Partida Rol por web

La imagen del pequeño acantilado a nuestros pies no parece muy alentadora, pero no nos queda otra. Dentro del barco estaremos protegidos del frío y podremos buscar alguna forma de contactar con un ser vivo. Además, estamos delante de nuestro objetivo, ¿no? Pues no se piense más, Bernie, me animo a mí misma mientras desenrollamos la cuerda.

Maurice se ofrece a bajar primero, fanfarroneando sobre su agilidad felina. Miro a otro lado e intento contener la risa al ver su prominente barriguita.

- Está bien, ten cuidado... parece resbaloso - le aconsejo mientras el detective empieza a bajar. Durante todo el tramo contengo la respiración, temerosa de que se caiga y se rompa la crisma, pero parece que Dios le ha puesto una mano en el hombro, ya que consigue llegar al otro lado sin problemas.

Después me toca a mí. No pienso ser menos que ese estúpido que no deja de cacarear allá abajo, satisfecho de no haberse matado en el intento. Cojo aire y comienzo a descender agarrándome a la cuerda con las manos ateridas, pero con fuerza. Noto que me duelen bastante, pero consigo llegar hasta abajo de un último salto.

- ¿Escaleras de mano, yo? - sonrío socarronamente a Maurice - ¡Yo nací para trepar, amigo!

Maurice anudvo rebuscando las escaleras de mano. Estaba seguro de que aquella niñita pija de ciudad no avanzaría ni dos metros y daría con su culito pálido en el hielo. Tras unos minutos encontró una tras unos barriles y fue hacia el lugar. Sus ojos se abrieron como platos cuando vio a su compañera de pie esperándolo en la barandilla. Pero...¿cómo? Pero... - Balbuceó como un niño pequeño. No sabía como había podido llegar hasta allí. Miro por la barandilla a ver si veía algo, otra cuerda, o una escalera que al se le hubiera escapado y no vio nada. Al final miró a su compañera a los ojos y dijo. - Has tardado mucho. Echemos un vistazo.

Tanto Bernie como el detective tuvieron que emplearse a fondo para poder tocar tierra. La fotógrafa pudo encontrar una roca enterrada en la nieve, lo suficiente para que pudiera enrollarla y que aguantara su peso ligero. Con la ayuda de pies y manos, como una aunténtica acróbata, consiguió tocar suelo firme y pudo guasearse de su compañero con un pequeño salto. Allí abajo le esperaba Maurice, que ya examinaba con la mirada los exteriores del navío. Desde la distancia, pudo observar unas escaleras situadas junto al agujero del ancla, que conducían a la cubierta.

Después de tanto tiempo, al fin podiáis confirmar si la sosa cáustica se encontraba en el interior del Oddiseey. El único inconveniente es que os encontrábais en mitad de la nada, y era más que poco probable que no hubiera nadie en veinte kilómetros a la redonda.

A lo lejos sonó un trueno. La brisa helada barría vuestros cuerpos, avisando sin prisa de lo que estaba por llegar.

Maurice echó un vistazo y vio una escalera que les llevaría al interior del barco. Estaba claro que estaban aislados, pero siempre era mejor pasar una noche bajo un techo como aquel que pasarla caminando entre la nieve y morir congelado en aquel país de mamarrachos. De acuerdo Bernie. Echemos un vistazo a este maldito barco, a ver si podmeos volver a la civilización de una vez. Podíamos subir por aquellas escaleras.

Tras lo cual le vino un escalofrío después de orí un tremendo trueno.

Cuando el trueno suena a lo lejos, no puedo evitar un escalofrío. Una tormenta. Justo lo que necesitábamos.

- Será mejor que entremos en el barco - asiento a las palabras de Maurice y sin más comienzo a subir por la escalerilla que conduce al interior del Oddissey.

No es que no me fíe del detective, pero me veo mucho más capacitada que él para ir la primera en nuestra "expedición". Mientras voy subiendo los peldaños con cuidado de asirme bien, no puedo evitar pensar en los marineros del barco. Una vez arriba, echo un vistazo alrededor ligeramente nerviosa. Todo está tan tranquilo que parece un mausoleo, cosa que me pone los pelos de punta. Aún así doy unos golpecitos en la escalerilla.

- ¡Camino despejado, Maurice! ¡Ya puedes subir sin problema! - digo, sin pensar que esas palabras pueden herir su hombría.

