Partida Rol por web

 Al separarse de Tirlindë y Elendorn, pasaron junto a Halfred el Herrero y, justo al lado, la "Taberna de la Corona del Rey". Pasado el canal encontraron lo que sin duda era una casa de citas, que, a aquellas horas del medio día, se encontraba cerrada. 

 Tras esto, el grupo se encontró en la Carpintería de Baran, el anciano podía verse dentro del local, trabajando ya en la madera. Elendin no lo conocía, pero Ragnar y Fajlar reconocieron el lugar y el establo cercano, la Pezuña Alada.

 Después encontraron pequeños locales llenos de planos marineros, anclas, apareos y demás. Se trataba de las oficinas que usaban los diferentes patrones que ofrecían sus servicios en el puerto de Tharbad: Nimengel, el capitán; Rannor el piloto; Lorindel el piloto.... Cualquiera de ellos podría encargarse de transportar "las mercancías" del maese enano. 

 Allí finalmente encontró Ragnar un almacén: la Casa de Finwarin. Sin embargo, Fjalar se fijaba más en otra cosa: había un par de tipos enormes que parecían más piratas que soldados, pero llevaban el uniforme de la guardia, sucio y zarrapastroso. Estos tipos que parecían ser los dueños del lugar, tras hablar con algunos capitanes y pilotos, se introdujeron en una pequeña oficina, próxima al Gran Almacén de los Finwarin. 

 Según el rótulo se trataba de la "Oficina del Capitán del Puerto". Sin embargo, el sitio parecía sucio, pequeño y turbio, incluso bajo la luz del medio día. Si se cocía algo allí, pasaba seguro por aquella oficina y aquellos extraños pero robustos guardias...

 El soldado se encogió de hombros. Si estaba todo en regla, no era su tarea evitar que matasen a dos elfos extrangeros.

 Elendorn desenvainó sus armas nada más adentrarse en las callejuelas del barrio de los Ladrones. Resultaban oscuras incluso a la luz de medio día. Tirlindë deseaba captar alguna conversación sucosa, pero en vez de ello lo que captó fue un olor.

 Aqui y allá, disimulando en las sombras de los callejones o tapando el canuto con la própia mano, varios hombres estaban fumando algo que NO era precisamente hierba de la comarca. De olor almizcleño y sensación de vértigo al inundar las fosas nasales, parecía muy popular entre el populacho alli congregado. ¿Y no había dicho el emmascarado que los traficantes de comida habían empezado por serlo de hierbas ilegales?

 El hechicero se abstuvo de reaccionar todavía. Observo las idas y venidas de la gente en vez de eso. A los veinte minutos de observarlos, se dió cuenta que muchos de los consumidores hablaban con un chico, un joven de unos catorce o quince años, que no fumaba pero se dedicaba a hablar con unos y otros. Aunque no podía verlos, el noldo estaba seguro de que habían discretos intercambios en esas conversaciones.

 ¿Quien era aquel joven?

Entré en la oficina siguiendo a Fjalar. Y solo una vez dentro, me adelanté para preguntar por el hombre del rotulo, quien a buen seguro, seria el regente del lugar.

Buenos días. ¿Alguno de ustedes es el Cápitan? a mi Maestro le gustaría poder tratar ciertos asuntos con él Dije, señalando a Fjalar con la cabeza.

Acabamos de llegar a la ciudad y estamos buscando una manera de transportar las mercancías de nuestro negocio, de cara a instalarnos por aquí un tiempo.
La situación es difícil para un comerciante ahí fuera. Y aunque hemos visto que aquí en la ciudad, las cosas no os van mucho mejor,será un agradable cambio de tercio, dejar las penurias del camino por placeres más mundanos.

El mago no perdió ningún detalle de lo que allí acontecía, era obvio que ese crío comerciaba con algún tipo de droga prohibida, era sin duda contrabando y por ende un buen punto desde el que empezar su búsqueda. Así pues, realizando un leve codazo de complicidad con el silvano, señaló al muchacho y una vez reparara en el negocio que se traía entre manos, le animó a que lo siguiera.

