Partida Rol por web

Le muestro los dientes unos segundos al verme apartado de ella a pesar de que el empujón no fue con la fueza que me esperaba. Si no quería comprender lo que le decía era su culpa, no mía.

- Muy bien mi señora, engañaos todo lo que queráis. - siseo molesto mientras me reincorporo - Dejad una ventana abierta cuando queráis volver a verme por haber perdido el control y encontraros atrapada.

Detalle que ocurriría tarde o temprano y que le haría volver a mi en buscar de ayuda. Pero no insistiría más, por lo que únicamente realicé una reverencia a modo de despedida y me encaminé al exterior.

Este gradioso teatro tiene casi tres pisos de alto. Su fachada muestra intrincadas tallas de famosos personajes de casi una docena de obras y óperas bien conocidas (la mayoría de los cuales serían difíciles de reconocer para el obrero medio de Tormentos Cristalinos), así como arios personajes de producciones facilonas más populares (sobre las cuales los ciudadanos de clase alta de la villa fingirán un total de desconocimiento).

Un gran auditorio de tres plantas llena la mayor parte del teatro. La planta baja cuenta con bancos bajos de piedra, abiertos a cualquiera que pague 1 pieza de plata de entrada. Por desgracia, no todo el elevado escenario es visible desde este nivel. El piso intermedio tiene asientos más cómodos y permite una buena vista del escenario, aunque cada localidad cuesta 5 piezas de plata. Los mejores asientos del lugar solo los palcos privados que bordean el piso alto. Cada uno puede acomodar a seis personas y cuesta 10 piezas de oro por cabeza.

—¡Wow!

Visto de cerca, el teatro impresionaba. No tanto por ser un edificio espectacular como por la ambición de sus patrocinadores y propietarios. Tormentos Cristalinos era una ciudad en plena ebullición, y en unos años competiría con las grandes urbes de la región. Sin embargo, todavía no era la bastante grande como para albergar un espectáculo de esa magnitud.

Un edificio no es más que un montón de piedras colocadas unas sobre otros, por muy bien que esté decorado. Lo importante es lo que se haga en su interior.

Deslizó el pañuelo con el que se había cubierto el cabello y se lo colocó alrededor del cuello. Se ajustó la melena y salió de las sombras bajo los balcones, atravesó la calle y se internó en el teatro, en busca de alguien a quien consultar sobre las representaciones, y si alguna estaba programada para esa noche.

La tentación de acceder a lo palcos era fuerte. Diez monedas de oro eran una pequeña fortuna para una muchacha aún pobre, podían suponer la diferencia entre dormir bajo techo en una cama de verdad, y hacerlo bajo las estrellas. Pero hubiera sido una inversión, la oportunidad de conocer a gente que se podía permitir tal desembolso y, quizás, de echar un vistazo a los que llevaban en los bolsillos.

Decidió optar por una entrada en el piso intermedio. No llevaba un atuendo adecuado para codearse con ricachones, y estaba sola. Demasiado sospechosa, demasiada atención.

Se acercó a la mujer que vendía las entradas, pagó con una moneda de oro y recogió su cambio de cinco piezas de plata antes de subir las escaleras hacia su asiento.

El teatro de Tormentos Cristalinos tiene en nómina a un grupo de actores y artistas de buen talento, pero la mayoría de óperas, conciertos y obras representadas corren a cargo de compañías itinerantes. Las funciones tienen lugar entre tres o cuatro veces a la semana.

El teatro también sirve como casa gremial de los artistas de la ciudad, un grupo de artistas y músicos de talento que depende unos de otros para obtener consejos y publicidad. Un extenso nivel subterráneo ofrece albergue a los miembros del gremio, y los rumores insisten en que aquellos que conocen la clave correcta y tienen dinero suficiente, pueden contratar "funciones" privadas de los miembros de mayor talento.

Su maestre gremial es Aydi Zarastian, quien resulta ser hoy la protagonista de la obra que se está representando en ese momento. Aunque se dice de ella que es una mujer misteriosa, pues jamás ha asistido a una sola fiesta y casi nunca se la suele ver fuera del teatro. Es una presencia de la ciudad muy poco accesible.

Cuanto mayor era, más le costaba emocionarse con el teatro. De pequeña le gustaban las obras sencillas, con temáticas épicas y personajes “más grandes que la vida”. Ahora prefería el lenguaje florido e ingenioso y las historias rocambolescas.