Bernie tomó la iniciativa, y junto al detective subieron las escaleras que conducían a la cubierta del navío. Aún habían muchas sospechas de por medio, y de camino a las escaleras fueron in crecendo. Bernie tenía muy claros sus pasos a seguir. Suerte que tenía al "mejor hombre" a su lado, ayudándola a seguir.

El Oddissey seguía un esquema de barco de carga clásico. Con un puente de mando sobre la cubierta de popa y un enorme montacargas en la de proa.

En el puente de mando se intuía un indescriptible hedor, al menos la helada brisa así os lo hizo llegar hasta vuestras fosas. No parecía tan mala la idea de ir armados en aquel momento. Una pistola con escasa munición y una cámara de fotos era todo vuestro arsenal.

- Joder, que asco. - Dijo Maurice cuando el aire hediondo penetró en sus delicadas fosas nasales. Definitivamente aquel barco parecía totalemente abandonado. Estaba sucio y parecía que nadie en siglos había pasado un mopa por allí, pero aquel olor no parecía que fuese producido por falta de limpieza. Iba más allá...quizás un animal muerto...quizás otra cosa. Dudaba mucho que quedara alguien allí pero el poco sentido común que tenía se puso en modo alarma. Sacó su pistola y le echó un vistazo. No andaba muy bien de munición. Bernie, no me fio un pelo de este sitio - y arrugó la nariz para darle a entender que apestaba (ella no, el barco) Voy a buscar algo por si nos ataca un bicho. Haz tu lo mismo. Un buen garrote, un tubo de metal, una ametralladora, lo que sea.

En cuanto estamos los dos arriba, no puedo evitar fruncir el ceño ante el espantoso olor. Huele a bicho muerto, como cuando en el contenedor de la basura hay algún gato que la ha palmado hace tiempo. Me tapo la nariz con gesto de asco.

- Oh, dios, espero que ese olor venga de alguna gaviota - digo más para mí misma que para Maurice, ya que estoy 100% segura de que no es ningún pajarraco el que produce semejante fetidez.

Mientras el detective desenfunda su pistola, que no sirve por cierto para darle ningún carisma adicional a su oronda persona, me pongo a buscar por los alrededores algún palo o tubería, algo que me sirva para sentirme más segura.

Maurice comprobó su arsenal y de lo único que pudo lastimarse fué de la escasa munición con la que contaba. Con las espaldas protegidas por Bernie, siguió la inutición de su olor hasta la cubierta de mando, pues no parecía haber ningún utensilio punzante o contundente que sirviera como arma provisional. Con cada paso hacia el puente el olor nauseabundo iba creciendo.

Se trataba de un puente de mando normal, con gran cantidad de mapas marítimos colgados en las paredes y descolgados sobre las mesas, pero lo que sin duda llamó la atención fué la presencia de un par de cadáveres. El primero acabó con el cuerpo recostado contra el timón del navío mientras que el segundo se encontraba tirado en el suelo entre una mesa y el aparato de radio, que parecía completamente destrozado.

El primer cadáver sostenía aún entre sus manos un hacha de incendios...

Tras seguir a Maurice y llegar satisfactoriamente al puente de mando (todo lo satisfactorio que puede ser con semejante olor a muerto), no puedo evitar contener una exclamación de sorpresa al ver los dos cadáveres. Ya antes he visto a personas muertas, pero una nunca termina de acostumbrarse a esa visión.

- Maldita sea. Sabía que habría cadáveres por la peste, pero no esperaba encontrármelos tan pronto - digo mientras adelanto al detective, intentando poner un tono de naturalidad bastante convincente. Busco en mi bolso hasta toparme con la cámara de fotos - Un segundo. Tengo que documentar esto.

A la jefa le gustará verlo. Aunque no sean precisamente postales navideñas, me digo mientras saco unas cuantas instantáneas desde diversos ángulos. Después guardo mi cámara con el cariño que una madre dedica a su bebé recién nacido, y saco del bolso un pañuelo con el que me cubro la nariz.

Me acerco al cadáver que sostiene el hacha en las manos y me dispongo a examinarlo. ¿Habrá muerto de un tiro? Obviamente han tenido que pillarlos por sorpresa, pero algo se estarían oliendo, pues tiene un arma en la mano...

Por muy investigador que fuera a Maurice siempre le impresionaba el encontrarse con cadáveres y más con aquel saco de huesos y carne putrefacto y descompuesto. Le vino otra arcada pero se prometió que no vomitaría más delante de aquella periodista. Habló con toda la dignidad que le dejaba aquella situación: Deberíamos echarle un vistazo a ver que les ha pasado. No pudo más que congratularse cuando vio que su compañera se agachaba a echarle un vistazo al del hacha. Se acercó junto a ella y, sabiendo que su munición escaseaba, le arrancó de un empellón el hacha al muerto. Después echó un vistazo por el puente de mando para investigar si había algo de interés.

