Partida Rol por web

 Las tres flechas volaron por el aire sin consecuencias. Estaban demasiado lejos los unos de los otros.

 Pese a ello, los dos orcos a la carga recortaban distáncias. Seguían corriendo y jadeando mientras sus compañeros volvían a recargar.

 Ragnar salió de su tienda lanza en mano mientras Elendin agitaba la otra tienda.

El mago, viendo como no le quedaba más terreno hacia el que retirarse, optó por equiparse con su daga y el escudo de su amada. Pues en breve los orcos llegarían a su posición y era obvio que sus compañeros no estarían para pararlos...

Pd: me concentro este asalto (si llego a haber sabido que estaba descansado, me habría concentrado desde que empezó el combate).

Sin tiempo para trazar una estrategia, pegué un alarido para despertar al resto, (si es que seguían con vida) y arrojé mi jabalina contra uno de los orcos que cargaban contra la desvalida pareja. Debía ganar tiempo para la norteña y el Noldo mientras esperábamos que el resto se uniese al combate.

 Elendin seguía intentando despertar a los durmientes.

 El noldo, desenvainando la daga y embrazando el escudo de la dunedain comenzó a entonar una pequeña melodía mientras la energía mágica fluía por sus venas.

 Ragnar arrojó su lanza con soltura mientras los orcos cargaban. Rasgó el costado de uno de los orcos, clavándose la jabalina en el suelo. Pero eso no los detuvo.

 Los otros dos orcos volvieron a cargar sus arcos cortos al tiempo que avanzaban.

 De repente, se escuchó el lejano balido de una oveja....

 Beeeee... beeeeé.....

 Que sueño más extraño....

 ¿era el balido de una oveja lo que se oía?

 Beeeee... beeeeé.....

[color=#819FF7]El balde permanecía a su lado, siempre fiel, esperando a ser usado para aquel que era su propósito.[/color]

[color=#819FF7]Había observado una y otra vez las circunstancias para las que había sido creado. Una pequeña abolladura, provocada por una caída durante su nacimiento, lo personificaba, lo hacía único. Era un balde listo para su objetivo, con un fin muy claro. [/color]

[color=#819FF7]Una señora mayor lo había comprado, junto con otros baldes, para entregar a las sirvientas de una casa adinerada. La pobre señora había sufrido un castigo muy severo por no haberse dado cuenta del golpe pequeño, casi imperceptible, que lo separaba de todos los demás baldes. Así que tuvo que pagar de su sueldo lo que valía y dárselo a su marido, un vendedor ambulante, para que se lo entregará a alguien, al menos, tan ciego como ella a sus defectos.[/color]

[color=#819FF7]Aceptando a regañadientes, este viejo diablo que tenía varias amantes y alguna esposa más que requería mantenimiento, decidió entregárselo a una tabernera para tratar de ganarse su favor y conseguir, si cuadra, una nueva devota en el camino. Tuvo suerte, sin embargo, en que el celoso marido no portaba su martillo en el momento en el que trataba de forzar a la tabernera y pudo salir de allí con sólo unos rasguños y un ojo morado.[/color]

[color=#819FF7]El balde permaneció entonces allí, como un recuerdo frágil, esperando poder cumplir su objetivo. Hasta que el enano lo vio y comprendió...
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[color=#819FF7]Él era el dueño que estaba esperando, un dueño que tenía un único uso para ese caldero, y lo usaría, sin duda, en el momento adecuado.[/color]

Tirlindë, mirando por el rabillo del ojo, vio como el pseudobeórnida se acercaba para auxiliarle, un poco tarde, pero mejor tarde que nunca.

Así pues, preparándose para recibir a uno de los enemigos, se posicionó en postura defensiva, alzando su daga para también repeler cualquier ataque que le viniera por alguna zona desprotegida...

No obstante, notando como la magia arcana empezaba a inundar su ser, no pudo contener el torrente de energía que fluía por todo su cuerpo, y cerrando sus ojos unos instantes, los abrió con una intensidad y una furia propia de los de su raza, y descargó su velo soporífero con total precisión sobre los dos enemigos que osaban levantar sus armas ante alguien como él...

La joven montaraz se estaba hartando de que sus gritos y patadas a las tiendas sólo sirviesen para despertar a Ragnar, por lo que ni corta ni perezosa, entró en la otra y comenzó a gritarles allí.

- ¡¡DESPERTAAAAAD!! - viendo su escaso resultado, contempló a Elendorn, y ajustando el pie le propinó una patada en el brazo, para luego seguir dándole una tras otra hasta que viese algo de movimiento. Después se fue hacia el enano, y, le dio otra patada en la ingle, para asegurarse de la efectividad de ésta. Luego, para terminar, fue hacia Rudigar, teniendo cuidado de su ballesta, y le dio suaves pero efectivas patadas (el hobbit era demasiado amable siempre como para hacerle algún mal, por pequeño que fuese), hasta que despertó. 

 El trance acabó de repente.

 ¡¡DESPERTAAAAAD!!

 El elfo tenía encima a Elendin que le daba suaves patadas en las costillas.

Con el corazón acelerado por oir aquel grito, acompañado de las patadas, el silvano llevado por la inercia cogió arco y flecha, cargándolo a toda prisa, sin pensar, sin preguntar, asomó por la tienda su cabeza y le siguieron el cuerpo y las piernas, enderezándose y observando a su alrededor tensó la cuerda de su arma evaluando la situación - ¿quien necesita una flecha en su frente? - acababa de tener una pesadilla y no estaba de muy buen humor, pero los elfos no sueñan, o eso se dice, y así es, lo que había visto era el resultado de pensar demasiado.

