Partida Rol por web

Este largo edificio de piedra irradia el olor distintivo del alcohol fermentándose. Un detallado cartel, que muestra una feliz rana azul borracha bailando alrededor de una jarra vacía, cuelga de la puerta principal. La lengua de la rana, del mismo color azul, cuelga como una cuerda de su boca abierta y amenaza con enredarse en sus ancas.

Cástor avanzaba a buen paso normalmente, aunque en este caso, por respeto a su compañero, ralentizó sensiblemente su paso para que las cortas piernas del gnomo le permitieran avanzar a la par de forma cómoda. Finalmente, llegaron a la puerta de aquel establecimiento. No había estado nunca allí, de hecho, era prácticamente un recién llegado a la ciudad, así que no sabía qué debía esperar de la comida o la bebida.

-Después de usted, señor-dijo con educación, apartándose para que su acompañante entrara.

Dimdel agradeció que su acompañante le cediera el paso con un gesto de cabeza.

-Da gusto encontrar a gente tan amable, sin duda alguna a Mordrogath le habrías caído bien.

Le entristeció pensar en él, pero ahora tenía otros asuntos entre manos, debían comer e intentar encontrar a gente para ponerse e marcha.

-Por favor, necesitamos algo de comida regada con un buen vino y cerveza abundante, no conozco el lugar, pero seguro que tienen un buen precio que estaré gustoso de aumentar si todo está tan bueno como nuestros estómagos hambrientos desean.

Permaneció un instante quieto observando las mesas, pensando en sus intentos de cantar y tocar que no siempre salían bien, pero en esta ocasión era distinto así que buscó un buen lugar donde sentarse y charlar con su nuevo compañero.

-Veras Cástos, en los pocos días que llevo en la ciudad, he vivido cosas extrañas, he perdido compañeros y me gustaría rescatar a un amigo. Además, tengo entre manos una misión que puede ser importante y que necesita de gente integra de y buen hacer. El problema principal son los hombres lagarto, tienen a mi amigo Mai-Cor, o eso creo y yo tengo que conseguir hacer las paces con ellos ya que parece que no son tan terribles como las historias cuentan aunque han intentado matarme un par de veces he de reconocerlo.

El clérigo acompañó al gnomo al interior, y se sentó en el sitio escogido, para después escuchar con el gesto levemente ceñudo que parecía ser habitual en él.

-Entiendo...-dijo como respuesta simplemente, tomándose un par de segundos para continuar-rescatar a un amigo siempre es una noble misión. Aunque me veo en la obligación de pedir más explicaciones. ¿Qué te lleva a pensar que está con esos hombres lagarto? ¿Ha podido hacer algo para ofenderles y que le retuvieran? ¿Cómo podemos contactar con esas criaturas y lograr un acuerdo?

¡Ya era hora! Gritó el tabernero al veros llegar. Era un jovial humano cuya risa era mucho más contagiosa de lo que era su cerveza.

¡Dejaos de vino! Le gritó animadamente al mediano. ¡Aquí servimos la increíble e inigualable Rana Azul! Es una cerveza sumamente especial , aderezada con bayas dulces de los pantanos. ¡Veréis como al probarla la lengua se os tiñe de azul y ya veréis los sonoros eructos que sonarán tras habérosla tomado. ¡Pareceréis ranas enormes croando sin parar! Les dijo animado mientras les servía un par de jarras de cerveza de color azul. Y no os preocupéis que ahora os pongo algo para comer. Dijo sacando una lubina asada sobre un fondo de patatas panaderas y algo de pan de centeno.

Dimdel miró desilusionado la cerveza que les ofrecían.

-Vaya, si no hay vino, tomaré de mi propia reserva, aunque pagaré esta cerveza gustoso- dijo mientras extraía una jarra de su mochila y abría una tapa que mantenía su contenido sin salirse-me encanta esta cerveza y el vino, sobre todo el vino- dio un largo trago y sus tripas rugieron por el hambre.