El instinto detectivesco de Bernie la condujo hacia la pareja de cadáveres, seguida y cubierta bajo la atenta mirada de su compañero.

Los cuerpos no estaban en estado de putrefacción debido a las fuertes temperaturas, eso era casi evidente. Un mínimo examen de los cuerpos reveló que murieron de fuertes zarpazos, uno en el abdomen (el Capitán) y el otro en la cabeza. Con el tiempo necesario tanto el detective como la fotógrafa, descubrieron lo mismo que le ocurrió al Marinero en la morgue de Reykiavik.

Seguidamente, tras darse cuenta de ese importante detalle, Maurice se hizo con el hacha. Ese brusco movimiento llevó a Bernie a retroceder con la poca fortuna de tropezar de espaldas con el cadáver del capitán, éste dejó al descubierto el cuaderno de bitácora del barco, que sostenía mientras murió, y cuyas últimas entradas rezaban lo indicado;

• Hoja 1
• Hoja 2

- Otra vez esos arañazos... - murmuro casi imperceptiblemente debido al pañuelo que me tapa la boca y la nariz. ¿Es que todo el mundo en este maldito barco ha muerto por el ataque de algo con garras?, me pregunto, sabiendo que la respuesta no me gustará. El hecho de que los cadáveres estén en el barco, heridos de esa forma, significa que en el barco debía haber... algo. ¿Pero qué tipo de animal simplemente mata a garrazos a la gente, si no se la va a comer?

En ese momento Maurice va a coger el hacha de uno de los marineros, empujándome sin querer (ocupa bastante espacio, todo sea dicho) y haciéndome tropezar con el capitán. Mi mano se posa directamente sobre la cabeza del muerto, en un intento instintivo de no caer al suelo.

- ¡¡Puaggh!! - grito intentando no perder el equilibrio y retirando la mano como si quemase. Vaya asco. - ¿Qué demonios...?

De repente me doy cuenta de que el capitán ha dejado caer algo cuando lo he golpeado. Un cuaderno. Rápidamente me agacho para cogerlo y empiezo a leer con avidez. Quizás nos dé una pista de qué pasó en el carguero.

Lo leo en voz alta para que Maurice pueda escucharlo y sacar sus conclusiones, quedándome ligeramente atascada en las partes más aterradoras, pero sin detenerme hasta el final. Después levanto la vista para mirar a mi compañero.

- Maurice, eso significa que en el barco había un animal que se los estaba merendando a todos - digo con un estremecimiento - Pero, ¿qué tipo de animal? Además, no se comía a sus presas... y es un barco, por el amor de Dios. ¿Qué hace un lobo o lo que sea en un barco? - le observo con expectación, con cara de "tú eres el detective".

No le fue tan fácil sacar aquella maldita hacha. Estaba bien encajada, así que tiró con todas sus fuerzas y vaya que la sacó, con tan mala fortuna que tropezó con su compañera. ¿A quién se le ocurre ponerse detrás? Murmuró entre dientes. Antes de que pudiera seguir protestando observó como Bernie se agachaba a por algo. Parecían unas notas. Esta le contesto que el cuaderno de bitácora del capitán. La fotógrafa comenzó a leerlas dramáticamente, hecho que irritó particularmente al poco teatrero detective. Una vez hubo terminado la muchacha un escalofrío le recorrió el cuerpo. Pero pronto su mente ciéntifica y racional ganó la batalla al trastorno. Bernie, no hagas mucho caso de eso. Quizás no lo haya escrito ni el capitán. Seguro que esto lo ha hecho una pandilla de ladrones y han dejado esa nota. Hay que buscar la sosa, una radio y largarnos de aquí. Dijo todo intentado mostrar toda la seguridad que la situación le permitía. Indaguemos por el barco y encontremos lo que hemos venido a buscar. Se paró un momento y sonrió. Lobos...por favor.

Tras leer aquellas líneas quedó bastante claro que algo fuera de lugar estaba ocurriendo en el interior del barco. Bernie había encontrado algunas respuestas, pero quiso revelarlas y confirmarlas todas con una sugerente mirada hacia Maurice. La confirmación de éste, terminó de aclarar lo que había ocurrido en aquel navío de forma bastante irónica como solía hacer casi siempre.