Y conocía la obra que representaba la compañía de teatro de Tormentos Cristalinos, y aunque el sello personal que imprimían a las líneas los actores, instantes de improvisación e incluso algunos pasajes totalmente modificados. El personaje protagonista era un hombre en la obra original.

Al cabo de un rato, empezó a prestar más atención a lo que ocurría a su alrededor que a lo que pasaba en el escenario. Se sentó en la primera fila, en un lado donde no molestara a nadie, y se apoyó en la barandilla para observar a los ocupantes de los palcos, tratando de memorizar sus rostros. Cualquiera que pagara diez monedas de oro para ver una obra de teatro era un objetivo potencial para hacer negocios o perder la cartera.

Unos minutos después, volvió a levantarse y se sentó en la última fila, echando un vistazo a las coronillas del resto de ocupantes y aguzando el oído para escuchar los cotilleos, que no eran pocos. El teatro albergaba también el gremio de artistas, en su sótano. Un tipo de pelo grasiento le aseguró a otro, que ocultaba su calvicie con un corte raso, en tono confidencial, que con contactos y dinero, era posible asistir a representaciones privadas. La mirada lasciva y el fruncimiento de morros dejaron claro a Lucrecia en qué tipo de "representaciones privadas" estaba pensando.

La protagonista de la obra, Aydi Zarastrian, era además la líder del gremio, y de ella poco se rumoreaba, porque casi nunca salía del teatro. O lo hace de una guisa que no podéis reconocer.

Una maestre que no se deja ver, funciones privadas... Demasiado sospechoso y evidente, pero es un hilo del que puede merecer la pena tirar.

La muchacha dejó a un lado sus planes inmediatos cuando escuchó a la protagonista recitar unas líneas que recordaba bastante bien. Era uno de los momentos álgidos de la obra, cuando el héroe, o en este caso heroína, estaba comía en la mesa del villano. Sabía que planeaba envenenarle y, sin embargo, el protocolo le impedía rechazar la invitación y le obligaba a probar la comida y la bebida. Las argucias de ambos personajes daban lugar a una escena de sorprendente ingenio en una obra por lo demás pedestre.

La obra terminó, la gente aplaudió y Lucrecia se quedó sentada un minuto más, pensando en lo que podía hacer allí. Cuando el patio de butacas estuvo prácticamente vacío, se puso al fin en pie y siguió a los remolones como ella al exterior. Nada por el momento. Era tarde y habría ocasiones más propicias. Quizás, cuando tuviera más oro en los bolsillos o más ases en las mangas, pudiera acceder a los palcos y verificar los rumores sobre representaciones privadas. O colarse en el gremio directamente y espiar lo que allí sucedía.

Era una lástima desaprovechar las noches, pero tal era el precio que requería el cuerpo para pagar el precio que exigían los conjuros. Además, el próximo día sería largo y había mucho trabajo por hacer.

Este gradioso teatro tiene casi tres pisos de alto. Su fachada muestra intrincadas tallas de famosos personajes de casi una docena de obras y óperas bien conocidas (la mayoría de los cuales serían difíciles de reconocer para el obrero medio de Tormentos Cristalinos), así como arios personajes de producciones facilonas más populares (sobre las cuales los ciudadanos de clase alta de la villa fingirán un total de desconocimiento).

Un gran auditorio de tres plantas llena la mayor parte del teatro. La planta baja cuenta con bancos bajos de piedra, abiertos a cualquiera que pague 1 pieza de plata de entrada. Por desgracia, no todo el elevado escenario es visible desde este nivel. El piso intermedio tiene asientos más cómodos y permite una buena vista del escenario, aunque cada localidad cuesta 5 piezas de plata. Los mejores asientos del lugar solo los palcos privados que bordean el piso alto. Cada uno puede acomodar a seis personas y cuesta 10 piezas de oro por cabeza.

De vuelta al teatro había escuchado cosas interesantes sobre los sucesos del día anterior. Al parecer mi presencia ya no era de conocimiento público y la mediana a la que había atacado había conseguido sobrevivir. Dos anuncios muy peculiares que merecían de mi atención y de los que podría sacar partido, pues como testigo podía asegurar cómo habían planeado el asalto basándose en los prejuicios de la mediana, según la cual "esos orcos habían matado a su caballero".

