Partida Rol por web

Zybax iza a Vorth, Habib cae de culo y los tres resuellan agotados por los momentos de tensión. Allá donde ha caído Rhaztamel la escarcha brilla de forma carmesí. La luz de Habib es reflejada con fuerza desde ese punto.... ¡El oro de Milaszor! Más allá del alcance de la vista de Habib, Zulf se prepara para saltar.

Recogiendo la cuerda que ayudó a Vorth y guardándola en su mochila, respiró hondo, sabedor que al igual que el no-enano que ahora descansaba hecho pedazos bajo el hielo, él también se enfrentaba a una prueba funesta.

  Estaba a punto de guardar la cuerda en la mochila cunado cambió de parecer. Tras anudársela a la cintura lanzó el otro extremo a sus compañeros. Luego tomó un puñal con cada mano por si resbalaba o algo intentar clavarlo y, tras tomar impulso, el tatuado enano se lanzó a la carrera para llegar junto a sus compañeros.
 Acompañando todo el recorrido con un grito.

 AAAARRrrrrrgGGGGHH

 Con un fuerte impulo ganado con la inercia de la carrera, y unos muslos gruesos como pequeños toneles, el rapado enano encadenó los tres primeros saltos, uno tras otro sin dejar de gritar. Cuando parecía que había tomado demasiado inercia, logró aguantar el equilibrio sin precipitarse fuera de la helada isleta, para poder cambiar de rumbo y hacer los dos último saltos. Aleteanado los cortos brazos con los puñales en las manos...

Cuando se dio cuenta ya estaba pasando junto a sus compañeros, gritando aún, con la frente perlada en sudor frío, mezcla de la tensión y del esfuerzo. Cuando paró se dobló por la cintura boqueando para tomar el gélido aire. Y apartando la mirada de Habib, a quien cobardemente había intentado evitar que fuera en busca de su fallecido compañero. Zulf se sentía abrumado por la vergüenza que sentía.

Zybax habia aferrado la cuerda casi sin darse cuenta cuando la punta llegó a sus manos, pero no tuvo tiempo ni de tensarla cuando observó como su compañero efectuaba un salto tras otro con rara habilidad - Bien Hecho - lo felicitó al sentirlo a su lado y antes de asomarse al borde y mirar hacia la zona de escarcha sanguinolenta

El barbaro observo la sangre y a continuación al no-enano que los acompañaba y, bajando el tono de voz le dijo en común, demostrando una rara emoción - Lamento lo de tu amigo... hubiera querido que no fuera así, pero... tu debes sobrevivir por ambos. Seguramente los elfos sepan algo sobre la forma de volver a tu extraño mundo de arena. Ven con nosotros e intentaremos conseguir respuestas -

 Con el aliento más recuperado, el tatuado enano se pasó el dorso de la mano por la frente para secarse el sudor del esfuerzo, antes no se le congelara.

 Miró a Habib, quien tenía la mirada puesta en el abismo, en la sanguinolenta mancha rosada. Incrédulo. No hacía saber mucho para ver el aprecio que tenía a su compañero... y el dolor que debía estar latiendo en su interior. Zulf sintió otra punzada en su interior.

 Sin saber que decir, prefirió mantenerse en silencio, acercándose para quedar al lado de Habib, para alzar una callosa mano para darle unas rudas muestras de afecto y condolencia en el hombro. Siempre con la mirada centrada en las puntas de sus gastadas botas.

 Finalmente masculló un quedo.

 - Deberíamos continuar.

Plas, plas, plas, plas...

Vorth aplaudió. Zybax y Zulf eran dos enanos impresionantes, los parangones de su raza. Sin embargo, él era un lastre. Tan inútil como el amigo torpe de Habib. Si tan solo no hubiese venido, los demás podrían haber ayudado a Rhaz en vez de a Vorth, y nadie habría muerto en esta trampa mortal.

Jo...-se quejó apesadumbrado.

Oye, Habib... Si en la tierra seca tenéis alguna oración para los caídos, este es el momento de despedirse. Mis condolencias.

