Partida Rol por web

Jueves 26 abril 1923, 12:00. Ciudad de Arkham.

—Entenderán que la desaparición del muchacho me preocupa pero no podemos descartar que simplemente se haya escapado con el libro.

El que decía estas palabras era el Thelonius Fisk, director de la universidad de Miskatonic. Como todos los que le habían precedido estaba ya en una edad en la que podía decir lo que opinaba con el peso de la experiencia a sus espaldas. Se atusó el poblado bigote antes de recorrer de nuevo con la mirada a los presentes.

—También habría que depurar las responsabilidades que han provocado la desaparición del libro. De cualquier modo estamos totalmente abiertos a colaborar con la autoridad. Encontrar al muchacho es una prioridad tanto si está en peligro como si se trata de un vulgar robo. Después de todo era uno de nuestros estudiantes. Pero por el bien de la imagen del centro me gustaría que esto se llevase... con cierta discreción.

Henry Armitage, el jefe de bibliotecarios de la universidad, no pareció ofendido por la velada amenaza del director. Después de todo él llevaba en su puesto más de una década y ya había visto pasar por aquel asiento a tres rectores distintos. Se ajustó las gafas, un gesto habitual en él, y tosió levemente para aclarar su voz profunda antes de responder a su superior.

—Uno de nuestros estudiantes más brillantes, me gustaría aclarar. Su tesis inacabada sobre Ocultismo y Religiones Prohibidas es muy prometedora y estoy seguro de que interesará sin duda a los mecenas de esta Universidad. Por lo tanto comparto la inquietud de nuestro director en llevar el caso con discreción. El señor Bermont tenía acceso al Necronomicon y a otros tomos de igual valor que se guardan en la zona de acceso restringido de la biblioteca. Nadie puede llevarse ninguno de esos tomos fuera de la sala en la que se guardan y consultan ni tampoco creo que el señor Bermont necesitase hacerlo. Él más que nadie valoraba que esos libros estuvieran en un lugar seguro. Me temo que quizás el libro sea el motivo real de la desaparición del muchacho y que por desgracia él haya sido una mera herramienta en manos de los verdaderos culpables. Debo recordarle al señor director que ya hubo intentos anteriores de hacerse con ese libro e incluso de destruirlo. Pero aunque no estemos de acuerdo en las motivaciones actuales del señor Bermont sí que lo estamos en el objetivo: encontrar a ambos, libro y estudiante, sanos y salvos sin provocar un excesivo revuelo que afecte a la imagen de la Universidad.
 

Las miradas de ambos se posaron ahora en el resto de los presentes, esperando sin duda una confirmación a sus necesidades.

Y allí se encontraba Elizabeth luego de aquel llamado por parte del rector, un tanto nerviosa tras haberse enterado de la desaparición de su novio, si bien hacía muy poco que la relación comenzaba a tener un algo de profundidad, el asunto era sobrellevar una vida académica compartida y dos profesiones que amaban a la par sin ser iguales en contenido. Por esa razón ataviada con un vestido largo, reflejando cierto poder adquisitivo que es incapaz de obviar, la mujer de cabello rubio corto apenas por debajo de sus orejas, deja escapar un suspiro mientras escucha a los hombres hablar sobre el asunto. 

De momento no sabía qué decir, estaba al tanto de la Tesis, e incluso siempre solían jugar con alguna que otra teoría mientras se encontraban para disfrutar un rato a solas, acorde al momento e incluso la situación que comparten hace ya 6 meses. Aquella estudiante de Medicina, hija de un prestigioso Bancario apellidado White, conoció a Isaac de pura casualidad en una mañana de Otoño cuando las hojas de los árboles comenzaban a tintar de tonos amarronados el verde suelo de aquel Campus Universitario. Podría decirse que fue algo a simple vista, era apuesto y esa mente prodigiosa sin dudas cautivó en demasía a esta joven que apenas comenzaba a adaptarse a la vida dentro de aquel lugar. 

