Partida Rol por web

La mañana amanece tranquila, el sol apenas ha comenzado su viaje por el cielo y la ciudad parece ir despertando, los templos son los que realmente tienen algo de actividad ya que sus sacerdotes y sacerdotisas parecen ir preparando las cosas para las primeras oraciones.

La posada estaba realmente tranquila y el posadero sirve a Saryllion y a Scire un desayuno completo, segun les dice es por invitacion de la casa y le desea al elfo lamejor suerte del mundo para su duelo, ya que su rival esta en el lugar acordado, hablando con un guardia de laciudad

Apenas he dormido. Apenas preciso dormir. Una de las ventajas de mi naturaleza es poder descansar completamente en menos tiempo que otras razas. Salí de mi sueño bastante antes del amanecer, de modo que decidí preparar mi cuerpo y mi alma para el duelo.

Duelo, curiosa palabra. Se emplea tanto para definir el desafío entre dos contendientes como para expresar el padecimiento de la pérdida traída por la muerte. Parece que en esta ocasión ambas cosas pudieran venir de la mano…

Surgí a la oscuridad de la noche en ayunas, en silencio, a la parte trasera de la taberna, cerca del establo. Un pequeño patio era todo cuanto precisaba, con algo de agua fresca. Me deshice de mis ropas, colgándolas de una tabla, y me arrodillé en dirección a la luz que intuía la posición de la luna. No podía verla entre los tejados de los edificios. Recé, dedicando sentidas oraciones a Ishtar y Zaibacher, como si fueran las últimas. Probablemente las sean.

Solo cuando el frescor del rocío de la mañana hizo mella en mi cuerpo semidesnudo, solo ataviado con un taparrabos, me puse en pie, tomando mi espada de su funda. Comencé el calentamiento con movimientos sencillos, pasos suaves y lentos, gestos de muñeca sosteniendo la espada a la altura adecuada. Poco a poco, a medida que el calor regresaba a mi cuerpo, los movimientos se hicieron más complicados y exigentes. Giros de cadera, pasos largos y cortos, extraños recorridos de la hoja que simulan fintas y engaños, protecciones y ataques, el arma pasando de una mano a otra, la mano libre buscando el rostro del adversario o protegiendo el propio, la exquisita danza del acero ejecutada con suavidad y destreza, cada vez más rápido, cada vez más, melena al viento sobre piel sudorosa, aún más veloz...

Y cuando parecía que la espada no podía moverse más rauda, desplegando su fulgor metálico alrededor del espadachín, la detuve frente a mí. Jadeando, completamente sudado, me negué a seguir entrenando. Era suficiente, mi cuerpo estaba caliente y mi mano firme, y prolongar aquella danza solo serviría para desgastarme. Me acerqué a la tina de agua y descargué el prístino líquido sobre mi cuerpo, refrescándolo y alejando la suciedad. Entonces regresé a mis aposentos.

Entonces lo veía todo muy claro. Ahora, al descender hasta el comedor, no lo veo tanto. El posadero nos regala los aromas de una buena comida, y yo no dejo de pensar que será la última. No tengo hambre, y no deseo saciarme antes de un duelo. Cojo solamente un poco de queso y fruta y me sirvo un vaso de agua fresca. No tengo ganas de conversar, aunque probablemente sea debido a que no se qué decir. Scire está sentada frente a mí, y apenas soy capaz de mirarla a los ojos.

Debo pediros un favor, dama Scire –Digo de repente, con gesto apesadumbrado- Se que es más de lo que merezco pediros, y podéis negaros si así es vuestro deseo, no os culparía por ello, pero tampoco tengo mucha más gente a quién recurrir. –Permanezco un instante en silencio, con las manos entrelazadas jugueteando nervioso con mi anillo, un sello con forma de cabeza de león- No cuento con padrinos que se hagan cargo de mis asuntos. Si algo me sucediera… Si sucediera lo peor, el anillo que porto debe ser devuelto a mi padre, el señor de la casa Lionforge. Agradecería que mi espada siguiera el mismo camino, aunque en caso de dificultades no sería estrictamente necesario. ¿Podríais encargaros de ello?

Scire se levantó como se había ido a dormir: preocupada. Evidentemente comprendía que si ella se sentía asi, para el participante del duelo sería un auténtico calvario. Esperó a la mesa con una mezcla de leche con chocolate disuelto en ella y bocadillos dulces de crema, mostrando un evidente gusto por lo dulce. Escuchó la petición, que parecía la de un condenado a muerte en sus ultimos instantes. Entendía la gravedad de la situación, pero aún así ese ánimo no iba a ayudarle en nada.

-No te preocupes, lo entregarás tu mismo llegado el momento. Por supuesto, luego de un viaje largo en el que tendremos bastantes mas oportunidades de discutir sobre magia y otros temas. Deberías probar estos pastelitos de crema, son tan buenos que hacen sonrojar.

Luego añadió, en tono mas serio.

-Necesitas tenerte confianza.

Sonrío, afable y agradecido ante el intento de consuelo y esperanza por parte de Scire. Sin embargo, la sonrisa desaparece tan rauda como llegó. El asunto es demasiado importante.

