Partida Rol por web

Los dragones son bañados por las llamas de Habib, pero no volverán a colocarse en línea con él. Se lanzan contra Zybax y Vorth, prácticamente aterrizando sobre ellos y lanzándoles sendas dentelladas con sus diminutos dientes como alfileres, mordisqueando las ropas. Su cercanía desprende frío, aunque no son más que perros cubiertos de escamas tan brillantes como espejitos diminutos.

Ahora gruñen, están al alcance de vuestras armas pero parecen seguros de haber aterrizado sobre criaturas indefensas, no les ha asustado el fuego por ahora, tal vez las hachas sean más efectivas.

- No, no. Solo queremos salir, pero si quieren golpes, tendrán golpes - Zybax aferra su arma con fuerza y la mueve sobre su cabeza, buscando impactar en el pecho del dragón que ha osado morderlo

- O acaso crees que un enano se quedará quieto cuando lo muerden - le pregunta mientras su arma corta huesos y escamas - Solo queremos luz, no dragones que nos interrumpan el paso! - sus palabras aconmpañan al filo de su arma mientras esta atraviesa el cuello y dejan al dragon sis su preciada cabeza

- A ver si ahora puedes lanzar hielo, jeje - murmura mientras se gira hacia el otro reptil - Y tu eres el proximo! - lo amenaza con su hacha ensangrentada - Mi hacha está sedienta de sangre de dragón - improvisa en su furia - Y con uno solo no le alcanza -

¡No te acerques, bonito! No te acerques...

Vorth se apresuraba en conjurar mientras trataba de esquivar un nuevo mordisco de la bestia. Con cuidado, acarició la testera del dragón...

Lagartija buena... lagartija buena... ¡Uy! Vale, vale... No te gusta que te acaricien. Tomo nota...

Trató de imbuírle con su magia, pero no sabía si había tenido éxito. Así que, como medida extra de precaución, desenvainó al Dios Ejecutor... azote de los elementos... espada del extremadamente malherido Vorth el Inmortal, cuyo título ya le iba a durar poco.

Habib estuvo a punto de estallar de alegría al ver el diestro golpe de Zybax, pero quedaba otro y él estaba muy herido. Debía curarse. 

Sea la curación a través mío! Dijo con la voz entrecortada, palpándose las muchas heridas. 

No pudo evitar lanzar un suspiro de alivio cuando el dolor empezó a remitir y la piel a regenerarse y cicatrizar. 

 Zulf se acerca a la posición de Habib, interponiéndose entre un nuevo ataque por parte de la cría de dragón blanco que queda y él hechicero del desierto. A mano tiene la extraña hoja que en su momento liberara Vorth del bloque de hielo... y que según escuchó... ¿era un dios?

El dragón exala su aliento al tiempo que da un salto, casi trepando por Vorth con un agudísimo gemido al ver el cuerpo inerte y ensangrentado de la otra cría de dragón, con un rápido batir de alas echa a volar quedando a unos treinta pies por encima de la cabeza del pequeño hechicero, aunque parece dispuesto a seguir volando para desaparecer entre el hielo de la entrada del laberinto

Vorth se agachó justo a tiempo para esquivar el aliento del dragón. Por lo menos la mayor parte. Cuando se reincorporó, los demás pudieron ver una capa de escarcha que se había formado en su pelo, a modo de cresta punk.

¡Será hijo de dragona...! ¡Eso lo hizo a mala fé!

No tuvo tiempo de contraatacar. La cría de dragón blanco se le echó encima. Vorth agitó la espada con los ojos cerrados, pero no notó que golpeara nada. Miró el filo. Era una ensoñación. Como el miembro fantasma de alguien amputado por congelación, el hechicero pensó por un instante que la espada estaba allí. Falso. Era su bastón. La espada se la había dado a Zulf porque le dió mal yuyu seguir con ella.

Entonces el frío del pelo llegó a extenderse hasta la raíz, y un dolor punzante llegó al cerebro de Vorth. Sí le había alcanzado la bocanada helada. Se sacudió la cabeza y la cresta se desprendió en un millón de finos cristales.

Habib vio que el dragón huía y pensó, por el instinto agresivo de venganza, en atacar con un proyectil mágico, pero, afortunadamente, sintió compasión por aquel pariente y enemigo. 

Sea la curación a través mío! Mejor coger fuerzas. Todavía había peligros. 

El dragón huía, habían salido victoriosos. 

Enhorabuena, amigos enanos. Hemos vencido en buena lid a dos dragones... Un poco pequeños, pero... dragones. 

- NO se te ocurra escaparte! - Zybax vocifera enfurecido al ver como el dragón se eleva y se pone fuera del alcance de su hacha - No me interesa matarte con el arco. Necesito cortarte el cuello con mi hacha - lo increpa malhumorado mientras mueve su arma de uno a otro lado

- Ven aquí y peléa como un enano! - lo amenaza - Asi vas a hacerle compañia a tu compañero!!! -

Aaah... Habib... yo... aquí...

Entre quejica y débil, Vorth se tambolea hasta el cadáver del dragón y se tumba sobre él para usarlo de almohada.

Al wéndigo ya le vale. ¿No podía aparecer ahora para cargarse a esos dragones, verdad? Si no va a ayudar, ¿de qué sirve? Ah, perdón... estoy divagando. Habib, por favor... usa tu don conmigo.