Y entre charla va, charla viene, fueron forjando un vínculo que fue afianzándose con el correr de los días. No fue algo sencillo en un principio, puesto que sus Padres no estaban al tanto de ello y el ausentarse por horas, siempre había sido un problema con el cual lidiar. Pero el amor nunca tiene una dosis de lógica y como de costumbre en una época donde ganarse un lugar en Medicina cuando son todos hombres los estudiantes, era un hueso duro de roer, le bastó con una pequeña dosis de genialidad por parte de Isaac, para hacer posible que Elizabeth coja un poco de coraje y pueda entenderse dentro de un mundo que ni siquiera le había dado el lugar que se merece. 

Le debía demasiado a este joven, tanto que ni siquiera sería capaz de reconocerlo y gracias a ello, la preocupación hacía mella en la estudiante. Lo quería, aunque últimamente se había comportado algo extraño. ¿Qué habrá sido? 

De pie, en un rincón del fondo, en un segundo plano pero en absoluto en segundo término, un hombre joven escuchaba y observaba con detenimiento a los presentes. Vestía cómodo e informal, pero se notaba que había combinado las prendas, era sin duda alguien a quien gustaba guardar las formas y amaba la estética. 

Tenía un rostro suave, casi afeminado. Sonreía a medias, apoyado en la pared de modo un tanto displicente. Se había quitado un moderno y elegante sombrero que guardaba en la mano, y sus pupilas saltaban de uno a otro sin descanso. 

Aquilataba y clasificaba. Su cliente, la Universidad de Miskatonic, le pagaba una suculenta cantidad de dinero para que averiguara qué diablos había ocurrido con uno de sus bienes más preciados, uno de los mejor custodiados y más envidiados volúmenes de su Biblioteca. El mítico y maldito a partes iguales Necronomicón.

A él no le importaba demasiado qué le había ocurrido al pobre muchacho, o rico muchacho si se lo había agenciado, que parecía que no, pero todo podía ser. Le interesaba lo que le había sucedido al libro. Primero por que era su trabajo, su único encargo actual. De hecho, siempre trabajaba únicamente en un caso hasta que lo resolvía, y así se había ganado su fama en poco tiempo: era el mejor. Y en segundo lugar, porque él mismo quería averiguar lo sucedido, por propia curiosidad, ya que además de detective privado era experto en antigüedades, eran su pasión, así que si podía elegir, sus casos giraban siempre en torno a ellas. 

"Como si se trata de un vulgar robo", había dicho el director, después de manifestar que la prioridad era encontrar al muchacho. Bien, fuera como fuera, de lo que él estaba seguro era de que si era un robo, era cualquier cosa menos vulgar...

Como siempre, cualquier problema que ocurriera en la universidad le salpicaba de una forma u otra al bueno de James.

Sabía que no podía quejarse, que era un buen trabajo el que le había conseguido su tía y que, como le decía su madre, no estaría en esa situación si hubiera seguido estudiando en vez de dejar todo para alistarse con la cabeza llena de pájaros por culpa de las noticias de la Gran Guerra.

Al menos había terminado en la Unidad de Servicios y Talleres y ni siquiera había tenido que empuñar un arma más allá de las prácticas de tiro, lo que le permitió volver al mundo exterior con la conciencia limpia y lo único que había manchado sus manos era la grasa de los motores.

El Señor Fisk, como insistía que le llamase en los terrenos universitarios, era un amigo de la familia pero esa confianza solo iba en una dirección y siempre era la misma que llevaban todos los problemas: contra James. Daba igual que fuese un lavabo atascado que una lámpara rota, James siempre era la persona que seguro que sabía cómo solucionarlo.

"Seguro que nadie conoce esos pasillos como tú, querido" le había dicho el tío Theo antes de hacerle entrar en el despacho para descubrir que le iba a tocar guiar a aquellas personas por la universidad.

Detrás de Armitadge, organizando pesados volúmenes y tomando notas en una especie de dietario, se encontraba Charles; el joven ayudante de bibliotecario. Estudiante aplicado venido de un pueblo cercano a Arkham, se conocía que vivía en casa de sus tíos quienes ayudaban a costear sus estudios. Es bastante introvertido pero muy eficiente en su trabajo. Estudió humanidades e historia y está ya en el último curso. Compagina su tésis sobre la historia y demografía de nueva inglaterra 

Se hace bastante evidente que le hace la pelota a Henry Armitadge y por lo que se cuenta, parece que es para que le ayude a adquirir su plaza cuando el viejo se retire definitivamente. Lo cierto es que la labor del joven es buena, lo que le quita bastante trabajo de encima al anciano bibliotecario. 

