Partida Rol por web

El tiempo está cambiando. Un viento desagradable trae arena del desierto y arrastra papeles. Parece que Cristina Barceló se dispone a salir. Un hombre calvo de unos cincuenta años (debe de tratarse del señor Derleth, el propietario de la editorial Derleth Books, frente a cuya fachada llevas apostado media hora) la está despidiendo amablemente y le abre la puerta acristalada. La chica parece alegre, lo suficiente como para que no guarde cuidado y se le vuele el sombrero al pisar la calle.

Un tal Daniel Little llamó a tu despacho a primera hora del 28 de septiembre para proponerte este caso: seguir a la joven Cristina Barceló, de 20 años y residente en Silver City, Nuevo México. Su voz era sofocada, como si le costase respirar. Claro que te chocó que alguien te ofreciese un trabajo a 685 millas de Los Ángeles, pero te animó comprobar que al día siguiente el cliente había ingresado una generosa cifra en tu cuenta bancaria. Tras nueve horas de trayecto en automóvil pensaste que no había dinero en el mundo para pagar semejante paliza.

En principio, tu misión era solo la de seguirla y mantener informado al señor Little por teléfono. Tenías la dirección de la chica y compraste su novela: ¿Qué hay en los pozos? en Phoenix. Encontraste una habitación en la calle Hyde, y es curioso, porque mientras esperabas, eclipsada por el anuncio de un importante juicio mañana lunes, y junto a una noticia sobre inexplicables matanzas de cabezas de ganado, descubriste una columna de Associated Press contenida en el diario local que citaba el enclave de una forma un tanto ominosa:

EXTRAÑAS DESAPARICIONES DESCONCIERTAN A LOS SHERIFFS

La policía del Sudoeste de Nuevo México investiga la desaparición de dos personas en un breve lapso de tiempo.

El ama de casa del doctor William Godfrey, conocido profesor de Psicología en la Universidad de Nuevo México en Albuquerque, dio la voz de alarma sobre la desaparición de su patrón la mañana del 20 de septiembre, después de haber pasado el día anterior visitando a su hermana, que estaba enferma. Al llegar a casa, encontró la casa patas arriba, en particular el estudio y la biblioteca.

Por otra parte, la noche del 27 de septiembre desapareció de su habitación en el centro de Silver City el señor David Lane, acreditado parapsicólogo de la zona. La señora Douglas, quien regenta la casa de huéspedes en la calle Hyde, atendió las quejas de un inquilino contiguo de un fuerte estruendo en mitad de la madrugada y llamó a la policía en cuanto descubrió que en la habitación había indicios de lucha y saqueo, pero ni rastro del señor Lane, que se había retirado al término de la cena.

Ambas desapariciones están aún por resolver, aunque la policía no cree que estén relacionadas. Las autoridades no tienen sospechosos ni pistas.

La noticia está acompañada por sendas fotografías de Godfrey, en la que se le aprecia como un hombre enérgico, de unos cincuenta años, con gafas y calvicie incipiente, y otra de Lane, un joven de aspecto desvaído.

Pero Cristina ya está en la calle. Casi pierde el sombrero. Echa a caminar calle abajo, supones que en busca del autobús hasta su barrio. Sin embargo, al cruzar frente a un callejón anexo, alguien surge de las sombras y la agarra por un brazo, atrayéndola hacia sí, hacia la oscuridad…

Cuando el Sr. Little me habló de este trabajo no me lo tome muy en serio que digamos, pero al día siguiente, la grata sorpresa de ver el dinero ingresado en mi cuenta bancaria hizo que cambiara inmediatamente de parecer, y ahí estaba, a más de 650 millas de distancia de mi hogar. Era un trabajo sencillo, algo que había hecho habitualmente en los últimos años, observar, seguir e informar, sin embargo esta vez tenía que viajar a Silver City, Nuevo México, jamás pensé que echaría de menos la ciudad de Los Angeles "este maldito aire es espantoso, la arena se te mete en los ojos" pensaba mientras apuraba uno de sus cigarrillos y esperaba frente el edificio de la editorial Derleth Books, donde se encontraba en estos momentos la joven.