¿Fileteamos el cadáver del dragón? Yo tengo curiosidad por verle las vísceras. ¿Cómo hizo eso del aliento? Seguro que tiene alguna glándula o algo. Si me la como podré hacer el mismo truco que Habib. Y menudos dientes tienen esos bichos. Podrían servir para hacer buenos cuchillos.

No sé como puede saber la carne de un dragón, pero su piel es muy valiosa y resistente. Con ella se pueden hacer armaduras, escudos o botas. Tampoco te sé decir de dónde surge el aliento. Si es un órgano, puede que no sea comestible, pero sí peligroso. Aunque he sabido de hechiceros que han usado como componentes partes de los dragones. Quizá en la ciudad donde nos dirigimos podamos vender algunas partes y encargar un peto o un escudo. No sé si dará para más. Pero, hagamos lo que hagamos, busquemos un lugar más resguardado. No quisiera pelear de nuevo por no ocultarnos. 

Examinó al enano hechicero y le lanzó uno de sus conjuros curativos. 

 Zulf agradece para sus adentros de que la segunda cría de dragón se aleje aleteando... huyendo de los enanos. No le hubiera gustado tenerla por ahí pasando de vez en cuando para rociarles con aquel soplo de aire frío que había dejado a Vorth con el pelo escarchado... y la piel amoratada.

 Mientras Habib fue atender a Vorth, y Zybax lanzaba improperios, Zulf se sorprendió mirando con atención la espada dios que tenía en sus rolliza mano. Con una leve sacudida de su cabezota rapada guardó la espada para acercarse a sus compañeros.

 - Mejor que no nos quedemos por aquí.

- Que no nos quedemos? QUE NO NOS QUEDEMOS?! - Zybax increpa a su propio compañero mientras sacude su arma de un lado a otro - Claro que nos quedamos! hay un dragon que descabezar! - Totalmente enfurecido el barbaro salta un par de veces levantando el hacha sin tener ninguna posibilidad de acertarle al dragon que permanece en la altura

- YO NO ME VOY! No sin la cabeza de ese bicho lanzafrío - insiste totalmente reacio a ocultarse - Soy un enáno, no un carámbano - completa su frase sin que la misma parezca tener demasiado sentido - Y los enanos no se esconden como los carámbanos... ni aunque nos intenten convertir en ellos! -

 Zulf miró a Zybax mientras este soltaba sus improperios y exabruptos, acompañados de ataques al aire en dirección a la huidiza cría de dragón. Él mismo era víctima, en ocasiones, de estados enajenados parecidos y comprendía que en ese estado de poco servían las palabras. Mejor esperar a que se le fuera el fuego en las venas.

 En cualquier caso se dedicó a recuperar las pertenencias que dejaran caer al aparecer los dragones para combatir mejor, preparándose para reanudar la marcha.

Está bien, no discutamos. Mientras... cortemos la cabeza y cuello, junto con las garras del dragón y despellejemos el resto. Quién se atreve?

Es Zulf al que se le da bien este tipo de cosas. Ayudadme a girar el cuerpo, le será más fácil de sajar si dejamos la panza de la lagartija hacia arriba.

Ooops...

Cuando tenía el cadáver de lado, una de las alas quedó bajo el cuerpo y los huesos se quebraron por el peso del cuerpo. Acababa de echar a perder parte del botín. Como estorbaba más que ayudar, Vorth se escaqueó.

Va... va a ser mejor dejarlo panza abajo. ¡Yo vigilaré! Eso. Alguien se tiene que quedar mirando que el otro dragón no vuelva, ¿no?

 Zulf se acercó sacando su puñal de hueso.

 - Veamos como son los dragones por dentro...

 A pesar de que había comentado de partir ya, si debían sacar algo de provecho del dragón el momento era ahora, antes de que se estroperara por dentro... Si es que los dragones blancos son de sangre caliente...

Algunas de las entrañas del dragón parecen de cristal, y Zulf la saca con enorme cuidado, junto a la cabeza, un par de filetes de carne y la escamosa piel, tan blanca como la nieve diurna recién caída. No os lleva mucho rato, pero podeis escuchar más chillidos de dragones aunque no alcanzais a ver ninguno, ocultos, no os arriesgais a que no vuelvan y comenzais a descender la montaña.

La claridad del día hace relucir la nieve que parece un todo uniforme protegiendo la montaña por la que descendeis con gran dificultad, la capa de nieve llega casi hasta los hombros a los enanos, y Habib es de gran ayuda para abrirles paso pese a la maña de los rudos autóctonos.

El horizonte hacia donde mireis está lleno de cordilleras de montaña, aunque ninguna tan impresionante y colosal como la que atraviesa el laberinto, en el medio del valle al que descendeis, puede verse el reflejo cristalino del cielo gris y los destellos de algun rayo del sol. Un gigantesco lago azul, la entrada a la ciudad de los elfos, supuestamente el valle es una placa de hielo gigantesca, y puede diferenciarse los bordes de las islas de tierra por las árboledas que aquí abundan. Es una caminata larga y tediosa y la compañía llega casi exhausta hasta las congeladas orillas pasado mediodía.