Castigó a Plik dejándole fuera de la mochila. Que esa sucia rata traidora caminase un poco para variar.

La demoniesa adopta su forma humanoide aterrizando a un par de metros del grupo. Esperando que éste se pusiera en marcha para seguirles - Vaya, no había visto nunca nada igual a esa cosa - Señalaba con recelo la escarcha. Parecía que deseaba jactarse de la muerte de Rhaz, incluso podía verse como se mordía el labio superior sumergiéndolo en su boca para evitar comentar lo divertido que le había parecido vuestro programa de acrobacias. Sin saber seguro si cortarle la cabeza allí mismo, o decidir que aún no era un estorbo proseguís vuestro viaje. La cueva se agranda hasta más allá de los límites de la visión, y en un par de horas podeis ver la salida.

Es grande, es enorme, tan grande como fué la entrada. Volveis a ver la claridad del cielo totalmente cubierto de nubarrones, en la lejanía de la apertura al exterior por el que debeis pasar dos siluetas dragoniles alzan el vuelo desde una pared, más allá solo os quedará el viento gélido que sopla en un páramo cubierto de nieve arrastrando las frías partículas de un mundo que los dioses abandonaron.

- Y en cualquier momento la veras más de cerca - masculló Zybax, menenando la cabeza y dudando si tomar su arco antes de desentenderse de la diablesa y seguir su camino.

El enano tomó el frente de la pequeña comitiva y debío, esporádicamente, esperar al resto de sus compañeros, dado que sus ansias por salir del lugar lo llevaban a moverse más rápido de lo habitual para su raza.

- Parece que por fin llegamos a la salida - exclamó al ver, por fin, despues de tantos días, la luz del sol. Será un mundo frío y sin vida, pero es SU mundo frío y sin vida y el enano está feliz de volver a verlo - Ahora solo nos queda encontrar a los elfos. Y espero que no aparezca el Wendigo, la escarcha que son peces ya la vimos - agrega recordando las instrucciones iniciales - desgraciadamente! -

No me gustan los lugares grandes. Son sitios en los que caben monstruos grandes-dijo Vorth-. Además, hemos hecho todo lo que se nos indicó. Hemos logrado salir del laberinto. ¿Dónde está la maldita ciudad de los elfos?

Los dragones no le preocupaban. Los vieron sobrevolar la cúspide antes de entrar en la montaña, y aunque daban un poco de miedo por su tamaño, eran la única cosa del viaje que no había tratado de matarles. En estos momentos, Vorth lo único que podía hacer era tratar de ver en la nieve algo de civilización élfica, sea como sea esa cultura.

Algo se partió en el corazón de Habib cuando supo que nunca más vería a su amigo. Después de encontrarlo, después de haberle salvado la vida en varias ocasiones, de haber compartido peligros y el verse las caras con la muerte y lograr vivir un día más contra todo pronóstico... Rhaz daba su vida así, sin más. El vacío fue enorme. Su mirada se perdió y caminó. 

Sin darse cuenta se había encerrado en lo más profundo de su alma. No dijo una palabra. Ni siquiera se dio cuenta de que la diablesa les volvía a acompañar. Sólo la luz de la salida de las frías cavernas le hizo espabilar. 

Luz!

La oscuridad había reinado en horas y horas interminables dentro de aquel infierno congelado. Pero había de nuevo luz...

Captó, poco a poco fragmentos de conversación: "...encontrar a los elfos... salir del laberinto... la maldita ciudad de los elfos..." 

Los dragones blancos, hermanos y enemigos de su herencia de sangre sobrevolaban ignorándolos. Y la diablesa... 

Criatura de naturaleza fría y malvada... Pudiste ayudarnos y te limitaste a contemplar el espectáculo, después de haberte perdonado la vida... En el desierto, cuando alguien es misericordioso con otro, tiene derecho a cobrarse su deuda si considera que la persona salvada no merecía ese don. Dime una razón para que no te mate ahora mismo!