-Lo cierto es que no tengo la seguridad de que los hombres lagarto hayan capturado a mi amigo, por cierto, se llama Mai-cor, es un semielfo y le perdimos la pista a las afueras de la ciudad. Veras, hemos tenido algún que otro encontronazo con los hombres lagarto en el exterior, con muertes incluidas y creo que eso ha provocado cierta enemistad. Con esto, podrías decir que tengo algo contra los lagartos, y era cierto hasta que he oído unas cuantas veces que solo quieren estar tranquilos, lo cual no me lo creo, pero es algo que hay que investigar y para eso me vendría muy bien estar con mi amigo orejas finas.

Parecía que estar nuevamente acompañado había devuelto un puñado de años a Dimdel, había más esperanza en su espíritu y parecía que las cosas podían mejorar.

-No sé cómo podemos lograr un acuerdo la verdad, pero si conseguimos reunirnos con ellos sin matarnos, tal vez se pueda hacer algo. Están en las afueras de la ciudad y normalmente han sido ellos los que nos han encontrado.

Dimdel miraba la comida que se iba acercando cada vez más, olía ese delicioso aroma y deseaba comer bien y tranquilo por un día.

-De todas formas creo que necesitaremos algo más de ayuda si la encontramos, pero hace falta que sea gente buena como tu, que no quiera ensartar al primer lagarto que se pase por delante y que sepa mantener la calma.

-Muchas gracias, tabernero-respondió el clérigo con una leve sonrisa, para después escuchar la explicación de Dimdel. La búsqueda de la verdad y de un amigo era una buena causa, desde luego... Pero se iban a enfrentar a muchos problemas, éso el clérigo lo sabía.

-Veamos... Lo cierto es que hay varios problemas en este asunto. En primer lugar, usted mismo lo ha expresado, señor Tragabirras: no tiene la seguridad de que su amigo esté con ellos. Así que, aún en caso de lograr algún acuerdo con los hombres lagarto. En segundo lugar, la reunión, si la situación es hostil en la actualidad, es bastante complicada. Necesitaría un territorio neutral en el que tanto usted como ellos se sintieran seguros y pudieran hablar. Lo que me lleva al tercer punto, ¿hablan común? De no ser así, será otro problema más a añadir-respondió el clérigo. Sin embargo, tras esas palabras, decidió continuar con un discurso más relajado.

-No me malinterprete, quiero ayudarle. Pero después de lo que he vivido y lo que he visto, creo que la postura más sensata, al menos en un inicio, es la más realista. Así que, ¿cómo podemos sortear todo ésto? Seguramente usted lleve más tiempo en esta ciudad que yo. 

Dimdel suspiró. Sabía que Cástor tenía razón, pero no tenía intención de ponerse a planear y preparar algo muy elaborado, pues no sabía qué en qué situación podía estar Mai-Cor. Además, si los lagartos no lo tenían, tal vez pudieran ayudarles a encontrarlo.

-Cástor, es cierto que me he visto involucrado en problemas con los hombres lagarto, pero eso precisamente es lo que quiero solucionar con premura, por lo que descarto buscar un lugar neutral y esas cosas. Ya he oído varias veces que realmente los hombres lagarto no son malvados, así que seguro que actuando de buena fe e incluso nos ayudarán a encontrar a mi amigo. Si no hablan nuestro idioma, nos apañaremos y es normal que te preocupe tu seguridad, a mi también, pero por eso necesitamos más compañeros para resolver esta situación que me temo que puede ser más importante de lo que nos imaginamos.

No podía contarle todo y eso estaba claro en la expresión que tenía el gnomo. Tampoco intentaba ocultar nada, estaba herido y cansado, había perdido sus amigos y sufrido más que en el resto de su vida junta, así que solo quería comenzar a solucionar cosas ya.

Cástor sonrió levemente ante las palabras del gnomo. Un gesto que, a pesar de la seriedad habitual de su rostro y gesto que parecía ceñudo, no desentonaba en él, más bien todo lo contrario.

-No, me malinterpreta usted. No es mi seguridad lo que me preocupa, si no la resolución de este conflicto. Hay que contar con todas las herramientas posibles y todas las facilidades para que se imponga el entendimiento, y más tarde, la paz. 

