Partida Rol por web

Vengaza. Ese sí que era un buen motivo para hacer las cosas. Y de los pocos que creería de los que le dijera la tipa. Claro que también tenía claro que si hubiera servido para sus planes el detenerlos lo habría hecho. No lo descartaba del todo la verdad.

-Hola. Soy Grend.-

Fue el único saludo que le hizo a la chica, sobretodo después de que no aceptase la mano de Abdali. Tampoco es que se la fuera a ofrecer de primeras. Pero eso no quitaba que saludase.
El castillo volador casi hace estallar en carcajadas al elfo. Pero después se fijó que la semielfa decía en serio lo de ir montados en aquellas criaturas para llegar hasta el mismo.

-¿Estamos locos? Infiltrarse en un castillo normal ya sería complicado, os recuerdo lo que ha costado una simple fortaleza medio en ruinas. Este será una trampa mortal.
No tenemos apoyo. No tenemos forma de estudiar las inmediaciones. Por no hablar de si tenemos que salir pitando de allí. No sé si estas bestias nos esperarán. O de si llegaremos sin que nos detecten siquiera.-

Negaba con la cabeza mientras hablaba. Todavía recordaba cómo lo pillaron tratando de colarse en la fdortaleza del pantano. La chica parecía sigilosa al menos. Pero los otros. Volvió a negar.

-No daremos ni dos pasos sin que nos atrapen. ¿No hay posibilidad de pillarla antes de que salga para el castillo?-

- A mí el plan me vale, mejor que quedarme aquí secuestrada es...

- Ah... ya tenemos la respuesta - tanto Talia como Dalía (al forjado no se le pasó por alto la resonancia de ambos nombres) habían dado en hueso con Égida, con un sentido del humor ácido y corrosivo que no le hacía ninguna gracia. Pero no era cuestión de opinar al respecto, sobre todo tratándose de la amiga de la infancia de Endozal. Una amiga que no lo parecía tanto, y que resultó haberse afiliado al Culto por buena voluntad, y les traicionaba por no conseguir la posición deseada - A mí tampoco me cuadra eso de acercarnos por el aire, a plena vista. ¿Qué te impide hacernos creer que nos ayudas, sólo para entregarnos directamente a sus manos? En el aire seríamos un objetivo más fácil de abatir que en tierra.

El guerrero parecía muy concentrado y es que, para que le saliera alguna idea que no fuera comer, blandir el espadón o retozar con una mujer, al calishita le costaba horrores.

-¡Claro, sí! ¡Iremos por la noche, así no nos verán!- exclamó como si hubiera encontrado la solución a todos sus problemas de infiltración.

Talis sonrió. Era cierto que podía estarles mandando a una emboscada o simplemente les hacía perder tiempo para que no pudiese atrapar a Rezmir. Pero si los aventureros no la creían sus ganas de vengarse se irían por la borda.

- Teneis razón, podría intentar mandaros a una trampa. Pero si ese fuera el caso os habría mandado a pie, no os estaría entregando a Hazi, Silye y Hzomun-dijo señalando a los tres wyverns-. Son buenas bestias. Pero si no es suficiente... teneis a Endozal. A vosotros podria mandaros a una trampa mortal, pero no a él. ¿Como es eso que dicen los humanos...? Los amigos de mis amigos son mis amigos o algo así, ahí lo teneis.

Endozal carraspeó.

El hombre parecía incómodo. Miró al suelo y suspiró.

-Yo... en realidad no iré con vosotros-dijo finalmente. Parecía estar sacándose un nudo del estómago que, por mas fuerte que tirara, no podía quitarlo-. Ya sabéis que mi recorrido era con el objetivo de encontrar a Talis. Y si, se que derrotar al culto del dragón es más importante que algo personal... pero he estado pensando. Talis, por lo visto-dijo con amargura-, lleva mucho tiempo con ellos. Quizás... quizás pueda hacer que nos ayude. Vosotros ahora teneis a Dalia y... necesito saber que ha pasado. No puedo irme ahora sin más...