Cuando llegaron cerca del niño rubio, el noldo, hablándole en voz baja a modo de conspiración, con su voz armoniosa y elegante, le dijo en un tono mucho más despegado del que le hubiera gustado:

-Buenas joven, mi nombre es Ilûven Damaris, soy comerciante, y nuevo en la ciudad, pero soy lo bastante viejo como para saber como funcionan los negocios, y digamos que tengo cierto negocio "ilegal" que me gustaría ofrecerle a tu jefe, si nos ayudas te daré una pequeña parte de los beneficios, ¿qué me dices? -concluyó con cara de poker el noldo, a la vez que su cerebro trabajaba en su nuevo hechizo para recurrir a él de ser necesario.

Elendin afirmaba levemente con la cabeza, fijándose disimuladamente en las personas de alrededor. Buscaba a algún chico joven, fácil de amedrentar, o que se le soltase rápidamente la lengua con un poco de alcohol. 

Asentía ante las palabras de Ragnar con firmeza, intentando no llamar demasiado la atención ni levantar sospechas.

El enano simplemente dejaba que su guardaespaldas hablará por él. Creía que lo más indicado era que no soltara la lengua más que con alguien importante.

No dejó de mirar a las personas que se hallaban allí por si alguno pudiera ser el encargado.

El silvano caminó, con sus brazos bajo la capa, de manera señorial a las espaldas del Noldo, mirando de reojo a los lados por si se precisase su intervención.

El codazo de Tirlinde solo sirvió para que hiciera lo que ya tenía pensado, escoltar a ese comerciante que "descontento con los posibles beneficios" pretendía sacar más con métodos menos nobles. Esperaba actuar debidamente, aunque las circunstancias lo hacían fácil.

 La oficina era pequeña y oscura, de fuertes olores.

 En ella había muchos papeles. Algunos eran mapas, casi todos sobre el río, sus meandros y otros puertos fluviales en la ruta del Gwathló. Otros eran recibos, albaranes, facturas... Estaban dispuestos sobre varias mesas. Al fondo de la sala había una armería con un par de hachas, algunas espadas y lanzas, así como dos escudos. No parecía haber más entrada o salida que la puerta de acceso.

 A parte de los dos hombres que el grupo ya había visto, allí dentro había un señor mayor, pero robusto, ataviado con cuero endurecido y con una maza atada al cinto.

  Yo soy Hallas, el capitán del puerto. respondió a Ragnar en Oestron con un fuerte acento Aqui nos encargamos de este tipo de asuntos, sentáos.

 Apartó unos papeles en la que parecía su mesa. No pareció darse cuenta de que sólo tenía dos sillas a parte de la suya própia mientras que los "mercaderes" eran en realidad tres.

 Bueno, pues todo depende... en Tharbad hay varios pilotos competentes que alquilan sus embarcaciones. ¿Dónde hay que ir? ¿Y que es lo que hay que trasnportar?

 Hallas parecía profesional, sin embargo, toda la atmósfera era oscura y asfixiante.

 El mozo intentó escabullirse del noldo mientras le hablaba, pero el silvano le cortó el paso. El joven se llevó la mano bajo el blusón blanco y raído que portaba, seguramente a la zona de sus ropas dónde escondía un puñal o algun arma pequeña semejante.

 Sois elfos, ¿no? dijo en un tono que no parecía de admiración precisamente ¿Quién os ha dicho que yo tenga ningún jefe?

 Su tono era altanero y chulesco. Probablemente, esto significaba que habían conseguido ponerle nervioso. Sin embargo, los elfos no pudieron dejar de observar como varios hombres en la calle estaban pendientes de ellos. El chico repartía felicidad y sus clientes no iban a permitir que le hiciera ningún daño. Sus miradas de puro odio y desconfianza resultaban desconcertantes.