Representé la acción esbozando las palabras bastante alegre y acorde por el lugar donde me encontraba. Seguramente regresaría en busca de aquel orco superviviente para convencerle de que estaba dispuesto a declarar, siempre y cuando se asegurase mi seguridad y anonimato frente al resto de la ciudad.

Pero por el momento, mi atención la acaparaba Lady Zarastian, ¿habría estallado ya y parte del caos de la ciudad sería por su culpa? ¿tendría otra tarea para mí? ¿o quizás algun otro de los miembros del teatro estaría dispuesto a encargarme algo? Demasiadas preguntas que sólo podría resolver de volver a entrar dentro.

Aydi Zarastian pudo ver como la pequeña criaturilla se volvía a colar en su teatro. Aún era bien temprano, por lo que la mayoría de los empleados y actores no habían llegado. Estaba preparando el escenario para ensayar la representación de aquellos días. Cuando lo vio aparecer no se podría decir que se alegrara de verlo.

Seguramente creía que no volvería a verme. Pobrecita, le hacían el trabajo sucio y después se olvidaba de sus herramientas. Sin embargo no le iba a resultar tan facil olvidarse de mí.

- Buenos días mi señora - saludo haciéndole una reverencia - Deduzco que aún no habéis enloquecido al no encontrar la ventana abierta, pero quería interesarme por su persona de todos modos ¿os ha vuelto a molestar aquel humano?

Le pregunto cortés tras un inicio mucho menos amable, pues sabía que era cuestión de tiempo que llegara a ocurrir.

Pues es cierto que anoche no vino a molestarme, ni tampoco en todo el día, pero eso no quiere decir que tengas algo que ver, diablillo. No solía venir todos los días, así que tendremos que dejar pasar un tiempo prudencial para ver si has logrado tu objetivo. Dijo resoplando Aydi.

- Oh vamos mi señora, ¿acaso no es costumbre entre los humanos interesarse por el estado de sus conocidos?

Le pregunto mientras camino por el escenario en derredor a la actriz.

- Me pareció una buena forma de romper el hielo antes de preguntarle si tiene más tareas para mí... Y deciros que me alegra comprobar que ya estáis considerando cumplir con vuestra parte del trato.

Continúo moviéndome al tiempo que voy agitando la cola nervioso.

- ¿Pero por qué tenéis miedo a confiar en mí mi señora? Bien podríais despedirme si no cumpliera vuestras expectativas.

Porque sé lo que sois. Sois un diablillo y seguramente no estés tramando nada bueno. He oído hablar mucho de las criaturas como tú, y por eso desconfío. Y lo seguiré haciendo siempre. Por eso no tengo ninguna tarea, o bueno, sí. Una. Necesito que me dejes en paz, de verdad. Dijo molesta al seguir teniendo que aguantarle.
 

Había formas y formas, y desde luego las de la actriz no habían sido las adecuadas, así que dejé de dar vueltas a su alrededor y me fui hacia la puerta.

- Muy bien Zarastian. - le gruñí entre dientes - Pero recordad que yo se que no sois humana.

Le indico rencoroso antes de escabullirme fuera del teatro. La actriz de seguro tendría que pensar que iba a hacer al respecto, o eso pensaba conforme me largaba.

Ya veremos que te pasa cuando todo se salga de control.

Pensaba enfadado por la situación en que nos habíamos separado. Me había dejado claro que creía que era como los otros diablillos, cuando ni yo mismo me sentía de esa forma. Le enseñaría cómo era en realidad, de seguro que lo haría y entonces ya sería tarde para que me volviera a tener.

Este gradioso teatro tiene casi tres pisos de alto. Su fachada muestra intrincadas tallas de famosos personajes de casi una docena de obras y óperas bien conocidas (la mayoría de los cuales serían difíciles de reconocer para el obrero medio de Tormentos Cristalinos), así como arios personajes de producciones facilonas más populares (sobre las cuales los ciudadanos de clase alta de la villa fingirán un total de desconocimiento).

Un gran auditorio de tres plantas llena la mayor parte del teatro. La planta baja cuenta con bancos bajos de piedra, abiertos a cualquiera que pague 1 pieza de plata de entrada. Por desgracia, no todo el elevado escenario es visible desde este nivel. El piso intermedio tiene asientos más cómodos y permite una buena vista del escenario, aunque cada localidad cuesta 5 piezas de plata. Los mejores asientos del lugar solo los palcos privados que bordean el piso alto. Cada uno puede acomodar a seis personas y cuesta 10 piezas de oro por cabeza.