Partida Rol por web

Francesco habla agradecido a Sofía.

Sí que tengo hambre. Toda esta historia me ha quitado tiempo para terminar de comer. Gracias

- Lo lamento señorita Mancinni pero ha habido un asesinato. Salvo que el capitán Stein decida otra cosa los interrogatorios continuarán. Ahora guarden silencio y coman.

Matog luego se dio vuelta y miro al capitán Stein con una tremanda cara de dubitación y circunstancia.

- ¿Y bien capitán? ¿Ha podido averiguar algo importante? ¿debemos continuar interrogando a los sospechosos?.

-Nada de especial relevancia. Por lo tanto, como dice el capitán, debemos continuar con los interrogatorios.- Dice el capitán firme. 

Si... debemos continuar Capitan. No podemos llegar a Berlin con el asesino dentro de este tren. ¿Quien sera el siguiente?

- Está bien que nos interroguen a nosotros, pero... ¿y ustedes? - digo temerariamente, cubriendo la frase con una sonrisa sugerente, y jugando con mi escote - Nadie puede asegurarnos que haya sido un italiano quien lo haya hecho. El arma era de uno de los suyos, y estaba en su zona. No sé, no creo que ser alemanes les convierta en inocentes inmediatamente, y en guardianes nuestros.

Miro a mis compañeros italianos de forma airada, buscando su apoyo. Incluso miro a Romina. No puedo creer que acepte sin más la situación.

-Señorita, nadie ha insinuado tal cosa. Si le hace sentir mejor, yo mismo me ofrezco a ser interrogado delante de todos ustedes.

-Señorita Maccini, acusar a la autoridad de las SS del Reich, más aún considerando, como imagino, que usted no está afiliada al partido nacional socialista ni tiene la indentificación como aria, es algo muy grave. Yo confío en mis hombres, he servido junto a ellos, y no cuestino su lealtad, no solo por ser de las SS, sino por ser miembros respetables del partido y compañeros. Ustedes, sin embargo, no gozan de dicha confianza.- El capitán hace una pausa, con una mirada fría y severa, directa a los ojos de la italiana.

-Conozco los objetivos de mis compañeros de las SS, y se que a ellos no les benefecia el hecho de que estre tren no llegue a Berlín, lo mismo que a mi. Ustedes son desconocidos, con intenciones desconocidas.- Ahora señala a Sofía, mientras le clava la vista. -No somos sus guardianes, somos sus carceleros. De modo que si no quiere ser la estrella de un gueto, señorita, le sugiero que guarde silencio, y deje de acusar a mis hombres, y mucho menos sin prueba alguna. Todas las armas de este tren son alemanas, así que es no es una prueba consistente.- Dice el capitán. En ningun momento a alzado la voz, tampoco lo necesita. Tiene poder para hacer que cualquiera de los presentes sea considerado como judío, y tratado como tal. Se vuelve a alejar. 

-Bien, el siguiente, por orden alfabético, sería Italo Crespi. No obstante, como bien señala el teniente Senn, hay que averiguar quién fue el culpable antes de llegar a Berlín. Así pues, salvo herr Kassel y frau Kassel, y mis compañeros, todos ustedes me dirán que han hecho, paso por paso, durante la comida.- El capitán se queda de pie, junto a la entrada, con las manos enlazadas en la espalda, y la cabeza alta, esperando una respuesta. 

Matog se levanta silenciosamente de la mesa y se coloca cerca de Stein, como si con ello le estubiese dando una suerte de apoyo moral a sus ordenes y dejando en claro que ellos, ahí, están libres de toda sospecha.

En su rostro parece traducirse una clara ansiedad y expectativa por lo que los "prisioneros" tienen que decir acerca de lo que han hecho durante toda la jornada.

- Capitán, seremos desconocidos para ustedes, pero la mayoría de las personas italianas de este tren son personas de renombre en nuestro país, y lo único que les concede a ustedes cierta superioridad sobre nosotros ahora mismo el hecho de que van armados. Ni estamos en Alemania, ni en Italia. Y ustedes tienen contra nosotros tantas pruebas como nosotros contra ustedes. Pero no tengo nada que ocultar, de hecho, yo no me moví del vagón restaurante, al igual que el señor Gario.

Clavo mis ojos oscuros en las pupilas azules del capitán, airada y molesta.

- ¡Carceleros! ¿Usted sabe quiénes son estas personas? Responderemos sus preguntas, pero no se sienta tan seguro de todo lo que le rodea, capitán. Las cosas nunca son lo que parecen.

El genio italiano se ha desatado ya. Miro a los demás:

- Señores, sé quienes son la mayoría, a qué familias pertenecen.....- Miro a Romina directamente- ¿Van a permitir este trato?

Girándome de nuevo a los azules ojos que me increpaban:

- Venga, continue con los interrogatorios, pero no pierda de vista a su propia gente.

¿Qué he hecho durante la comida? Comer y charlar con sus hombres, casualmente. Creo que todos me recuerdan de la comida ¿no?

Luego del exabrupto de la signorina Macinni, Matog mira a Stein y asiente con la cabeza, como respondiendo a la pregunta de la actriz.

-... Pero eso no quita que no sepa algo. Usted me entiende capitán ¿No es así?

- Si, que me mejor me hubiera quedado en Italia. Maldito el momento en que me subí a este tren.- Agito mi vacia copa de jerez -¿Me puede servir otra, acomodador?

El capitán Stein mira de forma fría a la italiana. Escucha su bello discruso entero. Con un gesto sereno, desenfunfa la luger y dispara a los pies de Sofía. Una vez el ruido y el humo se han disipado, habla de nuevo -Bien. Teniente Senn, llévese a la señorita a su camarote. Creo que disfrutará cantando frente a un pelotón de fusilamiento de la GESTAPO. Es ahora la principal sospechosa.- De nuevo, sin un gesto brusco, y sin romper su habitual calma. Le coje, con tranquilidad, el subfusil MP40 al capitám Matog, tras bajar su cabeza en señal de respeto y gratitud. Lo amartilla de forma ruidosa y le quita el seguro. 

-En cuanto a los demás, el próximo que se levante será ejecutado de inmediato. Su gobierno no tiene siquiera valor de toser al Führer a la cara, por lo que suposición no vale nada. Estamos en mi tren, y mi autoridad no se discute.- Lo dice con una voz serena y calma, sin levantarla en ningún momento. No es necesario gritar. Solo el miedo, que siempre imponen las SS, es suficiente. Espera a que el teniente cumpla sus órdenes, mientras apunta a los italianos, con una expresión fría y de puro desprecio ante la raza inferior.