Partida Rol por web

¿Y qué quiere esta mujer ahora, tan de repente? ¿Cómo que lleva tiempo esperando? ¡Acaba de aparecer, como si se hubiera materializado del mismo aire!

Una vocecita dentro de su cráneo se aclaraba la garganta para dar la voz de alarma. Todavía no, puede que solo fuera una mujer con ganas de compañía, nada sospechoso, pero la forma en que había aparecido y lo que decía era como el choque frontal de dos carros desplazándose a toda velocidad.

—Es un hombre, uno muy tímido —replicó, sin perder la sonrisa—. Temo que no se atreva a acercarse si me ve acompañada. Además, dudo que tengas que esperar mucho más. ¿Te has mirado al espejo? Si quienquiera que estás esperando no llega de inmediato, es que es un necio —aseguró.

Parecía que las dos chicas habían empezado a hablar, y no había rastro de aquel al que se suponía que debía esperar. Así que la muchacha hizo poco más que seguir esperando, procurando no perder detalle de lo que ocurría alrededor y permanecer lo más oculta que podía, que tampoco era mucho. 

¡Oh sería una pena que no se atreviera a venir por mi culpa! Dijo mientras se estiraba y colocaba un brazo sobre el hombro de Lucrecia a modo de protección. Pero no quiero esperar sola, espera conmigo hasta que anochezca del todo. Por favor. Dijo poniendo cara de pena. No quiero que me dejen plantada y en ese caso me gustaría que alguien estuviera a mi lado para secar mis lágrima. Dijo mientras le dedicaba una blanca sonrisa. Además, si ese hombre se acerca hasta ti, no te preocupes que me iré en caso de molestarle. 

El brazo de la mujer se deslizó sobre sus hombros como una serpiente. No era la primera vez que le sucedía, podría dedicarme a contar las veces que me ha pasado en las noches de insomnio, pero habitualmente eran hombres quienes se colaban en su espacio personal sin pedir permiso. De cualquier forma, no era algo que la incomodara particularmente, a menos que el dueño o dueña del brazo ofendiera a su sentido del olfato.

Aunque no lo creía, todavía se preguntaba si la mujer podía ser peligrosa. Su aparición había sido demasiado repentina. No debería haberla sorprendido cuando estaba atenta a los movimientos de la zona. Tendría que seguirle el juego hasta poder quitársela de encima.

—Veo que eres de las que consiguen lo que quieren, ¿eh? —replicó, enarcando una ceja—. Y sin embargo, esperas a alguien, ¿quién te ha convocado a este lugar?

¡PUF!

Y así, como quien no quiere la cosa... 

Lucrecia y la mujer que estaba a su lado...

Desaparecieron.

Los ojos de Raellia se abrieron como platos al ver aquello. O, mejor dicho, al dejar de ver aquello. Bueno, sea como sea, fue todo bastante confuso. La chica salió de su "escondite" a buen paso, dirigiéndose hacia donde estaban las dos mujeres. Tenía cierta preocupación en el rostro, e intentó encontrar algún rastro de lo que sea que hubiera pasado.

"Por todos los dioses... ¿A quién aviso si no encuentro nada?" se preguntó a sí misma, nerviosa, mientras buscaba. 

¿Que demonios? ¿Que ha ocurrido aquí? Donde carajos se fueron esas dos.. Luego observo a otra mujer saliendo de su escondite y acercarse. 
Manteniendo las distancias observo toda la situación y trato de encontrar alguna explicación lógica a lo ocurrido.
Seguramente es una maga y se han teletransportado. Seguro eso paso. Intentando convencerse de que fue eso lo que ocurrió. 
Será mejor que me marche de aquí y vuelva a la taberna.

La ansiedad hizo presa de Raellia tras aquellos sucesos y no encontrar nada. ¿Qué habría sido de Lucrecia? ¿Qué podía hacer ahora? No sabía siquiera si podía hacer algo para traerla de vuelta... Oh, dioses, era todo tan complicado. ¿Por qué no podía vivir aventuras sencillas y alegres, como en los libros? ¿Por qué no podía encontrar un modo de reunir de nuevo toda su alma? En ocasiones como aquella, las ganas de ponerse a llorar por pura impotencia eran casi abrumadoras.

