Partida Rol por web

Un día entero tardaron en llegar desde la Barbacana hasta Nocoavov. Tardaron bastante más de vuelta que lo que habían tardado en llegar, pese a que ya conocían en camino y no tenían que seguir rastro alguno. No obstante, el hecho de tener que viajar con civiles y prisioneros a pie, desde luego retrasó la marcha. 

Fuera como fuera, al atardecer ya vislumbran la aldea, así como el camino que ascendía hacia la montaña donde se erigía su templo. Por desgracia tuvieron que dejar atrás los adoquines que hubieran servido para reparar dicha carretera, pues del carromato y los caballos que transportaron aquella pesada carga, no había ni rastro en la Barbacana. 

No obstante, estaban ya en casa y tenían que decidir qué hacer con los obreros, qué hacer con los prisioneros y si participar o no en sus juicios. Debían regresar al Templo para ver como iba todo en su ausencia y quizás lo más importante, hablar con las autoridades para exponer el peligro al que estaban expuestos y tomar decisiones.

Guideon había levantado el ánimo cuando amordazaron a los prisioneros para que dejaran de decir sandeces y reírse de aquella manera tan exagerada. Al regresar a Nocoavov, incluso era capaz de sonreír.

—Separémonos —propuso el Saulita—. Florian, que es de la diplomacia puede ir a hablar con Werdrim Docpher. Nindra, ve a vender los objetos mágicos que les hemos incautado a estos bastardos. Yo iré a llevar a estos desgraciados a prisión, y a hablar con Hadon Fercas. ¿Os parece bien?

-Me parece bien. Buscaré algo que comprar si el señor Church nos hace buen precio. ¿Quieres algo especial? ¿Pergaminos de silencio por si nos volvemos a encontrar con esos fanáticos? Además, será mejor si nos llevamos a una horda de mercenarios a la fortaleza, no me gustaría que nos cayese una bola de fuego encima. Otra vez.

- Si me permite, padre Guideon, me gustaría ser yo quien asumiese la responsabilidad de escoltar a nuestros prisioneros. De lo contrario, siento que estaría haciendo falta a mi deber, como representante de la justicia solar en esta Tríada.. - Contraofertó Florian, solicitando le permitiese conllevar a él la mencionada tarea. Sentía una deuda que debía cumplimentar primero. Además, aunque en su herencia celestial no lo aparentase, Florian era realmente joven. Por muy bello y elocuente que fuese, puede que no cuente con el mismo respeto que un miembro del clero adulto ante un gobernante de tan pasada edad.

—Está bien —gruñó Guideon, que le apetecía hablar con Docpher lo mismo que le arrancaran todos los dientes de la boca—, pero asegúrate de que Fercas comprende la importancia de extremar las precauciones con los lanzadores de conjuros. Que no los desaten ni les quiten la mordaza en ningún momento. Haberles retirado el símbolo sagrado y la bolsa de componentes no es suficiente.

Guideon asintió a lo que dijo Nindra, y sonrió de medio lado.

—¿Los pergaminos de Silencio son para evitar que lancen conjuros o que suelten sus monsergas? —le preguntó a la maga. Guideon casi prefería arder en una bola de fuego que tener que escuchar sus delirios y sus risas megalómanas—. Pon un cartel en la taberna de "se buscan aventureros", eso siempre funciona. Pero di que necesitamos gente con experiencia. Estos idiotas nos saludaron con una bola de fuego, y no vamos a enviar a unos novatos a una muerte segura.

Fue Florian quien condujo a los prisioneros hasta el barrio de Castle Ward, donde se encontraba la torre anexa a la muralla y donde se encontraba la sede de la guardia de Nocoavov. Dos soldados que custodiaban la entrada a la torre de manera algo ociosa, se vieron sobresaltados al ver como se acercaba el paladín montado sobre su caballo y atados con una cuerda y amordazados, le seguían tres extraños personajes. 

Florian no tardó en pedir audiencia con el capitán Cercas y éste de manera muy diligente, compareció ante él menos de un minuto después de que uno de los guardias fuera a llamarle. 

Aquel enorme hombre portaba una coraza reluciente, sobre la cual lucía un tabardo con el escudo de Tenklor. Una espada pendía de su cinturón en su vaina. Se acercó a Florain y le saludó con la cabeza. Miró entonces a los tres prisioneros. 

- ¿A quién me traes? - Preguntó.