Una gota de sudor desciende por su frente a medida que la conversación aborda el tema incómodo que ha traído a los comparecientes. Lo cierto es que se siente en parte culpable de la pérdida del libro, aunque solo sea por trabajar allí. Levanta la vista y mira a los concurrentes desde detrás de sus gruesas gafas, rehuyendo la mirada del director y del propio Armitadge. 

Lo peor es que conocía al muchacho. Cualquiera que frecuentase la biblioteca lo conocía. Pero nunca hubiera esperado que fuese capaz de robar un libro de semejante valor. Un muchacho tan prometedor...ese muchacho...

-Ese muchacho...yo lo conocía. Nunca hubiera imaginado que fuese capaz de robar un libro. Era un muchacho formal, estudioso...dedicado a su trabajo. No éramos amigos ni mucho menos, pero coincidíamos a veces en nuestras investigaciones y más de una vez tengo atendido sus peticiones. Libros normales...hasta que comenzó a interesarse por libros más restringidos. 

Una mueca inconsciente demostraba que el tema le resultaba embarazoso. 

-Espero que el lib...el muchacho...esté bien. 

—Todos esperamos que el muchacho esté bien. Incluso sería un alivio que todo esto fuera un terrible malentendido y aparecieran ambos sin que tuviéramos que llegar a dar parte a la policía. Como ya les he dicho nuestra intención es colaborar con la autoridad... cuando ésta sea advertida. Por el momento tenemos la notificación del señor Armitage sobre la desaparición del libro. Hemos intentado contactar con el señor Bermont pero en su residencia nos han dicho que hace dos días que no pasa por allí. La señorita White, aquí presente, dice que hace más de una semana que no ha hablado con él, aunque sin duda sabrá donde buscarlo.

El director rellenó su pipa mientras hablaba. Era una mala costumbre que tenía cuando estaba realmente inquieto: rellenar la pipa para juguetear con ella sin llegar a encenderla.

—Me he tomado la libertad de solicitar a Mr. Greystone que dirija la investigación preliminar. El señor Martin será su enlace con la biblioteca. No podemos prescindir del señor Armitage en estos momentos ni considero conveniente que se le vea por ahí preguntando por un libro presuntamente desaparecido. La imagen de la Universidad...— hizo un gesto con la mano de la pipa como si con ello quedará todo explicado —El señor Johanson, por su parte, puede guiarlos para revisar la zona de la biblioteca. Aunque todas las pistas apuntan hacia Bermont no podemos descartar que haya sido una mera casualidad la desaparición de ambos.
 

Armitage se dirigía hacia Greystone al hablar.

—Puedo asegurar sin duda a equivocarme que ayer por la tarde el Necronomicon estaba en su sitio, en la sala correspondiente. El último que tuvo acceso registrado a él fue Isaac Bermont. Luego fue cuando me llamaron de la Sala de Estudios. Dejé al señor Bermont en la sala de lectura y cuando veinte minutos más tarde regresé me encontré el atril tirado y tanto el libro como el muchacho desaparecido. Por supuesto envié inmediatamente a Charles a que fuera a la residencia donde se aloja Bermont pero nuestra sorpresa fue mayúscula cuando nos dijeron que llevaba un par de días sin pasar por allí. Luego llamamos a la señorita White— dijo mirándola —con la esperanza de que quizás... bueno...— tosió —El caso es que tampoco estaba con ella. Me pareció que su petición de estar al tanto de lo que sucediera era del todo lícita y sin duda será de gran ayuda si queremos encontrar a su novio.

