Partida Rol por web

La confianza en Stolker parece decaer, quizá piense que su reglamentaria no le ofrezca la mismas garantías que la primera vez. Además, la escasa visibilidad y la poca habilidad con las armas del investigador no aseguran un impacto desde esa distancia. No hay demasiado tiempo para pensar, y si lo pensáis tampoco hay muchas opciones para salir de vida de esa situación. Así, que a pesar de no ser demasiado efectiva, trata de llevar a cabo una idea para deslumbrar a los desconocidos y que Bernie salga corriendo del coche. Pero... ¿a dónde iba a ir?

Las luces antiniebla responden, por furtona, a las ordenes del investigador. Al instante, un rayo cae a pocos metros frente al lugar dónde vistéis por última vez a los hombres, iluminando todo alrededor y viendo como el plan de Maurice había salido más o menos bien.

La tormenta se vuelve más agresiva, acompañada de pequeñas piedras de granizo que aumentan poco a poco su tamaño. Los desconocidos, perciben a una persona salir del coche tratando de ocultarse tras el maletero de la camioneta. Sin dudarlo disparan hacia la posición y una de las balas roza la chapa del vehículo. Ella, asustada decide quedarse allí, protegida por la camioneta. Al menos de momento.

Los hombres avanzan sin dejar de alumbrar por los alrededores por si se os ha ocurrido escapar. Los focos de una de las linternas enfocan al detective. Una bala roza su hombro. Por suerte la herida, aunque sangra, sólo ha sido una rozadura, y su piel básicamente ha sido quemada por el impacto del proyectil. La bala ha debido de seguir su curso.

Al menos no todo son malas noticias, la iluminación creada por los disparos, y la poderosa luz de los relámpagos sirve de utilidad para poder percibir a los dos tiradores.

Las luces consiguieron deslumbrar a los dos atacantes, pero un maldito rayo inoportuno iluminó toda la escena como si fuera un gran foco en un espectáculo. - Mierda - dijo Maurice sin molestarse en bajar la voz. Bernie había salido ya y según pudo ver por el retrovisor estaba a salvo. No es que le preocupara mucho la salud de la chica pero sería un marrón que a su compañera de investigación le pasara algo. Tendría que dar demasiadas explicaciones y, después del tiroteo, tenía claro que su cometido tenía poco que ver con la legalidad. Si salían de aquello cogería un vuelo directo a Boston el día siguiente, lo tenía claro.

Tras mirar el retrovisor decidió echar un rápido vistazo al ttambor del revólver y asegurarse de que le quedaba munición. Sin más salió del coche y se dispusó a correr junto a Bernie. Cuando estaba punto de alcanzar la parte trasera del vehículo notó el impacto en el hombro. Dio gracias a Dios un segundo después apoyado contra la puerta trasera de la camioneta pues apenas había sido un rasguño. Nunca había sido herido por una bala y la verdad es que, no se sabe si por la adrenalina o por el miedo, apenas le dolía. Rápidamente se situó al otro lado de la parte de atrás, se separó un par de metros de la furgoneta y antes de dispararle a aquellos tipos desde el otro ángulo le dijo a la fotógrafa: - Echa a correr en cuanto empiece a disparar y no pares hasta encontrar ayuda. Dicho lo cual el revólver de Maurice comenzó a rugir de nuevo.

Salgo del vehículo aprovechando la confusión que crean las luces antiniebla en nuestros perseguidores, arrastrándome en silencio hasta la parte trasera y ocultándome ahí hasta que Maurice se reúne conmigo. Los estampidos de las balas resuenan en mis oídos haciendo que se me encoja el corazón: en estos momentos el instinto animal lo que me pide es sobrevivir, huir lejos de allí. Cuando mi compañero me da la orden de que corra, le obedezco y echo a correr como si me persiguiera el mismo diablo.

No sé que rumbo sigo, ya que lo único que quiero es dejar atrás a los tíos que nos están disparando inexplicablemente. Mis piernas se mueven con agilidad sobre el asfalto mojado, en este momento no me preocupa caerme debido a la adrenalina que hace funcionar mis músculos. Noto que la respiración me arde en los pulmones y que de vez en cuando el granizo me golpea la cabeza.

Tengo que encontrar ayuda como sea, es el único pensamiento angustiado que me ronda la cabeza.

El suelo queda ennegrecido, manchado, por las continuas pisadas de Maurice sobre la nieve. Trata de buscar una nueva posición más ventajosa. Por el rabillo del ojo puede observar como Bernie ya ha empezado a correr, perdiéndose entre los grandes olmos donde las ramas caen debido al peso de la nieve. La tensión es tal que no se puede tomar ni un momento de respiro.