La jabalina voló y aunque de refilon, hizo blanco en uno de los Orcos que cargaban.
Bien, eso hara que se lo piense dos veces antes de seguir blandiendo su cimitarra contra nosotrospensé.

Mientras lo hacia, desenvainé mi vieja jabalina y la arrojé de nuevo contra el mismo. No queria que se sintiese a salvo por haber podido esquivar la primera. Al menos eso desviaría su atencion sobre el hechicero, que parecia a punto de dar rienda a uno de sus peligrosos conjuros. Solo esperaba que esta vez, no le dejaran secuelas. No seria agradable tener que lidiar contra todos aquellos Orcos yo solo.

¡¿DONDE DEMONIOS ESTAN TODOS?! No me podía creer que con todo aquel jaleo, el silvano, el mediano y el enano siguieran durmiendo...sabia que los elfos no abandonaban el trance con facilidad, pero sin duda Rudigar y Fjalar tenian un sueño muy profundo.

 Elendin despertó a Elendorn. Rudigar se despertó por el balido de su propia daga.

 Ambos salieron de las tiendas cargando sus armas.

 Fuera, Tirlindë conjuró su poderoso hechizo de dormir y los dos orcos que cargaban contra él y Ragnar quedaron fuertemente dormidos, no parecía que fueran a despertar en breve.

 Ragnar incluso arrojo su jabalina contra uno de ellos, pero quedó clavada al suelo entre ambos.

 Lejos, entre los árboles, dos orcos más dispararon sobre el beórnida, fallando debido a la distáncia y sus reflejos.

Elendorn sin preocuparse por los que veía hacer se acercó un poco al arquero que vio más cercano y dejó ir su flecha, haría pagar su pesadilla al orco, estaba molesto, pese a que su perenne rostro no lo mostraba, su melancólica mirada estaba ligeramente inclinada en su ceño, un mínimo, tal vez un milímetro, quizás ni eso, pero los pensamientos presentes en su meditación le habían ofrecido un descanso pésimo.

Si añadía a sus pensamientos retorcidos, el mal despertar provocado por gritos y golpes, haría más justicia a su actual ánimo, y si llegara a mirarse en un espejo, procuraría por corregir ese ápice de debilidad en forma de gesto involuntario. Tenía que mostrarse tranquilo, y como mucho sonreír un poco, y pese a que a menudo esas expresiones afloraban procuraba controlarlas y estar siempre sereno.

-¡Maldición! ¡Hemos sido sorprendidos! ¡Orcos! -exclamó mentalmente para si el pequeño guerrero.

Rápidamente Rudigar echó mano a su ballesta, que guardaba dentro de su tienda, como siempre y la cargó con premura. Debía ser la mar de interesante saber qué podía pasárseles por la cabeza a los orcos oyendo el balido de una oveja en el interior de una tienda de campaña (e incluso a alguien que no fuera un orco), pero si uno de ellos asomaba la nariz para averiguarlo era bien posible que acabar teniendo un tercer agujero para respirar...

Por fortuna, el hechizo del Noldo funcionó esta vez. Y ambas criaturas cayeron inconscientes al suelo.

Sin embargo, la amenaza continuaba en forma de proyectiles.
Rápidamente avancé hasta recoger mi jabalina y me dispuse a arrojarsela a los tiradores, ya que representaban el peligro más inminente.

El mago esbozó una de sus características sonrisa de satisfacción, cuando vio que los enemigos caían desplomados ante su inmenso poder, a la vez que miraba al pseudobeórnida con sorna, como diciendo "A ver cuando puedes hacer tú algo así..." 

Acto seguido, habló a los demás diciéndoles:

-¡No ataquéis a los que están durmiendo! si no los molestáis no se levantarán -expuso dejando claro que nadie osara tocarlos, pues sería completamente contraproducente.

Al instante siguiente, corrió para posicionarse en una posición a cubierto de las flechas enemigas, y volvió a concentrarse en su letal sortilegio para dormir...

 Elendorn disparó pero falló debido a la distáncia. Si hubiera estado más cerca, de seguro que esa flecha hubiese impactado. Rudigar terminó de cargar la ballesta.

 Tirlindë se parapetó concentrándose de nuevo. Elendin despertaba a Fjalar y ambos salían juntos de su tienda. 

 Por su parte, Ragnar recuperó su jabalina y avanzó valerosamente. Los dos arqueros orcos cargaron sus armas y apuntaron al guerrero de las armas de madera.

 El balido de la daga seguía sonando con fuerza.

Elendorn cogió una nueva flecha y cargando el arco avanzó hasta casi alcanzar el punto desde donde creyó que su próxima flecha alcanzaría a su rival, sin ponerse a tiro del mismo, a menos que abandonaran ellos su posición.

Le dolió fallar aquella flecha, estaba cargada con su mal humor matinal, pero sin duda no sería la única.

Fjalar salió preparado con su escudo por delante. Avanzó tratando de tomar el flanco de sus enemigos y evitar las saetas que, de seguro, volarían contra él. Le molestaba que no hubieran aparecido en su turno de guardia y eso le daba energías renovadas para atacar a sus enemigos.

No se preocupó por los orcos dormidos. Morirían cuando acabara ese combate. Pero primero deberían acabar con la amenaza de los arqueros.