Partida Rol por web

El horror de la situación no era trivial, aquella espantosa criatura sobrenatural que supuraba mal por cada una de sus gelatinosas extremidades heló el corazón y la mente de todos los presentes quienes pudieron soportar el impacto emocional de presenciar el acecho de tan horrible ser a excepción de la atleta Robyn cuya consciencia empezó a vacilar y experimentar una alucinación sensorial que resquebrajó su cordura del mismo modo que se rompe una copa de cristal al caer al duro suelo.

Robyn cogió el cuchillo que portaba consigo y empezó a chillar de una forma enloquecida, como si con ello tratará de expresar el sentimiento de desprotección y miedo que se había instalado en ella. El cuerpo de la atleta temblaba y se llegó a orinar encima. Su mirada absorta la dejó durante un instante allí quieta, cuchillo en mano, pero la mano de James la sostenía del brazo y tiraba de ella. Su mente estaba destrozada pero el instinto de supervivencia de la mujer le urgía a huir si quería vivir, aunque fuese en aquella condición de perturbada. 

El tiempo era vital, cada segundo contaba. O corrían o morían. El detective vislumbro el coche, parecía estar más cerca que la valla. Correría hacia ella, y si no, la verja de salida estaba al lado. Siempre podrían saltar por ella.

-¡Al coche!- Señalo, y corrió hacia él.

Sebastian corrió todo lo que pudo pero su cojera le impedía ser tan veloz como Mike que no tardó en dejarlo atrás. Sin saber ni cómo, se metió en una fangosa y frondosa zona que lo retrasó todavía más en su avance. ¡¡Maldita sea!!...Por unos instantes, un sudor frío comenzó a caer por el lomo de su espalda. El miedo comenzaba a atenazar al viejo actor, que no podía apartar la idea de que él sería el primer devorado por aquella criatura ignota.

- ¡¡Mike amigo!! ¡¡No me dejes aquí!!... ¡¡No podrás arrancar el motor!!...- le advirtió Stewart. El actor era muy cuidadoso con su coche y no dejaría la manivela que arrancaba el motor en cualquier lugar. - ¡¡Yo llevo la llave aquí!!- pidió ayuda de forma desesperada para poder salir de aquel improvisado y resbaladizo cenagal

Había que correr, y si por lo general eso se le daba bien a la velocista, en aquel momento con el miedo y la locura que le embargaba no es que corriese...volaba. La mujer saltaba sin apenas pisar el barro y ni se inmutó cuando sobrepasó al escritor, al actor e incluso al detective que parecía en un principio llevar la delantera. Solo tenía en mente una cosa. Correr hasta que no hubiese mañana.

James forcejeaba con los dos compañeros para que empezasen a correr. Aquella cosa empezó a moverse y Hess se quedó paralizado unos instantes. Cuando quiso darse cuenta, estaba solo: Adler y Mike ya llevaban bastantes metros de distancia.
Gritando por el miedo de verse sólo ante semejante monstruosidad, salió corriendo detrás de sus compañeros.

A mitad del camino, vio que Sebastian se había metido en un charco fangoso hasta las rodillas y que no lograba avanzar todo lo rápido que quería. Sabía perfectamente que ese tipo los habría dejado vendidos sin siquiera pensárselo dos veces, de modo que trató de no hacerle el menor caso.

No obstante, su subconsciente iba por libre y se sorprendió al verse a sí mismo corriendo hacia la dirección de Stewart.
- ¡Imbécil! - renegó de su propio carácter mientras se acercaba a la carrera hacia su posición.
- ¡Vamos, pedazo de zote! ¡Agárrese! - el escritor le tendió la mano, pero antes incluso de que el compañero pudiese sujetarse y debido a la tensión, perdió pie y cayó en el lodazal a su lado.
Trató de recuperar la verticalidad y salir de allí, pero cuanto más rápido quería moverse, más torpemente avanzaba.

Mierda!