Talis chasqueó la lengua, pero miró con cariño a Endozal como si aquella cursilería le hubiera traído recuerdos del pasado con su amigo.

- Son muchas cosas las que debo explicarte si, y mucho me temo que seguramente no las entiendas... pero si es lo que quieres no me opondré-le respondió y luego se giró hacia el grupo con un aire más despreocupado-. Está bien, se me acaba de caer la carta que estaba jugando, no se como lograr que os fieis de mi y os entiendo. Me temo que ella os lleva ventaja, no la atraparéis a tiempo. El castillo de Rezmir ahora mismo está en los riscos sobre Parnast, si no queréis ir volando hasta allí, podéis cruzar las montañas a pie... pero no sé cómo vais a entrar en el castillo si no es por el aire. Me temo que no tenéis muchas más opciones. Lo que dice vuestro amigo, el calishita es lo más sensato-replicó-. Incluso puedo ofreceros algunas ropas del culto, si queréis intentar infiltraros allí, pero ya os aviso que Rezmir no es estúpida y, bueno... lleváis un hombre de metal con vosotros-dijo señalando a Égida-, no creo que pueda pasar desapercibido aún con un disfraz.  

- No necesita un disfraz, solo no moverse en absoluto y diremos que es una estatua. Podemos pintarrajearle un poco de óxido por algunas zonas para que suene más creíble.

El elfo enarcó una ceja ante el comentario de ir por la noche.

-Claro. Así sus guardias, que seguramente no serán humanos, tendrán más ventaja todavía sobre nosotros. Mucho mejor todavía, sí señor.-

No obstante, a pesar de las quejas de Grend, tampoco es que tuvieran muchas más opciones. El culto era una organización muy peligrosa, si podían detenerlo aunque fuese una facción ganarían mucho. Por no hablar del regreso de Tiamat. Incluso él había escuchado hablar de la diosa de los Dragones en el lugar de donde nació. No le gustaría que esa cabrona volviese si podía hacer algo por evitarlo. Por no hablar de las posibles recompensas que podría conseguir.

-Eso va a ser difícil. Lo que se dice moverse en silencio no es lo que mejor se le da. Pero bueno.Tiene otras cualidades muy útiles.-

Suspiró y se volvió a Égida.

-No me gusta nada todo esto. Pero si decidís seguir adelante os acompañaré. Aunque la verdad todavía no sé por qué. El último golpe en la cabeza ha debido de afectarme más de lo que pensaba.-

-Eso va a ser difícil. Lo que se dice moverse en silencio no es lo que mejor se le da. Pero bueno.Tiene otras cualidades muy útiles.-

- Al menos sé cuando mantenerme callado - Grend habría jurado que Égida intentaba ser sarcástico, aunque con el habitual tono neutro de sus palabras, era complicado de saber - No tenemos de otra.

Se acercó a Endozal y lo llevó a un lado, donde mantuvo una larga conversación en la que el cocinero se emocionó un par de veces y donde no faltaron los abrazos. Se conocían desde hacía mucho tiempo, cuando apenas eran dos desconocidos en un Nidoverde que estaba a punto de ponerse patas arriba, y habían atravesado el mundo juntos mientras luchaban codo con codo. Perder a Endozal significaba para el forjado perder a un amigo, o quizás un hermano, pero entendía sus motivos. Había llegado más lejos que muchos con los que habían compartido grupo, pero todo tenía un final.

Cuando terminaron de hablar, Égida soltó un largo suspiro, como si estuviera asimilando lo que estaba a punto de suceder, y miró a Abdali. Seguramente también querría despedirse.

Abdali sabía que un fuerte aliado quedaría atrás, pero también les vendría bien que alguien vigilase a esa Talis, aunque, por lo que parecía, antes Endozal se convertía al culto para seguir a esa mujer que lo contrario.