Maurice, de nuevo intenta visualizar en la oscuridad del ambiente. Sólo avanza unos pasos, los suficientes para colocarse pegado a la camioneta y sentirse un poco más seguro, más protegido. Sus ojos son incapaces de buscar al par de hombres, por eso sus primeros disparos han sido desperdiciados y tiene que esperar el tiempo necesario para que de nuevo le responda el arma. Tras ver como las dos siluetas han tomado la iniciativa de nuevo, avanzando hacia delante, no puede permitirse otro tropiezo. Es entonces cuando uno de los disparos siguientes alcanzan a uno de aquellos desconocidos, en el pecho, muy cerca de la zona del corazón. Los dos hombres han sido alcanzados por los disparos del investigador.

Desde el Hotel llegan voces conocidas y disparos al aire, mucho más sonoros que el de cualquier pistola y un potente reflector de luz se acerca a la zona, jugando a iluminar allí donde el intenso foco apunta.

-¡¡Largaos de aquí malditos hijos de Satanás!!- Se escucha.

Uno de los hombres abandona la zona con una velocidad sorprendente, demostrando que tenían perfectamente estudiadas las posibles vías de escape. Un coche oscuro le estaba esperando, por lo que eran más de dos. Arranca a toda velocidad, dejando unas profundas marcas en la nieve.

Todo parece estar más o menos controlado, al menos estás con vida. La luz intensa luz la trae consigo el conserje, que has podido identificarlo nada más se acerca al cuerpo que acabas de abatir.

Corres como si te costara la vida en ello...

La ventisca ha empeorado considerablemente desde que has empezado a correr. El viento ahora es casi un huracán y hace que sea difícil mantenerse en pie. A la lluvia y a la nieve se ha añadido un grueso granizo que te fustiga desde todas direcciones.

-¡¡Largaos de aquí malditos hijos de Satanás!!- Se escucha, ya ha varios metros de distancia del Hotel.

La visibilidad es prácticamente nula, alcanzando tan solo unos cuatro o cinco pasos. Mientras sigues corriendo percibes nuevos disparos, pero más potentes que los que salían del cañón del arma de Maurice. Deseas que ninguno de esos disparos hayan alcanzado al investigador, pero tú no puedes dejar de correr hasta que... los zapatos te juelan una mala pasada, haciendo que tropieces y caigas sobre la nieve.

De repente te parece ver una pequeña sombra, del tamaño de un niño, cruzando los innumerables setos por el fondo. ¿Un animal? Las ramas de los árboles murmuran a impulso de la nerviosa brisa. Sientes un frío intempestivo.

Tras caer me levanto notando que la tensión ha hecho mella en mi ánimo, porque tengo ganas de echarme a llorar. Sacudo con manos temblorosas la nieve de la ropa para que no cale el frío más aún en mí, y en ese instante me parece ver algo que cruza los setos. Lo único que me faltaba es que fuese un animal salvaje.

Sigo avanzando rezando para que fuese producto de mi imaginación. La ventisca apenas deja ver nada, pero estoy tan preocupada por lo que acaba de pasar que no me puedo parar a pensar en el gélido viento. ¿Estará bien Maurice? No es que me caiga espectacularmente bien, pero su vida me preocupa. ¿Le habrán dado esos tíos? ¿Habrá conseguido escapar al igual que yo? ¿Quién demonios eran esos tíos que nos habían atacado y por qué?

Sigo avanzando sintiendo que de vez en cuando los tacones casi me hacen resbalar, pero descalzarme me haría morir por congelación seguramente. Ojalá encuentre alguna casa, pienso mientras oteo a mi alrededor con la esperanza de divisar alguna luz.

A buenas horas, capullo - es lo primero que se le paso por la cabeza a Maurcice cuando escucho la voz del conserje. Habia logrado alcanzar al otro hombre, cosa que no estaba mal para alguien que llevaba mucho tiempo sin disparar, estaba herido y encima tenia poca visibilidad. Cuando vio que el otro tipo huia ante las amenazas del conserje no pudo mas que echar un vistazo al coche para comprobar si podia descubrir algo.