Tras cerca de treinta minutos de espera, pasaba el tiempo ojeando el periódico local, siempre atento y sin perder de vista la puerta de la editorial por donde esperaba que saliera la tal Cristina, cuando una noticia llamó mi atención "¿en la calle Hyde? vaya que coincidencia!! ¿y como se llama quién me alquiló la habitación? ¿sera la Sra. Douglas?" varias preguntas revoloteaban en mi mente mientras leía la noticia de las desapariciones. Tras ojear el resto de las noticias que publicaba el periódico meto la mano en el bolsillo de mi gabardina, saco mi pitillera y enciendo otro cigarrillo, en ese justo instante veo salir a la joven escritora del edificio, tras despedirse de un hombre que la acompañaba hasta la puerta, encamina sus pasos hacía lo que parece la parada de autobús, sigilosamente comienzo a seguirla cuando de pronto desaparece de mi vista tras un callejón "¿pero? que demonios!!" al parecer alguien la a cogido de entre las sombras, aligerando mis pasos me dirijo hacia la esquina del callejón tratando de escuchar o observar que demonios a ocurrido.

Cuando llegué a la esquina del callejón, haciendo más ruido del que estaba acostumbrado,me detuve para ver si podía oír algo......

No esperabas que aquella chica menuda se pudiese zafar de su asaltante, ni tan deprisa. Casi te das de bruces con ellos.

-Ah, yo sé lo que hay en los pozos, lo he visto, pero usted, señorita, no debería, en serio no debería. No vaya allí, Él la está esperando –ha mascullado.

Apenas han avanzado unos metros hacia el interior del callejón y ella lo ha rechazado con una fuerza sorprendente.

-¡Suélteme loco, me hace daño! ¡Déjeme en paz! -gritó Cristina.

Se trata de un treintañero macilento con los ojos de un verde intensísimo. Una máscara de estupor está dando paso a otra de desesperada determinación. Acaba de extraer del interior de su chaqueta gastada…

¿Qué es eso? ¿Algún animal, un escorpión?

-Tú… Tú, sin duda, ¡eres su novia! ¡Pero yo lo impediré, ah, por supuesto que sí! –balbucea.

El callejón está en penumbra. Se trata de un espantoso puñal. Lo blande sobre su cabeza, presto a abrirla en canal.

-Le daré lo que desee señor pero por favor déjeme ir... ¡Se lo suplico!- habló entre lágrimas, sollozos y nerviosismo.

Su cabello está cortado al estilo de Gloria Swanson y es tanto o más atractiva que la famosa actriz. Rompe el corazón verla desamparada.

Las palabras y sollozos de la joven me hacen indicar que se encuentra en peligro, introduzco la mano en el interior de mi gabardina y la llevo a mi sobaquera, con un movimiento rápido agarro mi revolver y me dirijo hacia el callejón encañonando hacia la oscuridad...

-Será mejor que sueltes ese cuchillo si no quieres que te vuele la tapa de los sesos- digo mientras me dirijo hacia ellos con paso ligero y esquivando los cubos de basura que salen a mi paso.

El pasmo del demente demora su ataque tan sólo unos segundos. 

-¡No, nadie me impedirá que acabe con lo que ese demonio desea! –exclama.

El puñal comienza a descender hacia la joven en la figura de un rayo acuoso.

Tras entender que el asaltante hacia caso omiso a mis palabras y comprobar que el asunto iba muy en serio, apreto el gatillo de mi revolver apuntando directamente hacia la cabeza del tipo que empuñaba la extraña daga e intentaba acuchillar a la joven.

El retumbar del disparo sonó por todo el callejón, el impacto alcanzó al objetivo al instante....