Guideon, sin demasiados ánimos, acudió al barrio de Castle Ward, separando su camino del de Florian y los prisioneros, para dirigirse a parlamentar con el gobernador. Después de lo que habían descubierto, era importante informar a la máxima autoridad política de la ciudad. 

Le costó bastante que los guaridas accedieran a abrir las puertas de la muralla a su persona. Los insultos reiterados de la nada diplomática Nindra habían hecho estragos en su relación con el gobernador. No obstante, la fortuna favoreció al saulita cuando un hombre a caballo y que vestía armadura, sobre la cual lucía ropajes nobles, se acercó a la puerta de la muralla. 

- A sus órdenes, señor Docpher. - ​​​​​​ Saludaron los soldados realizando un saludo militar.

- Buenas tardes. - Saludó Widrum. Miró entonces al saulita. - ¿Es usted uno de los miembros de la nueva iglesia? - Preguntó interesado. - Me han hablado de ustedes. - Afirmó. - ¿Qué le trae por aquí?

El señor Church era un comerciante bastante competente en Nocoavov. Ya habían tratado con el con anterioridad y habían llegado a tratos justos. Podía vender toda aquella chatarra y sin duda tendría algún objeto que pudiera resultarles interesante para el futuro. 

Su negocio estaba situado en el Farrock. El Farrock era el barrio más antiguo de Nocoavov y el comercio de Church se encontraba situado entre las dos famosas fábricas de cerveza de la ciudad. 

El negocio de Church estaba situado precisamente en una vieja fábrica de cerveza, la cual había quebrado muchos años atrás durante el auge de las dos nuevas cervecerías, gracias a las nuevas técnicas surgidas hace unas cuántas décadas. 

Aquel lugar, abarrotado de todo tipo de utensilios y materiales, estaba también hasta los topes de clientela. Varias mujeres que trabajaban para Church, se afanaban en tratar de dar el más rápido y a la vez mejor servicio a todos ellos. 

Sin embargo, la llegada de Nindra cargada con todo tipo de utensilios que portaban algunos de los novicios del nuevo templo de la ciudad, enseguida llamó la atención del dueño del lugar. El señor Church salió a recibir a Nindra. 

- Buenas tardes... - Se detuvo a pensar. - ¿Abadesa? ¿Canonesa? Todavía no conozco su cargo. ¿Cómo debe dirigirme a usted? - Le preguntó sonriente.

Guideon realizó una leve inclinación de cabeza en dirección al joven.

—Senador... —lo saludó con respeto. Enfundado en una armadura de combate, y no envuelto en seda y perfume como una maldita mujer florero era como Guideon pensaba que debería lucir un dirigente. Si el muchacho no se las tuviera con su madrastra como aseguraban las malas lenguas, hasta le gustaría —. En efecto, venía a comunicarle a vuestro padre un asunto de suma importancia para la seguridad no solo para Nocoavov, sino para la de Tenklor también.

Dejó que las palabras flotaran un momento en el aire.

—Espero que las agrias palabras que le dirigió Nindra al gobernador no pesen más que el peligro que puede cernirse sobre las buenas gentes del imperio Umnio.

- Tengo entendido que la ofensa fue lanzada por la maahnita y no por usted, ¿me equivoco? - Le preguntó conocedor de la respuesta. Quizás por ello no esperó a la contestación de Guideon para continuar hablando. - Abran las puertas. - Les ordenó a los guardias. 

Éstos obedecieron de inmediato abriendo el protón y con un saludo militar invitaron a su señor a franquear las puertas de la muralla, mientras ellos adoptaban una respetuosa postura marcial y mantenían silencio. Widrum arreó a su caballo y este comenzó a avanzar. Guideon aguardó al otro lado del umbral del portón, siendo observado por los soldados y de reojo Widrum le lanzó una mirada saulita. 

- ¿No me acompaña eminencia? - Le preguntó el hijo del gobernador. 

Guideon asintió y traspasó la frontera entre la ciudad y la zona del palacio. Saludó con la cabeza a los guaridas y se puso a la altura de Widrum. Éste descabalgó y agarrando las riendas de su caballo comenzó a caminar al lado de Guideon a través del camino bordeado por preciosas plantas florales, que conducía al palacio.

- Trataré de concertar una reunión con mi padre. - Le dijo. - Aunque está ocupado hoy. Los mineros se le están quejando de las condiciones laborales y piden una solución. Su patrón les paga de forma justa, pero es cierto que la producción ha bajado últimamente y bueno... - S encogió de hombros. - Bueno, creo que eso tenga mucha importancia para alguien que porta tan importantes noticias. ¿De qué se trata eminencia? - Le preguntó. - ¿Qué debo adelantarle a mi padre?

