Partida Rol por web

Rhaztamel, al tener en su mano la cuerda flaccida que Zybax ha soltado y ver a los enanos en apuros empieza a saltar con gran agilidad, parece que está a punto de lograrlo cuando en el último salto parece que da un traspiés, alcanza a golpearse con la última columna pero no logra aferrarse y resbala por ésta hasta la escarcha.

Al caer produce un ruido mínimo, y la escarcha se revuelve como un enjambre vivo subiendo sobre él y tiñendose de rojo mientras devora su cuerpo.

Aún te quedará una tirada de nadar, pero  rolea como sangras y pataleas. La escarcha, para así entenderlo, es una criatura viva y te está mordiendo por todas partes es... "nieve carnívora". Estás a 0pgs la poción ya la gastaste, así que te queda pedir ayuda+1 milagro + un último intento de nadar y sufrir 1d4 más para al menos estar más alcanzable por Zybax y Vorth... que están colgando de la cornisa...

Desesperado por la situación, la ira contra Plik poco a poco se apaga. Todo por culpa de la frustración de ser incapaz de trepar por la cuerda, agarrar a esa sucia comadreja y ahogarla con sus propias manos.

Zybax... No nos queda mucho tiempo. Suéltame. Si sigues así, los dos nos caeremos y moriremos. No quisiera arrastrarte a un destino que solo me aguarda a mí. Ya sé... ya sé... Pertenecemos a la misma tribu. Durante generaciones, las posibilidades de apareamiento se reducían a la endogamia, así que es como si fuéramos algo así como primos lejanos. Carne de mi carne... Sangre de mi sangre... Nunca olvidaré todo lo que estás haciendo por mí ahora. Hablaré bien de ti a Moradin y te guardaré una silla en el gran salón de los enanos. Pero como dije, no tenemos mucho tiempo. Será mejor que me dejes caer y te salves. Porque si consigues cumplir la misión y volver con nuestro pueblo, Zybax, quiero que le digas de mi parte un mensaje a mi madre:

"Mamá, cuando era un jovenzuelo alocado, y aparecí en casa con un tierno bebé de marta entre mis manos..."

Zybax, ¿lo estás memorizando?

"Mamá, cuando era un muchacho descarriado, y me presenté en casa con un tierno bebé de marta en mi regazo... Tú me dijiste: no quiero bichos en casa, que luego me dejan todo lleno de pelos; ese animalejo va a quedar genial como parte de un bonito abrigo de visón. Pero aún así, no mataste a Plik, y crecí jugando con él como si fuese un hermano para mí. Por eso quiero que sepas, mamá, ¡qué yo estaba equivocado! ¡Debiste hacer pieles de esa maldita rata blannnnncaaaaa! ¡Pliiiiiik, traidorrrrr!"

Fin del mensaje.

Zybax, con el rostro contraido por la furia mira a su compañero con extrañeza, intentando por un momento entender que es lo que está diciendo y descartándolo al instante por tratarse de un mensaje demasiado complicado

- Cállate y sube - exclama mientras se mantiene firme sobre el hielo - No pienso decirle nada a tu madre, así que sube y dile lo que quieras en persona - le explica en un curioso rapto de diplomacia enanil

El pícaro intenta ir a la ayuda de los enanos cuando se precipita en su primer salto y cae directamente encima de la escharcha de hielo que parece comerselo. Rhaz intenta nadar pero siente como si varias fauces lo mordieran desde la punta de los pies hasta el mismisimo cuello. El color rojo escarlata de la sangre de Rhaz tiñe ahora la escarcha y las fuerzas empiezan a abandonarlo. - No puedo salir - son las unicas palabras que salen del picaro tras tanto dolor - Ayuda!!!! - grita a la desesperada.

Transformada en murciélago, la diablesa ríe a carcajadas desde las alturas de hielo. Rhaztamel no tiene fuerzas ya para nadar y se hunde a gran velocidad en la escarcha dejando tan solo una mano alzada y un rostro que se hunde con los ojos ya cerrados. No queda más para él que la tumba de hielo bajo el mar de escarcha.

