Partida Rol por web

- Vamos allá - dijo Maurice mientras seguía a Bernie al salón. - Pero vayamos con cautela, no se sabe lo que nos podemos encontrar ahí. Stolker sacó su pistola y avanzó lentamente hacia el salón cruzando el pasillo.

Todo parecía estar en calma allí, cada cubierto en su sitio, sólo algunas cacerolas tiradas por el suelo recordaban la fuerza del impacto contra la costa. Echando un ligero vistazo alrededor os disteis cuenta de que estábais dentro de lo que parecía una nevera industrial, lo que no había duda de que se trataba de una gran despensa al lado de un comedor.

En el salón-comdeor, colgados del techo y, envueltos en una extraña secreción en forma de capullo se encontraban algunos cuerpos humanos. Su identificación era complicada si no os acercábais a analizarlos más detenidamente.

Tras coger un cuchillo cualquiera de los de aquella especie de cocina, vuelvo sobre mis pasos para entrar en el comedor con Maurice.

- Esto no servirá de mucho si nos atacan - le digo a mi compañero blandiendo el cubierto como si fuera un sable - Pero es mejor que...

De repente las palabras se pierden en mi garganta al ver lo que pende del techo en esta sala. Los ojos se me abren desmesuradamente por un momento. ¿Eso son... son personas?

- Joder. ¡Joder, Maurice! ¿Qué es eso? - digo avanzando casi corriendo hacia los capullos, pero deteniéndome a una distancia prudente. El corazón me late a toda velocidad mientras entrecierro los ojos para examinarlos un poco más de cerca, y noto una extraña sensación de mareo.

Es como si una araña gigantesca hubiese decidido comer personas en vez de moscas. Inspiro profundamente intentando reconocer por el olfato qué demonios es esa secreción que recubre a los bultos que antes fueron personas.

A Maurice le parecía ridícula la figura de Bernie con el cuchillo jamonero. Al menos la periodista era consciente de que si eran atacados poco podría hacer. Según le hablaba la muchacha le iba a responder que cerrase el pico y estuviera atenta pero entonces, ésta le hizo notar algo en un estado de extrema alarma. Del techo colgaban lo que parecían cuerpos humanos rodeados de una especie de tela de araña. Parecían capullos de gusano de seda. - ¡Hostia puta! ¡Me cago en mil infiernos! Las palabras le salían del alma. Nunca había visto nada parecido y ya estaba claro que toda la normalidad que había intentado mostrar hasta el momento se había ido al garete. Allí estaba pasando algo gordo e inexplicable. Primero fue la consulta del doctor loco en el pueblo, después la voz de la niña y ahora, en ese lugar inhóspito, los arañazos y las cosas raras no paraban de aparecer. Sacó la pistola y apuntó hacia adelante por instinto. - Bernie, creo que deberíamos largarnos de este puto barco.

Cuando Bernie y Maurice habían aceptado una tarea que implicaba emociones fuertes, de la mano de Meredith Silverstone, nunca se hubieran imaginado hasta qué punto iban a ser realmente fuertes, atronadoras, tanto como la tormenta que se cernía fuera del Oddissey.

Ahora, viendo esos cuerpos colgando del techo, envueltos en una especie de capullo, estando en un barco en medio de un área desértica y fría y habiendo leído ese diario de bitácora, que contaba los últimos días de la tripulación, podrían asegurar que ningún trabajo podía siquiera acercarse a las "emociones" de aquel.

Maurice propuso abandonar el barco, hastiado de tantas cosas extrañas. Desde la niña en ese hotel con el conserje demasiado formal, hasta estos envoltorios de gente. Era quizá demasiado. Bernie también recordó ese momento en la morgue, en el cual pensó que los muertos se irían a levantar de un momento a otro, pero incluso habiendo pasado aquello; este momento era aún más espeluznante.

La tormenta resonaba afuera, lejana. El viento aullaba incluso en el interior de la nave y, junto a él, por un momento al menos pareció escucharse otro aullido...

Uno más animal...