Sus ojos, estaban rojos fuego. No se distinguía si inyectados en sangre o a punto de arder en llamas.

La diablesa se pone en tensión, pero no parece sorprendida cuando los enanos se apartan para dejar espacio a un hechicero cuyas mejillas empiezan a adquirir un brillo magmánico - Jajajaja, no seas ingenuo humano. No creo que pudiérais derrotarme, cuando debais perdonarme la vida tal vez sí podamos hacer un trato.

Sus ojos no se apartan de los de Habib en ningún momento, y el agudo grito de una criatura reptiliana si hace al hechicero y al resto de enanos desviar su mirada para se consciente del peligro. ¡Dragones! dos dragones blancos como perlas que desde un saliente se lanzan en picado contra el grupo.

Aún deben haber casi quinientos metros hasta salir de la cueva y más allá solo se ve un páramo llano de hielo y nieve. La demoniesa sonríe deseando desde su oscuro corazón poder ver de nuevo como otra alma abandona el valiente grupo

- NO! Y yo preocupado por el Wendigo - exclama Zybax malhumorado mientras mira a su alrededor, tratando de encontrar un hueco en el cual esconderse de los monstruos alados

¡Qué vienen! ¡Qué vienen! ¡Qué vienen!-advirtió Vorth, asustado.

Plik se pone en guardia, alzándose sobre sus patas traseras... listo para saltar sobre los dragones blancos en cuando se pongan a distancia. No les teme. Sabe que el poder que tiene dentro y que le lleva a ser el parangón de los mustélidos, desciende de los dragones blancos. Son sus iguales. Está en igualdad de condiciones en un combate cuerpo a cuerpo con ellos y...

Ploch

El aire sale del estómago de Plik en un sonido sordo. Es la mano de Vorth, que le ha placado y lo lleva a la carrera, zarandeándolo en el movimiento de brazos. El hechicero enano empieza a correr en dirección de nuevo al laberinto.

 Zulf, ensimismado en sus pensamientos, recordando una y otra vez sus cobardes intentos de intentar detener a Habib cuando este intentó ir en auxilio de su camarada, siendo roído por ellos.

 Tan solo cunado el grupo se detiene, comentando la luz que asoma en el extremo del colosal túnel. Pero entonces la discusión de Habib con la diablilla le llama la atención. Hasta que los gritos de Vorth le alertan de las temibles criaturas aladas.

 El caos se desata en el grupo, no teniendo un lugar donde huir, no con unas criaturas aladas persiguiéndoles, el enano se acerca hasta uno de los muros, buscando el amparo de un lado, y esperando que la proximidad con este haga detener el vuelo acelerado de los dracónicos, buscando cualquier saliente o grieta en la que poder esconder el bulto.

 - Hacia las paredes, ¡buscad refugio en las paredes!

Todavía queda algo pendiente, diablesa...

Dijo mientras se giraba y se encaraba a los enemigos. Los dragones cazaban para comer. Podían ser la presa o afrontarles. 

Son pequeños, huir es inútil. Sus pulmones se hincharon sobrenaturalmente y un rugido salió al mismo tiempo que una llamarada de fuego. Fue un rugido pavoroso, aunque no tanto como el que podían emitir ellos mismos. Eso sí, debía ser sorprendente cuanto menos. Una criatura de dos patas con un aliento de dragón y un rugido de su especie. 

Luego se parapetó en alguna cobertura cercana. 

Los dragones lanzan un agudo chillido y se abalanzan sobre Habib refrenando su vuelo con perfecta armonía a apenas 30 pies de él, unos rayos brillantes y hermosos salen entre sus colmillos cruzándose para atravesar de un lado al otro al hechicero al tiempo que todos sus compañeros se preparaban para huir y él se plantaba estoico y listo para enfrentarles. Un escalofrío pasa por el cuerpo de los enanos cuando Habib cae de rodillas cubierto de hielo y escarcha, sin saber si podrá volver a levantarse, o siquiera a respirar.

La diablesa lanza un beso y comienza a desaparecer, sus ojos brillantes es lo último que veis antes de imaginar una sonrisa burlona hacia el hechicero.