-Me gustaría decirte que hay quien nos puede apoyar en este asunto y que tiene buenos contactos, pero me temo que a las personas que conozco con esas capacidades me odian. De hecho, te diré, que si alguna vez nos separamos, no te conviene decir que me conoces si quieres entrar en El bote del lagarto, la propietaria es muy rencorosa.

Dimdel comió rápidamente. Tenían que encontrar ayuda cuanto antes, aunque probablemente tu vieran que actuar al día siguiente, puesto que la noche podía ser muy peligrosa y él lo sabía.

-Vayamos a buscar más ayuda Castos, gente que pueda garantizar el éxito de esta tarea que tenemos entre manos.

Dicho esto, le propuso dirigirse hacia el Lenguado macerado, pues a la Driada quería visitarla en último lugar.

 Este largo edificio de piedra irradia el olor distintivo del alcohol fermentándose. Un detallado cartel, que muestra una feliz rana azul borracha bailando alrededor de una jarra vacía, cuelga de la puerta principal. La lengua de la rana, del mismo color azul, cuelga como una cuerda de su boca abierta y amenaza con enredarse en sus ancas.

Los olores que desprendía el local cuando me hallé lo suficientemente cerca hicieron que Phenios se llevara el dorso de los dedos de la mano derecha a la nariz, no porque fuese un olor particularmente desagradable (pues había olido tabernas peores, sin duda), sino por la intensidad. Exhaló algo de aire por la nariz, sabiendo que tendría ese olor en ella un rato, fuera como fuese.

Debería haber pasado por la catedral primero. Hubiese sido un mejor primer paso. Pensó, algo arrepentido de no habérselo planteado antes, pero finalmente se decidió a caminar al interior de la taberna y acercarse a la barra, a menos que el local se encontrase envuelto en alguna reyerta, aunque sus oídos le parecían indicar que no era así.

Tras echar un vistazo a la taberna y a las personas, clavó la vista en el jovial tabernero que se le plantó delante y le devolvió una pequeña sonrisa amable ante su atención.

- Buenas noches, Rian, soy Seldlon. -se presentó el elfo. Un nombre falso era una mentira menor y muy simple, y era mejor que dar el suyo propio si iba a investigar- Sí, acabo de llegar, ¿qué llevan esas ranas azules y cuánto cuestan? -preguntó con curiosidad, aunque no iba a husmear, era más por preocupación por los ingredientes- Estaba familiarizándome con la ciudad y buscaba saber lo que se cocía por aquí. -dejó caer.

¡Oh! ¡Estás loco si crees que voy a desvelarte mi ingrediente secreto! Le dijo el tabernero al recién llegado. ¡Solo puedo decirte que están buenísimas, que quien las prueba, siempre repite y que gustan mucho a todo el mundo! Su precio no está nada mal comparado con lo que ofrecen en el resto de tabernas, son seis piezas de cobre solamente. ¡Una ganga! No le dijo nada más, pues tampoco había escuchado ninguna pregunta formal y no sabía qué más decirle. Aquello era una taberna, no un restaurante ni tampoco un punto de información.

Viendo que el tabernero no iba a soltar prenda, o bien que no sabía ningún rumor, el elfo simplemente sonrió con cordialidad y añadió:

- Claro, ponme una. -respondió antes de mirar solapadamente el local.

Los rumores no eran mi principal preocupación al ir a ese sitio, así que me dedico a buscar si alguien tiene planta de seguidor de Pelor o si alguien lleva un colgante o similar de dicho dios.

Si lo que quería encontrar Phenios era seguidores de Pelor, el mejor lugar para encontrarlos sería en su Catedral. En todo aquel tiempo en la Destilería no entró nadie, no parecía que tuviera mucho éxito, y era complicado saber la razón, pues la cerveza estaba buenísima. 

Eso sí, a los pocos minutos de terminársela, Phenios empezó a croar como una rana sin poder evitarlo.

Este largo edificio de piedra irradia el olor distintivo del alcohol fermentándose. Un detallado cartel, que muestra una feliz rana azul borracha bailando alrededor de una jarra vacía, cuelga de la puerta principal. La lengua de la rana, del mismo color azul, cuelga como una cuerda de su boca abierta y amenaza con enredarse en sus ancas.