Debo insistir, pues preciso una respuesta. No puedo afrontar un duelo sin tener en paz mi alma, limpia de toda causa pendiente. Si no podeis o quereis haceros cargo lo entenderé, pero tendré que buscar a otro que lo haga. -Suspiro al pensar en mis escasas opciones- Respondedme ahora, os lo suplico.

-Llegado el caso, tomaré el recado que me pides y lo llevaré a tu familia -dijo prestamente- Pero no salgas de aqui preparado para tu fin.

Su compromiso suaviza mi rostro, y me atrevo a tomar un último bocado de queso antes de responder con aire sereno.

Me he congraciado con mis dioses mediante la oración, he preparado mi cuerpo para que cumpla mis mandatos y, gracias al compromiso sellado en esta mesa, he mantenido limpio el honor para con mi familia en mis últimas voluntades -Sonrío amablemente, con cierta paz interior. Tomo mi jarra de agua y bebo un largo trago que refresca mi garganta, extendiéndose por mi pecho. Dejo la jarra en la mesa con un sonoro golpe que me llena de decisión, poniéndome en pie de inmediato con una amplia sonrisa- No salgo preparado para mi fin. Salgo preparado para lo que deba pasar, y a vender cara mi piel al destino.

Es la hora de afrontar lo inevitable...

En silencio, Scire se levantó para ir tras Saryllion. Aparentemente se encontraba en un estado entre la confusión y lo rumiante. Miró hacia atras y luego volvió los ojos al camino. Quería decir algo mas, pero temía que importunar pudiera romper "algo" en el ambiente que pudiera incomodar durante el duelo al elfo. No es como si fuese a ayudar mucho, pero en situaciones así cualquier pequeña ventaja es algo.

Cuando los compañeros salen al exterior pueden darse cuenta que dos hombres de la guardia estan observando, el rival de Saryllion se acerca y dice primero a Scire:

- Buenos dias, señorita espero que haya dormido bien

A continuacion se acerca a Saryllion y dice:

- Buenos dias, espero hayais descansado.

Se acerca un poco y dice en voz baja:

- Espero que nos vaya bien en este duelo ritual, por fortuna la guardia nos ha permitido realizarlo ya que es un duelo ritual.

Sí, sí, sí... -Digo agitando la mano sin mirarle a la cara, pasando a su lado en un gesto de desprecio absoluto. Aún perduran los malos pensamientos que albergo hacia quien afirma ser honorable al tiempo que gana dinero con la caza y muerte de hombres.

Buenos días tengan, honorables miembros de la Guardia -Enuncio al tiempo que les dedico una reverencia a los dos soldados- y agradecimientos por el permiso concedido. Supongo que se encuentran aquí como galantes de la legalidad de este duelo ritual, algo que tranquiliza mi espíritu. Sin embargo, temo desconocer los entresijos de las costumbres y leyes locales ¿Podrían informarme acerca de las normas que rigen el ritual duelístico?

-Buenas días... -respondió, sintiendose algo incómoda por la atención. Paso a colocarse en algun sitio donde la vista fuese buena de ambos contendientes, sin pizca de gracia. No como si aquello fuese un espectáculo o algo...

El guardia observa a Saryllion y dice:

- Solo nos limitamos a observar, en esta ciudad si se pide el permiso adecuado a las autoridades y se aprueba se pueden realizar toda clase de rituales, sin embargo siempre debemos haber algun miembro de la guardia para asegurarnos que todo va bien.

El hombre mira al contricante de Saryllion y despues a este:

- No me importa realmente que costumbre es o que religion sea, solo nos importa que los participantes estan de acuerdo y tienen el permiso, vosotros teneis el permiso, el esta de acuerdo y vos, lo estais?

Así que no hay reglas...

La idea me inquieta y divierte al mismo tiempo. Por un lado, nada me garantiza que este falso hombre de honor no tenga guardado algún as bajo la manga. Y estos guardias no garantizarán que haga algún tipo de trampa o traición. Por otra parte... tampoco impedirán que yo las haga.

Sí, estoy de acuerdo -Digo en tono solemne antes de girarme con gesto afectado y soberbio. Camino hacia una esquina, ajustándome el cinturón y dejando la espada a un costado, apoyada en la pared. Me estiro los guantes, ausente, dejando ver bien mis movimientos, y entonces cojo el mango de mi cimitarra y tiro de ella, extrayéndola de su vaina- Cuando gustéis, mercenario.

Diciendo esto, sitúo la hoja de la cimitarra a mi costado, la punta hacia atrás, sujeta con las dos manos. Una guardia típica de las escuelas de mi tierra. La espera no desgasta los brazos, pues no obliga a mantener levantada la pesada espada, y deja vía libre a un movimiento de inicio peligroso y difícil de defender: el golpe ascendente diagonal, bueno para ataque y defensa.

Ganad vuestro sucio oro.