La mujer corrió como si no hubiera mañana, por eso era una atleta. Aunque Mike sospechaba que la cara de loca que llevaba le daba fuerzas también.

Pero los dos hombres se juntaron torpemente en un abrazo que acabo con los dos en el suelo, como si fuera una lucha en el barro.

Mierda! Volvió a pensar el detective. No podía dejarlos ahí tirados, así que se dispuso a ir a por ellos...

En escasos instantes la tranquilidad con la que habían conseguido escapar de la casa se había tornado en un horroroso infierno. Mientras que Robyn había enloquecido tras presenciar aquel diabólico ser y había huido del lugar Sebastian había caído en el fango quedando a escasos metros de la legámosa criatura. En cuánto James fue en su auxilio esté también resbaló junto al actor y quedaron ambos a las puertas de una muerte cierta.

El detective irlandés por su parte venció al miedo, tal vez condicionado por la manivela del turismo que portaba Sebastian, y volvió sobre sus pasos para ayudar a que escaparan del fango. Sin embargo el peligro ya era inminente, las múltiples bocas rosadas del ser se abrían y cerraban como si estuvieran hambrientas y la masa de gel blanco-verdoso empezó a extenderse lentamente a través de varios pseudópodos en dirección a los tres humanos con ánimo de apresarlos....

Robyn corrió y corrió después de escapar de aquel ser infernal resultado de un horror sin nombre surgiera en aquella selva amazónica en la que se había convertido el jardín de la mansión Fitzgerald.  Afortunadamente para la atleta, consiguió llegar hasta la verja que delimitaba la propiedad y escapó de allí sin más complicación, apenas miró hacía atrás.

La atleta había soñado con correr en los próximos juegos olímpicos, para ello se había entrenado a consciencia y en aquel momento pareció como si aquella carrera a la huida fuese su objetivo deportivo más ansiado. Robyn corría y corría a través de los campos de las afueras de Gamwell y de pronto atisbó una figura en medio de la carretera que recorría. En cuanto se hubo aproximado lo suficiente pudo distinguir claramente sus rasgos. El hombre vestido con una elegante chaqueta sonreía de una forma afable y parecía esperar tranquilo en la carretera apoyado en una valla que cercaba la calzada. Se ajustó sus pequeñas gafas redondas a la nariz con un tic que Robyn reconoció bien.

Allí estaba, era Arthur Cornthwaite....

- Roby... por fin te encuentro ¿Estás bien? - preguntó  Arthur con voz afable ofreciendole un abrazo a Robyn.

Mike volvió corriendo a donde sus dos amigos se refregaban por el fango. Alargo las dos manos e intento tirar de ellos mientras retrocedía de nuevo hacia el coche.

-Vamos amigos, cójanse de mis manos!

Robyn ni se planteo que Arthur fuera real, producto de su imaginación o un fantasma. Tampoco le preocupo el gesto de abrazo que en condiciones normales le habría extrañado, ni siquiera la tranquilidad que parecía tener. El estado de terror era tal que simplemente quería huír de aquel maldito pueblo.

¡¡CORRA!! ESA COSA ESTÁ SUELTA
 

Aquella terrible criatura estaba muy cerca. Mike había vuelto para ayudarles; si no salían pronto de aquel lodazal, terminarían todos muertos.
Haciendo un esfuerzo, Hess agarró de un brazo a Sebastian y, tirando de él, logró salir a una zona más firme.
- ¡Vamos! ¡Tenemos que salir de aquí, se acerca!

Sebastian hizo retroceder a Mike y al escritor, pero cada vez notaba que se hundía más y más en aquel lodazar - ¡¡Maldita pierna...!!- protestó tan nervioso como furioso. Si no padeciera de ella, seguramente no habría caído allí, pero ahora se debatía a los bordes de la muerte mientras ese ser implacable avanzaba par dejar sus huesos limpios como una patena.

