaba que pretendía quedarse. 

Asentí levemente a las palabras del curioso hobbit, mientras esperaba por si tenía alguna pregunta más que hacerme. 

 El posadero te miró sorprendido.

 Disculpe, señor, pero... ¿a que mesa vacía se refiere?

 Las dos mesas pequeñas estaban ocupadas por un hombre cada una: el montañés cazador y el mercenario de ciudad.

 Las tres mesas grandes, una estaba ocupada por pastores, la otra por el elfo, la montaraz y ahora el mediano y la tercera y última mesa por el montaraz y ahora la anciana. Esta taberna era pequeña, desde luego. 

 Como aún deseabas estar sólo, simplemente te quedaste de pie, junto a la chimenea. Necesitabas también calentarte y secarte. El posadero no tardó en traerte una imponente jarra de vino tinto, algo peleón.

 ¿Puedo ayudarle en algo más?

A Fjalar le parece escuchar algo tras la puerta, e intenta comprender lo que hay con lo que ha visto por la ventana. Todo parece en orden, así que si no escucha nada extraño entra en la posada intentando no llamar demasiado la atención. Lo último que necesita es enfadar a ese elfo solitario del fondo. Tampoco está tan descansado como para discutir demasiado. 

*Observe detenidamente la posada y ahora si me di cuenta que no había ninguna mes libre en la posada entonces le señale el lugar más cercano a la chimenea de la barra, asentí con la cabeza mientras le dije...

Disculpe posadero, no observe que había una persona ya en aquella mesa, ni importa ese sitio esta bien...

*Cuando llegue a ese lugar y me trajo la jarra de vino yo continuaba bajo mi capucha observando a todos los individuos uno por uno de pronto observo como un alegre mediano se acercaba a una mujer dunedain y le preguntaba si era un montaraz... Me quede mirando hacia allí y con los sentidos activos haber si podía escuchar algo más de esa conversación...., ahora me había convertido en un montaraz mas... Un protector de la tierra media mas... Y si el mediano teni noticias sobre algun mal que aceche estas tierras debería intervenir... Entonces mire un instante de nuevo al posadero y le dije...

Algo de comida para cenar... El viaje me ha dejado hambriento.... Y junto el calor de la chimenea es todo lo que necesito par descansar....

*Tras pedirle eso al posadero vuelvo la mirada a aquella mesa donde el el mediano y la montaraz iban a mantener una conversación para enterarme de lo que pueda...

-¿Y qué hace una montaraz para ganarse la vida? Escuché en Bree historias truculentas sobre búsquedas de tesoros, caza de orcos y cosas más feas todavía. ¿Usted hace esas cosas?

Estaba claro que el mediano no se ganaría la vida como diplomático, pero había que reconocerle que iba al grano. Y hasta trataba de ser educado para lo indiscreto que resultaba.

Iba a pedir más explicaciones a la montaraz cuando de repente, veo mi mesa asaltada con éxito por el inusual, según mis escritos, perian.

-Según lo descrito en mis textos, aunque ya se cuentan algunas historias sobre excepciones más o menos inverosímiles.
Intentaré sacar alguna conclusión, no parece que la criatura sea más fácil de despachar que la joven dunedain.

-Usted parece que sí... O al menos parece estar preparado para ello.

bueno... Digamos que no me amedrentan las historias, quiero hacer algo en la vida y si tengo que comenzar por asaltar alguna madriguera, no haré aspavientos por ello. Aspiraba a abrir una forja en Bree, un negocio con perspectiva, con el que ganarse la vida utilizando mis hábiles manos, pero carezco de los fondos. Y dado que me consta de buena tinta que algunos indeseables fuera de la ley no sólo perturban la paz de Rhudaur, sino que arrebatan dineros y suministros de sus gentes, si pudiera participar en acabar con esos malvados y de paso lograr iniciar una buena y decente vida en casa, pues así acabaría con dos pájaros de un ballestazo, ¿no? –dijo el hobbit acompañando sus palabras de una amplia gestualidad corporal.

Acabada su exposición, o al menos parte de ella, satisfecho consigo mismo por las explicaciones dadas, Rudigar cogió la jarra y dio un buen trago.

-Salud. ¿Les interesa lo que digo o me he quedado solo? –añadió arqueando las cejas hacia sus compañeros de mesa.