Belyye se da cuenta que no hay nadie en el lugar, unicamente siente los restos de magia oscura, la cual debe ser la responsable de lo sucedido, sin embargo, segundos despues comienza a escuchar pasos bastante pesados acercandose y sin duda de dos personas que caminan juntas

El hombre sonrie y dice:

- Muy bien, luchemos

Desembaina su arma una espada de una mano bastante fina, colocandose en una posicion bastante extraña con las piernas ligeramente flexionadas y apuntando con la espada hacia delante, la espada sin duda se usa para pinchar ya que no es mas que un cilindro de metal, sin embargo parece muy resistente.

El hombre se acerca con cautela para en el ultimo instante lanzar un rapido golpe directo a la cara del elfo que interpone instintivamente su arma logrando desviar el ataque de su enemigo

Espero paciente, como siempre me dijeron mis maestros. Como no pude hacer ante el ímpetu y arrojo de aquel pobre desgraciado a quien me tocó enfrentarme en la ceremonia de ingreso a la orden. Pero este mercenario se lo piensa, calcula, y me deja tiempo para pensar. Es el tipo de contrincante que mis maestros prefieren, al menos para mí, que soy aún novato en la guerra y no he pasado de la teoría en el uso de la espada.

Cuando sus pasos le acercan lo bastante para entrar en distancia de hoja, un movimiento hacia atrás, para evitar su ataque, e inmediatamente me arrojo hacia delante, girando sobre mí mismo, en una danza giratoria que hace oscilar mi cimitarra alrededor, preparada para descargar su metal contra el cuerpo de mi contrincante.

Los primeros choques de metal no hicieron saltar sangre, lo cual era un indicio de que ninguno de los dos era un novato en lo que estaba haciendo. Scire observaba con atención, pensativa. Intentaba aclarar exactamente como iba a reaccionar cuando el duelo comenzara a resolverse, con la victoria de un lado o de otro.

Detestaba las espadas. Mas desde que había visto a aquel barbárico asesinar a la chica. Pero incluso sin eso, siempre las había considerado un instrumento que solo era útil para traer miseria. No había misterio en como usarla, y era efectiva con tan solo dejar caer el filo sobre la carne de un objetivo. Incluso el mas ignorante de los mortales podía tomar una y causar un derramamiento de sangre con ella.

Sabía claro, que detras de las espadas a veces había personas con buenas intenciones. No criticaba a sus usuarios, simplemente detestaba el objeto en si. Jamás se le había ocurrido aprender a manejar una, ni quería hacerlo.

Por otro lado, agradecía que los usuarios de armas fuesen muchos mas que los de magia. Al lado de esta, cualquier arma se reducía a un copo de nieve...contra una avalancha.

Jaime sonrie y dice:

- Eres mejor de lo que me han dicho en combate, esto es mucho mas interesante de lo que pensaba que iba a hacer

Entonces se coloca en posicion de guardia de nuevo, y arremete en un primer instante a la cabeza del elfo para despues cambiar el movimiento y lanzar el ataque hacia el estomago, sin embargo en ese instante Sallyrion se desplaza hacia atras de un rapido salto esquivando sin problemas el ataque 

Mi movimiento es rápido, evito su ataque, pero soy consciente de que su movimiento era realmente diestro. No siempre tendré tanta suerte, debo estar concentrado si no quiero ser ensartado por ese alfiler gigante que emplea como espada. Su uso exige movilidad, puesto que solo sirve para clavar, aunque yo me someto a circunstancias parecidas, ya que mi cimitarra está pensada solo para cortar. Ninguno de los dos empleamos armas blancas de gran versatilidad, pero ambas tienen sus puntos fuertes también.

No le permito un instante de pausa. En cuanto retrocedo para evitar su ataque, giro sobre mis talones y describo una nueva curva, llevando la hoja de la cimitarra alrededor de mi cuerpo como un torbellino de metal. Avanzo hacia él girando sobre las punteras de mis pies, describiendo un círculo ascendente con la espada, para descargarla sobre él en diagonal, en el movimiento que mis maestros siempre llamaban "descenso del águila".

El movimiento de Saryllion es muy rapido incluso mas de lo que el mismo esperaba, el sorprendido mercenario no puede evitar recibir un tajo en el abdomen, la tela se rompe y penetra el cuero el cual hace que la mayor parte del golpe se detenga, pero no todo ya que puede verse salir un poco de sangre, esto hace que Jaime se desestabilice un poco y no pueda concentrarse demaisado.

El ataque que sigue es muy torpe ya que aparentemente el dolor hace que en el ultimo momento al quejarse por este pierda la concentracion y de un paso mas corto de lo que pensaba y se quede el ataque corto, viendo Sarylion como la punta del arma de su rival se dirigia hacia su rostro pero quedandose corto

Reprimo una sonrisa, pues muchas veces me recriminaron los maestros la confianza en mitad de un duelo. Una pequeña herida no significa nada, y fiarse de ella puede llevar a la perdición. Queda aún mucho combate por delante.

Retrocedo cuando veo su espada preparada para atacar. Su ataque es torpe, lento, seguramente desestabilizado por la herida sufrida. Mi movimiento, sin embargo, es excesivo para contrarrestar su ataque, quedo demasiado lejos de él y apenas logro estabilizarme para retomar el ataque.

Aún así, lanzo una nueva segada con la hoja de mi cimitarra.