Pero bueno, el guerrero no podía estar en todos los frentes y ahora tocaba seguir a Rezmir y el tesoro a ¿Un castillo que volaba? Más magia. La magia era mala, no le gustaba. ¿Qué pasaría si se querían bajar de ese castillo, les esperarían las bestias a que ellos volvieran? Parecía una misión suicida, pero claro, él se había enfrentado al mismísimo dragón azul que había diezmado Nidoverde. Si había conseguido que su mentor, Ontharr Frume, se sintiera más que orgullos de él por aquello y encima enamorar a dos muchachas al mismo tiempo en Nidoverde, ¿Qué no conseguiría conquistando un castillo flotante? El calishita ya se estaba planeando su propio harén como allá en las tierras de sus progenitores hacían los hombres de fortuna y renombre.

Se despidió de Endozal con un apretón de manos y le deseó suerte. Luego volvió con Talis y el resto del grupo.

- ¿Y eso de montar Wyverns es sencillo? ¿Tiene palabras comando o nos van a tirar de sus lomos en pleno vuelo? Antes, de todas formas deberíamos descansar un poco y salir de noche, quizá nuestra anfitriona tenga el detalle de darnos algo de comer y beber...-

-Si preferís esperar unas horas, podemos entrar dentro. Haré que mis sirvientes os sirvan algo de beber y comer-dijo Talis haciendo un gesto para que la siguieran al interior, aunque esperó a ver que decidían hacer-. Si no os lo he ofrecido antes es porque pensé que tendríais reparos en entrar por si era alguna clase de trampa. Me alegra ver que ya hemos pasado por eso.

Hizo una pausa y señaló a uno de los Wyverns.

-Es fácil, solo tenéis que saber la palabra para ascender y para descender... por lo demás si sabéis cabalgar un caballo sabéis montar en uno de estos. La única diferencia es que no querréis caeros de ellos bajo ningún concepto. Haré que los ensillen para vosotros-explicó mientras les daba algunos datos más como la velocidad a la que volaban, como debían apretar con las rodillas o los talones en los costados para dar indicaciones o esas palabras. Realmente no había mucha diferencia, según decía, en manejarlos al igual que cualquier otra montura. Solo que parecían... bastante más aterradores. Eso sí, en comparación con los dragones de verdad como Lennithon o Voaraghamanthar, estas criaturas parecía casi bebes.

El descanso les vendría bien para que Égida pudiera tomar un poco más de tiempo para despedirse de Endozal, y así recuperar energías para poder seguir lanzando hechizos. Además, aprovecharía para revisar el equipo de Abdali. Pareciera que hubieran pasado siglos desde la última vez que comprobara las cintas y anclajes del guerrero.

También aprovechó para echar un vistazo a las dracónicas criaturas que serían sus monturas en unas horas. No eran caballos, desde luego, pero por supuesto no eran tan terroríficos como sus primos mayores. Delante de wyverns no sentía como si fuera a ser devorado en cuestión de segundos. Se familiarizó con ellas, viendo cómo los kobolds los ensillaban, dando instrucciones a las pequeñas criaturas sobre cuál sería la mejor opción para soportar su peso.

A Grend no le parecía nada mal hacer un pequeño descanso, así podría recuperar conjuros. Que seguramente los iban a necesitar.
No obstante prefirió no comer nada de lo que les diesen y usar sus raciones. Por manías más que nada. Manías que ya le habían salvado la vida en más de una ocasión.

El elfo no tenía mucho más que añadir a lo que se había dicho, incluida la despedida a Endozal. Así que pasó el tiempo echando un vistazo a lo que le dejasen de la casa, y con el oído atento por si decían algo interesante. Así pasaría el tiempo hasta que tuvieran que partir.

Dalía no tenía mucho que añadir tampoco, y no conocía a aquella gente como para tener una conversación con ellos. Además ella no estaba muy versada en temas conversaciones y los temás que a ella le interesaban (muertes, mutilaciones, técnicas de entrar en las casas para saquearlas) no solían provocar debates animados.

