Partida Rol por web

El Optio, cada vez parece mas lejano. Realmente, esta mas en forma que el resto de legionarios. Si no fuese porque es un traidor a Roma, a sus ciudadanos y al Emperador, hasta le admirariais. Parece el ideal de hombre romano: Fuerte, atletico, con dotes de mando y con capacidad de decision. 

Fabio, que le ve cada vez mas de lejos intenta hacer que se pare y luche

 Curio!! - le grita - Tu mataste a mi padre! Parate para morir!

El Optio, quizas por sus muchos años de experiencia, prefiere seguir su entrenamiento particular para las Olimpiadas de Atenas.

Fabio y Silo ven como Curio sigue corriendo y alejandose mas y mas. 

 Maldito! - dice Fabio casi sin aliento - Me vengare! Juro que me vengare!

Dada la caza por perdida, se apoya en un arbol, casi llorando. El asesino de su padre. Ahi, a un simple paso. Y lo ha dejado escapar. Va a enterrar la cabeza entre las manos cuando oye un grito. 

 Yippi ka yei, hijo de putaaaaa!

De un camino un poco mas elevado en la colina que estaban rodeando, Fabio ve como salen Ruso, su decano, y Marius. Por la cara roja y el sudor, ambos han debido pasarlas putas corriendo colina arriba todo este rato pero parece que ha valido la pena. Marius salta sobre Curio, derribandole. Cuando este se levanta, Ruso esta esperandole y le mete un tajo en el pecho, haciendole una buena herida. Ruso sonrie

 La cruz, traidor. La cruz te espera!

A pesar del dolor, el optio reacciona rapido. Golpea a Ruso en la cara, tirandole colina abajo y patea a Marius, evitando que se levante.

 Apartad, bastardos! - dice con cierto panico.

Despues sale corriendo, a pesar de ir perdiendo sangre, como si la vida le fuese en ello. Que, de hecho, le va.

Marius, en un ultimo esfuerzo, coge su pilum y se lo arroja. La lanza roza la cabeza del optio y se clava en un arbol. Incapaces de correr mas, solo podeis acuclillaros a recuperar el aliento mientras veis como Curio se pierde en el bosque, herido y magullado. Quizas los germanos se ocupen de el. 

Viridio y Corso estan dando agua a Oton cuando llega el resto de la compañia. Parecen abatidos y el optio o alguna parte del mismo como por ejemplo su cabeza, no esta con ellos.

- Optius fugit Et fugit optio. - dijo Fabio apesadumbrado. - pero se fue con un buen corte del Decano. Ojalá se le infecte. ¿Habéis encontrado al crío?- 

El corso está apoyado en un árbol, con la cara contraída por el dolor y completamente oscura por la sangre coagulada. A su lado, Viridio cambia uno de los vendajes de Otón, empapado en sangre.

- Hemos estado pendientes del gordo. Está muy mal. Hay que llevarlo al cuartel...

El niño... y qué hacemos con el niño...?

Mientras os vendais y limpiais el cadaver de Secundus, cerrandole los ojos para su descanso eterno, saqueais las pocas cosas de valor que tienen los barbaros. Viridio encuentra unas cuentas brillantes entrelazadas en el pelo del lider barbaro, que no duda en arrancar. Algo valdran. Marius ve algo brillante dentro de la tripa abierta de uno de los lobos muertos. Lo raja aun mas y saca una especie de colgante en forma de estrella. Esta claro que estos animales se comen cualquier cosa.

Para cuando Viridio consiguió centrar la vista, nublada por la sangre y el dolor, se dio cuenta que la mitad de sus compañeros había desaparecido, al parecer corriendo detrás del centurión por los gritos que escuchaba.

Los que no habían salido corriendo, estaban muertos o en proceso de estarlo.

Sacó del macuto las vendas y decidió empezar a curarse...

Tras ello, en vista de que la situación era peligrosa, comenzó un vaivén de gente gritando, corriendo, agujas pasando de mano en mano y mucho estrés pero funcional, lo que el viejo maestro de Viridio había denominado en sus enseñanzas como  E.R., Edictio Romanum, vamos.

Otón abrió los ojos, sudoroso y blanco como la nieve mientras Viridio apañaba a un Ruso que, por los movimientos del coseheridas, se vio impedido de poder curarle.

De repente...

Marius regresa al lugar de la pelea, habiéndose escapado por poco el traidor.

Mira a sus hermanos heridos y a Secundus muerto. -Joder. -casi se le escapan unas lagrimas de coraje, pero se aguanta-. No debí haber salido tras de ese hijo de puta, perdoname Decimus -Le dice a este mientras se apuraba a ayudarle, tomando de sus vendas y ungüentos. Si alguien mas se moría aquí, jamas se lo perdonaría.

Se puso manos a la obra, comenzando por Oton.

Despues de 30 minutos en el claro, la vida parece volver a vuestro alrededor. El silencio pesado que se habia hecho a uestro alrededor, sin que se pudiese oir ni una mosca, desaparece. Entre las copas de los arboles se puede ver como las nubes han dado un corto respiro y los rayos del sol, filtrados por las hojas, caen sobre el claro bañandolo todo con un calor agradable que disipa la niebla y la incomoda humedad reinante. Os sentis revitalizados y con mejor humor.

Unos pocos pajaros se atreven a empezar a piar en los arboles cercanos y un ciervo atraviesa el otro lado del claro y echa una mirada desinteresada a la matanza, los cuerpos sin vida y la sangre reseca. Bufa y se marcha, despreocupado.

El tiempo pasó en el remanso de paz y tranquilidad que parecía haberse convertido ese pequeño claro lleno de sangre, cadaveres, trozos apuntados de germano y entrañas de lobo.