El Sol aún apuntaba con cierta fuerza en la zona, pero era evidente que pronto se iba a esconder y, aunque aún quedaban algunas horas para que oscureciera del todo, la tormenta seguía avisando con sus espeluznante truenos. Había que comprobar si se encontraba la sosa caústica e intentar marcharse cuanto antes.

De pronto, y sin avisar se escuchó un extraño sonido que era difícil revelar si no se bajaba a los pisos inferiores para comprobarlo. Quizá aún quedaban supervivientes.

Maurice dio un pequeño respingo cuando un extraño sonido rompió el silencio reinante en aquel barco fantasma. Parecía que abajo había alguien. Puede que sean amigos... - y chasqueó la lengua con desaprobación para continuar hablando-... o no. Stolker empuño con fuerza su hacha y le dijo a la reportera. Pronto anochecerá, así que vamos a tener que pasar la noche aquí. Y no se tú, pero yo no sería capaz de dormir teniendo invitados en el piso de abajo. - Más bien los invitados eran ellos, pero no pensaba rectificar la frase tan molona que le había salido. También pensó en comportarse como un caballero heorico y decirle a la muchacha que lo esperara allí, pero si eran enemigos le vendría bien su ayuda y si bajaba solo y se lo cepillaban ella era la segunda de la lista. Mejor unir fuerzas. Bernie, será mejor que busques bien una barra de metal, un palo o algo con lo que defenderte. Te ayudaré. - No pensaba dejarle el hacha ni la pistola. Necesitaba tener ambas armas para defenderse a corta y larga distancia si era necesario.

- Oh, dios... - digo con inseguridad cuando el espeluznante sonido llega desde la parte inferior del barco. De tanto hablar de lobos y criaturas asesinas, solo la idea de bajar hace que tenga un nudo en el estómago. Pero no queda otra solución. Moverse por la noche por el barco es una locura.

- Esto... está bien - digo mostrando más seguridad de la que siento. Me pongo a buscar con Maurice algo contundente que pueda servirme como defensa - Tenemos que darnos prisa. Buscar la maldita sosa, y ver si queda alguien con vida en el Oddissey... ¿Y luego qué? ¿Salir de nuevo a la nieve?

La última pregunta la digo en voz baja, más para mí que para mi compañero.

En el puesto de mando no se percibía ningún arma improvisada ni contundente. Así que, de nuevo, Maurice, tomó la iniciativa hacia los pisos inferiores del navío empuñando su arma y seguida de su compañera. Allí abajo la luz era honesta y la mayoría de bombillas habían sobrevivido al impacto aunque algunas de ellas parpadeaban a su antojo, creando extrañas formas en la pared opuesta.

Éste piso era algo estrecho ya que era los camarotes de la tripulación con puertas cerradas a ambos lados. Pero antes de llegar hacia las puertas, un comedor a mano izquierda y una cocina a mano derecha os dio la bienvenida.

Ambos estaban en perfecto silencio. Todo parecía estar en calma allí. Bernie, pudo identificar que en la cocina se encontraban ciertos cubiertos punzantes.

Joder - dijo Maurice tras comprobar que no había nada de utilidad para utilizar como arma en aquel lugar. Parecía que Bernie se iba a quedar sin nada con lo que defenderse. Podían subir a cubierta y buscar algo pero quizás fuese más normal que hubiese armas en la panza de ese barco. Ambos bajaron por las escaleras hasta llegar a un pasillo. Podían tomar dos direcciones: hacia la cocina o hacia un gran salón. Iba a preguntarle a la fotógrafa cuando vio que en la cocina había varios cuchillos. Estaba decidido...Bernie necesitaba armas y allí había. Él también cogería un buen cuchillo...por si acaso. Cojamos un buen par de cuchillos jamoneros, Bernie.

Asiento ante las palabras de mi compañero, aliviada de haber encontrado algo con lo que defenderme, aunque sea un simple cuchillo. Me gustaría más tener una pistola, o incluso un bate contundente. Pero qué se le va a hacer.

Me interno en la cocina seguida de Maurice, sin dejar de mirar a un lado y al otro.

- Aquí huele a cementerio - comento en voz baja, mientras remuevo los cubiertos en búsqueda de alguno cortante o punzante. Alguno que tenga pinta intimidatoria, al menos.

Tras echar una ojeada por la cocina, hago señas a Maurice para que me siga al salón que estaba al otro lado del pasillo.