Vorth por su lado lucha junto a Zybax por salvar su propia vida, observando de reojo cual es su destino si cae a la escarcha, los dos enanos están casi extenuados, y el resbaladizo hielo no les ayuda en nada a llegar a subir al risco, aunque ninguno de los dos parece ceder ni rendirse.

A los ojos de Habib el terrible acontecimiento de ver a su compañero morir resulta casi paralizante, debe hacer algo ¿¡Pero qué!? Zulf es el único que siente el deseo palpitante de la malvada espada queriendo salir de la mochila, buscando el alma del enano, deseando la sangre de Zulf a cualquier precio.

 A Zulf le mortificaba lo que estaba presenciando. El tenía la cuerda y habían acordado que permaneciera el último para crear así una cuerda que pudiera servir de guía y apoyo al tensarla entre Zybax y él.

 Pero la cosa se torció rápdiamente, Vorth resbaló y si no fuera por Zybax ahora ya estaría en el fondo, y ante la situación crítica el recién llegado se armó de valor y se dispuso a saltar el recorrido con la intención de ayudar a sus hermanaos de raza pero el maldito destino hizo que el tal Rhazt perdiera pié y se precipitara sin posiblidad alguna de ayuda al fondo de aquella muerte blanca.

Los gritos de dolor y su voz istérica pidiendo auxilio retumbaba por toda las paredes de hielo mientras las fuezas le abandonaban y se hundía poco, a poco en aquella blanca muerte.

 Zulf contempló con los ojos desorbitados la situación, con los ecos de las risas pérfidas de la diablesa, como el compañero de Habib se moría ante sus ojos. Estando este más allá de sus posiblidades, alargó la mano para aferrar el cinturón de Habib para que no cometiera ninguna estupidez como suicidarse al correr tras él...

 - No podemos hacer nada por él, la misión que tenemos entre manos es más importante que nuestras vidas, demasiado está en juego...

Habib, dando un leve manotazo a la mano de Zulf, salió disparando ante la llamada de auxilio de su amigo. No era especialmente hábil, pero su temple le hacía crecerse en los momentos de vida o muerte.

Rhaz, sujeta mi mano! La cual le ofreció con firmeza.

Con el rabillo del ojo miró a la cobarde diablesa. Huye, o la furia del dragón derretirá hasta tus huesos!​ Su voz sonaba profunda, inundada de llamas crepitantes. Un vapor surgió de sus labios, conteniendo el calor de su furia. 

El barbaro permanecía tirado en el piso, sintiendo como el hielo le atravesaba las pieles pero sin ninguna intención de soltar a Vorth.

Al sentir como Habib llegaba a su lado tuvo una repentina idea - Zulf lanzale la cuerda al eh... no-enano - trató de explicarse - Eres fuerte, quizás puedes subirlo - le propuso

A 0 de vida justísimo, podrás hacer una tirada de trepar Cd15 para subir por la columna y para coger la mano de Habib, si la pasas, irás quedando inconsciente poco a poco.

Si la fallas, te hundes en la escarcha, sufres 1d4 quedando a negativos y probablemente muriendo ahí dentro.

Rhaztamel se hunde por completo en la escarcha que parece retorcerse y sumergirse, elevándose en su superficie como una anguila que devora la presa, allá donde Rhaz se hunde se produce la calma y la escarcha vuelve a parecer inanimada y salpicada su superfície de esquirlas teñidas de un rosado que brilla a la luz del bastón de Habib, que aún mantiene su mano estirada esperando en vano que el pícaro de Zalas resurga una vez más.

La barriga de Zybax resbala por el hielo con el peso de Vorth, las piernas de Zybax se retuercen intentándose poner en pie, reprimiendo su grito de furia, dolor y rabia mientras que Zulf duda de seguir al grupo para evitar más problemas, pero ahora en el camino se encuentra el hechicero.

