Partida Rol por web

Una verja de hierro colado, con una parte superior adornada con un estilizado diseño de hojas, rodea una gran parte de la ciudad. En su interior, hileras de lápidas bordean sinuosos caminos y serpentean entre tres colinas bajas, en cuyas cimas se alzan sustuosas criptas de piedra. El cementerio de Tormentos Cristalinos está bien cuidado, pero sólo recibe visitas de vez en cuando (excepto en días de funerales). La mayoría de personas enterradas aquí pertenecen a la clase media; los ciudadanos de las clases más bajas no suelen poder permitirse entierros y pagan por la cremación de sus seres queridos, o dejan que los barrenderos se hagan cargo de ellos. Las sencillas cámaras de piedra pertenecen a las familias menores de Tormentos Cristalinos, mientras que las más importantes cuentan con criptas familiares en sus propias haciendas.

Un anciano patrulla y cuida el cementerio. En su cara y cuerpo tiene una inusual cantidad de vello.  A pesar de su edad se le ve un hombre fuerte y robusto capaz de mantener el cementerio seguro. No te dice nada ni parece acercarse a ti cuando te ve llegar.

El viejo mira suspicaz, a pesar de su avanzada edad es un hombre atento y parece que no se le escapará nada que entre o salga de este lugar. Barrabás camina hacia él, el espadón sobresale por su espalda y la cadena enrollada deja marcas rojas en su piel - Viejo - Saluda Barrabás como mejor puede para referirse a una persona de su edad - Yo oído, orco anda en la noche, en jardín de morrr, señor de los muertos.

¿Tú ver orco en noche en jardín de Morrr? - Barrabás miró el sol descendiente, cerró el puño, rezando por la seguridad del anciano que no hiciera la tontería de señalarle a él mismo

Noshi asintió. Ayer apareció un orco aquí. Pero apareció de la nada, tras emitir un fogonazo blanco. No tardó mucho en irse, pero me resultó muy sospechoso. ¿Lo conocías? ¿Lo andas buscando?

Una verja de hierro colado, con una parte superior adornada con un estilizado diseño de hojas, rodea una gran parte de la ciudad. En su interior, hileras de lápidas bordean sinuosos caminos y serpentean entre tres colinas bajas, en cuyas cimas se alzan sustuosas criptas de piedra. El cementerio de Tormentos Cristalinos está bien cuidado, pero sólo recibe visitas de vez en cuando (excepto en días de funerales). La mayoría de personas enterradas aquí pertenecen a la clase media; los ciudadanos de las clases más bajas no suelen poder permitirse entierros y pagan por la cremación de sus seres queridos, o dejan que los barrenderos se hagan cargo de ellos. Las sencillas cámaras de piedra pertenecen a las familias menores de Tormentos Cristalinos, mientras que las más importantes cuentan con criptas familiares en sus propias haciendas.

Un anciano patrulla y cuida el cementerio. En su cara y cuerpo tiene una inusual cantidad de vello.  A pesar de su edad se le ve un hombre fuerte y robusto capaz de mantener el cementerio seguro. No te dice nada ni parece acercarse a ti cuando te ve llegar.

El pequeño Muerde Rodillas aun no tenía demasiado claro que hacía allí. Por general, los cementerios le daban mal rollo, y aquel era un sitio donde estar callado y escuchar a otro decir cosas de no sé quien, y de quien había sido bueno o malo, o de que había que hacer para ir a quien sabe donde. Aun así, en un acto que realmente podría sorprender a cualquiera... el Muerde Rodillas permaneció callado, metiendose las manos en los bolsillos y poniendose de puntillas para ver por encima de algunas lápidas al más puro estilo Suricato.

Milkahá llego con Zarus y Muerde Rodillas al cementerio, ya había estado ahí antes, pero solo fue un instante para interrogar a Noshi el encargado del lugar, Milkahá jamas se imagino que volvería a ese lugar i mucho menos con tanto pesar en su corazón. En verdad había sido poco el tiempo que pasó con los guerreros en tormentos cristalinos pero siempre la habían tratado muy bien y ademas le habían salvado la vida. La chica toco la cicatriz que tenia en la parte baja del vientre y sus ojos se llenaron de lagrimas, pero no dejo de caminar hasta donde serian los funerales.