Bernie tenía uno de esos cuchillos grandes de cocina, Maurice se había hecho del hacha que estaba antes en manos de uno de los marineros muertos de a bordo, y algunas balas quedaban en la recámara de su revólver. Sin embargo, viendo esas cosas colgando, sintiendo el ulular del viento y ese aullido distante, pero más cercano, y habiendo vivido tantas cosas, ninguna arma parecía suficiente.

Por otro lado tenían un trabajo que cumplir, habían sido contratados para saber qué había acontecido con el barco. ¿Hasta dónde estarían dispuestos a seguir con su misión?, la respuesta la tenían solo ellos... ellos y nadie más.

- He visto cosas horribles en mi vida: hombres desalmados asesinos de niños, mujeres matar a sus propios retoños y después tirarlos a la basura; violadores antropófagos -mintió como un bellaco para dramatizar la escena-, pero nunca había visto algo así. Debemos irnos de aquí Bernie. Cojamos mantas y vayamos a la ciudad. Quizás no lleguemos vivos, pero estoy seguro de que si nos quedamos acabaremos así -y señaló a los cuerpos colgados del techo.

Las palabras de Maurice tienen sentido. No podemos quedarnos en el barco, y menos después de haber visto esos capullos colgando del techo. Creo que es lo más escalofriante que nos ha pasado hasta ahora, y eso que nuestro viaje ha sido condenadamente extraño. Sin embargo... Si nos vamos ahora, pienso sin apartar la vista de los cuerpos, jamás descubriremos qué es lo que está pasando. Esto no es normal. El capitán muerto, el barco varado en mitad de la nieve. Y ahora esto... ¿Qué demonios?

Suspiro y retrocedo un poco.

- Si nos vamos no cumpliremos con nuestro trabajo. Y la verdad es que necesito la pasta - admito con voz algo temblorosa - Nos ha costado horrores llegar hasta aquí, con ese frío de las narices. No podemos irnos. Tenemos que investigar el resto del barco, y luego nos marcharemos, aunque se nos congele el culo en la nieve. Aquí tiene que haber algo... Algo que se cargó al marinero ese de la morgue. Un... ¿animal?

Me acerco al detective y le pongo la mano en el hombro.

- Sigamos. Sé que es escalofriante, pero no nos queda otra.

- ¿Seguir? Mira chiquilla, no te estaba preguntando. Tu haz lo que quieras pero yo me largo de aquí. . Dicho lo cual se dio la vuelta y se dirigió a las escaleras. - Voy a los camarotes a ver si encuentro mantas y me largo de aquí. Me contrataron para encontrar el jodido barco y aquí está, que se apañen ellos con lo que quiera que se esta atrocidad.

Maurice no quiere saber nada con eso de quedarse en el Oddissey y Bernie, por su parte, cree que deberían finalizar el trabajo para el cual habían sido contratados. Para el investigador, eso ya estaba hecho pues habían hallado el navío pero la chica creía que aun había que saber más.

En el instante en que se encontraban en dicha discusión, sintieron unos pasos. Maurice fue el primero en voltear y luego su compañera.

Había allí con ellos una figura alta, con pelaje gris y algunas partes canosas. Tenía una cornamenta sobre su cabeza, los colmillos afilados, la mirada salvaje y antigua. Con sonrisa malévola los miró mientras movía sus manos que terminaban en unas filosas uñas amarillentas.

Así como apareció se desvaneció con una rapidez inusitada, como si de una sombra se tratara. Pasó delante de ellos en un movimiento ultra veloz y luego...

¿Dónde estaba ahora?

- Pero, pero...¿qué cojones? -dijo Maurice al darse la vuelta y ver como una figura dantesca e inimaginable pasaba como un rayo enfrente de ellos. Durante un instante se quedó paralizado, atenazado por el miedo, pero, tras ello, reaccionó. - ¿Eso eran cuernos? Joder, eran putos cuernos...yo me largo de aquí.  - Y se dirigió corriendo a la puerta por la que habían entrado. Cuando llegase a EEUU y pillase a la hija de puta que le había dich oque el trabajo no tenía peligro, le iba a arrancar los ojos para echárselos a las ratas.