Sin embargo, logró contenerse, con apenas un par de lágrimas escapando. Tras limpiarlas y sonarse la nariz, decidió que lo mejor sería ir a la Catedral. Quizás la amiga de Lucrecia... ¿Clarice? Siguiera por allí y supiera que hacer. O quizás la sacerdotisa tuviera alguna idea. Sea como fuere, a alguien tenía que informar. 

El puente del Umbral de la marisma, cerrado por completo, está fabricado en piedra y cubierto con un tejado de pizarra. Sus paredes están adornadas con gárgolas reptilianas y una chaparra torre de guardia en su extremo oriental ofrece una excelente vista de los pantanos del norte. El interior del puente está jalonado por varias alcobas, cada una con una estrecha ventana con vistas a las marismas o a la villa. Los jóvenes amantes suelen citarse en las alcobas a altas horas de la noche, y los guardias hacen la vista gorda ante sus actividades.

Un poco tocado ya por el alcohol en mis venas caminaba de tal forma que parecía que andaba contando los pasos que daba. Avanzaba a ritmo lento mientras observaba los diferentes adornos que presentaba el puente. Mientras lo hacia echaría un ojo a las alcobas que se encontraban en la zona con la intención de encontrar algo sospechoso.

Con los ojos bien abiertos avanzaría hasta la torre de guardia.

Cae la tarde y el sauriano avanza a paso lento a través de uno de los grandes puentes que atraviesan el río que recorre la ciudad. Aún no tiene claro qué camino seguir, pues nada le asegura que pueda encontrar pistas sobre su objetivo de un momento a otro. Yaotl observa las gárgolas con desagrado. Aquellos rostros deformes parecían hacer muecas a la sangre fría que corría por sus venas.

La figura de un hombre llama poderosamente su atención. Entre los transeúntes destaca uno que parece tener dificultades para caminar en linea recta. Viste ropajes extraños, muy distintos a los de los otros humanos que recorren la galería. El hombre lagarto decide acercarse y probar suerte.

- Saludos, humano - dice Yaotl de forma torpe y brusca una vez sus pasos se cruzaron con las de aquel hombre - Me han encomendado la tarea de encontrar a cierto diablo azul, una criatura de pequeño tamaño. Es de suma importancia para mí dar con esta criatura. Tendrías mi agradecimiento y respeto si pudieras darme alguna pista sobre su paradero.

El sauriano dudó un instante antes de continuar.

- ¿Eres... eres por casualidad lo que llaman un "hombre-lobo"? Lo cierto es que me han encomendado también el dar con estas criaturas, pero debo admitir que desconozco cuál es su aspecto. De donde vengo no existen seres así.

-Lo siento!! diria jadeando tras regresar corriendo de la torre para conversar con el hombre lagarto que se me habia acercado, pero que por mi actitud distraida en el momento no puse atencion.

-Mi nombre es Ban, y tambien estoy en busqueda de algo o alguien. Como puedes notar estoy mas perdido que tu! diria con una sonrisa nerviosa en mi rostro.

-Sin embargo, creo en el trabajo en equipo, y me pareceria adecuado el ayudarnos mutuamente para poder cumplir con nuestros objetivos con mayor facilidad. Que te parece si te apoyo en tu busqueda y posteriormente puedes ayudarme a mi?

- Saludos, humano - dice Yaotl de forma torpe y brusca una vez sus pasos se cruzaron con las de aquel hombre - Me han encomendado la tarea de encontrar a cierto diablo azul, una criatura de pequeño tamaño. Es de suma importancia para mí dar con esta criatura. Tendrías mi agradecimiento y respeto si pudieras darme alguna pista sobre su paradero.

El sauriano dudó un instante antes de continuar.