Zarus observó de un lado a otro aquel lugar tratando de divisar a donde enterrarían los cuerpos. Había escuchado algo a cerca del cobro por estos servicios, pero aquello era algo que estaba dispuesto a negociar con la sacerdotisa, ya tenía una buena deuda con ella, pero él estaba dispuesto hacer ese pago de una forma u otra.

El mediano aún seguía acompañándole a todos lados, a Zarus n verdad le creaba contrariedad su actuar, pero no quería darle mayor importancia pues tenía otras cosas en que pensar -Ellos han muerto a causa de la enfermedad que transforma en pez.- le resuelve a decir para que calmara su curiosidad. -Muy posiblemente ese enano tenga algo de responsabilidad en todo esto. No voy a descansar hasta que descubra quien es el que esta detrás de todo esto.- después de decirle aquello lo miró a los ojos tratando de corroborar si le comprendía, luego giró la cabeza y dirigió la mirada hacia el anciano que cuidaba el lugar, pues el invertir tiempo en analizar lo que pensaba el muerde rodillas, no parecía muy productivo.

Finalmente el entierro se llevó a cabo. Los cuerpos de los amigos de Zarus fueron enterrados tras una bonita ceremonia. No se mencionó a ningún dios en concreto, pues Layla e Intissar no eran muy devotos de ninguno en concreto. Así que simplemente se limitaron a decir palabras habituales en ese tipo de entierros. Después y antes de proceder al hecho, se dejó que todos aquellos que les conocieran dijeran algunas palabras antes de despedirse. Era el momento de decirles adiós.

Zarus le dio ese ultimo adiós a quienes fueron sus compañeros... Para Lazarus, solo la ira sofocaba la tristeza por la muerte de Layla y promesa de vengarla era la que carcomía su joven mente.

-Ya no tenemos nada mas que hacer en este lugar... Será mejor volver a la catedral o buscar al músico.- sugiere esperando a escuchar alguna mejor idea.

Mientras, aprovechó para preguntar algo al sepulturero, mirando bien si hubiese cerca algún otro presente al que le pudiese interesar la información. -Alguna vez había usted visto algo semejante?- aun en su mirada se dejaba ver la rabia que le producía la impotencia de no haber podido hacer nada para salvarla. -No descansaré hasta hacer pagar al responsable de todo esto.- replica en voz alta mientra aprieta su puño derecho.

Si que se complicaban la vida en las tierras civilizadas para algo tan pueril como un entierro. Palabras, gestos, ceremonias, más palabras, más gestos, más tierra, más palabras... bueno, a esta altura el pequeño muerde rodillas se había perdido y había desconectado, comenzando a divagar como sería un entierro perfecto para él.

Solo lamentaba que no le hubieran dejado hincar el diente a las rodillas de los difuntos antes de meterlos en el nicho.

Pero callado y en su propio estilo suricato para enterarse de todo, parecía que el zagal este, el tal Zarus, lo que estaba era muy enfadado con alguien que había convertido a sus amigos en peces. Eso también le habría cabreado a él, los peces no tenían rodillas que morder, pero era comprensible que no le gustara. Así, que una vez más perdido en sus propias divagaciones, consiguió centrarse lo suficiente como para echar una atenta mirada a Zarus cuando preguntaba aquello, con la clara intención de enterarse.

Y como quien no quería la cosa, se acercaba unos pasos, callado como un muerto -después de todo, aquello era un cementerio- para escuchar lo que le contaran al tipo magnífico.

Milkahá seguía llorando cuando Zarus fue a interrogar al encargado de aquel lugar, de repente sentía que ya no tenia la fuerza necesaria para continuar aquella investigación que daba de vueltas, quería matar, quería vengarse, quería seguir llorando hasta quedarse dormida y olvidar todo. Se levanto de donde estaba sentada, que era una tumba ya muy antigua con una enorme baldosa de piedra encima y que tenia inscripciones ya perdidas por la erosión natural, camino a donde estaba el magnifico y aguardo para seguirlo a donde fuera él, su propia voluntad estaba mellada por la tristeza y no podía decidir a donde seguir con todo eso, por ella fuera hubiese preferido ir a una posada y encerrarse un día o dos.