Todavía queda algo pendiente, diablesa...

Dijo mientras se giraba y se encaraba a los enemigos. Los dragones cazaban para comer. Podían ser la presa o afrontarles. Al menos podría darles una oportunidad a sus compañeros.  

Son pequeños, huir es inútil. Poneros a salvo! Sus pulmones se hincharon sobrenaturalmente y un rugido salió al mismo tiempo que una llamarada de fuego. Fue un rugido pavoroso, aunque no tanto como el que podían emitir ellos mismos. Eso sí, debía ser sorprendente cuanto menos. Una criatura de dos patas con un aliento de dragón y un rugido de su especie. 

Luego se parapetó en alguna cobertura cercana. 

Zybax nunca pensó que tendría que enfrentarse a un dragón... y menos a dos, por lo que sus reacciones fueron más lentas que lo acostumbrado. Sin embargo finalmente tomó su arco e intetó clavar una flecha en el cuerpo de las criaturas de leyenda.

El arco se movió entre uno y otro objetivo y el bárbaro nunca terminó de decidir a que dragón le estaba disparando... y eso se notó en el propio disparo que no le acertó a ninguno de ambos - Son más pequeños que lo que pensaba! - terminó exclamando al ver el tamaño de las bestias - Solo debemos acertarles - completó su frase, demostrando su propia frustación

Ay, por favor...

Aunque sus pies le pedían correr... su cabeza le pedía correr... su sacrasanta barba le pedía correr... Sus compañeros allí estaban: jugándose el tipo contra unos animalicos voladores que escupen rayos y matan gente. Resopló. Eran sus amigos, pero aquella empresa era totalmente inútil. Es una locura. Lo comprendería de Zybax, ¿pero de Habib?

Qué mierda... vamos allá.

¡UAAAAAAAAAAAAAH!

Corrió hasta situarse bajo uno de los dragones. ¿Estaban volando lo suficientemente bajo para...? Solo había una manera de averiguarlo.

¡Burbullo!-exclamó en arcanos términos.

Una burbuja de ácido salió de su mano en dirección a la panza de un dragón blanco, y... Por un momento parecía que iba a quedarse corto. El líquidillo empezaba a enfriarse con la temperatura ambiente. La húmedad empezaba a cristalizar el ácido, añadiéndole peso, y la gravedad empezaba a contrarrestar la subida. El proyectil perdía velocidad. Pero... No. Se quedó corto. Y como cuando escupes hacia arriba, puedes esperar mojarte... lo mismo pasa con una salpicadura de ácido.

¡Cuidado! ¡Cuidado!-dijo Vorth correteando caóticamente en todas direcciones sin saber dónde iba a caer.

Plorch...

En toda la frente. Pero la magia de Vorth era débil, y el ácido conjurado ya no existía en este plano. Lo único que le manchó la frente es un poco de nieve que había cristalizado en torno a la esfera de ácido, y que quedó hueca cuando la magia se desvaneció.

Lo que no sabía Vorth es que en el cénit de su trayectoria, debilmente, superficialmente, un poquito de ácido había rozado con nimiedad las escamas del dragón.

 Desde su ubicación, junto al muro, Zulf se dispuso para preparar la ballesta ligera, con intención de disparar a las aladas criaturas. Pocas alternativas tenía. Pues debido a una larga sucesión de infortunios, cualquier arma que tenía en las manos se había perdido, su hacha, el bastón de Vorth, los lanzas extrañas de coral de los hombres pez... espera! No todo, ¡tenía la espada que le diera Vorth antes de cruzar!

 Desde que la espada estaba en su poder, había tenido la asfixiante sensación de causar daño con ella, pero testarudo como era se había negado a ello... Pero ahora, ahora parecía un buen momento.

 Aferrando la empuñadura, el guerrero enano emprendió la carrera contra el más próximo de los dragones, sus cortas piernas resonaron contra el duro suelo con un pap-pap-pap en aumento, finalmente con un salto intentó alcanzar su vientre.