Y allí se encontraba Elizabeth haciendo un viaje a las semanas pasadas, donde si podía encontrar entre recuerdos aquel rostro que la había vislumbrado con tan sólo una mirada y tras juntar sus manos un tanto nerviosa, niega con la cabeza en pos de aclarar sus ideas, ordenar escenas que compartidas entre los dos siempre fueron una constante que incluso a veces ridícula junto a Isaac, jamás podía serlo. Lo quería, eso es innegable, a pesar de sus silencios o al estar horas enteras hablando de aquellos cultos, con sus extensas explicaciones que podrían dormir hasta a un Decano, pero a ella no. Quizás estaba enamorada, quien sabe. 

Pero ante la pronunciación de su nombre, alzó la mirada como si se tratase de un soldado que debe rendir obediencia y aguardó el momento oportuno para pronunciarse. Posiblemente ella querría buscarlo a solas, aunque es demasiado consciente de que las miradas estarán puestas en ella, es su novia, alguien muy cercana a él. - ¿Han contactado con el Profesor que estaba a cargo de su Tesina? - preguntó sin decir nada más, dejando en el aire y en algún rincón de su mente aquel prefacio donde entre charlas, la mención de Arnold Machen, aquel Director del Departamento de Teología podría ofrecer una respuesta a esto que acontece. 

- Sólo decir que estaba bastante raro, incluso solitario... Y me resulta demasiado extraño que haya sido capaz de hacer algo semejante, Isaac no era ese tipo de persona. - aclaró en pos de descartar aquella presunción de un hurto que posiblemente no sea como tal, no se lo imaginaba allí robando aquel libro de cara a todos. Más aún cuando siempre ha sido una Biblioteca parlante, un hombre culto y educado. Fanático de sus estudios, tenía sus grandes pasiones en la literatura relacionada con la religión, pero jamás fue considerado un ladrón y a pesar de los interrogantes que en su mente Elizabeth tiene presente, descartó aquella posibilidad. ¿Habrá sido un secuestro? ¿Pero quién necesitaría a Isaac? No tiene ni la más remota idea y es vital obtener respuestas. 

- Claro que quiero estar al tanto y colaborar si soy de utilidad, Señor Armitage. Estoy unida sentimentalmente a Isaac y me importa lo que pueda llegar a sucederle. - terminó por decir, reflejando cierta angustia que intentó contener debido a su estricta enseñanza protocolar, donde estaba exclusivamente prohibido mostrar debilidad delante de aquellos hombres. 

James escuchaba en silencio mientras el tío Theo y el señor Armitage hacían las oportunas presentaciones e indicaban cuál era motivo por el que estaban todos allí reunidos y el cometido de cada uno de ellos.

Lo cierto es que le extrañaba que nadie hubiera robado antes alguno de los antiquísimos libros de la universidad ya que al parecer era una colección muy valorada y tampoco es que hubiera más seguridad que el viejo bibliotecario y su ayudante. Ya se pierden las buenas costumbres americanas, que diría su madre.

Señor Greystone. - saludó al hombre con un asentimiento de cabeza. - Si lo desea puedo indicarle el camino y guiarle por las distintas estancias del edificio, tengo las llaves de la mayoría de las cerraduras - se palpó el bolsillo donde llevaba un manojo de llaves - y conozco los pasillo de mantenimiento.

Agradeció la sugerencia de James con un gesto de cabeza y una sonrisa, y luego se dirigió a Armitage para responderle.

-Entendido. El que el atril estuviera tirado es ya un indicio de que algo anormal sucedió. No creo que simplemente cogiera el libro y saliera con parsimonia para estudiarlo en otra parte, cosa que además nunca había hecho. - Miró entonces a Elizabeth.- Y el hecho de que llevara días raro, solitario, es otro indicio a tener en cuenta. ¿Cuándo estuvieron juntos por última vez, señorita? Un par de días sin pasarse por la residencia también es algo extraño, y más siendo que la desaparición fue ayer tarde. 

Había sacado una pequeña libreta y un lápiz afilado, y había estado tomando notas que ahora consultaba.

-La idea de hablar con el director de Tesis es fundamental, sí. Y con sus compañeros doctorandos, si los tiene.

Finalmente fijó su mirada en Fisk.