- ¿Eres... eres por casualidad lo que llaman un "hombre-lobo"? Lo cierto es que me han encomendado también el dar con estas criaturas, pero debo admitir que desconozco cuál es su aspecto. De donde vengo no existen seres así.

El sauriano no dudó un instante.

- No podría estar más de acuerdo, humano... digo, Ban. Tu ayuda será correspondida. Tienes mi palabra. Si con ello estoy un paso más cerca de saldar mi deuda no habrá espíritu ni nauali que se interponga en nuestro camino.

Adoptando una pose marcial Yaotl carga con su lanza y su escudo, entrechocando sonoramente uno contra el otro.

- Mi nombre es Yaotl, de la sagre de Quetz-Atl, guerrero de Atl-Antica - pronunció de manera automática, como si fuera una cantinela repetida mil veces - Silark, líder de los hombres lagarto de esta aldea, me ha encomendado tres misiones de suma importancia: encontrar al diablo azul que he mencionado, dar con un grupo de druidas desaparecidos, en su momento aliados de nuestra raza, e investigar los rumores sobre la presencia de hombres lobo, criaturas cuyo aspecto desconozco.

Un rápido vistazo a través de las alcobas bastó para hacer caer al guerrero en la hora que era. Al parecer se había entretenido más de la cuenta recorriendo las calles de la ciudad.

- Respecto a este último encargo mi única pista reside en un nombre: Aydi Zarastian. Se dice que trabaja en el Teatro del León, a pocos minutos de aquí - dice Yaotl apuntando al noreste con su lanza - Tengo una cita pendiente con esta mujer y es probable que contar con la presencia de un humano como tú me sirva de ayuda. Como comprenderás... algunas de vuestras costumbres me resultan extrañas y es posible que ello cause una mala impresión. ¿Qué me dices?

-Mucho gusto Yaotl, y no perdamos mas tiempo en este lugar entonces! vayamonos a tu cita! diria tambaleandome levemente frente al hombre lagarto que recien habia conocido.

-Por cierto que toman en tu pueblo para emborracharse ? preguntaria con una sonrisa en el rostro mientras me encaminaba hacia el teatro del leon. -Eres al primero de tu tipo que veo por aqui, de hecho el primero que veo en mi vida. Tienes algun poder sobrenatural? avanzaba de la misma forma de como habia llegado, como si estuviera contando los pasos que daba tambaleandome de un lado a otro.

El puente del Umbral de la marisma, cerrado por completo, está fabricado en piedra y cubierto con un tejado de pizarra. Sus paredes están adornadas con gárgolas reptilianas y una chaparra torre de guardia en su extremo oriental ofrece una excelente vista de los pantanos del norte. El interior del puente está jalonado por varias alcobas, cada una con una estrecha ventana con vistas a las marismas o a la villa. Los jóvenes amantes suelen citarse en las alcobas a altas horas de la noche, y los guardias hacen la vista gorda ante sus actividades.

Silbando el elfo se movía con gracilidad entre las columnas de la gran construcción de piedra. Espiando e forma incómoda a los amantes que encontraba aquí y allí. Dejando escapar risitas desde las sombras. 

Aburrido de los mojigatos y quejicas que no le dejaban campar a sus anchas se interesó por uno de los guardias. Con una sonrisa socarrona en su cara se deslizó justo delante de él mostrándose en el ultimo momento. 

—¡Buh!— Soltó de repente y rompió en una carcajada creyendo terriblemente divertido la tontería que acaba de hacer. Y tan pronto como estalló en carcajadas adoptó su postura mas sugerente. 

—¿Me amáis?—

El guardia estaba colocado en posición recta y estirada. Y cuando Salvaje preguntó si le amaba no contestó. Parecía que tuviera un palo en el culo que impedía que respondiera a preguntas estúpidas. Pero la respuesta vino por parte de otra persona ajena al guardia. Yo sí podría. Dijo la voz.

Cuando Salvaje se giró pudo ver a una mujer preciosa que se había acercado a su oído para responderle a la pregunta formulada al guardia.