Vorth miró atrás. Guardó silencio un instante, a medias entre guardando luto y quedándose patidifuso, antes de caer en la histeria.

¡No quiero morir así! ¡No quiero morir así!

Agarró el antebrazo de Zybax, intentando trepar, pero estaba colgado y sin ningún punto de apoyo. Su vida dependía enteramente de su alocado compañero.

Habib esperó la mano que nunca llegó. Tal vez no supo que estaba allí. Tal vez no le quedaban fuerzas. Demasiado tarde.

Rhaz!  Un nudo en la garganta le impidió expresar su angustia. En el desierto había aprendido a reprimir sus lágrimas, aunque ésta vez parecían inminentes. Pero el grito de auxilio de Vorth le hizo reaccionar. No quería morir así… como Rhaz.

Salió disparado para alcanzar, con el último salto, la otra horilla. Pero las lágrimas no soltadas, nublaron su visión. A punto estaba de posar el pie, mas un mal apoyo, le hizo resbalar.

Aunque la habilidad no le falló del todo y pudo agarrarse a la horilla.

Al ver como el desconocido caía y lo que fuera que "viviese" en ese foso acababa con el, Zybax intentó hacer un último esfuerzo. Una muerte era suficiente. Sin embargo, era dificil concentrarse, por un momento, sintió como su barriga resbalaba por el borde del hielo.

Con todo el bárbaro era fuerte, fuerte y resistente, y haciendo fuerza hasta con los musculos del estomago consiguió mantenerse sobre el hielo. Ya no solo eran sus brazos los que colgaban por el abismo para sostener a su compañero, sino que su cuerpo estaba, a medias colgado de la hebilla de su cinturón - NO se te ocurra soltarte - lo escucharon gritar mientras intentaba resistir como podía - Acá no muere nadie más! - insistió, intentando convencerse a si mismo

Se sumergió hasta medio cuerpo, sintiendo las punzadas de algo que se movía en el líquido frío.

Todo iba hacia el desastre, pero el instinto de supervivencia le hizo inspirarse. Nadie va a morir! Esas palabras resonaron en su cabeza, acordes con las voces de sus compañeros.

Sus piernas se abrieron y cerraron cuan tijeras, creando el impulso que le hizo avanzar hasta el sitio justo para poder agarrarse y trepar sin mayores consecuencias. Ya estaba arriba. Sin cesar un segundo, ayudó a Zybax.

Vamos, arriba!

Vorth se mantiene sujeto.

Ánimos renovados de vivir.

Queda una misión por cumplir en este frío hielo.

Pero para el enano hechicero

basta con no morir en este momento.

- Haiku de Vorth Pok

 Zulf miraba aspectante con el corazón encogido el devenir de sus compañeros. Ahora que Habib se había reunido con ellos no deberían tener problemas en salir del atolladero.

 - Venga que ya queda poco.

Zybax estaba furioso, furioso pero agotado, sentía como las manos de su compañeros se le escurrían de entre las suyas pero se negaba a dejarlo caer - Sal de allí - insistió con la voz estreñida por el esfuerzo y olvidandose de cualquier riesgo que el mismo pudiera correr.

Sin saber como, aprovechando que Habib le sostenía las piernas, consiguió levantar su estómago del borde y apoyar las rodillas en el hielo antes de, con un brusco tirón, levantar a su compañero de su peligrosa posición - Y no se te ocurra intentarlo de vuelta - exclamó sorprendido de la emoción que sentía por haber conseguido lo que parecía imposible - No se te ocurra acabar como el otro no-enano. Nadie merece morir así - exclamó convencido mientras se dejaba caer de espaldas en la parte segura de la posición y respiraba profundamente, intentando recuperar el aliento - Solo la diablesa murciélago que se rie de nuestras desventuras - murmuró demasiado cansado como para hacer algo contra ella