 ¿Trabajáis para la guardia? la pregunta fue tan directa que casi les hace confesar de plano, aunque resultaba evidente que había acertado por simple casualidad Yo no hago nada malo... esas hierbas se encuentran en el campo, más allá de los muros de la ciudad, sin que a nadie moleste... ¿que tiene de malo venderlas aqui, en Tharbad?

 El muchacho dejó la pregunta en el aire, sólo preocupado por escabullirse y alejarse.

- me importa un bledo lo que vendas - susurró el elfo más para si mismo que para nadie, aunque su intención era la de actuar un poco, antes de hablar con tono no muy alto pero suficiente para ser escuchado por el noldo ***- si eres tan brusco se quedará solo señor, no se si me pagas tanto como para jugar a las atrapadas...

El silvano no iba a decir demasiado, era solo un mercenario del noldo en ese momento, no muy contento con su paga.

El mago habló un poco más alto de lo normal para relajar los humos en el ambiente, diciendo a la vez que miraba en rededor:

-Somos nuevos en la ciudad chico, no te deseamos nada malo, la guardia ya nos ha molestado bastante con los impuestos como para encima trabajar para ella, no no -expuso esperando que eso apaciguara la ira de los drogadictos, a la vez que clavaba la mirada en el muchacho e intentaba imponer su voluntad como sólo un mago sabía hacer- si haces memoria te acordarás que ya me conoces, yo te salvé en tu infancia de morir de hambre y nos hicimos buenos amigos, ¿te acuerdas? -apostilló el mago esperando que el niño dejase de dar problemas y cooperara completamente.

Por otro lado, ante la apreciación del silvano en su propia lengua, se quedó un poco desconcertado, no entendía por qué usaba el quenya para seguir manteniendo su tapadera, por un momento pensó que había interiorizado demasiado el papel, por lo que optó por no responderle, no vaya a ser que la situación se ponga peor.

La montaraz tomó asiento la primera. Era de suponer que uno de ellos se quedaría de pie, y Fjalar, por su posición, no debía ser uno de ellos. Después se produciría un incómodo silencio y cruce de miradas para ver quien de los dos se sentaba en la silla, si Ragnar o ella, que acabaría por el silvano cediendo su asiento a la chica en un acto de caballerosidad que nada encajaba con dos guardaespaldas, por lo que decidió acabar pronto con la tesitura sentándose y dejando a Ragnar de pie.

Evitó mirar los albaranes mientras alguien tuviera un ojo sobre ella, y dejó que fuese Fjalar o Ragnar los que contestasen a las preguntas primeras. Ella intervendría solamente en caso de que fuese necesario.

 El chico parpadeó como el que de repente se da cuenta de algo.

 ¿Damaris? preguntó como paladeando la palabra Sí, yo conozco a un Damaris. Bueno... "salvar la vida" es un termino un poco fuerte, ¿no?

 Sonreía indolente. Estaba claro para el hechicero que estaba confuso, pero para los consumidores de hierba de los alrededores, probablemente sólo parecía bajo los efectos de alguna de las substáncias que vendía.

 Sí, tengo un contacto, un tipo que encaja con lo que necesitas. comentó entonces, haciéndose el interesante Venid conmigo y os lo presentaré. Ahora está en el trabajo, pero podrá hacernos un hueco...

 Para sorpresa de los elfos, se encamino hacia las murallas que separaban el Barrio de los Ladrones del resto de la ciudad.

El silvano subió su capucha, cerrando la capa, debía mostrarse más misterioso ante nuevas caras o evitar ser reconocido si por un casual el "contacto" fuera un guarda. Miró de reojo al Noldo, no sería bueno que les reconocieran.

El enano se sentó al lado de la montaraz mirándola con cara hosca como si sentarse antes que él hubiera sido un agravio que tendría sus consecuencias.