-Me temo, señor, que no parece que todo esto sea un simple malentendido. Entiendo su inquietud con respecto a la discreción y a la necesidad de demorar el aviso a la policía. Me pondré en marcha inmediatamente. Pero no descarte una posibilidad mucho más luctuosa que la casualidad...

Mientras la conversación continúa, Charles se vuelve hacia los volúmenes que estaba mirando. Separa varios hacia un lado y comienza a comprobar algunas carpetas. Luego lo vuelve a poner todo como estaba y se da la vuelta. Se saca las gafas dejando ver unos ojos pequeños y ligeramente hundidos. Del bolsillo de su camisa extrae un trozo de gamuza y comienza a limpiar los cristales con gestos exageradamente rápidos. 

Esboza una forzada sonríe antes de comenzar a hablar.

-Creo que sería oportuno hablar en primer lugar con su director de tésis, el señor Machen. Supervisó las peticiones de bibliografía de Bermont e incluso llegó a bloquear varias de ellas para que no se le facilitasen. Me pregunto cuál sería el motivo...

Ante la pregunta de Jeremy, Elizabeth centró su mirada en aquel hombre mientras va pensando en el tiempo que no ve a Isaac. - Podría decirse que tres o cuatro días, cuando realmente no es común en él. De alguna manera para los dos esta relación valía la pena y pese a que no lleva tanto tiempo en sí conformada, intentábamos en todo momento alimentarla. - confesó sin necesidad de esconder una gran verdad, ella amaba realmente a Bermont y creía que esto era recíproco. 

- Sería un buen punto hablar con aquel Director, realmente me sigue resonando este asunto... Isaac jamás fue tan desordenado, tan irrespetuoso a la hora de actuar. No dejaría todo así sin más, tiene que haber algo detrás. - terminó por decir, insistiendo en ello, lo conocía o al menos creía conocerlo y no lo veía capaz de semejante accionar. Si le dolía profundamente el no haber estado más atenta, el no darse cuenta de que algo podía suceder con él. 

El detective seguía garrapateando en su libreta mientras asentía. Lo hizo ante la nueva información aportada por el ayudante de biblioteca, Charles, y ahora ante el comentario de Elizabeth.

-Bien, tenemos ya algunos hilos de los que tirar. En primer lugar quisiera revisar la biblioteca, allí es donde ha empezado todo para nosotros. También quisiera hablar con el director de tesis, Mr.Machen. Quizá pueda explicarnos más detalles que aclaren un poco la situación.

Se separó de la pared y se quedó de pie, tenso, a la espera de que, o bien hubiera algo más que hablar, o bien se pusieran en marcha. Con el ceño fruncido miró inquisitivo a Mr.Fisk. No era un hombre que perdiera el tiempo.

-Oh; si, si. Yo les acompaño para revisar la bilblioteca...si el señor Armitadge lo permite, desde luego. Lo cierto es que he estado revisando los registros de préstamos. Por eso descubrí lo del bloqueo de esas referencias, pero no he visto nada más que me llamase la atención. Por eso sugería ir a visitar al señor Machen...pero me parece bien que revisarlo de nuevo, no sea que se me haya pasado algo por alto. 

Mientras hablaba Charles movía un grupo de carpetas como si estuviera ordenándolas, pero no parece que esté muy atento a lo que hace. 

No hubo oposición alguna por parte de Armitage o Fisk. De hecho el propio Fisk se encargó de que llamasen a Machen para que se encontrase con aquel variopinto grupo en la biblioteca. El director se quedó en su despacho sopesando las opciones que le quedaban antes de dar parte a las autoridades. Quizás con suerte todo se viera resuelto antes de que pasase otro día.

La biblioteca de Miskatonic era un edificio enorme, de dos plantas. La mitad de la planta inferior era un espacio en el que se repartían enormes mesas de estudio quedando la otra mitad para albergar una colección de estanterías apretadas atestadas de tomos con el saber de varias generaciones. Un mostrador dividía ambos espacios: el lugar donde habitualmente trabajaban Charles y Armitage atendían las peticiones de los alumnos. A la segunda planta se subía por unas escaleras de madera ubicadas en el fondo de la zona de libros. Aunque algunos estudiantes tenían permiso para acceder a esa zona lo normal es que los trámites de petición de libros se realizasen en el mostrador.