Cuando el coche se marcho se dirigio hacia el cuerpo del tipo que habia caido y con la voz en alto le dijo al conserje: - Si no hubiera salido habria eliminado a estos dos mierdas. - Desde luego Maurice se habia venido arriba y aun le quedaba adrenalina en el cuerpo. Se agacho junto al tipo y sin dejar de apuntarle con la pistola comprobo si aun estaba vivo. Mientras tanto pensaba en donde coño se habria metido Bernie.

El conserje parece estar preparado para cualquier situación peligrosa. Lleva un shapka (gorro ruso) sobre la cabeza, una escopeta antigua de su época y un reflector donde tiene que darle un par de golpes para que la luz se encienda de nuevo. En cuanto te acercas, el guardián del hotel está apuntando al hombre, prácticamente a bocajarro.

El desconocido no deja de agarrarse la pierna, cómo si el disparo hubiera impactado en una zona complicada que le impide levantarse. En una de sus manos puede verse claramente su arma, quizás descargada. -No sé que estabas haciendo aquí con tus otros perros. Pero más vale que respondas si no quieres ser comida para los coyotes esta noche.- Dice el conserje, animado quizá por tu valentonada.

Y, a pesar de que gira la cabeza para darse cuenta de que te estás acercando para agacharte a comprobar el cuerpo, su arma no deja de apuntar al intruso. El cuál no duda en acercarse su propia pistola a su cabeza y apretar al gatillo, quedando una fea mancha de sangre sobre la nieve junto a pequeños trozos de carne desperdigados. Se ha suicidado.

El guardián del hotel, sorprendido por la actuación de aquel hombre acerca el cañón de la escopeta para moverle, como si se quisiera asegurar de que ha muerto.

Bendito sean los Dioses, menos mal que estáis vivos... Joder, se ha bolado los sesos. ¿Y la chica?- Se pregunta mientras clava una rodilla en la nieve, observando con la mirada al cadáver.

Te reincorporas y tras sacudirte la nieve sigues avanzando, guíada por un miedo que no te lleva a ningún lugar en concreto. La ciudad queda a unos diez kilómetros en coche, por lo que hacer esa distancia a pie, y con ese tiempo sería un suicidio. Además el tiroteo te ha dejado completamente desorientada.

Sigues varios metros en dirección norte, sorteando los grandes árboles y sintiendo como si una animal salvaje te siguiera en todo momento, obligándote a echar continúas cabezadas hacia detrás para asegurarte. Tras una larga carrera divisas en toda su grandeza una Mansión, un edificio imponente y regio, que algún día ha debido brillar en toda su gloria, pero que ahora sólo luce apagado en el resplandor mortecino de la nieve. Y se vislumbra también lo que debe haber sido un frondoso jardín. Los cipreses y los cedros vencen sus ramas por el peso de la nieve acumulada, y a un lado, más lejos, las ramas de unos sauces llorones se inclinan. Algunas esqueléticas rozando con sus huesos la superficie helada de un pequeño estanque; una fuente de piedra rota.

Más lejos, en un rincón se encuentra una estatua. Una mujer, pálida la piedra, quizá mármol. Y, tras ella, adivinándose apenas, las cruces y lápidas como si formaran parte de un cementerio.

Desde el jardín las escaleras llevan hasta un rellano ancho, con la puerta principal, de madera noble, con cuarterones repujados y una grandes adornos en forma de cabezas de león. A un lado se halla un tirador de hierro forjado que debe accionar una campana en el interior. Sobre la puerta el escudo de la familia, en piedra. Pero tan desgastado que no se aprecia a ver qué representa.

Una primera ojeada visual no te rebela si la puerta se encuentra abierta o cerrada. De repente te parece ver una pequeña sombra, del tamaño de un niño, cruzando la misma puerta...

El aspecto de la casa me resulta terrorífico. Quizás si fuera montada en un jeep bien abrigada, con un compañero al lado con quien reírme de mis propios miedos y un café humeante en las manos, me habría bajado del coche sin dudarlo para fotografiar esa señorial mansión. Pero sola y congelada en mitad de un país que no conozco, la perspectiva cambia bastante. Y encima esa sombra que me persigue... Me pregunto si será que estoy empezando a perder mis facultades fruto de la hipotermia, por lo que trato de calentarme un poco las manos frotándomelas contra la blusa.

Estoy ahí parada frente a las escalinatas sin atreverme a entrar. Esa imagen del lóbrego cementerio me tira para atrás, a mí y a cualquiera más valiente que yo. Seguramente esta casa esté abandonada, si entro puede que se me caiga encima... O a lo mejor viven dentro una pandilla de yonkis enganchados que me atacan con agujas cargadas de drogas... O simplemente está encantada y me está dando pánico de entrar.