-He comprobado la escasez que hay en la ciudad y quisiera aumentar mi abanico de negocios, ya que las joyas parecen interesar menos en estos momentos-dijo el enano dejando que una de las joyas que aún conservaba jugará en sus manos-. Tengo un primo en tierras más fértiles y menos golpeadas por la guerra que podría transportar comida a la ciudad pero no se arriesgará con tantos ladrones a las puertas y tantos impuestos a la entrada.

Fjalar terminó está última frase con un bufido, dando a entender lo que opinaba de la situación.

-Estoy dispuesto a pagar por cada transporte una cantidad razonable, desde luego...

Permanecí de pie a la derecha del enano, un paso por detrás, mientras el y la norteña se sentaban a la mesa.

Cuando Fjalar terminó de hablar, ya antes de que el Capitán ofreciese su respuesta, me incliné ligeramente sobre la oreja del enano y le susurré algo al oído, haciendo parecer que el enano había olvidado mencionar una parte del cargamento. Pero en realidad, dejé que mi tono de voz fuera lo suficientemente alto como para que el Capitán y aquellos mas cercanos pudiesen intuir la mayoría del mensaje. La idea obviamente, solo era dotar de cierta garantía a aquellos aspectos mas endebles de nuestra coartada.

Maestro, no olvide mencionar el Licor....es posible que existan diferentes tarifas al respecto...

 El Capitán hizo un gesto casi imperceptible alzando una ceja.

 Uno de sus hombres se puso detrás de él mientras el otro se situaba en la puerta. No parecía tanto que lo hiciera por evitar que el grupo saliese como para controlar que no entrase nadie de repente, pues miraba hacia afuera.

 Entiendo... dijo el capitán mesándose la barba, como si estuviese pensando o evaluando a quién tenía delante Creo que podré ayudaros... hay un piloto que acepta encargos de ese tipo. ¿Me dejáis ver?

 Preguntó y tendió su mano codiciosa hacia la gema que Fjalar tenía entre las manos. El instinto del enano no le engañaba al mirar en los ojos del hombre. Si le entregaba la gema, no volvería a verla.

El enano miró con falso enojo al beornida pero, en seguida, se recompuso y entregó la gema al capitán.

-Desde luego-dijo sonriendo a su anfitrión-. Estoy seguro que cuando mis negocios marchen le podré enseñar más piezas de mi mercancía.

Habían tirado la caña y el pez había picado pero no era un capitán de puerto, seguramente corrupto, la pieza que habían venido a capturar.

Todo parecía marchar según lo planeado, de modo que mantuve silencio y deje hacer al enano.
La información no nos había salido barata. A buen seguro aquella gema granate costeaba sobradamente aquel clandestino intercambio de opiniones. pero aquello no tenia porque ser malo para nuestros intereses. Hablaba a las claras de nuestro compromiso y nos colocaba en una posición de fuerza en relación a nuestros nuevos socios.
No era necesario restregarlo, pero tampoco estaba de mas ponerlo en valor abiertamente. No nos convenía que pensasen que que eramos una ubre demasiado fácil de ordeñar.

...Y no nos cabe duda de que sus servicios serán del agrado de nuestro Maestro...apostillé finalmente, acompañando mi frase con una amplia sonrisa de cortesía para dejar clara nuestra postura de la manera más elegante posible.

El mago sonrió satisfecho ante el ofrecimiento del joven, por un momento pensó que su eficaz magia no había podido con aquel chico, pero era obvio que no, hace falta mucho más que un muchacho avispado para resistirse a sus artes arcanas.

Así pues, palmeando amistosamente la espalda del crío, le dijo:

-Gracias amigo, si necesitas algo de mí sabes que puedes contar conmigo -respondió con complicidad a la vez que lo seguía intrigado, sin duda su plan estaba siendo todo un éxito, tenía claro que muy pronto descubriría toda la red de contrabando que allí había y el resto de sus compañeros tendrían que tragarse sus palabras para alegría del propio noldo...