—Encontramos a los artesanos que habían partido de Tenklor y habían desaparecido del camino —reveló Guideon—. Habían sido abducidos por unos cultistas de Glubar, que los obligaban a reconstruir una fortaleza en la espesura. El arquitecto que lideraba la cuadrilla piensan que podían estar interesados en desenterrar algo que hay allí. Y si esos lunáticos quieren algo, nosotros no queremos que lo consigan.

- Capitán Fercas. - Le saludó con cierta firmeza, una mano sobre su hombro, tras descender de su celestial corcel. - Sus nombres son Dunrat, Toridan Vacra y Chenashi*. Estos hombres y mujeres son los culpables del impedimento de la llegada de los obreros solicitados por su gobernante, prosiguiendo a su extorsión y esclavitud. - Explicó brevemente, obviando detalles quizás superfluos para lo que consideraba era un hombre bastante directo, o al menos la impresión que el capitán le había dado.

- Estos criminales no han mostrado arrepentimiento de sus actos, mas han desistido y aceptado rendición honorablemente. Por lo que le imploro, si bien no le corresponde a mi autoridad dictaminar su pena, se les tenga en consideración un trato justo a alguien quien se ha voluntariamente entregado. - Añadió luego, desconociendo cuán rígidos y crueles pudiesen ser las penas para los crímines de esa índole, mas implorando les conserven cierta piedad o clemencia y les ofrezcan cuanto menos, un trato relativamente digno en las mazmorras si aquello era lo que les tocaba.

De no ser así, probablemente el capitán le corregiría, mas si la pena llegaba a ser de muerte eso sería algo en lo que se vería obligado a intervenir. Más allá de sus crueldades, éstos hombres se habían rendido y perdonado la vida a los trabajadores a cambio de conservar las suyas y ser tratados con dignidad. Esa había sido su palabra y pretendía velar por que no se viese incumplida.

- Eso es muy preocupante, ciertamente. - Dijo Widrum pensativo. - Glubar... - Se tomó unos instantes para reflexionar. - Tengo entendido que hace años atrás hubo mucha actividad de esta secta en la región. - Comentó. - Quizás deberían ir a hablar con el Gran Oso y con la Alta Sacerdotisa Cyalon. - Le sugirió. - Ellos estuvieron presentes durante el último intento del alzamiento en la región, de la fe de ese perturbado dios maligno. - Asintió varias veces. Se tomaba en serio el asunto. - Pero vayamos a hablar con mi padre. Espero que pueda atenderle.

Widrum guió a Guideon hasta los salones de la casa de su padre. El mayordomo, ya conocido por el saulita, fue quien les recibió mostrando una expresión de cierto tedio al ver al religioso. No obstante, no rechistó cuando el primogénito de los Docpher le ordenó ir en busca de su padre. Eso hizo y antes de que Werdgrim se presentara ante ellos, el gordo mayordomo, ya les había servido un té con unas pastas.

- Enseguida se presentará ante ustedes. - Dijo saliendo de la salita donde les había servido la merienda. 

¿Le merienda a esas horas? Sí, para los nocoavianos se podía merendar casi a cualquier hora del día. Era una costumbre de la zona, aunque evidentemente no todo el mundo podía permitirse una merienda tres, cuatro o cinco veces al día. Sin duda era una costumbre más extendida entre las clases pudientes, que entre la plebe.

Ya casi habían terminado de tomar el té, cuándo apareció el señor de la casa y gobernador de Nocoavov. Sin duda alguna no es que estuviera demasiado ocupado en esos momentos, no obstante tenía que dar la apariencia de ello. Así funcionaba la aristocracia realmente. 

- Muy buenos días. - Le dijo a Guideon. - Veo que viene solo hoy... - Parecía ir a hacer algún comentario jocoso, pero se guardó finalmente de hacerlo. - ¿Qué le trae por aquí?

Hadon Fercas miró con cierto escéptico a aquel hombre de fe, quien portaba consigo a cuatro individuos atados y amordazados, cuyo aspecto era cuanto menos sospechoso. Se cruzó de brazos y ladeó la cabeza mirando a Florian. 

- ¿Tenemos pruebas de ello? - Le preguntó. - ¿Dónde están esos supuestos obreros? Y... Bueno de ser así tendrán que recibir manifiestación. - Afirmó rotundamente. - ​​​​​​¡Prendedlos! - Exclamó. 

