Partida Rol por web

 Al grito en Quenya del mago siguió una detonación de luz que pareció cegar momentaneamente a Barnur.

 La daga de Rudigar rebotó contra el escudo de Barnur pero con tan mala suerte que, como no lo tenía bien encarado ya que estaba frotándose los ojos, rebotó contra su rostro, cortándole justo bajo la oreja derecha. Fjalar y Elendin simplemente fallaron, ya que el bandido no estaba oponiendo mucha resistencia.

El mago ya había cumplido con creces su papel, y poco más podía aportar teniendo en cuenta que se había quedado sin magia, no obstante, no era de los que abandonaba a sus compañeros a su suerte pese a no ser ducho en el combate. No obstante, era un primer nacido, y por ende debía demostrar su pericia, por lo que corrió para situarse junto al hobbit, y le dijo:

-Maese Rudigar, ¿me permitís usar vuestra ballesta? ya no puedo usar más hechizos, y aunque sea amartillando vuestra arma, algo de ayuda aún puedo brindar -expuso educadamente esperando poder usar la mortífera arma del mediano, o al menos ayudarle a cargarla.

Tras un primer tajo, el Silvano apresuró una flecha saltando atrás y recibiendo instantes después otro golpe.

- ¿Y te vuelves un canalla en vez de buscarla? Retrocede y no te mataré. - aunque quien posiblemente no aguantará otro golpe sería él...

No entendía eso de la semilla... ¿Un recuerdo? ¿Una condición? Pero luego dijo "ellas"? Tenía a alguien más? Una nota... - ¿Que decía la nota? - esperaba que el enano retrocediera, de ese modo no moriría ninguno de ellos, pero si el combate proseguía, uno o ambos caerían...

El enano trataba de impactar en el enemigo, pero parecía que el agotamiento había mellado sus habilidades de combate y no dejaba de golpear el aire al lado de su enemigo. No era que esté fuera rápido en evitar sus ataques, si no que horas de combate habían acabado con el espíritu del guerrero.

"El balde está esperando", maquinaba su cabeza ", debemos vencer para que cumpla su objetivo".

─¿Qué? ¿Eh? ¡Demonios! ─contestó el hobbit al mago cuando éste le pidió permiso para cogerle la ballesta en medio del combate, justo antes de que la daga mágica volara de regreso a su mano.

Cinco dedos en la mano y nada roto, bien ─pensó para si después del inusitadamente duro golpe de la empuñadura de la daga contra su pequeña mano. Rudigar hizo una mueca de dolor y un pequeño movimiento de muñeca antes de volver a intentar un lanzamiento.

─Sí, sí, claro, amartíllela, así podré disparar antes ─contestó por fin.

Lo cierto era que el ballestero estaba lanzando la daga una y otra vez por velocidad, para no tener que desperdiciar unos valiosos segundos en cargarla, segundos durante los cuales el líder bandido podría herir o incluso matar a sus amigos. Sólo ese pensamiento le agobiaba enormemente.

Una vez más Rudigar lanzó la daga, aunque resultó un ataque precipitado que arrastraba el dolor de su mano y su falta de concentración. Nada bueno saldría de él.

Asistía atónito a las increíbles revelaciones de Elendorn sobre uno de nuestros adversarios.
Ambos tenian una larga historia a sus espaldas. Y de algun modo el destino habia vuelto a juntarlos allí en Tharbad.
Pero la situación era casi desesperada.
La lanza mágica volvio a mí y me dispuse a arrojarla de nuevo. Era morir o matar.

 A tan corta distància la daga volava y volvía a la mano del hobbit como el restallar de un látigo. Sin embargo, a pesar de estar herido, cegado y adolorido, Barnur interponía con agilidad su escudo una y otra vez. Tirlindë tomó la ballesta y con el cuidado de no estar acostumbrado, fue situando un nuevo virote en el canal. Ahora sólo quedaba tensar la cuerda y la mortífera herramienta estaría lista de nuevo para ser usada.

 Fjalar atacó y Barnur interpuso el escudo nuevamente. A su vez golpeó en la cota con la espada corta, sin llegar a atravesar la armadura, pero pegaba fuerte. Entonces Elendin se lanzó a por todas: hincó su espada en el muslo izquierdo del tipo, atravesándolo de parte a parte y derribándolo. 

 Barnur intentaba incorporarse, medio inconsciente, en un abundante charco de sangre en el suelo.