Miré al sociable, y según por su conversación, insensato hobbit agradecida por que su charla hubiese hecho que yo dejase de ser el objetivo de la conversación. En vista de que cesaba de hablar y preguntaba si nos estábamos aburriendo, le animé a continuar.
- No se preocupe, siga. ¿Y ha tenido suerte ya?- pregunté, a pesar de que se veía claramente que el hobbit acababa de salir de su tierno hogar en busca de aventuras

-Pues a decir verdad, no, buena dama, no he tenido suerte todavía. De hecho, estaba pensando si no sería posible que usted se dedicara a tal cosa. De ser así, mi siguiente pregunta sería si aceptaría un compañero de mi tamaño, o tal vez un ayudante, o acaso un aprendiz… Un momento –se interrumpió a sí mismo el mediano- ¿me mienten mis ojos o no es usted acaso un elfo? –dijo señalando nada educadamente al noldo- Oh, disculpe, quería decir que me sorprende mucho ver a alguien de los suyos por aquí, en una sucia taberna de un camino embarrado. Me los imaginaba más en bosques cantando a la luz de la luna. Bellas canciones, eh, no canciones de taberna ni vulgaridades de esas. Que a lo mejor también le gustan, y derecho tendría, por supuesto, pero vamos, no me lo imagino… -y dejó aquella frase en el aire, tal vez incómodamente consciente de haber divagado en exceso, tal vez simplemente desorientado en hacia dónde diantres podría estar yendo la conversación.

 Finalmente, tras mucho titubeo, entra en la taberna. Un lugar íntimo y acogedor. A la izquierda, una chimenea calienta el lugar. A la derecha, dos ventanas por las que cae lentamente lluvia, mostrando que la tarde ha dado paso a la noche. En frente, una puerta que conduce al resto de la taberna.

 Había cinco mesas, dos pequeñas y tres grandes.

 En las mesas pequeñas había un hombre en cada una. En una un cazador montañés apurando una cerveza. En la otra, un hombre de ciudad, con cota de mallas y espada ancha, sin emblemas.

 En las mesas grandes había una anciana montañesa y un montaraz en la más cercana al fuego. Tres pastores en la otra, bebiendo. Y en la más alejada, un elfo, una montaraz y un hobbit, fuertemente armado este último, conversan agitadamente.

 De pronto, dos de los pastores se levantan y se despiden de su amigo, ebrio, que se queda sólo, en la mesa.

Estaba a punto de responder cuando la conversación ininterrumpida del hobbit tomó otros derroteros. Abrí y cerré la boca discretamente, mientras comencé a beber de nuevo cerveza de mi jarra y esperaba fervientemente que la mujer del tabernero nos avisase para la cena. Aunque quizás el hobbit había dado en el clavo.

Curiosas criaturas, útiles en cierta forma... yo también me hacía la misma pregunta, ¿qué haría un eldar en este lugar?

 Aqui tiene, mi señor. se mostró terriblemente formal el tabernero al traerte la jarra fría de cerveza clara. Se alejó rápidamente de ti, haciendo una reverencia, tras haber recibido su pago.

 Ese hobbit hablaba en voz muy alta, no parecía ser muy discreto... ni tranquilo.

 Hablaban de peligros y tesoros, amenazas y fortuna... parecían ser los típicos aventureros. Si bien, el elfo y la montaraz no hacían más que asentir y espolear su imaginación.

 De repente, dos de los pastores se levantaron de una mesa cercana al fuego... se despidieron joviales de su compañero, borracho, que se quedó allí sentado, mirando el infinito. La mesa y los bancos eran largos. Quizá no le molestaría si te sentaras justo en la otra punta de la mesa... ¡por Eru! seguramente no se daría cuenta.

 Mientras el jovial mediano hablaba y hablaba sin parar, dos de los tres pastores se levantaron y se despidieron de su amigo. Ambos parecían bastante achispados y el que se quedaba no era una excepción. Una vez se hubieron ido, el ambiente se relajó un poco: menos ruido en la sala. Su compañero se quedó, con la mirada vacía, frente al fuego del hogar.

Dinedhel observó el fondo de su jarra con desinteres. Tras el sobresalto original, provocado por oir la lengua de Beleriand en labios de la vieja pelandrusca, no mostró la mas mínima emoción o interes. Tras dejar pasar unos segundos eternos y sin mirarla respondió. Es posible su tono fue seco y áspero, no guardó ninguna discreción y no invitaba a continuar la conversación. Contunió bebiendo sin interés en nada más, la conversación para el había terminado. Se reclinó en su asiento, apoyando las piernas donde pudo y bajó lentamente la cabeza. Empezaba a molestarle a lentitud en el servicio de la posaba y empezaba a plantearse si había sido buena idea parar en aquel tugurio en lugar de continuar su camino.

Fjalar echa una mirada a los personajes que encuentra por la taberna y decide que los pastores pueden ser los más indicados si quiere cantar un rato...además, seguro que saben algo del entorno y hacia donde puede dirigirse tras esta posada. Y puede que tengan algo de carne de alguna res sacrificada hace poco. No haber comido carne de verdad en tanto tiempo le hace la boca agua según lo piensa. 

Saludos! Puedo tomar  este asiento? Soy Fjalar, hijo de Throgrim. Con quién tengo el placer de compartir posada?

Dice mientras se sienta sin esperar la respuesta de los pastores