Maurice no quiere quedarse un momento más a averiguar de qué se trata esta cosa. Sale corriendo y sube nuevamente los escalones que llevan a la parte superior del barco. No ve a Bernie seguirle, o al menos al darse vuelta, comprueba que la chica no se halla tras él. Puede ahora intentar bajar por la misma cuerda por la que accedió junto con la chica la primera vez que entraron al barco y dirigirse hacia el poblado nuevamente. También le sería posible intentar caminar en otra dirección y esperar no perderse.

El viento helado retumbó en sus oídos y cuando su soplido finalizó parecía que ascendía hasta convertirse en un aullido. Nuevamente Maurice miró hacia atrás, y otra vez estaba solo. Bernie no aparecía aunque los segundos seguían pasando. En el puente de mando el olor a putrefacción no se acababa ni con el inmenso frío, aunque se agradecía que no fuese peor  y eso pasaría si hubiese habido calor allí.

Pero quitando ese "favor" del clima y con la noche ya cubriendo el cielo, la temperatura seguía descendiendo sin piedad.

Maurice no quiere quedarse un momento más a averiguar de qué se trata esta cosa. Sale corriendo y sube nuevamente los escalones que llevan a la parte superior del barco. Bernie se queda sola unos momentos y luego siente una respiración acercarse. El detective no tuvo suficiente coraje para quedarse en este sitio y tampoco era para culparlo, sobre todo cuando unos pasos comenzaron a acercarse a ella.

Apenas me da tiempo a reaccionar tras haber visto esa cosa pasar por delante de nosotros. Maurice echa a correr como alma que lleva el diablo, y yo me quedo plantada sin saber qué hacer. Simplemente, mi mente es incapaz de procesar tantas cosas extrañas.

Cuando noto una respiración a mi espalda noto que empiezo a sudar. Por favor... Por favor... que sea una alucinación. Que me lo esté imaginando, pienso aterrada mientras aferro con fuerza el cuchillo jamonero. Inspiro un par de veces y doy un rápido salto hacia delante, intentando apartarme de lo que sea que esté detrás de mí.

No mires. Es el único pensamiento que cruza mi mente mientras intento subir las escaleras para seguir a Maurice.

En realidad no quería dejarla sola, su condición intrínseca de hombre pasaba por proteger a la chica. Solo esperaba que ésta fuera tras él, como lo había hecho otras tantas veces, pero no llegaba. Allí estaba la cuerda por la que habían llegado a aquel barco infernal, también podía ir al puente de mando e intentar pedir ayuda, pero recordó que la radio estaba rota. Mierda Bernie, ¿dónde coños estás? Tenía la oportunidad de buscar unas mantas y salir de allí por siempre, pero la muchacha estaba allí. ¡Mierda, joder! -gritó Maurice, mientras se daba la vuelta. Volvió por donde había venido, iba a buscar a Bernie.

Maurice llegó corriendo justo para ver como Bernie estaba siendo encarada por la bestia, que se hallaba a unos tres pasos de ella. La joven se volteó y entonces vio sus enormes dientes y esa mirada inteligente y malvada. También escuchó pasos y, por el rabillo del ojo, como su compañero volvía por ella. Pero de tanto pánico por tener a la criatura delante, sintiendo su olor, su maldad, estando tan cerca como nunca estuvo de una muerte segura... para la chica no era fácil el pensar en algo.

El detective tenía que hacer que esa vuelta no fuese en vano. Cualquier movimiento en vano, cualquier segundo que no se aprovechara, podría ser honestamente el último.

- La... la p...pistola. Maurice. La pistola - balbuceo aterrada, incapaz de apartar los ojos de ese monstruo que se alza frente a mí. Comienzo a dar un paso atrás muy despacio, rezando interiormente a que pase un milagro.

Maurice Stolker...¿en qué coño te has metido? -la pregunta cruzó como un relámpago la mente del detective mientras veía como aquel ser infernal, medio hombre y medio lobo, estaba a escasos pasos de Bernie. No era hora de hacer preguntas, era hora de actuar. Escuchó la débil voz de la mujer y no se lo pensó dos veces. Alzó su pistola y comenzó a disparar a aquella bestia. Apretó el gatillo, una, dos, tres, cuatro...perdió la cuenta de las veces, pues su mente no le permitía escatimar munición en aquellos momentos. Debía dañar a aquella cosa.