Jamás. Dijo secamente el sepulturero. No por no querer empezar una charla sobre ello, si no porque en el fondo se hallaba muy sorprendido ante la visión contemplada.

Una verja de hierro colado, con una parte superior adornada con un estilizado diseño de hojas, rodea una gran parte de la ciudad. En su interior, hileras de lápidas bordean sinuosos caminos y serpentean entre tres colinas bajas, en cuyas cimas se alzan sustuosas criptas de piedra. El cementerio de Tormentos Cristalinos está bien cuidado, pero sólo recibe visitas de vez en cuando (excepto en días de funerales). La mayoría de personas enterradas aquí pertenecen a la clase media; los ciudadanos de las clases más bajas no suelen poder permitirse entierros y pagan por la cremación de sus seres queridos, o dejan que los barrenderos se hagan cargo de ellos. Las sencillas cámaras de piedra pertenecen a las familias menores de Tormentos Cristalinos, mientras que las más importantes cuentan con criptas familiares en sus propias haciendas.

Un anciano patrulla y cuida el cementerio. En su cara y cuerpo tiene una inusual cantidad de vello.  A pesar de su edad se le ve un hombre fuerte y robusto capaz de mantener el cementerio seguro. No te dice nada ni parece acercarse a ti cuando te ve llegar.

Observé la gran necrópolis de la ciudad. Un sitio así le ponía los pelos de punta a cualquiera.

-¿Qué hacemos aquí, a todo esto? -pregunté, como habiendo salido del letargo metal que me impedía comprender que me había unido a un grupo sin razonar los motivos concretos.

Miro a Aramis. - He escuchado que hay una especie de nigromante que se dedica a saquear tumbas. Dicen que prentede crear un ejéricto de muertos vivientes. - miro hacia el interior del cementerio - Venimos a invetigar y a detenerlo.

Sin más entro en el cementerio y directamente, me dirijo al vigilante. Quizás él pueda saber algho, a no ser que sea él mismo quien se dedica a la nigromancia de noche, aunque no tiene demasiada pinta de brujo.

Saludos, señor. ¿Puedo hacerle un par de preguntas?

Al pisar el cementerio Nieve volvió a santiguarse con su mugriento amuleto.

- He escuchado que hay una especie de nigromante que se dedica a saquear tumbas. Dicen que prentede crear un ejéricto de muertos vivientes.  Venimos a invetigar y a detenerlo.

La salvaje chasqueó los dedos cuando Mailo le recordó la palabreja. Pero luego levantó la mano. -Uno detiene un caballo desbocado...Pero eso de molestar a los muertos ajenos está feo de verdad. ¡Vamos a hacer algo más que detener a ese nigrobrujo!- Prometió golpeando con su lanza en el suelo.

La joven se acercó hasta el anciano peludo, y comenzó a olisquearlo según sus extraños modales mientras Mailo trataba de preguntarle.

- ¡Por mi padre, qué cantidad de pelo tienes!- Exclamó extendiendo la mano y peinándolo con sus dedos.

-Soy Nieve, del clan de los osos blancos. ¿Tú de qué clan eres?- Preguntó convencida de que el viejo tenía que ser de una  de las tribus que habitaban en el mar de hielo.

Noshi miró muy extrañado a la mujer que le olisqueaba, estaba acostumbrado a tratar con muchos tipos de persona, y aquella aptitud no le terminó de pillar desprevenido. Simplemente le sonrió y negó con la cabeza. Me temo que no soy de ningún clan señorita, yo soy de aquí, de Tormentos Cristalinos. Luego le dedicó una amplia y desfigurada sonrisa y contestó al otro hombre que la acompañaba. Decidme, en qué puedo ayudarles. ¿Han perdido algún tipo de familiar o le están buscando?

Miro al hombre con curiosidad. ¡Dioses, que cantidad de peli! Me era imposible apartar la vista de él. Intenté no fijarme demasiado en su cuerpo, quizás se pudiera ofender y necesitábamos información.
Hemos oído que ha habido algún problema de profanación de tumbas últimamente. Querríamos saber si usted sabe algo sobre eso. Tal vez haya visto a alguien sospechoso por aquí.
Intento parecer simpático.