Acto seguido algunos guardias de la torre rodearon a los prisioneros y se hicieron cargo de ellos desapareciendo por un pasillo que conducía a las mazmorras subterráneas del puesto de guardia. 

- Tengo entendido que usted pertenece al templo nuevo, ¿verdad? - Le preguntó entonces. - ¿Vamos a colaborar? Me refiero a... ¿Ustedes se han erigido como guardianes de Nocoavov o algo parecido? Somos nosotros los legítimos defensores de la villa y no un grupo de religiosos. ¿No cree que así debería ser?

-Nindra, por favor -respondió la maga-. No soy abadesa, ni suma sacerdotisa. Esos cargos son de mí... del líder, Guideon, el Señor del Sol. Yo solo soy una maga, aunque sirva a los propósitos de Maahn la Doncella.

La arcana depositó toda la morralla que habían conseguido de los seguidores de Gublar y después una lista de todas las cosas que le hacían falta.

-Bien, ¿qué le parece todo esto? ¿Puede venderlo? Me gustaría comprar algunos pergaminos y pociones, creo que nos van a hacer mucha falta en los próximos días. Por cierto, ¿conoce usted a mercenarios con experiencia? Me gustaría poner un cartel en la taberna y otro en su tienda, seguro que hay muchos aventureros que pasan por aquí.

- Como quiera, maga que sirve a los propóssitos de Maahn la Doncella. - Sonrió. - Creo que me hubiera resultado más sencillo llamarla eminencia o algo parecido. Creo que es más práctico. - Bromeó. - Déjeme ver que trae...

El señor Church examinó de forma más o menos minuciosa todo el cargamento que la arcana portaba consigo. A medida que iba tasando cada uno de los objetos que iba inspeccionando, le daba un precio de compra a la arcana. Nindra fue aceptando todos y cada uno de los valores estimados que aquel hombre le ofrecía, pues parecía ser un precio justo. Tras un buen rato, el negocio del señor Church estaba lleno de nuevos artículos que poner a la venta y la bolsa de Nindra bastante más llena. Un total de caso diez mil piezas de oro habían ido a parar a sus arcas.

- Pergaminos necesita, ¿eh? - Le dijo a la pelirroja. - Tengo algunos, pero lo cierto es que esa no es mi especialidad. ¿De qué estamos hablando? - Preguntó. - En cuanto a lo de los mercenarios... - Asintió con la cabeza. - Conozco a alguien sí... - Se llevó la mano al mentón pensativo. - ¿De que tipo de trabajo y de que suma de dinero estamos hablando? - Le preguntó a la pelirroja.

—Hablaré con ellos, seguro que encuentran la noticia tan preocupante como yo —asintió Guideon.

Sería fácil hablar con la señora Cyalon, que se había convertido en una pronta aliada de la Tríada. Mondlad, empero, sería harina de otro costal. Confiaba en que la amenaza del retorno del culto a Glubar, y el hecho de haber luchado antes contra él se impusiera a la amargura del clérigo de la antigua religión.

Guideon miró a Narcil con expresión de querer partirle la cara. A decir verdad, embutido en su armadura de combarte manchada de hollín, y cubierto de sangre propia y ajena poco había en el Saulita que induciera al tedio. Especialmente en alguien cuya noción de peligro se podría reducir a cortarse mientras partía verduras o quemarse con la bandeja del asado al sacarla del horno.

Guideon no era de tomar pastas, ni de merendar fuera de horas, pero sí que le gustaba el té. Tomó dos tazas mientras Werdgrim se hacía esperar como si estuviera ocupado, preguntando a su hijo por las noticias y el estado de la política en el Senado de Tenklor.

—Gobernador... —dijo a modo de saludo—. Sí, vengo solo. Espero que no le resulte un inconveniente.

Hizo un gesto con la mano en dirección al senador umnio.

—Le comentaba a su hijo que hemos descubierto qué le sucedió a los artesanos que contrató en Tenklor para ir a reparar la carretera. Fueron raptados por un grupo de cultistas de Glubar, para reparar su antigua fortaleza en la espesura. Me ha comentado su hijo que el alzamiento del culto al perturbado dios maligno dio muchos problemas a las gentes de la zona en el pasado.

»La fuerza de la Tríada está dispuesta a ser la aliada de Tenklor y Nocoavov y la punta de lanza en la batalla contra Glubar y sus secuaces.