Por supuesto merecía una mención aparte la sección de Literatura Reservada o, como comúnmente se le llamaba en la Universidad, la Zona de Libros Prohibidos. Era un anexo de tamaño inferior al edificio principal y de única planta, al que se accedía a través de una ostentosa puerta de madera reforzada, siempre cerrada con llave salvo en el caso de que alguien con los permisos necesarios estuviera en el interior examinando alguno de los libros que, salvo muy contadas ocasiones y con permisos de compleja obtención, nunca salían de su interior. El Necronomicon solía estar custodiado entre esas paredes.

A estas horas la biblioteca estaba casi vacía. Apenas una docena de estudiantes repartidos por todo el espacio de las mesas revisaban sus propios apuntes, quizás preparándose para la hora de entrada en clase.

—Señor Smith: espero que pueda atender cualquier petición que le haga el señor Greystone.— le digo Armitage a su ayudante —Estaré aquí para cualquier cosa que necesiten. Tiene las llaves de la zona Reservada así que puede conducirle allí si desea examinar algo, y el señor Johanson podrá resolver cualquier otra duda que tenga sobre la Universidad o sus aledaños. Como ya ha mencionado la conoce como la palma de su mano.

Se quedó un momento mirando a la señorita White. Parecía a punto de decir algo pero luego decidió dirigirse hacia el mostrador de la biblioteca:

—Estaré aquí mismo. Disculpen que no les acompañe pero acabo de recibir una importante documentación sobre uno de nuestras expediciones en el Cairo y debo clasificarla para que su análisis en el Departamento de Historia Antigua. Oh, vaya, ahí viene el señor Machen. Quizás quiera hablar con él antes de visitar la zona de Reservada.

Efectivamente por la puerta de la biblioteca llegaba un hombre alto, de espaldas anchas y rostro amplio. Tenía un porte atlético que poco casaba con lo que normalmente se esperaba de un Director de Teología. Si nadie les hubiera dicho nada aquel hombre de nariz prominente y amplia boca podría haberles parecido más bien el jefe deportivo de la Universidad. Vestía un traje de última moda y llevaba el pelo corto bien peinado, algo que reforzaba su aspecto de dandy.

Cuando llegó a donde estaba el grupo saludó con una sonrisa afable.

—Hola Henry, Charles, James.— saludó a todos con gesto de la cabeza, sin parecer hacer distinción entre rangos. Luego se giró hacia el detective: —Usted debe ser el señor Greystone. Me informaron de que se avisaría a un detective privado antes de llamar a la policía, decisión que aplaudo sin duda. Estoy seguro de que será mejor para todos, Bermont incluído, que esto se resuelva de forma privada por parte de la universidad.

Se quedó un momento mirando a Elizabeth.

—Y usted si no me equivoco es amiga del señor Bermont. Creo haberles visto alguna vez en el claustro. Espero que pueda hacer entrar en razón a su amigo cuando lo encontremos porque me temo que se encuentra metido en un lío muy serio.

-No se preocupe, Señor Armitadge-dijo Charles asintiendo con la cabeza-Señor Greystone, me pongo a su disposición...y a la del resto de ustedes.

Cuando el profesor mencionó el área reservada, miró hacia allí disimuladamente con cierto recelo y ya cuando Machen se acercó lo saludó con una sonrisa. 

-Señor Machen, le agradezco que haya acudido a nuestro encuentro. Sin duda el robo de libros es algo reprobable, pero cuando se trata de un volúmen de semejante valía, es un asunto serio. Verá, revisando la ficha del señor Bermont, me he dado cuenta de que ha hecho varias solicitudes de libros del área restringida y que usted mismo le denegó el acceso a los mismos. Hemos pensado que si nos pudiera informar sobre qué versa la tésis del señor Bermont, qué relación guarda con esos volúmenes y porqué le denegó el acceso, podría arrojar luz sobre su paradero y sobre sus motivaciones para robar ese volúmen en concreto. Por supuesto, sabe que puede contar con toda nuestra discreción sobre cualquier cosa que nos cuente a este respecto.