 Elendorn se movió hacia atrás disparando casi a bocajarro y sin apuntar. La flecha se insertó en el pecho de Kili, atravesándo ambos pulmones. El enano se desplomó. Sangraba por la boca y la nariz. Parecía consciente, pero se estaba poniendo pálido rápidamente.

 Hirii, valeroso como sólo un chico sin responsabilidades puede ser, volvió a apuñalar al cojo, con la fortuna de atravesarle el codo derecho. Su maza cayó inerme al suelo mientras el tipo intentaba agarrarse el codo con la otra mano.

 Ragnar atacó con su lanza en esta ocasión, pero el Harad lo esquivó con facilidad. Luego le cortó ligeramente en el hombro con su cimitarra. El guerrero se dió cuenta entonces de que estaba sólo. Le hizo una oferta a Ragnar:

 Dejádme pasar y me iré. así de simple abandonaré la ciudad y no volveréis a verme. ¿Qué me decís?

 Era obvio que no quería morir allí.

- esto no tendría que haber acabado así - dijo tomando otro jirón para sellar su propia herida - ¿Dispones de alguna planta medicinal capaz de salvar semejante herida? - preguntó a Kili agachándose a su lado - ¿Porque no fuiste tras ella? ¿Que decía la nota?

No esperaría demasiadas respuestas, pero si alguno de los caídos tenía alguna hierba medicinal, estas podrían ser esenciales para un grupo bastante dañado, aunque el Silvano de verdad desearía salvar a aquel enano. Su odio nunca fue demasiado, el normal que cualquiera sentiría por quien le quita a su pareja, añadiendo la incomprensión de que no siguiera con ella ¿Que le había hecho o dicho para que ella le abandonada? - ellas... ¿A cuántas conquistaste bribón? - espetó más como quien busca aliviar el dolor con una sonrisa... Aunque seguramente eso fuera algo difícil.

Una vez colocado el nuevo virote, colocó el arma en vertical, y ayudándose de las piernas, tensó la cuerda para volver a disparar, aunque por fortuna parecía que no iba a ser necesario, aquel tipo estaba en las últimas...

Aquel maleante seguía poniendo las cosas difíciles, no se estaba quieto y suponía un peligro constante para todos ellos. Había que acabar con él. Estirando la mano el hobbit volvió a recepcionar una vez más su daga mágica, pero esta vez, en lugar de apresurar un nuevo lanzamiento, tomó aire y se concentró durante un instante, arrojándola en lo que esperaba fuera un ataque definitivo. La daga, en esta ocasión, atravesó el aire con mucha mayor precisión. Ayudaba, por supuesto, el golpe que su compañera le había asestado en la pierna.

Una vez neutralizada la amenaza, el enano ya no pensó en continuar el ataque. Tenían que encontrar a Ciryon y a sus compañeros para recuperar la tiara y, por desgracia, el tiempo se les escapaba al igual que los ladrones. Quizá si se dirigían rápido hacia donde pudieran atracar la balsa para entrar a hurtadillas podrían recuperar la joya antes de que se la llevaran y perdieran esa oportunidad.

 Viendo que era ignorado por todos, el Haradrim envainó sus armas y, con paso rápido, eludió al grupo camino a las escaleras. Quizá directo a una barca que ya no estaba allí, pero ese no era el problema del beórnida y el elfo. El cojo seguía en el suelo, ladrándo de dolor y lamentándose por su brazo, que colgaba a la altura del codo en un ángulo imposible.

 Cuando Elendorn le preguntó cuantas más habia robado, consiguió que el enano ríese. Después tosió y esputó más sangre. Cuando consiguió serenarse para hablar lo hizo con una voz ronca.

 ¿Elfas? Sólo ella, era... es tan especial... tomó aire de una manera que era obviamente dolorosa Nunca tuve valor, pero tu lo tendrás... Elendorn, ve tras ella... tcho tchooo...

 Giró la cabeza a un lado para echar un buen esputo sanguinolento. Casí podría decirse que vomitaba el rojo líquido.

 Lhun, en los Puertos Grises... dijo mirando a los ojos a Elendorn. Volviéndo a ser por una vez el amigo que tiempo atrás conoció Quería... tcho... quería que la niña se criase viendo el mar... viendo... el mar....