Así que simplemente se fue afuera, se buscó una zona de suelo de madera que no estuviese muy sucia y a la sombra (tenía la piel muy clara, se quemaba en seguida) y se echó a disfrutar de su primera hora como persona renovadamente libre.

Al calishita le rugieron las tripas en cuanto escuchó que podrían comer algo. Le habían herido en combate y se encontraba hecho mierda, pronto parecían los demás haberse olvidado de la batalla campal por la que acababan de pasar.

- Pues sí que me vendría bien un descansito antes de salir montados en esos bichos y meternos en la fortaleza de los cultistas... ¿No tendréis servicio de masajistas verdad?- puso sonrisa picarona.

El grupo pudo descansar un rato en el interior al resguardo del frio. De no ser porque varios de los sirvientes que les atendían eran Kobolds, el lugar no hubiera parecido un lugar en poder del Culto del Dragón. Lejos del desastre húmedo del castillo de Naerytar en el pantano, aquella cabaña élfíca estaba repleta de lujos y comodidades. Endozal estuvo hablando con ellos y con Talis, alcarando algo más la situación aunque su amistad se notaba resentida por aquello el aqrquero se había jugado la vida pensando que Talis estaba en peligro, más de lo que la familia de esta había hecho, y ella lo apreciaba. 

Finalmente Abdali pudo curar sus heridas y el resto había descansado lo suficiente para marcharse. Probablemente, si regresaban alguna vez al refugio de Talis esta ya no estuviera asi que Abdali y Égida se despidieron de Endozal con efusividad (y le advirtieron que tuviera cuidado). Él les deseó suerte y les acompañó junto con Talis y Dalia de nuevo al exterior.

El cielo estaba despejado casi por completo, algunas nubes se arremolinaban alrededor de los picos de las montañas mientras se iban tiñendo de rosado a medida que el sol descendía. En unas horas el grupo de aventureros estaría inmerso en una de las hazañas más épicas que habrían hecho nunca... y esto era mucho decir para alguien que se había enfrentado a dragones.

-Nunca he estado en el castillo incalcanzable asi que me temo que no os puedo decir gran cosa sobre él. Me temo que dependereis de vuestra suerte...-la mujer sonrió al ver sus caras, como si fuera lo que había estado esperando. Hizo un gesto con la mano y un par de guardias acercaron un enorme baul que abrieron ante ellos- No es gran cosa, pero quizás os sea de ayuda y yo no me lo puedo llevar-dijo señalandoles el interior del baul*. 

A pesar del tranquilo descanso sin ningún ataque sorpresa, cosa que Grend se esperaba, el elfo seguía sin fiarse del todo. La cosa cambió un poco cuando Talis vino con regales.
El warlock los examinó con cuidado, por si había algún tipo de magia nociva. Pero al no descubrir ninguna eligió los brazales. Le venían que ni pintados, y seguramente ayudarían a poder salir de aquello con vida.

Eso si no acababan precipitandose al vacio, claro está. Pero poco podía hacer al respecto de eso.

-Me quedo con esto si nadie tiene incoveniente. Van a juego con el tono de mi piel.-

Sonrió ante el comentario.

Égida no veía problema en aceptar un presente, sobre todo considerando que no era nada comparado con el terrible riesgo que asumían y que iban a perder además a un compañero fiel y tirador certero. Aprovechando los conocimientos de Grend, tomó un amuleto que fortaleció su blindaje mediante un hechizo defensivo, lo que le ayudaría a resistir mejor los embates de la lucha.

O eso esperaba.

El guerrero se quedó embobado con un espadón de una excelente calidad. Se le notaba un brillo raro, como si fuera mágico.

- ¡Esto! ¡Yo me llevo esto!- dijo rápidamente por si su anfitriona cambiaba de idea. 

Ya se encontraba mucho mejor y dispuesto para seguir adelante, aunque lo mejor era esperar a que anocheciera.