Justo en el instante en el que estoy barajando la posibilidad de darme la vuelta y buscar otro sitio que parezca más habitado, escucho el sonido de otro disparo. De nuevo noto que la piel se me pone de gallina. Cada segundo que pasa es un segundo más en el que Maurice está en peligro. Puede que en estos momentos esté herido, desangrándose, y yo acabo de encontrar una casa. Tengo que pedir ayuda, incluso si su dueño es el monstruo de Frankenstein.

Con pasos apresurados, pero notando el miedo en la boca del estómago, subo las escaleras hasta acercarme a la puerta. Al menos aquí estoy más protegida del viento. Haciendo acopio de valentía, cojo el tirador y acciono el mecanismo de llamada. Por favor, que quien me abra la puerta no tenga pinta de asesino o psicópata... Por favor... Después vuelvo a llamar otra vez, por si están dormidos o algo los habitantes de la casa.

- Me cago en todas las putas de Boston - dijo Maurice cuando un trozo de sesos y sangre del tipo que acababa de suicidarse le cayo en la cara. - Deje de menear al tipo con la escopeta, se acaba de volar la cabeza. - Reprendio al conserje el cual no parecia my inquieto con tener un maldito cadaver en el porche de su hotel. Es lo que te faltaba para redondear el pastel en este maravilloso paraje.

El investigador se limpio la cara con el pañuelo, que ya estaba ensangrentado de antes, y despues se lo puso en el hombro. Espero que no tengas el sida, cabron - penso hundiendo los ojos en el cadaver sin cabeza. La herida habia comenzado a dolerle ahora que se sentia a salvo pero este dolor crecia proporcionalmente a su ira. ¿Que mision de investigacion era aquella en la que estaba rodeado de locos y de asesinos? El no habia sido contratado para arriesgar la vida. Que les follen a todos.

¿La chica? Ni lo se, ni me importa. - Creo que se ha ido en aquella direccion - señalo con la mano el camino que penso que Bernie habia tomado. - Yo estoy herido y necesito llamar por telefono. Voy para el hotel. Si quiere vaya usted a buscarla. Iba a llamar al WCI y a la policia. Aquello le sobrepasaba.

El contacto con el tirador es desagradable, muy frío. Vuelves a insistir pero no obtienes respuesta. Cuando ya casi te das por vencida, la puerta cede con un suave click y se entorna un poco crujiendo. El interior de la casa te devuelve el eco del quejido. Intentas ver algo por la rendija que ha quedado, pero tus ojos están tan acostumbrados al albedo de la nieve y la penumbra que apenas puede distinguir el suelo a medio metro de la puerta.

Acercandonte ese medio metro percibes una estancia rectangular de unos tres metros de ancho por cinco de largo. Desde el punto de vista de los recién llegados tiene una cristalera abombada hacia afuera en la pared de la izquierda. La ventana deja pasar una luz tamizada por el polvo acumulado. Los cristales están emplomados, formando un arabesco de suelo a techo, pero sin colorear. En la pared de la derecha hay un gran arco sin puertas, pero desde el ángulo en el que te encuentras no eres capaz de distinguir a dónde conduce. Un poco más allá, y en la misma pared, hay una puerta cerrada. En el fondo de la estancia, también cerrada, hay una gran puerta doble.

Ahora sí, no tienes duda. Te parece ver la silueta tráslucida de una niña con uniforme de colegio cruzando de lado a lado la estancia...

El conserje la verdad que no puede encontrar respuestas tampoco a lo sucedido. El guardían del Hotel deja de registrar el cadáver como si tal cosa, cuándo hablas sobre la policía. Éste le responde que ya hizo la llamada, que no deberían de tardar en llegar. Sin duda encuentra algo en el cuerpo, pero no sabes que es ya que con disimulo se mete la mano en el bolsillo del abrigo. Aunque quizá es que simplemente le ha entrado algo de frío. -Bien, no toquemos el cuerpo demasiado. Dice en cuanto se reincorpora. Yo me encargaré de hablar con la policía. Aunque seguramente tengáis que cumplir un amplio interrogatorio por parte de los agentes.

Se encuentra un poco molesto, porque se veía con una noche movidita en su propio Hotel. Será mejor que volvamos al Hotel y le de un vistazo a esa herida. Erik irá en búsqueda de su amiguita. La tormenta se está levantando.-

Echa un vistazo por la pendiente, por la carretera que marchó aquel coche oscuro. De momento no se veía ningún foco de luz que avisara movimiento de la policía. Aunque también es cierto, que desde aquella montaña y con aquella tormenta, es muy difícil distinguir algo.