 Los ojos se quedron fijos mirando al silvano, pero ya no veían nada más. Aquellos ojos estaban fijos y muy quietos.

 Voy a avisar a los demás. dijo Hirii de repente, rompiendo la tensión.

 Y a continuación el muchacho se dió la vuelta y echó a correr. Lo hacía en la misma dirección que el Haradrim. Sólo esperaban que cumpliese con su palabra.

 Con un severo clic, el cable encajó en su sitio. La ballesta estaba cargada.

 Y sin embargo, no llegó a hacer falta.

 La daga voló de las manos del hobbit una vez más y se enterró en el pecho de Barnur. Estaba tan adolorido y aturdido que no atinó a esquivarla ni a interponer el escudo siquiera. Cayó de rodillas y el puñal se desenterró para volver de vuelta a Rudigar, pero el mal ya estaba hecho. Pesadamente, se desplomó sobre el suelo de piedra.

 Fjalar tenía razón. Debían hallar a Ciryon y su lugar de atraque para la barca, pero ¿dónde podía ser eso?

Una vez terminada la escaramuza, el noldo esperaba que lo pusieran al día de los acontecimientos, mientras detrás de una columna se ponía su elegante túnica y se desprendía de esos harapos. Al mismo tiempo, les informaba de lo que había descubierto diciendo:

-No debéis preocuparos de los bandidos que huyen, he observado con detalle como recogían todo su botín y no había ni rastro de la tiara, así que por eso no os preocupéis, es más, pude engañarlos y abrir un agujero en su bolsa para luego recolectar las monedas que antes mencioné -aclaró dispuesto a repartirlas con los demás- por cierto, ¿cómo está Ragnar? vi que lo hirieron pero no pude hacer nada por él, mi hechizo de dormir no funcionó en los bandidos; en cuanto estemos todos, nos ponemos a investigar el lugar más detalladamente, no parece que los delincuentes vayan a volver... -expuso finalmente esperando escuchar las novedades por parte de los demás.

─Uffff, no se moría nunca... ─dijo el hobbit a la par que comenzaba una sistemática pero rápida limpieza de la sangre de su daga mágica.

Aquello sonaba mal, extraño. Era como si un niño tuviera tareas por hacer y por fin las hubiera acabado, justo antes de que le echaran la bronca... sólo que las tareas de aquel niño eran las de acabar con la vida de un hombre. La vida daba muchas vueltas y sólo hacía unos meses nadie hubiera apostado a que aquel intrépido habitante de la Comarca hubiera llegado tan lejos, física y espiritualmente. Para bien o para mal. Si le viera su tía Euduvintis seguro que le daría un patatús.

─Me alegro de que estés bien, Tirlindë, estábamos todos preocupados. Volvamos con los demás y vayamos a por la dichosa tiara ─sentenció.

Me acerqué al enano moribundo y tras examinar sus heridas miré al silvano con tristeza y negué en silencio con la cabeza mientras cerraba sus ojos. Lo único que podía haber hecho por él era preservar su cuerpo incorrupto, pero aquello no serviria de nada, su alma habia partido ya a las estancias de los enanos, y su cuerpo no era sino un cascaron vacío.
A pesardelas duras palabras que se habian dedicado pude leer la profunda tristeza en los ojos de Elendorn. Mi mano en su hombro no serviría para aplacar la perdida de un amigo, ni la traición que subyacia. Pero al menos le haria saber que no estaba solo.
Tomate tu tiempole dije.cuanfo estes listo, siguenos.

No podía dejar al muchacho solo. Mis piernas estabam débiles pero todavia era pronto para claudicar.

-Ellos están recuperándose en la entrada y si hemos acabado con la banda no creo que tengan problemas -dijo el enano preocupado por el escaso tiempo que tenían -. Ciryon, sin embargo, ha entrado por balsa en la fortaleza para recuperar la tiara. Si no le encontramos ahora es posible que la esconda o, en el peor de los casos, la funda para ocultar las pruebas de su crimen.

El tiempo se les echaba encima, no sabían donde podían haber atracado y la única persona que podía ayudarles a encontrar, y enfrentarse, a los tres ladrones de la tiara estaba ahora muerto en el suelo.

-¿Recordáis algún punto dónde pudieran haber atracado? -preguntó Fjalar esperando que sus compañeros hubieran visto algo que a él se le escapara en ese momento. "Ojala Hirii estuviera aquí para guiarnos"