Aunque todo parecía abocado al final, el fuerte brazo del investigador, le dio pie a que volviera a intentar escapar de aquella trampa de fango mortal. Apelando a un esfuerzo tan épico como titánico, Stewart tiró con todo su alma par desanclar sus pies del barrizal, a la par que usaba la escopeta a modo de bastón. La escena resultaba desesperada, pues Sebastian salía arrastrándose como una lenta lombriz de aquel punto letal.

Pero una vez fuera, no dudó en levantarse rápidamente y correr sin mirar atrás

Arthur sujetó a la desquiciada mujer con ambas manos y con fuerza y abrió mucho los ojos pareciendo que tratara de examinarla mejor. - Todo pasó... tranquila. Estoy aquí. - dijo fundiéndose en un abrazo con ella. - Y no vas a perderme jamás... -

Robyn no supo porqué, pero aquella última frase le sonó siniestra. ¿Era realmente Arthur Cornthwaite? ¿Se habría podido confundir con aquel cadáver hallado en el sótano? Multitud de preguntas colapsaron la mente de la atleta, que sudorosa y en shock, acababa de escapar sana y salva de la peor pesadilla de su vida. Las imágenes del ser gelatinoso aún parecía vivas y reales, atormentándola segundo tras segundo. 

Aquel acto heroico del detective irlandés para salvar a James y Sebastian fue más que loable. James logró levantarse de aquel lodazal de moho y barro, y junto a Mike, tiraron de Sebastian para no dejarlo abandonado a merced de la criatura. Con dificultad el actor consiguió escapar, pero por los pelos pues uno de los pseudópodos gelatinosos ya había empezado a enrollarse lenta pero inexorablemente en una de sus piernas, unos segundos más y Sebastian hubiese sido devorado hasta los huesos por aquel extraño ser. 

En cuánto escaparon todos corrieron hacia el autómobil de Sebastian, momento en el que las diferentes bocas rosadas de aquella masa gelatinosa emitieron sonidos similares a gritos de rabia que resonaron por toda la hacienda como si una orquesta desafinada y siniestra se tratara.

Los tres se montaron en el coche con Sebastian al voltante y todos esperaron con ansiedad a que este arrancara el vehículo antes de que la criatura les alcanzara. También esperaban que después de tanta desgracia el vehículo siguiera funcionando. 

Por otro lado, no había rastro alguno de la atleta....

–¡¡SUELTEME!! –Robyn se debatió durante unos momentos intentand librarse de aquella repentina aparición. Aquella...cosa. Aquel fantasma. Aquel abrazo le resultó demasiado grotesco, demasiado irreal y terrorífico. No podía ser él, no podía y entonce solo había una posibilidad. ¡¡ALEJATE MONSTRUO!! La joven agarró el cuchillo y lo lanzó con fuerza contra el brazo que la retenía.

Justo cuando los tres hombres llegaron al coche, Sebastian sacó de debajo del asiento del conductor la manivela que cebaría el motor del coche. Sin pensarlo, se la tendió a James dicéndole:

- ¡Hess baje y cebe el motor mientras yo intento arrancarlo!- la cara del intérprete era seria, pues si alguien no le daba vueltas al mecanismo que permitiría la combustión de la gasolina, no se moverían ni un milímetro - ¡¡VAMOS POR DIOS!!

- ¡Pues baje usted, cojo de mierda!
Hess se quedó helado ante la propuesta de Sebastian. Pero, tras meditarlo unos instantes, resolvió que no serviría de nada discutir. Además, cuanto más tiempo perdiesen, menores posibilidades de salir con vida tendrían.
- ¡Maldita sea! Está bien. Mike, por favor, asómese y cúbrame. No quisiera que "eso" me pille ahí agachado.

Cogió la manivela y, tras recordar cómo lo hizo Stewart cuando arrancó el coche frente al hotel, decidió que no sería muy difícil imitarle.
Refunfuñando y blasfemando como un marinero, bajó del automóvil y se dirigió a la parte delantera para introducir la manivela en el orificio destinado para tal fin.
- ¡Vigile bien, Mike, por Dios se lo pido!