Ya en el interior del Hotel, Erik está cubierto con una manta, preguntando que ha pasado ahí afuera. Jack, el conserje le ordena ir a pegar un vistazo por los alrededores para encontrar a bernie. El islandés como si se tratara de un perro obediente asiente al conserje y sale al exterior. No sé como demonios ha dejado que fuera por ahí con esta tormenta. En fin... no tenga miedo, no va a pasar nada. Todo se solucionará, ¿cree que a mi me gusta ver un cadáver en la puerta de mi propio Hotel? Por el santo cielo... Será mejor que me deje dar un vistazo a esa herida. No tiene buena pinta.-

- ¿Que como he dejado que se fuera? Joder, me estaban disparando dos matones, si quiere les digo que esperen a que le diga a la dulce Alicia que no coja el camino de baldosas amarillas. - Dijo Maurcie visiblemente enfadado. Al investigador no le gustaba nada de aquello, estaba seguro de que habia gato encerrado. El conserje se habia metido algo en el bolsillo que tenia el cadaver. No estaba seguro del todo pero asi lo pensaba. Por otro lado, Erik trabajaba para la WCI y resultaba ser el perrito faldero del cuidador del hotel. Pero el maldito habia escuchado los disparos y no habia salido a socorrerlo mientras que el conserje lo habia hecho...pero habia tardado demasiado. Se arrepintio de no haberse fijado si al revolver le quedase alguna bala. Quizas aquella gente no fueran tan amistosos como el creia.

Cuando el tipo fue a tocarlo para mirarle la herida, Maurice dio un respingo: - No, no, dejelo, no me duele. Solo deme un telefono para que llame al WCI. Era imperioso llamar a la agencia y que le confirmaran que Erik era de los suyos. Quizas se habian metido en la boca del lobo nada mas llegar a aquel pais. De hecho, a lo mejor ese conserje loco estaba esperando a que se diera la vuelta para volarle la tapa de los sesos. Lo unico cierto de todo aquel asunto es que Maurice Stolker, estaba hecho un lio y habia recibido el primer disparo en toda su vida.

El conserje acostumbrado a aquellas latitutes y tempestades se mostró sumanente tranquilo por lo que había ocurrido, sólo se empeñaba en regresar al Hotel para que entraras un poco en calor. Cuándo le diste el motivo por el que habías dejado fuera, éste soltó una ligera carcajada, sin ánimo de ofender. Aparantemente te daba la sensación de que te daba la razón, de que entendía tu comportamiento.

-Vamos, señor Stolker. No se ponga nervioso, ¿de acuerdo? No va a ocurrir nada malo. El guardían del hotel parecía que había percibido movimiento de algún todoterreno al exterior. Quizá se trataba de la policía. Y, en efecto a los pocos segundos el sonido de motor de un coche se escuchaba como se detenía en las proximidades del hotel.

Es posible que sea la policía. Tiene un teléfono en recepción. Añadió señalando tras de si.  Aunque dudo de que las líneas funcionen con esta tormenta. Pruebe a ver, iré a dar un vistazo.- Cogió su escopeta, se enfundó de nuevo el abrigo y te dejó libre para que hiceras aquella llamada.

Maurice soltó un suspiro de alivio cuando vio alejarse al conserje loco. Decidió ir a llamar por teléfono al WCI cuando acabase iría al cuarto de baño pues recordaba haber visto un botiquín en él. Se acercó al teléfono de rececpción, levantó el auricular y marcó el número de la señorita Silverstone. Aquella guarra mentirosa lo iba a oir bien oido.

El teléfono da señal. Pero desgraciadamente aparece una señora robotizada emitiendo un mensaje de información:

<<Lamentamos las molestias, pero en estos momentos no se encuetran operativas nuestras líneas>>

Menuda suerte la mía - Cuchicheó Maurice poniéndose la mano en el hombro malherido. Estaba solo y tirando allí en medio con el loco del conserje y el albino. Ni siquiera tenía a Bernie para echarle una mano y curarle aquella herida. Quizás no debió dejar que se fuera, quizás debería ir a buscarla antes de que le pasara algo. - Si, y que llegue otra vez el clan del todoterreno y te deje hecho un colador. Ante la sabiduría de sus propias palabras olvidó a la muchacha y se acercó a las ventanas del hotel que daban a la calle para saber si había llegado la policía o sus visitantes eran otros.