Al poco, todos estaban parcheados, vendas y costuras de por medio, y listos para atender a las palabras de su decanus, mientras rodeaban el cadaver de Secundus.

- Más bien ha sido el Primus... - musitó Otón entre sollozos mientras se sujetaba un emplasto pero se contuvo cuando vio varias miradas que le indicaban que bien podría ser el segundo cadaver.

Nada más llegar, Fabio se había puesto a montar guardia mientras el medico hacía su trabajo. Tenemos suerte que Viridio esté con nosotros, ya sé como a llegado a ser tan viejo, se cura a si mismo...

- Silo, aquí no hacemos nada, vigila por el norte que yo lo haré por el sur...

Nada más comentar esto, un ciervo apareció cerca de ellos, Fabio fue a tomar un pilum... y no encontró nada a su lado, todas las pila estaban apoyadas en un montón, dobladas, y para usarlas tendrían que enderezarlas.

Tomando un par de jabalinas de los germanos, se guardó una y comenzó a patrullar con otra. Por si acaso.

Al poco ya estaban todos sanos. O al menos lo estarían si las costuras no explotaban.

- ¿Algún rastro del crío? ¿Y de los caballos de los germanos?
 

De vuelta en el claro, cansado y abatido a partes iguales por la persecución del traidor y por haberle dejado escapar por dos veces, Silo está aún más taciturno que de costumbre. No sabe curar heridas, solo causarlas, así que colabora de la mejor forma que puede: se quita de enmedio y deja trabajar a los que saben recomponer soldados rotos.

Ayuda a cargar los restos de germanos y lobos, amontonándolos. Cuando acaba, saca el gladius, lo agarra por la hoja con la mano izquierda, y mientras eleva la empuñadura hasta su cara, muestra al cielo la palma de su mano derecha y entona en voz baja una plegaria de agradecimiento.

"Oh Marte, poderoso Dios de la guerra, señor de la batalla, tu que te complaces en el combate cuando es honorable, acepta como ofrenda las vidas de estos hombres y sus bestias, y permite que mis compañeros y yo podamos seguir luchando con valor, protégenos de las tretas del enemigo y guia nuestro brazo."

Con rabia contenida, prosigue con una petición, la primera que hace en mucho tiempo, mientras mira al cielo.

"Padre Marte, Madre Minerva, escuchad mi ruego. Os pido que me ayudéis a castigar a Umbrenius Marius Curio, que os ha ofendido doblemente, traicionando las armas de Roma y a su legión al aliarse con el enemigo y causando la muerte de un compañero de armas, y a saber de cuantos inocentes. Ya que ha huido como un gamo, que su vida a partir de ahora sea la de tal, temiendo siempre el acecho del cazador y huyendo sin descanso hasta que la Parca le de alcance. Ya que ha huido como una mujerzuela, que su falo se pudra y se caiga a pedazos. "

"Os pido que toméis la vida de Umbrenius Marius Curio, sus huesos, su hígado y su negro y rastrero corazón, y todo aquello que le sea preciado. Os pido que le deis dolor, enfermedad y muerte. Y si es posible y estáis complacidos con mis actos y mi devoción, os pido que me permitáis algún día encontrarle y darle la muerte dolorosa que merece, para que pueda quemar sus entrañas en un brasero como ofrenda mortuoria al espíritu de mi compañero asesinado, Secundus, y que así tenga paz en el Hades."

Cogiendo el gladius por la hoja con ambas manos, aprieta con la derecha hasta hacerse un pequeño corte en la palma. Luego suelta el gladius y aprieta el puño derecho, haciendo caer varias gotas de sangre al suelo.

"Padre, Madre, otorgadme lo que os pido, y os prometo entregar en ofrenda a vuestros sacerdotes todas las ganancias que consiga entre hoy y las próximas Calendas de Martius, incluyendo mi paga. Dadme la gracia de vuestro favor y permitidme ejercer justa venganza sobre Umbrenius Marius Curio, que tanto os ha ofendido. Yo, Titus Silo, así os lo pido, y con mi sangre refrendo mi juramento, y a vosotros y todos los demás dioses pongo por testigos. Con mi sangre juro odio eterno hacia Umbrenius Marius Curio. Que así sea."

Tras ayudar a cargar en los caballos las armas de los vencidos y el cuerpo de Secundus, Silo recoge con cuidado los restos del perro, y los deja suavemente a lomos de uno de los caballos. Luego se despide del animal mientras le acaricia la cabeza inerte. "Hoy has hecho honor a tu nombre. Buena caza en el ultramundo."

- Silo, aquí no hacemos nada, vigila por el norte que yo lo haré por el sur...

Asintiendo a su compañero con la cabeza, Silo se dirige al norte del claro, con la mano en la empuñadura de su gladius. Al pasar junto a Otón le da unas palmadas en el hombro, y cuando este le mira, asiente con la cabeza de nuevo. y asiente una vez mas al cruzar la mirada con el corso por un instante.

Fabio no puede más que asentir a todas las palabras de Silo.

- Está hecho todo un Cicerón. - Musita, asombrado.

Cuando su compañero acaricia al perro, Fabio exclama - ¡Ei mira! ¡Se mueve todavía! - dijo mirando al perro.

Cæsar lame la mano de Fabio y mueve debilmente la cola. Ha perdido mucha sangre pero eventualmente se pondra bien. Si vuelve a un sitio donde le cuide, claro, y no le mandan a un bosque infestado de lobos el doble de grandes que el.

- Has sido tú, Silo, ¡Eres como el tipo judío ese que dicen que resucita a los muertos! ¡El tal Jesús! Le has tocado y se ha levantado. ¡Ánimo campeón!- dijo Fabio lavando las heridas del perro. - Hay que ponerle una venda para que no se muerda...